08 junio 2015

¿Qué Europa queremos para el futuro?

Se hicieron dos fases: la misma divisa, el euro, para casi todos (unos no quisieron, otros nunca debieron entrar), y un Banco Central que controlara un poco el desaguisado de cada país. Se permitió el libre movimiento de mercancías y personas, pero poco más. La Constitución fue un fiasco al no ponerse de acuerdo. Y aquí estamos esperando a ver si nos unimos más o qué…

Adiós a una UE “cada vez más estrecha”, ¿o no?

El Tratado de Maastricht (1992) consagró una fórmula que se repitió en los siguientes textos básicos de la UE: la de avanzar hacia “una Unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa”. David Cameron exige que en la próxima reforma de los tratados se suprima tal principio. Quiere, por el contrario, menos unión y repatriar competencias de Bruselas. No es el único, ni está solo. Por ejemplo, Andrzej Duda, el recientemente elegido nuevo presidente de Polonia, en un giro euroescéptico, está en una posición parecida, la de ir a “menos Europa”. A Cameron y a Duda les separa, sin embargo, el deseo del primero de, y el rechazo del segundo a, limitar el libre movimiento de trabajadores en la UE, algo que iría directamente en contra de ese objetivo fundamental.
Habría de dejarse de hablar en el vacío de esa beatería que consiste en pedir siempre “más Europa”, cuando lo que sí demandan unas partes crecientes de las ciudadanía europea –también se puede utilizar en singular– es “otra Europa”, más en algunas cosas, menos en otras pero, en todo caso, diferente. La UE no tiene por qué ir siempre sumando competencias. Quizá el reto de Cameron sirva para que algunas cosas (pocas) que ya no tiene sentido que se decidan en Bruselas, vuelvan a los Estados, o regiones, y que otras de este ámbito nacional pasen al europeo. Y si alguno no lo desea, que se quede al margen, como ya ocurre. De hecho, la legislación comunitaria se ha ido centrando cada vez más en directivas (que hay que trasponer a las legislaciones nacionales), frente a los reglamentos de aplicación directa. Es decir, que hay una cierta renacionalización de Europa, junto con otros importantes avances.
Con esas posiciones de Cameron no es extraño que gobiernos de países como Alemania y Francia –sobre todo en esta última, donde en un referéndum en 2005 cayó la Constitución Europea– se resistan a cambios importantes a corto plazo en los tratados, pues se abriría la espita para nuevas consultas de incierto resultado, y a suprimir la fórmula de la que Cameron aborrece y otras revisiones a la baja, en una Europa que quedaría sin rumbo. No obstante, Merkel se ha abierto a posibles revisiones, aunque de forma muy imprecisa y sin calendario. No parece haber tiempo suficiente de aquí a finales de 2017, la fecha tope comprometida por Cameron para un referéndum sobre la permanencia o salida de la UE.
Berlín y París han presentado una propuesta conjunta para profundizar la Unión Económica y Monetaria en cuatro aspectos importantes sin tener que modificar, al menos a corto plazo, los tratados: (1) política económica; (2) convergencia económica, fiscal y social; (2) estabilidad financiera e inversión; y (3) refuerzo de la gobernanza y del marco institucional de la Eurozona.
España, a su vez, ha presentado un documento constructivo que pide un cambio en el mandato del Banco Central Europeo (BCE) para que en su política monetaria tenga en cuenta no sólo la inflación y sus diferencias, sino también las que atañen a los costes laborales y la balanza comercial, para fomentar la convergencia y evitar shocks asimétricos como los vividos estos años. Pide, además avanzar hacia una unión fiscal con presupuesto propio e instrumentos de mutualización de la deuda, y que se cree un sistema que facilite las fusiones bancarias transfronterizas. Es decir, el gobierno español quiere ir a más. A mucho más. Aunque los tiempos no parezcan muy propicios a ello.
El mensaje franco-alemán es claro: también ir a más, al menos en la Eurozona y a su manera, y se puede hacer sin cambiar los Tratados antes del referéndum británico. No obstante, frente a las pretensiones españolas, esta Europa se está construyendo de una forma extraña y poco europea. Por citar dos ejemplos: en vez de una unión fiscal, una unión de disciplina fiscal, y del mecanismo europeo de resolución de quiebras bancarias responden los Estados miembros, y sólo en un 20% la UE. Es verdad que hay un sistema europeo de supervisión bancaria desde el BCE, y que su presidente está en plena expansión cuantitativa (QE) desde su institución. Pero el Plan Juncker de inversiones estratégicas se basa sobre todo en aportaciones privadas, eso sí, con una garantía europea. Todo ello muy lejos de la idea de una Europa federal.
No es que Cameron esté aún lanzado en una agresiva campaña contra la UE, sino que quiere convencer a sus socios –para convencer a sus conciudadanos– de que una Unión a la baja beneficiará a todos. Está, de momento, en una ofensiva de seducción. Y muchos de sus colegas en el Consejo Europeo quieren ayudarle para que gane el referéndum, pero no a cualquier precio, no a costa de desvirtuar la UE y de que no avance la Eurozona en la que no está el Reino Unido.
A su vez, desde la Comisión Europea el propio Juncker trata de seducir a los británicos con propuestas de avances que les interesan a ellos y a todos (muy especialmente a España): la unión de la energía, la del mercado de capitales y la digital. Con estas tres uniones, como ha señalado Federico Steinberg, “la Unión Europea pretende tomar medidas prácticas que aumenten el crecimiento y el empleo y ayuden a recuperar la confianza ciudadana en las instituciones”. Y, cabría añadir, lleven a nuevos pasos hacia una “Unión cada vez más estrecha”. Aunque ya no sea entre todos los pueblos de Europa.
Abrazos,
PD1: ¿Por qué se crece tan distinto en todos los países de la UE? ¿Por qué se crece tan distinto en todas las regiones de cada país?
PD2: Te lo he contado hasta la saciedad. Nuestro problema no es el crecimiento, sino como se crece, usando déficit público, engordando la deuda, subiendo el déficit exterior…, que no para de subir y que cuando los guiris digan basta, nos lo comeremos con patatas…

Por qué es inevitable que la economía española se vuelva a hundir

El problema de la economía no era de pérdida de competitividad, como nos han querido hacer creer, ni tampoco de deuda pública, sino de deuda externa
La recuperación está basada solo en la colocación de deuda a inversores especulativos extranjeros
En esta columna ya he denunciado en multitud de ocasiones la debilidad extrema en que se basa la recuperación económica española, y cómo el discurso del Gobierno de que se han hecho dolorosos ajustes y que esta es la recompensa es radicalmente falso. Todo parte de una incorrecta interpretación de las causas de la crisis, que persiste a pesar de los años transcurridos. Continúa el discurso de que lo vivido entre desde 1995 hasta 2007 es lo normal y que solo circunstancias ajenas a nosotros nos han impedido volver a esa normalidad, cuando la realidad es que durante esos doce años vivimos de prestado y para ello hipotecamos nuestro futuro. Todo impulsado por un entramado de bancos, políticos y empresas de la construcción que se estaban lucrando hasta extremos impensables con la burbuja inmobiliaria. Y cuando se ha vivido de prestado y a uno le dejan de prestar, lo que queda es mucho peor que lo de antes, porque encima hay que pagar la deuda. A no ser que se declare la quiebra, pero eso será tema para otra columna.
No ha habido tampoco una pérdida de competitividad sustancial, ya que las exportaciones antes de la crisis se comportaron muy bien, aumentando siempre más o menos al ritmo de las alemanas, y mucho mejor que las francesas o italianas. Por lo tanto, el problema no era de pérdida de competitividad, como nos han querido hacer creer, ni tampoco de deuda pública, sino de deuda externa. De hecho, este era el único parámetro de las finanzas de la economía española que se había ido totalmente de madre cuando se hundió primero la actividad económica en 2008.
¿Y qué es lo que estamos viendo ahora? Pues exactamente la misma tendencia. Como destaca el Mº de Economía en una reciente publicación, la deuda exterior del país se incrementó en nada menos que 85.500 millones en 2014, después de que en 2013 lo hiciera en 50.600 millones. En 2012, 2011 y 2010 asistimos a una reducción de la deuda, solo ligera, en porcentaje del PIB. En estos momentos la deuda externa ha superado en porcentaje del PIB el récord de Zapatero, llegando a 31 de diciembre al 106,3% del PIB. Este es el parámetro crítico, ya que no pasaría nada si se aumentara la deuda externa pero mucho más el PIB, ya que significaría que el dinero que se pide prestado se gasta correctamente. Pero cuando sucede lo contrario, que es lo que vimos durante la burbuja y lo que vemos ahora, es que el dinero que se pide se gasta o invierte de forma no productiva. En 2014 hemos aumentado en 9.300 millones el PIB, es decir, que para cada euro de PIB adicional generado hemos tenido que endeudarnos con el exterior en nueve. Este es el camino seguro al desastre.
Podría pensarse, como hacen algunos, que se está invirtiendo mucho pero que estas inversiones aún no están teniendo el retorno esperado. Sin embargo, hay dos datos que desmienten esta pretensión. El primero es la evolución de las exportaciones, que según publicó hace poco Eurostat nos sitúa, en cuanto a su crecimiento, en el furgón de cola en el primer trimestre del año y muy por detrás de Alemania, Francia e Italia.
El segundo es que, si así fuera, deberíamos ver un enorme incremento en la inversión en equipo, y no es así, como se puede observar en el gráfico. Se ha producido un cierto aumento, pero sumamente modesto. Es decir, solo una pequeñísima proporción de esa deuda externa está yendo a inversiones productivas.
Y, yendo a lo concreto, ¿de dónde está saliendo ese dinero? La respuesta nos la da el Tesoro Público, que en su última estadística de abril sitúa la deuda del Tesoro en manos de extranjeros en récords históricos tanto en valores absolutos como en porcentaje. El incremento en los últimos doce meses ha sido de 109.589 millones. El año 2014 cerró con un aumento de 64.356 millones, lo que da cuenta del grueso del incremento de la deuda externa. El aumento de la velocidad en la colocación de deuda a extranjeros (en la que a todas luces no deben estar incluidas las compras del BCE, ya que quedan en el balance del Banco de España), nos está indicando también una incremento en la velocidad del endeudamiento exterior global y explica la mejora de la demanda interna en la primera parte del año. 
Pero, como cualquiera puede entender, la situación es insostenible no ya a largo, sino a medio plazo. Estos últimos días ya hemos tenido un primer susto cuando el bono español a 10 años ha superado el 2,2%. Aún es poco, perotodos los grandes finales tienen pequeños comienzos. En el momento en que los inversores extranjeros, dinero caliente a más no poder, dejen de comprar deuda española y se empiecen a salir de esta, la “recuperación” de la economía se disolverá como un azucarillo y nos encontraremos a los políticos echándole la culpa a cualquiera menos a quienes la tienen de verdad: ellos mismos.
PD3: Ha cambiado las ventajas fiscales de las donaciones. Como sabes soy donante de Cáritas desde hace muchos años. Y ahora nos podemos desgravar más por lo donado, o podemos incrementar el donativo… Te copio para que sepas cómo nos va a afectar:
Y si tienes más dudas:
Puedes verlo aquí y aquí
Además, suponiendo que se cumpla la amenaza de la nueva alcaldesa de hacer pagar el IBI a la iglesia, va a haber mucho menos dinero disponible para la ayuda a Cáritas por su parte…, así que + generosidad…