Muy interesante lo que dice Kiko Llaneras:
Muchos problemas ya no son por escasez, sino por abundancia. Algo ha cambiado:
• Tenemos suficiente comida, pero comemos mal o demasiado. La obesidad mata más que el hambre incluso en países en desarrollo.
• Viajar ya no es privilegio y ahora el problema es la masificación turística.
• En 1993, la gente colgaba el teléfono llorando porque era caro. Eso ya no ocurre. Los móviles nos conectan con personas queridas. Y a veces ahora queremos desconectar.
• Internet acabó con la escasez de información... y creó problemas nuevos: desinformación, cámaras de eco, saturación. Además, nos dimos con otro cuello de botella: lo escaso ahora es la atención.
¿Por qué cuesta gestionar el exceso?
Primero, porque algunos problemas son sistémicos y emergen. La masificación turística, los atascos, la contaminación. Son externalidades de la abundancia.
Segundo, porque nuestra biología está mal adaptada. Evolucionamos para la escasez. Tu cerebro no tiene frenos para el azúcar porque nunca los necesitó.
Tercero, porque la sociedad explota esas debilidades ancestrales. Piensa en máquinas de vending, escaparates o algoritmos en redes sociales. No necesitan mala intención: el sistema económico encuentra y premia a los que resultan irresistibles.
Cuarto, porque nos habitan multitudes. Una parte de ti quiere ir al gimnasio; otra explica por qué es mejor ir mañana. Casi puedes oírlas discutiendo. La tensión más obvia es temporal: lo que quieres hacer ahora no es lo que querrías haber hecho desde el futuro.
Quinto, porque el estrés del trabajo y la vida aceleradas sabotean tus decisiones. ¿Por qué ese estrés? Permanece una escasez fundamental: el tiempo.
Sexto, porque muchas "soluciones" chocan con la libertad individual. Poner trabas al tabaco ha salvado a millones. ¿Se salvarían prohibiendo el alcohol? Posible. Quizás también haciendo el ejercicio obligatorio, pero es un autoritarismo impensable. Por eso los avances vienen con medias suaves o nudges: impuesto al tabaco, gimnasios públicos.
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Si pienso en mis antepasados (o en cualquiera que haya conocido la escasez) es fácil sentir su incomprensión: «Lo tiene todo y elige mal».
Esa es la paradoja final.
Los problemas del exceso son reales, pero tener que afrontarlos es un privilegio. Son preferibles a la escasez inescapable.
Y aquí viene mi optimismo: aprendemos. Los datos lo sugieren: vamos el doble al gimnasio que hace 20 años. La obesidad infantil retrocede. Los adolescentes fuman menos. Los móviles nacieron sin modo concentración y ahora todos lo tienen. Cada generación desarrolla anticuerpos culturales contra los excesos de su tiempo.
La abundancia no es una maldición.
¡Es el siguiente reto!
Y esto se puede aplicar a los mercados financieros, donde la abundancia de la liquidez provoca que hayamos pasado un verano muy tranquilo…Abrazos,
PD: He tenido un buen verano. Hemos currado atendiendo a mis hijos y nietos, han venido casi todos, y lo hemos pasado muy bien. Ha habido muchas risas. Y he rezado un montón. La naturaleza ayuda. Hemos tenido la suerte de poder ir a Misa todos los días con un cura fabuloso que nos hacía una meditación cada día. De fábula. Ahora toca trabajar y seguir rezando.