29 febrero 2016

estancamiento secular

Denso, pero es lo que tenemos… Del Real Instituto Elcano:

Radiografía (y primera resonancia) de la economía mundial: ¿estancamiento secular o shock tecnológico deflacionario?

En un contexto de estancamiento secular, la política monetaria ha llegado a su límite. ¿Hay que aplicar una dosis fiscal superagresiva o el paciente está mejor de lo que pensamos?

Resumen

El año 2015 fue un año de crecimiento decepcionante y el 2016 parece que va a ser peor. La crisis mundial iniciada en EEUU en 2008 ha traído una Gran Recesión y una época de estancamiento global, pese a la aplicación de una política monetaria históricamente expansiva. Las presiones deflacionarias son muchas. La recuperación en EEUU está siendo muy lenta, la Eurozona ha tenido que devaluar el euro para evitar un infarto, China sufre ahora los efectos secundarios del shock de adrenalina que tuvo que inyectar en 2009, Rusia y Brasil se han contagiado del mal chino y Japón está prisionero en el geriátrico con el único consuelo de que quizá pronto Europa le haga compañía. Al ver esta radiografía, la tesis del estancamiento secular coge cada vez más fuerza. Si se confirma, habrá que aplicar un estímulo fiscal extraordinario apoyado sobre financiación monetaria. Pero después de realizar una primera resonancia magnética –más al detalle aunque todavía exploratoria– puede haber síntomas positivos provenientes de la nueva economía que todavía no sabemos identificar.

Análisis

El año 2015 fue un año duro para la economía mundial. El débil crecimiento en Europa, el estancamiento de Japón, la desaceleración de China y el desplome de muchos emergentes, sobre todo de Rusia y Brasil, hicieron que se registrase el crecimiento más bajo y el menor volumen de comercio internacional desde la crisis financiera global. Con la llegada de 2016 ya estamos en el octavo año desde el infarto de la recesión de 2008-2009 y, pese a la aparente recuperación de los últimos años, la economía mundial sigue en la unidad de vigilancia intensiva (UVI) y los doctores (los economistas de más prestigio) no saben qué hacer para recuperar al paciente. La radiografía a primera vista muestra signos preocupantes: elevada deuda, peligro de deflación, guerra de divisas, contracción del negocio, problemas de confianza, tensiones comerciales y aumento de los riegos geopolíticos.
Pero empecemos por el principio. Muy pronto después de empezar la crisis –cuando Lehman Brothers fue a la quiebra y el crédito mundial se paralizó hasta el punto de que Alistair Darling, el ministro de economía británico, llegó a decir que “estuvimos muy cerca de ir a los cajeros y no encontrar dinero”–1 los médicos se dieron cuenta que el infarto era solo el síntoma de una enfermedad letal no vista desde los años 30 del siglo pasado. Al enfrentarse con una dolencia tan rara y mortal, al igual que en la serie de House, llamaron rápidamente a los especialistas de enfermedades poco comunes.
Fue en este momento que surgieron dos figuras: Ben Bernanke y Gordon Brown. El primero, entonces gobernador de la Reserva Federal (FED), es un experto en la Gran Depresión de los años 30; y el segundo, ex primer ministro británico, fue quien se encargó de hacer de Londres el centro financiero mundial a finales del siglo XX. Para Brown el diagnóstico estaba claro: los bancos habían dado demasiado crédito y se habían endeudado hasta el cuello. Solución: recapitalizar (es decir, nacionalizar) la banca y aplicar un programa keynesiano a nivel planetario para evitar la muerte del paciente. Un shock de adrenalina pura.
Los líderes de las potencias que componen el G20, el nuevo consejo creado para salvar la economía mundial, le hicieron caso y en 2009 casi todos los países, desde EEUU hasta Australia (incluyendo España), aplicaron políticas de estímulo. Paradójicamente, los países menos keynesianos fueron Brasil y Francia, cuyos programas no llegaron al 2% del PIB, mientras que los más agresivos fueron Alemania, que llegó al 4%, EEUU e Italia que superaron el 5% y, sobre todo, Corea del Sur y China que aplicaron ultrapotentes dosis del 9% y 13% del PIB, respectivamente.2 En esta fase las economías exportadoras fueron las que aplicaron un estímulo mayor. Tenían más que perder.

Expansión cuantitativa

La adrenalina funcionó. La economía mundial se recuperó a finales del 2009 y 2010, pero Bernanke no las tenía todas consigo. Como experto en la materia, sabía que un infarto de este tipo suele traer una fase de deflación y depresión que hay que evitar. Es por eso que desde el principio la FED, en coordinación con el Banco de Inglaterra, bajó los tipos de interés hasta cero y empezó a aplicar una nueva medicina: la expansión cuantitativa (quantitative easing en inglés). Como con muchos fármacos, el nombre es abstracto pero en realidad el método consiste en imprimir dinero para estimular la inversión y el consumo. ¿Cómo se consigue? En teoría, muy fácil, el banco central imprime billetes (o en este caso crea dígitos) para comprar activos a los bancos (bonos del tesoro o paquetes de hipotecas, por ejemplo) y estos usan la liquidez para prestarle de nuevo a sus clientes y así estimular la actividad económica.
Esta medicina, inventada en Japón a principios de los años 2000 para luchar contra la deflación sin mucho éxito hasta el momento, se aplicó por primera vez en EEUU a finales de 2008 (QE1), justo después del infarto de Lehman, en una dosis de 600.000 millones de dólares (lo que equivaldría al 60% del PIB español). En 2010 la economía mundial parecía recuperarse, pero el paciente cogió la “fiebre griega”, recayó, y a finales de 2010 Bernanke aplicó otra dosis (QE2) de 600.000 millones de dólares. Los problemas en la zona euro y la lenta recuperación de la economía estadounidense en los años 2011 y 2012 incluso requirieron un QE3, primero en “pastillas” mensuales de 40.000 millones y después de 85.000 millones de dólares. Si en nuestro símil, subir tipos es salir de la UVI, esta posibilidad se veía muy lejana en la primera mitad de 2012. España –demasiado grande para caer pero también para ser rescatada– estaba a punto de ser operada y la cosa pintaba mal. Pero apareció otro especialista, Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, y milagrosamente, actuando más con la psicología que con el bisturí, salvó el euro, la segunda moneda reserva o, lo que es lo mismo, el segundo pulmón de la economía mundial.
Aun así, la dosis de QE de la FED tuvo que aumentarse porque el dinero no llegaba a la economía real. Los bancos recibían mucha liquidez, pero la usaban para reducir su deuda (desapalancar) o para comprar activos tanto en la bolsa norteamericana o en las bolsas y los mercados de renta fija de los países emergentes, que durante esta fase estaban creciendo mucho, en parte por el crecimiento de China, que aumentaba los precios de las materias primas (las commodities), pero también por el efecto secundario positivo que traía toda esta nueva liquidez proveniente de la FED. Durante esta época las monedas de los emergentes se apreciaron enormemente, hasta el punto de que Guido Mantega, ministro de Finanzas brasileño, llegó a decir que EEUU había empezado una “Guerra de Divisas”. Es decir, el dinero no se quedaba en EEUU, se iba donde había una rentabilidad mayor, produciendo nuevas burbujas. Para evitar esto, la propia FED empezó a comprar deuda directamente del Tesoro norteamericano. Así se evitaba la intermediación de los bancos. Al tener en la FED su comprador de última instancia, el Tesoro norteamericano se permitió el lujo de gastar durante cuatro años seguidos (2009-2012) la friolera de más un billón de dólares por año. Incluso Keynes se hubiese asustado con estas cifras. La balanza de activos de la FED pasó de 700.000 millones a casi 4.5 billones de dólares de 2008 a 2014, y más de la mitad de esa suma es deuda pública.3
En Europa, en cambio, después de la quiebra de Grecia en 2010 esta política monetaria y fiscal ultraexpansiva se veía con mucha aprensión. Como dijo Jean-Claude Trichet, el predecesor de Draghi en el BCE, “es hora de que todos nos apretemos el cinturón”.4 En el Viejo Continente, bajo el liderazgo de Alemania, imperaba la escuela austriaca de Hayek, según la cual una crisis de deuda no se puede resolver con más deuda. Además, todavía pesaban muchos las lecciones aprendidas en los años 70 cuando los bancos centrales nacionales ejercían de prestamistas de última estancia para sus tesoros y la inflación se comía el poder de compra de los ciudadanos. Es por algo que el Tratado de Maastricht le impide al BCE comprar deuda de los tesoros de los países del euro. La creencia, tantas veces articulada por Jens Weidmann, gobernador del banco central alemán, es que el paciente se vuelve adicto a la droga y después es muy difícil sacársela.5 El caso de Japón sería paradigmático en este sentido.

Estancamiento secular

La droga por ahora parece que ha funcionado. La política expansiva norteamericana ha generado unas tasas de crecimiento mucho mayores que en Europa. Sin embargo, si se analizan todas las recesiones desde la Segunda Guerra Mundial, ésta ha sido de las recuperaciones más débiles. En los últimos cinco años EEUU ha crecido de media algo más de un 2%, una cifra muy por debajo de las expectativas. El desempleo ha bajado de un 10% a un 5%, pero la tasa de participación en el mercado laboral está en un 63%, un nivel no visto desde los años 70. Esto ha llevado a Larry Summers, el que fuera secretario del Tesoro con Clinton y asesor de Obama, a desarrollar la tesis del “estancamiento secular”.6 Pese a estar los tipos nominales (y reales) por los suelos y aplicar múltiples dosis de QE, la economía no acaba de arrancar. ¿Por qué? Desde el punto de vista teórico lo que habría ocurrido es que el tipo de interés de equilibrio en la economía habría bajado tanto que las políticas monetarias ultraexpansivas no serían suficientes para estimular la demanda. La implicación a largo plazo sería que se habría entrado en una dinámica en la que el crecimiento sólo se puede conseguir generando burbujas que, como posteriormente estallan, dejan a la economía maltrecha.
Summers aporta cuatro razones para explicar el estancamiento actual. La primera es la creciente desigualdad (exacerbada con QE), que hace que el porcentaje de ahorro de la economía sea mayor, ya que las clases altas gastan proporcionalmente mucho menos que las bajas. La segunda es la percepción de que el crecimiento va a ser menor por el envejecimiento de la población, la reducción del mercado laboral y la baja productividad, y todo esto desincentiva la inversión. La tercera es un marco regulatorio financiero más restrictivo, lo que lleva a una mayor incertidumbre, y por lo tanto a menos riesgos en la inversión. Finalmente, la cuarta tiene que ver con la aparición de nuevas tecnologías, la robotización y la consecuente menor demanda de bienes de capital. Facebook simplemente necesita menos maquinaria y menos trabajadores que General Motors.
Si este es el cuadro médico, ¿cómo sacamos a la economía mundial de la UVI? Siempre se dice que si se les hace una pregunta a tres economistas, se obtendrán cinco respuestas. Algo parecido está pasando entre los grandes especialistas de la macroeconomía, sobre todo porque la hipótesis de Summers no es falsable (en términos Popperianos), y por lo tanto el debate no se puede cerrar mirando a los datos. Para Summers, y sus defensores como Paul Krugman, la respuesta es clara. Los mercados están pidiendo a gritos que los gobiernos gasten. Los tipos de interés de los bonos del tesoro están en mínimos históricos (muchos de ellos en negativo) y, por lo tanto, lo que se necesita ahora mismo es inversión pública que estimule a corto plazo la actividad económica y que mejore a largo plazo los niveles de productividad. Mariana Mazzucato comparte esta misma línea de pensamiento. En su libro El Estado emprendedor7 demuestra que históricamente ha sido siempre el Estado el que ha tomado el riesgo de invertir en los sectores que han producido alta innovación y productividad. Sillicon Valley no sería nada sin Internet y GPS, invenciones que salieron del sector público.
Para que este estímulo fiscal no aumente el endeudamiento del Estado, que ya está cerca del 100% del PIB tanto en EEUU como en muchos países europeos, la solución sería financiar este gasto a través del banco central. Este tipo de expansión cuantitativa para el pueblo (People’s QE) está teniendo cada vez más partidarios. El nuevo líder laborista británico Jeremy Corbyn la ha incluido en su programa. A Yannis Varoufakis le parece una gran idea. Incluso Olivier Blanchard, el que fuera hasta hace poco economista jefe del FMI, la ve con buenos ojos.8 Este tipo de QE del pueblo no sería muy diferente al QE centrado en la compra de bonos del tesoro aplicado por la FED y el Banco de Inglaterra. Pero sí que habría dos diferencias importantes. El gobierno y no el banco central decidiría cuánta financiación monetaria se realiza y a qué se dedica, anulando así la independencia del banco central. Y los bonos del tesoro en el balance del banco central se eliminarían. O sea, esa deuda se esfumaría.

Los límites de la política monetaria

Lógicamente, este tipo de propuestas asustan a los liberales y conservadores. Hay dos temores concretos. Uno, que la expansión cuantitativa para el pueblo difumine la separación entre política monetaria y fiscal, es decir, que el banco central se convierta en un títere del tesoro, y, dos, que eso al final lleve a una inflación incontrolable. Economistas respetados como George Magnus, asesor de UBS, y Claudio Borio, del Banco de Pagos Internacionales (BIS), avisan que si al final es el gobierno quien imprime dinero para comprar infraestructura y estimular la economía entraríamos en una dinámica peligrosa. Si el gobierno invirtiese en un proyecto de infraestructura que no fuese rentable, no lo abandonaría, simplemente seguiría imprimiendo dinero para seguir financiándolo y mantener esos empleos que al final valen votos. La historia de la economía mundial está repleta de gobiernos que usaron la maquinilla del dinero para mantener a la población activa y contenta por un tiempo para después ver como a largo plazo la inflación destrozaba su país. Para estos autores, si el gobierno quiere estimular que lo haga, pero que deje que el banco central se ocupe de lo suyo: la estabilidad de precios y los mercados.
Adair Turner, ex presidente de la agencia para la regulación financiera del Reino Unido (FSA, por sus siglas en inglés), comparte la preocupación de Magnus y Borio, pero indica que la situación es tan grave y excepcional que en esta ocasión hay que romper los tabúes de la profesión y tomar el riesgo de financiar monetariamente la deuda pública. ¿Qué quiere decir esto? Que el banco central le daría crédito o le compraría bonos al gobierno, y éste nunca le tendría que devolver esa deuda. Eso sí, en la propuesta de Turner, el banco central mantendría su independencia. Le indicaría al gobierno cuánto hay que estimular para generar la demanda apropiada, y éste gastaría ese dinero en estímulos varios (bien en gasto o reduciendo impuestos). Para Turner, la financiación monetaria del déficit no es un problema técnico. Se puede hacer sin problemas, y no tiene por qué acabar en hiperinflación. Al final es una cuestión política y de manejo de las expectativas. En sí, la inflación siempre es un fenómeno que depende de las percepciones. Si se convence a los agentes económicos que este mecanismo especial es transitorio y cuenta con el marco regulatorio necesario para evitar que los políticos lo manipulen, entonces no habrá problema.9
Sin embargo, hay que recordar que la idea original del QE del pueblo viene de Mark Blyth, Erik Lonergan y Simon Wren-Lewis,10 y ellos también abogan por mantener la independencia del banco central. Institucionalmente su propuesta es más conservadora que la de Corbyn, pero mucho más radical en su contenido. La única solución para reavivar la economía y luchar contra el espectro de la deflación es que el banco central transfiera dinero a todas las cuentas bancarias para que la gente pueda gastar ese dinero. Esta operación no sería muy distinta al QE usado hasta ahora. Solo que en vez de darle el dinero a los bancos, iría directamente a sus clientes. El banco central decidiría en todo momento de forma independiente cuánta cantidad ofrece. Según ellos, una transferencia del 3% del PIB supondría un crecimiento de la economía del 1%, ya que se estima que los hogares gastan un tercio de lo que ganan. Estas transferencias serían más efectivas y menos costosas que el QE original, que asciende hasta el 20% del PIB.
Que el banco central regale dinero suena a fantasía, pero la situación de la economía mundial es tan frágil que, como en la serie House, los doctores están dispuestos a probar cualquier remedio, con el consecuente riesgo de matar al paciente. Durante mucho tiempo en Frankfurt se decía que la expansión cuantitativa anglo-norteamericana era una temeridad, y al final el BCE ha tenido que copiar la receta. Mario Draghi está aplicando “pastillas” mensuales de 60.000 millones de euros para que la zona euro no caiga en deflación. Pero la cosa no acaba aquí. Mientras en Europa seguimos a regañadientes los pasos de los especialistas anglosajones, estos están ingeniando nuevos experimentos. El economista jefe del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, es más atrevido incluso que Blyth. El banco central podría transferir dinero a los ciudadanos, pero ¿qué pasa si estos se asustan por estas medidas tan drásticas y en vez de gastar el dinero lo ahorran? Hipotéticamente, la solución, según él, sería eliminar el dinero metálico y aplicar tipos de interés negativos sobre las cuentas de ahorro. Solo así se conseguiría que la gente gaste el dinero.11
Ésta sería una medida extrema. La historia dice que el uso del dinero metálico (aunque sólo represente un 3% de la masa monetaria) es un vínculo importante entre los ciudadanos y el Estado. Si alguien realmente quiere infundir pánico entre la población, ésta sería la manera de hacerlo. Por eso mismo es improbable que se aplique, aunque en países con poblaciones pequeñas y muy cohesionadas como Suecia y Dinamarca la posibilidad de eliminar el dinero metálico está cogiendo cada vez más fuerza. Sobre todo con el objetivo de eliminar la economía informal. Sea como fuere, que el economista jefe del Banco de Inglaterra lo proponga demuestra que estamos llegando a los límites de lo que puede hacer la política monetaria y ante un período de desconcierto generalizado que puede propiciar la introducción de políticas que antaño se consideraban indefendibles. Tal es el caso que Martin Wolf, editor económico del Financial Times, y uno de los economistas más influyentes del mundo, cree que para evitar futuras crisis crediticias devastadoras lo mejor es eliminar el sistema de reserva fraccionaria, es decir, prohibir que los bancos comerciales emitan dinero para que sólo lo pueda hacer el banco central.12 Una propuesta ciertamente radical, que curiosamente Suiza, el país del dinero, va a someter a referéndum.

Shock tecnológico positivo

Contrarrestando las tesis y soluciones de Summers y Turner, hay muchos economistas que piensan que las autoridades deberían admitir públicamente que no tienen una receta mágica para salvar a la economía. Además, acto seguido, deberían dejar de intervenir, desregular y permitir que los precios se ajusten por sí solos. Si eso significa otro período de recesión, deflación y desempleo, que así sea. A veces la única manera de superar una adicción es a través de un doloroso período de abstinencia. Este es el tratamiento preferido por la escuela austriaca y por los economistas preocupados más por la oferta que la demanda como Martin Feldstein y John Taylor.13 Para ellos, los tipos de interés tan bajos y el sobreendeudamiento del Estado están desincentivando la inversión por la incertidumbre que esto genera a corto plazo (no es normal tener tipos tan bajos durante casi una década) y la muy posible subida de impuestos para reducir la deuda pública que conlleva a largo plazo. Desde este punto de vista, lo mejor sería volver a tener unos tipos de interés normales. En parte, la FED está de acuerdo con esta interpretación. Es por eso que ha subido los tipos, señalando así que EEUU ha salido por fin de la UVI.
Economistas mucho menos conocidos, como Diane Coyle,14 apoyan en parte esta hipótesis, pero desde una perspectiva muy diferente. Coyle declara que con la llegada de Internet y las nuevas tecnologías es mucho más difícil medir el PIB de los países y, por lo tanto, quizá, estemos creciendo mucho más de lo que pensamos. La realidad es que nuestros estadísticos siguen midiendo el PIB como a finales de la Segunda Guerra Mundial cuando la nueva economía tiene una fisionomía muy diferente. Tal es así que en muchos casos la recogida de información se hace muy complicada. Hay muchos trabajos nuevos como programador de videojuegos o community manager, por ejemplo, que todavía no tienen una casilla propia en el listado oficial de profesiones. La cosa se complica todavía más a la hora de calcular el output (la producción) yproductividad de estas profesiones. En el sector industrial es más fácil medir lo que se puede producir en una hora. El resultado suele ser tangible. Desde una tuerca hasta un coche. En el sector de los servicios, y sobre todo en las profesiones de la economía nueva ligadas a Internet y las nuevas tecnologías, calcular la unidad de producción es más complejo. Un abogado puede cobrar 100 euros la hora y una diseñadora de páginas web 20 euros, pero todos sabemos que el resultado de esa hora de trabajo puede variar mucho según el profesional que contratemos.
Lo cierto es que si sometemos la economía mundial a una resonancia magnética del siglo XXI y no solo a una radiografía, propia del siglo XX, empezamos a descubrir que quizá estemos ante un cuerpo mutante: la cuarta revolución industrial. Las nuevas tecnologías están transformando la actividad económica. Pensemos en todos los productos, materiales y documentos que antes se transportaban físicamente y ahora se envían de manera digital. Estadísticamente, el comercio mundial está decreciendo (y eso preocupa a muchos), pero es muy probable que el intercambio de servicios intangibles esté aumentando y que en la mayoría de los casos no se esté midiendo bien. Toda la información digital e inteligencia artificial que se intercambia, por ejemplo, en una transnacional no pasa por aduanas y nadie la registra, pero eso no quiere decir que no se esté produciendo. La reducción del transporte físico, fenómeno que en parte podría explicar la caída en el precio del petróleo, es una tendencia global que sólo va ir en aumento con la comercialización masiva de las impresoras 3D.15 Hoy muchos consumidores ya no realizan las compras físicamente. Desde comprar un billete de avión, a unos zapatos a una batidora. Todo se hace vía Internet. ¿Alguien ha calculado los beneficios en productividad y bienestar que esto trae consigo? Por ahora no. Los precios pueden estar muy bajos porque falta demanda, pero también puede ser que, en parte, hayan bajado porque la competencia impulsada por Amazon y Alibaba produce una sobreoferta mayúscula.
La denominada economía cooperativa moderna entre pares es criticada por los sectores tradicionalmente dominantes. Los taxistas se oponen a Uber y los hostales y hoteles luchan contra Airbnb. Dicen que les quitan clientela. Que el mercado es un juego de suma cero, y que el cliente que usa esos servicios es un cliente perdido. Pero quizá si no hubiese esos servicios no se produciría ese consumo. Hay familias numerosas que nunca podrían permitirse un hotel en Marbella o París, pero sí que están dispuestas a alquilar un apartamento por Airbnb, porque es más barato y más cómodo, y si tienen suerte el anfitrión les enseña la ciudad gratis. Estadísticamente, sin embargo, ese consumo en muchos casos no está registrado ya que muchos ofertantes de Airbnb todavía no declaran sus beneficios. Al igual que ha pasado con el consumo de la música, pasa un tiempo hasta que la nueva competencia transforma el sector y las estadísticas capturan ese cambio. Al principio plataformas de intercambio de música como BitTorrent eran alegales. El consumo aumentó enormemente pero los beneficios del sector no paraban de caer. Entonces la industria discográfica inició una campaña denunciando que estas plataformas iban a acabar con el sector, pero al final se ha producido todo lo contrario. Hoy Spotify ofrece legalmente (casi) toda la música del mundo por 10 euros al mes. Nunca se ha escuchado tanta música por tan poco dinero. Y lo mismo está pasando con Netflix y el audiovisual.
Aunque autores como Robert J. Gordon lamentan que las innovaciones de nuestros días (nuestro móvil y sus aplicaciones) no tienen el poder de transformación y el potencial de productividad que tuvieron la electricidad, el teléfono, el gas, el sistema de alcantarillado y el aire acondicionado entre 1870 y 1940,16 es probable que mucha de la productividad, y del aumento del PIB y del bienestar que proporcionan las nuevas tecnologías todavía no sean entendidos, y por lo tanto medidos, adecuadamente. El poder consultar en cualquier sitio y a cualquier hora cualquier duda a Google, poder comprar prácticamente cualquier bien o servicio por Amazon, comunicarse con el otro lado del planeta vía WhatsApp o Skype y aprovechar los tiempos muertos del autobús, tren o metro para entretenerse o formarse –y todo eso a un precio accesible para los 2.600 millones de usuarios de smartphones (móviles inteligentes) que hay hoy y los más de 6.000 millones que se esperan para 2020–17 está transformando en gran medida la economía mundial. Por lo tanto, la tesis del estancamiento secular tiene muchos factores estructurales que la respaldan, entre otras cosas el envejecimiento, el endeudamiento excesivo, la caída en la inversión y la desigualdad, pero quizá el consumo, la productividad y el crecimiento mundial sean mayores de lo que nos dicen los números.

Conclusiones

No hay duda de que estamos viviendo una era de gran incertidumbre. La crisis financiera iniciada en EEUU en 2007 y 2008 ha traído una Gran Recesión y una época de estancamiento global que preocupa a muchos. Las presiones deflacionarias son muchas. Por lo tanto, el paciente está todavía convaleciente. Con esta radiografía en las manos, la tesis del estancamiento secular se ve reforzada. Aun así, después de realizar una primera resonancia magnética –más al detalle aunque todavía exploratoria, eso sí– puede haber síntomas positivos que por ahora se están obviando.
La bajada del precio del petróleo es mala para algunos, pero buena para la gran mayoría. El sobreendeudamiento es una losa, pero en épocas pasadas se ha reducido vía crecimiento, inflación y reestructuración de la deuda. China y Japón tienen sociedades jerarquizadas y clientelares que pueden absorber una reestructuración de la deuda más fácilmente. EEUU, por su parte, tiene un marco regulatorio que favorece la reestructuración rápida. No está escrito que Europa no pueda hacer lo mismo. La desigualdad también se puede revertir. Que haya llegado a la agenda del debate político tanto en EEUU como Europa ya es un hecho positivo. Por el momento, más que una nueva dosis ultrapotente de política fiscal, lo que se necesita es reestructurar la deuda (la FED y el BCE tienen la posibilidad de hacerlo) y reducir la desigualdad mejorando la educación y fomentando la meritocracia y la competencia. La política fiscal debe mantenerse estable. No es cuestión de gastar más o menos. Se trata de gastar lo mismo, pero de manera más eficiente y mejor repartido.
Finalmente, la desmaterialización de la economía con la llegada de Internet y las nuevas tecnologías puede hacer que estemos ante un shock tecnológico deflacionario que ahora mismo nos preocupe en exceso porque todavía no podemos medirlo adecuadamente pero que en sí está generando unos niveles de productividad y bienestar que a la larga van a traer beneficios importantes para todas las capas sociales. Eso sí, habrá que realizar más resonancias magnéticas y más estudios para comprobar que eso es verdad. Si al final no es así, habrá que ponerse en las manos de los House monetarios más frikis de nuestros tiempos y aplicar el último remedio: financiación monetaria masiva del gasto público.
Miguel Otero Iglesias
Investigador principal, Economía Europea y Mercados Emergentes, Real Instituto Elcano | @miotei


2 ILO-IILS (2011), “A Review of Global Fiscal Stimulus”, Discussion Paper Series No. 5. Hay que señalar aquí que estos estímulos no incluyen los estabilizadores automáticos, mayores en Europa que en el resto de países.
3 E. Yardeni. y M. Quintana (2016), “Global Economic Briefing: Central Bank Balance Sheets”, 13/I/2016.
4 J.-C. Trichet (2010), “Stimulate no more – it is now time for all to tighten”, Financial Times, 22/VII/2010.
6 L. Summers (2015), “Global economy: The Case for expansion”, Financial Times, 7/X/2015.
7 M. Mazzucato (2014), El Estado emprendedor, RBA Libros.
9 A. Turner (2015), “The Case for Monetary Finance – An Essentially Political Issue”, papel presentado en la 16th Jacques Polak Annual Research Conference, Washington DC, 5-6/XI/2015.
10 M. Blyth, E. Lonergan y S. Wren-Lewis (2015), “Now the Bank of England needs to deliver QE for the people”, The Guardian, 21/V/2015.
12 M. Wolf (2014), “Strip private banks of their power to create money”, Financial Times, 24/IV/2014.
13 J. Taylor (2014), “The Economic Hokum of ‘Secular Stagnation’, Wall Street Journal, 1/I/2014.
14 D. Coyle (2015), “GDP: a brief but affectionate history”, conferencia impartida en la London School of Economics and Political Science, Londres, 16/XI/2015.
15 Siemens (2014), “3D Printing: Facts & Forecasts”, 1/X/2014.
16 Gordon, R.J. “The turtle´s progress: Secular stagnation meets the headwinds”, en C. Teulings y R. Baldwin, Secular Stagnation: Facts, Causes, and Cures, VoxEU, CEPR Press, Londres, 2014.
Abrazos,
PD1: La gente no se confiesa porque no ha matado a nadie. Pero si le llama imbécil a su prójimo no le afecta a su conciencia. Por supuesto que matamos cuando criticamos, murmuramos, enjuiciamos a los demás. Ternura, mucha ternura y misericordia…

26 febrero 2016

¿Es viable el caro estado del bienestar que tenemos?

Y eso que se ha reducido en estos años pasados:

Tres verdades y algunas mentiras sobre el recorte del gasto público

La dura recesión ha significado un duro ajuste en los últimos años. Aun así, el Estado de bienestar todavía se sitúa en niveles de 2007, que fue el mejor año de la economía
¿Ha tocado hueso el recorte del gasto público como consecuencia de la crisis? Habrá quien piense que sí, pero lo cierto es que España tiene hoy el mismo Estado de bienestar per cápita que en 2007, el último año de expansión económica. Primera verdad: el presunto desmantelamiento del sistema público de protección social es una falacia. España gasta hoy en políticas sociales, en términos reales y por cabeza, lo mismo que al comienzo de la crisis. O lo que es más significativo: igual porcentaje que en un año 'histórico' desde el punto de vista económico, como lo llegó a calificar el expresidente Rodríguez Zapaterocuando presentó en la Bolsa de Madrid el primer informe económico del presidente del Gobierno.
Como se sabe, 2007 fue el mejor ejercicio de la economía española en décadas. Hasta el punto de que el conjunto de las administraciones públicas llegó a registrar, incluso, un superávit fiscal equivalente a 21.620 millones (el 2% del PIB), un avance de la actividad del 4% y una tasa de paro del 8%. Por entonces, pocos se quejaban del nivel del gasto público y de que se estaba produciendo un derribo del Estado de bienestar. Ahora, sí.
¿Quiere decir esto que no ha habido recortes del gasto público? Todo lo contrario. Segunda certeza. En España, aunque pueda parecer paradójico con los párrafos anteriores, el gasto público en protección social se ha reducido en los últimos años. Y mucho. Pero no tanto como para haber atravesado los niveles de bienestar existentes inmediatamente antes de la crisis. En concreto, el gasto real por habitante se ha reducido en casi nueve puntos entre 2009 y 2014. Es decir, un ajuste severo que se explica por las insuficiencias financieras del Estado tras haberse desplomado los ingresos a causa del pinchazo de la burbuja inmobiliaria.
¿Por qué 2009 y no 2007? Pues simplemente porque el anterior Gobierno tardó lo suyo en admitir la crisis, y eso explica que durante los dos años posteriores al pinchazo del crédito el Estado continuara gastando al margen de la evolución del PIB.
Los datos proceden de un trabajo realizado para Fedea por los economistas Ángel de la Fuente, Javier Andrés y Rafael Doménech, en el que se pone de relieve lo que han significado los años más duros de la crisis (el ajuste no ha terminado) desde el punto de vista de la protección social y, en general, del gasto público.

Estado de bienestar y renta

Su tercera conclusión -la tercera certeza- es que España, desde que comenzó prácticamente el siglo, ha aumentado de forma relevante los niveles de gasto público, algo que ha permitido que, cuando han llegado las 'vacas flacas', el Estado de bienestar haya podido compensar la pérdida de rentas derivada del menor empleo y de los bajos salarios mediante la entrada en acción de los llamados estabilizadores automáticos. Según el estudio, los recortes -esos nueve puntos- han llegado después de un incremento acumulado de 23 puntos del gasto público entre 2003 y 2009. Su conclusión es que "sigue habiendo un incremento neto de unos 14 puntos entre 2003 y 2014. O una ganancia de más de un punto anual en el gasto real por habitante durante el conjunto del periodo que estamos analizando".
¿Significa esto que el Estado es más protector que al comienzo de la crisis? O expresado de otra forma: ¿Han sido inapreciables los recortes para quienes son más dependientes del Estado protector? Tampoco es el caso.
Como sostiene el informe de Doménech, De la Fuente y Andrés, el análisis del gasto público como proporción del PIB muestra el esfuerzo fiscal de la economía en su conjunto, pero puede resultar escasamente informativo sobre la financiación de los servicios públicos, toda vez que la caída del PIB que ha tenido lugar durante la crisis (un 7,5% en términos reales entre 2008 y 2014) "tiende a aumentar el ratio de gasto". Ahora bien, como dice el estudio, para evaluar correctamente el enorme esfuerzo realizado para mantener los servicios esenciales del Estado de bienestar a los niveles de antes de la crisis, hay que tener en cuenta que entre 2007 y 2014 la renta per cápita disminuyó un 8,8%. Por lo tanto, renta y gasto público han ido de la mano.
No quiere decir esto, sin embargo, que la reducción de gasto haya sido homogénea. Por lo tanto, otro error que se produce cuando se habla de recortes 'equilibrados'. La capacidad de prestación de los servicios públicos incluye partidas que han crecido por motivos variados, por ejemplo, los intereses de la deuda, el desempleo o el gasto en pensiones, sin que eso redunde necesariamente en mejores servicios o prestaciones para el grueso de la población.
¿Qué sucede si se eliminan estas partidas? Pues que la economía española ha regresado al punto de partida. Eliminando el gasto en desempleo, las pensiones y los intereses, el gasto real por habitante destinado al resto de servicios y prestaciones ha caído casi 23 puntos entre 2009 y 2014, deshaciendo así, como dicen los autores del estudio, "todo el incremento observado durante los años anteriores a la crisis y situándose aproximadamente en el nivel de partida observado en 2003". Es decir, que eliminando los factores más asociados a la crisis (cobertura del paro), el envejecimiento (pensiones) e intereses (aumento del endeudamiento), el gasto público habría regresado a niveles de hace casi 13 años. Por lo tanto, el recorte está en el resto de partidas.
Como sostienen los autores del estudio, detrás de la evolución del gasto total se aprecia, pues, una "fuerte sustitución en favor del gasto en pensiones y desempleo, transferencias que tienen una incidencia directa sobre el bienestar de grupos importantes de ciudadanos", pero en detrimento de otros tipos de gasto social y productivo, "que se situarían en su conjunto en niveles similares a los de 2003".
¿Y qué ha sucedido en el caso de la sanidad y la educación, dos de los pilares del Estado de bienestar? Según el estudio, el gasto corriente real dividido por el número de usuarios, medido por el número de habitantes en el caso de la sanidad y por la población en edad escolar en sentido amplio (de seis a 24 años de edad) en el de la educación, muestra que se repite el patrón: "Fuertes ganancias hasta 2009 seguidas de un recorte en los últimos años que los deja en niveles similares a los existentes al comienzo de la crisis, con ganancias aún muy respetables durante el conjunto del periodo analizado". Por lo tanto, recortes ha habido, pero la cuantía depende del punto de partida.
Abrazos,
PD1: ¿Dónde ha habido más tijera, y dónde no? Sin cambiar la tendencia de las partidas grandes, esto es imposible…

¿En qué partidas de gasto no ha metido la tijera Mariano Rajoy?

Una veintena de partidas presupuestarias han crecido durante la legislatura a pesar de las exigencias de austeridad de Bruselas.
Rajoy ha sido muy criticado por la oposición por los recortes. Pero la tijera del presidente del Gobierno no ha llegado a todas las partidas de gasto.
De hecho, algunos programas del Presupuestos estatal incluso se han duplicado o triplicado durante los cuatro años de la legislatura del PP, que pueden ser consideradas como las prioridades que no han notado las medidas de austeridad. Algunos de los incrementos podrían ser considerados misterios sin resolver. Entre las prioridades, la deuda pública, los inmigrantes o la política informativa del Gobierno (ver gráfico adjunto). Éstas son las cifras más llamativas del top 25:
·  Relaciones financieras con las comunidades autónomas y los ayuntamientos. Esta partida se ha disparado entre 2011 y entre 2016 un 428.968%. Es decir, ha pasado de seis millones de euros a 26.008, un reflejo de que el Gobierno ha salido al rescate de las administraciones territoriales para evitar la quiebra de las regiones y para pagar las facturas a los proveedores durante la legislatura.
·  ¿Aumento de la partida de cobertura informativa del 200%? Aunque el actual presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ha sido muy criticado por los medios de comunicación por su falta de transparencia durante la legislatura, lo cierto es que recursos no han faltado. Si en 2011 esta partida ascendía a 18,4 millones, en 2016 asciende a 55,1 millones, un 199% más que el último Presupuesto que aprobó su antecesor José Luis Rodríguez Zapatero.
·  Las prioridades sociales del Gobierno de Mariano Rajoy. A pesar de que ha sido famoso por fomentar los recortes en sanidad y en educación, durante la legislatura sí que han crecido las partidas destinadas a ayudar a los inmigrantes, a actuaciones policiales para perseguir el narcotráfico o a impulsar el derecho de asilo o la Formación Profesional. Por ejemplo, el programa 231H, bajo la denominación "Acciones a favor de los inmigrantes" ha crecido un 111%, hasta los 312,7 millones en 2016. En 2011 sólo ascendió a 147 millones. El impulso de la FP dual ha hecho que el Estado destine un 84% más a esta partida en la legislatura. El Gobierno también ha duplicado, hasta 161 millones.
·  Elaborar previsiones, hacer la política económica y gestionar la deuda pública, también cuesta más dinero. Curiosamente, unas de las partidas que más han subido son aquellas que justamente se encargan de velar por la gestión de la política económica y elaborar las previsiones. La partida 931M "Previsión y política económica" ha crecido un 529%, hasta los 349 millones de euros. Asimismo, la gestión de la deuda y de la tesorería del Estado ha pasado de 11,7 millones en 2011 a 57,3 en 2016, un 387% más. Una de las razones: que la partida destinada a la "amortización y gastos financieros de la deuda pública en moneda nacional" asciende en 2016 a 33.354 millones, un 30% más que en 2011.
·  La misteriosa partida 929M: el gasto imprevisto. Otra de las partidas que más ha aumentado en la legislatura es una especie de Expediente X. Se denomina "imprevistos y funciones no clasificadas". Es astronómica, 3.030 millones y ha aumentado un 30%. No obstante, pese a su denominación, la mayor parte de sus gastos están explicados en las miles de páginas que componen las Cuentas Públicas cada año. La mayor parte va a parar al bolsillo de los funcionarios. Eso sí, en torno a 40 millones sí se destina a gastos que puedan surgir.
PD2: No es bueno saber la verdad…
Aunque casi todos estamos de acuerdo en que aportamos más de lo que recibimos, creo que la inmensa mayoría estamos de acuerdo en que merece la pena luchar por mantener nuestro estado del bienestar. Incluso los que llevan a sus hijos a colegios y universidades privadas, no usan la sanidad pública y probablemente nunca cobren ni los 426€ ni las pensiones asistenciales, creo están de acuerdo en que todo eso exista. Primero porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe y segundo porque es difícil no conocer a alguien cercano que no reciba algún tipo de ayuda de la caja común, aunque sea en forma de beca de estudios por ejemplo. Hay quien cree que dicho estado del bienestar está agonizando por culpa de la crisis iniciada en 2008 y de lo mal que la han gestionado nuestros políticos pero lo cierto es que esto sólo ha acercado el problema en el tiempo, los problemas de salud del estado del bienestar son comunes a toda Europa y tienen una raíz demográfica: hay poca población activa para tanta población pasiva. Hay muy pocos que ingresan en la hucha y muchos los que sacan de ella. Y aunque es algo común al mundo desarrollado, el caso español es extremo ya que sólo el 37% de la población total del país trabaja (en comparación por ejemplo al 53% de Alemania).
Por supuesto se pueden hacer muchas cosas para reducir gastos y aumentar ingresos pero lo cierto es que 2015 –a pesar de haberse creado más de medio millón de empleos y haber crecido el PIB por encima del 3%- lo cerramos con 50 mil millones de € de desfase entre lo que ingresamos y lo que gastamos y con una deuda pública real de las AA.PP. por encima del 140% del PIB. Pensar que con esta situación financiera podremos mejorar el actual sistema del bienestar incluso por encima de lo que teníamos en 2007 con por ejemplo una renta básica es engañar a la gente. Imaginemos que algunos políticos tienen razón y que con la lucha contra el fraude fiscal y con mayores impuestos a los más ricos no se resiente la actividad económica y conseguimos esos 50 mil millones de € cada año para eliminar el déficit. No se lo creen ni ellos pero imaginemos que pasa, eso tampoco significaría que podamos aumentar aún más el gasto público como se promete. Porque está el tema de las pensiones.
Las pensiones son el mayor gasto de los PGE de 2015: 115.669 millones de € que hasta ahora se han podido abonar recurriendo para completarlas al Fondo de Reserva de la Seguridad Social (hay 13 CC.AA. que no pueden abonar las pensiones sólo con las cotizaciones) que se acabará en 3 o 4 años a lo sumo. ¿Qué pasará después? Las únicas dos soluciones para las pensiones son o recortarlas (rebajando su cuantía o aumentando la edad de jubilación –aún más- para ahorrarse durante años el pagar las nuevas, ambas medidas injustas, durísimas e impopulares) o financiarlas con impuestos (bien en el presente, con cargo a los PGE, o bien en el futuro, emitiendo más deuda con lo que en ambos casos el desfase ingresos/gastos aumentará). Claro, otra cosa sería si creáramos millones de puestos de trabajo pero ni con todos los creados en 2015, que han sido muchos, se ha conseguido no evitar recurrir al Fondo de Reserva porque el importe de las cotizaciones de los nuevos salarios no son suficientes.
La percepción que los españoles tenemos de nuestra economía está nublada por la situación que vivimos los primeros años del actual siglo pero si eliminamos la época de la burbuja inmobiliaria y todo el contagio benéfico que eso provocó (mayores ingresos por impuestos, mayores ventas de coches y electrodomésticos, mínimos en la tasa de paro etc.) resulta que la situación económica española actual es similar a la de la crisis de 1993: alto desempleo, temporalidad y ayudándonos de la política monetaria para poder salir del hoyo (entonces devaluando, ahora con la ayuda de BCE). Lo mejor es que ahora exportamos más pero la clave está en que si no podemos recuperar los trabajos que la burbuja generó (directa e indirectamente), ¿qué nos queda? Los políticos hablan de crear empleos como si fueran ellos los que contratan cuando al final en la actualidad los empleos creados surgen del consumo y del turismo, actividades que no dejan márgenes para grandes salarios y que, por su estacionalidad, promueven los contratos temporales. Cliqueando AQUípodéis ver los grandes empleadores españoles.
Pensemos por ejemplo en los más de 60 mil empleos que ha perdido estos años el sector financiero español, eran puestos de trabajo de una remuneración aceptable que nunca se recuperarán porque eran un exceso, los usuarios bancarios podemos seguir realizando nuestras gestiones sin ellos, ¿qué empresas, qué sectores pueden recolocar a esos trabajadores y ofrecerles un sueldo similar? Lo peor es que en la Europa más rica, con menor tasa de paro, sistemas educativos más eficientes y con menos contratos temporales también han asumido que el estado del bienestar no va a mejorar y es común el copago sanitario o elevar la edad de jubilación por ejemplo. Es evidente que deberíamos haber cambiado el sistema productivo español hace muchos años y haber gestionado la crisis de otra manera pero de nada vale lamentarnos del pasado, ahora toca tomar medidas hoy con situaciones reales actuales.
Y no se puede mejorar el estado del bienestar y es incluso complicadísimo mantener el que tenemos sin antes haber arreglado nuestra situación financiera y haber conseguido que nuestros trabajadores puedan ofrecer un valor añadido que genere la posibilidad de un mayor salario. Y para eso hacen falta varias cosas como crear un clima propicio para que surjan negocios que no sean bares o supermercados o recortar lo que los empresarios deben gastar por cada contratación nueva. Por eso aumentar salarios por decreto (como pretenden hacer elevando el SMI) es contraproducente salvo que el mayor gasto en el sueldo no recaiga en el empleador. No nos dejemos engañar, los próximos años, gobierne quien gobierne, o se recortará el actual estado del bienestar o se mantendrá a duras penas con el parche de emitir más deuda que antes o después habrá que pagar con más impuestos.
Pasará en el resto de Europa y por supuesto pasará en España, país que sólo consiguió bajar del 10% de tasa de paro en un momento de burbuja irreal que ninguno queremos que se repita. La estructura demográfica es la que es y cambiarla en el corto plazo es una imposibilidad. Ya esquivamos la bala hace 20 años con la emigración pero hoy hay tan poco trabajo que somos los españoles los que emigramos. Yo no quiero que perdamos lo que tenemos pero es que las cuentas no salen. Si a alguno sí le salen, que por favor nos diga cómo.
PD3: Por cierto, el acuerdo de los socialistas y Ciudadanos es bochornoso. Más impuestos y más déficit, justo lo que no necesitábamos… Un auténtico brindis al sol. Espero les paren los pies y salgan otros políticos con mejores ideas que las propuestas… Y desde el punto de vista humano, es deleznable…
PD4: ¡Cuántas veces descargamos en nuestros hijos nuestras frustraciones! Hay que animarles a que elijan su camino, lo que quieran hacer, no lo que a nosotros nos hubiera gustado ser… Hay que formarles y prepararles para que vuelen.