Se dejan muchas cosas en el tintero…
La crisis de valores explica más la dramática baja tasa de nacimientos que la falta de deducciones fiscales
El presidente del Gobierno anda enfrascado estos días en hablar del futuro con su Plan España 2050 y así no tener que responder por su desastrosa gestión del presente. El último evento sobre estrategias de futuro estuvo dedicado a la despoblación de la España rural. Un acto más de propaganda insulsa que adquirió relevancia cuando una de las invitadas, la exitosa novelista Ana Iris Simón, hizo un discurso criticando algunas realidades ignoradas por el Gobierno, lo que ha provocado que el establisment mediático haga escarnio de ella. Sólo alguien de izquierdas es invitado a participar en sus espacios públicos y que la crítica venga de lo que ellos consideran sus filas, es lo que ha desatado su ira.
No comparto muchos puntos del discurso de Iris Simón, populista y equivocado a grandes rasgos, en el que afirma que la generación de nuestros padres vivió mejor que la nuestra, tuvieron estabilidad laboral, (ignora la brutal crisis de los ´70 y las malas condiciones laborales), y tenían casa, coche e hijos a nuestra edad, obviando el avance para la mujer en nuestra generación en materia de educación o trabajo. Tampoco comparto sus soluciones contrarias a la libertad de comercio mediante la implantación de fronteras de todo tipo, lo que no impide hacer políticas que favorezcan y potencien los productos nacionales. Gracias a esa apertura comercial global se ha generado mucha riqueza en España en numerosos sectores, no sólo en la industria del turismo, de la que habla despectivamente en favor de la nostalgia de un idílico mundo rural. Muchos agricultores han luchado para que sus hijos no tengan que dedicar su vida al sacrificado e injusto mundo del campo. En otras ocasiones lo lamentan. La vida. Que haya vencedores y vencidos de la globalización dentro de nuestras fronteras muestra que es un asunto más complejo que las soluciones populistas que tantos esgrimen.
Inmigrantes y divisas
Pero en lo que mostró más sensatez y honradez que muchos expertos dosmil-cin-cuentistas fue en su impecable reflexión sobre la natalidad y la inmigración. Denunció que se prefiera importar la natalidad antes que fomentarla dentro, bajo el falso y perverso pretexto de que los inmigrantes, tratados como divisas y no personas, paguen nuestras pensiones.
Los expertos del Plan España 2050 han resuelto que la solución a los problemas de despoblación y de pensiones se basaría en una inmigración masiva de 200.000 personas al año durante las tres próximas décadas. Y si el objetivo verdadero de la inmigración masiva es la sostenibilidad de las pensiones, ¿por qué se niegan a poner sobre la mesa la reforma de un sistema piramidal, franquista y abocado al colapso? La transformación del actual sistema obsoleto a otro de formas mixtas de capitalización podría ser una solución y no sólo el de la inmigración para la sostenibilidad de las pensiones. Pero es más cómodo para las portadas de los periódicos limitarse a abrir fronteras.
Es curioso que el documento de estrategia España 2050, en el que los participantes y el Gobierno se vanaglorian de pensar a largo plazo, no recoja en sus 675 páginas un plan demográfico para remediar el mayor y desgarrador drama que vive occidente: ya no nacen niños. El motivo de que no exista un plan de natalidad es porque recoge una premisa tan escalofriante como vomitiva. Considera “la contracción demográfica española como una oportunidad única para recortar la distancia con los países nórdicos al poder duplicar el gasto en educación por estudiante sin aumentar el gasto público total”—páginas 125, 146 y 149 del documento. Para estos expertos que desprecian a España es más importante parecernos a Dinamarca y Finlandia que brindar las oportunidades necesarias para que los españoles puedan desarrollar sus proyectos vitales como tener una familia. Celebrar la baja natalidad como “oportunidad única” les deslegitima de toda actuación encaminada al bien común de este país.
Un paro juvenil de un 40%, la precariedad laboral en la treintena y la dificultad al acceso a la vivienda son realidades sociales que no ayudan a crear una familia. Los gobiernos deben eliminar los obstáculos materiales que provocan esta situación. Sin embargo, los motivos materialistas aducidos por la izquierda como excusa a la baja natalidad no explican la realidad de este serio problema, que se debe a más a razones de índole social y cultural.
Productos para bebés gratis
En primer lugar, en España el único plan de natalidad de las últimas décadas ha sido el aborto, (hay 100.000 al año) que se ha convertido casi la única opción promovida ante un embarazo no previsto. Se desdeñó el drama personal que supone para una mujer estar en esa situación y que la opción “fácil” fuese interrumpir el embarazo en vez de proporcionar también otras alternativas que pudiesen ofrecer alguna certeza, una ayuda para que pueda tener realmente la posibilidad a decidir. Sin opciones no hay libertad. La posibilidad de que los productos de bebé sean gratuitos el primer año o la gratuidad universal de las escuelas de 0 a 3 años con horarios amplios, y no deducciones en una renta que muchas ni cobran. ¿Cómo se puede decir en la Constitución que somos un Estado Social y que la falta de medios económicos lleve a muchas mujeres a interrumpir un embarazo? La principal política social de este país debería ser la protección de la natalidad invirtiendo el gasto público.
Hay otro problema de índole cultural, social y moral en el caso de la baja natalidad no relacionado con los embarazos no deseados. La concepción despectiva que hay en esta sociedad líquida sobre formar una familia y comprometerte con una pareja en un proyecto vital. La ceguera que provoca la comodidad de estos tiempos hace que no se valore o incluso se huya de relaciones profundas que requieran un mínimo “esfuerzo”, mucho menos el de tener hijos. Todo ha de ser fácil, cómodo y rápido. Next. El egoísmo de una sociedad infantilizada sin ambiciones emocionales de calado prioriza las cosas y las experiencias a las personas, como si una pareja fuese una especie de pasatiempo al que dedicar el tiempo muerto entre trabajo y ocio. Como si el amor no proporcionase el mayor viaje emocional y la gran experiencia vital.
La crisis de valores de Occidente explica más la baja tasa de nacimientos que la falta de deducciones fiscales. Lo que es inexplicable es estigmatizar la natalidad mientras se fomenta la inmigración.
Nuestros padres tuvieron hijos no porque tuviesen más dinero que nuestra generación, que no lo tenían, sino porque priorizaron en sus decisiones de vida tener familia antes que vivir experiencias y acumular bienes materiales. Ese el verdadero y desgarrador salto generacional, las prioridades vitales, la realidad ignorada de la baja natalidad.
Abrazos,
PD1: Desde Europa se nos exigen más reformas, sobre todo: la de las pensiones, que es la que menos les gusta hacer…
Pide al Ejecutivo que no derogue la prevalencia del convenio de empresa sobre el convenio sectorial que está recogida en la reforma laboral del PP de 2012
La OCDE ha publicado este jueves su Estudio económico de España 2021, en el que se muestra muy exigente con el Gobierno y le pide que no derogue aspectos de la reforma laboral del PP de 2012, como la prevalencia del convenio de empresa sobre el sectorial, y que avance en la reforma de las pensiones.
Entre las "recomendaciones clave" que le hace esta organización al Ejecutivo en su informe se incluye la de "mantener un mercado laboral flexible que permita a las empresas adaptarse a las cambiantes condiciones económicas, dando prioridad a los convenios colectivos de empresa en detrimento de los sectoriales y regionales".
Esta prevalencia del convenio de empresa es precisamente uno de los aspectos de la reforma laboral del año 2012 que el Gobierno ha considerado "más lesivo" y cuya intención es derogar antes de que termine este ejercicio, según ha comunicado la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, recientemente.
Sin embargo, la institución que dirige Ángel Gurría recuerda al Gobierno que "serán cruciales para respaldar la recuperación determinados elementos de la actual regulación del mercado de trabajo, como la prevalencia de los convenios colectivos de empresa, que permiten a las empresas adaptarse rápidamente a los cambios de la coyuntura".
Además de intentar disuadir al Gobierno de derogar parte de la reforma laboral, la OCDE también recomienda que se avance en la reforma de las pensiones para poder garantizar la sostenibilidad financiera a largo plazo del sistema de Seguridad Social.
En concreto, piden que se vincule la edad legal de jubilación con la esperanza de vida al jubilarse, un objetivo que se perseguía con el Factor de Sostenibilidad de la reforma de 2013 que no ha llegado a entrar en vigor y que en la práctica suponía un recorte de las pensiones.
Solicitan también que se desincentive la jubilación anticipada, "ampliando el periodo de cotización necesario para cobrar la pensión íntegra". Estas medidas creen que deberían ir acompañadas de otras encaminadas al "reciclaje profesional" de los trabajadores de más edad.
Estrategia "creíble" de consolidación fiscal
En este informe, la OCDE se suma también a otras instituciones como el Banco de España o la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), que llevan meses pidiendo al Gobierno que prepare una estrategia de consolidación fiscal para encauzar el déficit y la deuda pública. Este mismo jueves, la Airef ha alertado de la "posición de gran vulnerabilidad" de las finanzas públicas.
"Sin una estrategia creíble de consolidación a medio plazo que permita encauzar la deuda pública en una trayectoria descendente y sostenible una vez consolidada la recuperación, podrían aumentar los riesgos para la sostenibilidad fiscal", advierte la institución, que pide un plan que abarque a todas las administraciones (central, autonómica y local).
La OCDE entiende que dado que la economía española está "debilitada", la consolidación debe ser "gradual para evitar el descarrilamiento de la recuperación", pero dado el "elevado nivel de deuda pública", ve necesario que se haga pública una estrategia.
Considera que la eficiencia del gasto público puede mejorar e insta al Ejecutivo a que aumente las evaluaciones. Por el lado de los ingresos, recuerda que las pensiones requerirán muchos fondos y por tanto más recaudación, y pide una subida de los impuestos sobre los combustibles, como el diésel.
"Hay margen para mejorar la fiscalidad ambiental con el objetivo de ahorrar energía e incrementar la recaudación tributaria (…) Una vez la economía entre en una senda de recuperación clara, la tributación de los combustibles debe incrementarse para reflejar mejor las emisiones de CO2", reclaman.
ERTE, ayudas a empresas y fondos europeos
La OCDE también hace recomendaciones más a corto para la economía española. La institución valora positivamente el efecto que han tenido los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) en el empleo, ya que han limitado la subida del paro, pero cree que de aquí en adelante habrá que "reasignar a algunos de esos trabajadores a otras empresas y sectores", de ahí que pida que se haga "un uso eficaz de su prioridad en materia de formación" y que se mejoren las políticas activas de empleo.
Este mismo jueves el Gobierno ha firmado con los agentes sociales la prórroga de los ERTE hasta el 30 de septiembre, en los que todavía hay más de 600.000 trabajadores en España.
Aunque la OCDE ve "positivas" las ayudas a empresas -que se aprobaron en marzo y todavía no han empezado a llegar al tejido productivo-, considera que sería beneficioso impulsar "una reestructuración rápida de empresas viables con problemas temporales para evitar su liquidación injustificada", aunque avisa de que "la saturación de los juzgados puede dilatar este procedimiento".
Por ello, pide al Gobierno que garantice "el pronto desembolso" de las ayudas, que incremente los fondos si es necesario y que promueva procedimientos de reestructuración extrajudiciales, especialmente para pequeñas y medianas empresas.
La OCDE considera "ambicioso" el plan de reformas e inversiones enviado a Bruselas para acceder a los fondos europeos, aunque advierte de que el sistema de gobernanza que se ha definido podría tener una aplicación "problemática". Pide al Gobierno que se centre en inversiones que puedan fomentar el crecimiento a largo plazo.
Abrazos,
PD1: La dijo en italiano y nos perdimos muchos matices. Como me gustó mucho, a pesar de su extensión, te la copio. Homilía de Mons. Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y Secretario de Benedicto XVI en la ordenación del 22/5/21:
Eminencia, Reverendísimo y queridísimo Prelado don Fernando, Excelencias, Reverendos hermanos en el ministerio sacerdotal y diaconal, queridos padres y familiares, queridas hermanas y hermanos y, sobre todo, queridos ordenandos.
Cada época, también la nuestra, tiene su lenguaje. Cada época tiene su sensibilidad lingüística. Y cada época tiene también sus palabras preferidas. Hoy, en los primeros puestos de la clasificación de las palabras preferidas, figura una palabra: progresivo o, aún más de moda, progresista. Aparece en todas partes el contemporáneo progresista, el político progresista, la mujer progresista, el cristiano progresista, el párroco, el obispo progresista. Ser progresistas está de moda, se considera “in”.
¿Qué esperan los fieles de un joven que dentro de poco deberá y podrá acompañarles como sacerdote? ¿Un vice-párroco progresista? ¿Un trabajador progresista en la viña del Señor? ¿Quién se puede permitir no ser progresista? ¡Se le trataría inmediatamente como arrinconado, y punto!
Pero de los textos de la liturgia de hoy, que acabamos de escuchar —y esperemos que también comprender—, los Hechos de los Apóstoles (Hch 10,35-43), la Carta del Apóstol Pablo a los Corintios (2Co 5,14-20) y el Evangelio de Juan (Jn 10,11-16), salen a nuestro encuentro palabras absolutamente distintas, que van en otra dirección. Solo tres palabras: testigos, embajadores de Cristo, Buen Pastor. Son tres expresiones que es posible sintetizar con otro término, con otra palabra: permanecer.
Hoy, permanecer, es una palabra poco valorada, no amada en absoluto. Suena a insistir en las propias posiciones, a inmovilismo. Suscita la sospecha de la debilidad, del miedo, de la terquedad y de la obstinación. No pocos dicen: “me mantengo en mis trece”, o “seguiré anticuado”, y pierden el tren, se quedan atrás, no al paso de los tiempos. Y hay otros que lamentan no haber permanecido; una vez se pusieron en camino o se dejaron arrastrar de mala gana, y ahora ven que las cosas se les escapan de las manos. Empiezan a tener miedo se su propia valentía: ¡Ay, si tan solo hubiésemos permanecido! ¡Si hubiéramos permanecido en el país de Egipto cuando estábamos sentados junto a la olla de carne! (cfr. Ex 16,3), decían también los israelitas después de haber experimentado el desierto: ¡ojalá fuera como entonces! Es una actitud peligrosa. No se puede rebobinar la cinta del tiempo, no se puede detener. El que permanece quieto no necesariamente está seguro, puede incluso estar débil.
Pero hay otro modo de permanecer: ir adelante y, sin embargo, permanecer. Pero no sentados o bloqueados, sino fieles a una decisión tomada. Permanezco fiel a la palabra dada.
Esto es todo lo contrario de terquedad: es firmeza, es fidelidad. Estoy en aquello que un día prometí, hasta en condiciones difíciles, incluso contracorriente. Y hay situaciones en las que —lo sabemos todos— es fácilmente verse tentado de decir: “basta, me voy, lo tiro todo por la borda”. Situaciones en las que es tan importante decir: yo permanezco.
Pero solo permanecer no basta. La cuestión es: ¿dónde se pretende permanecer? ¿Junto a quién permanecer? “Permaneced en mí”, sin peros, dice Cristo (cfr. Jn 15,9). Apartarse de Él no significa progreso —progresista—, sino declive, caída, caída libre. Puede haber progreso en la fe, en la esperanza y en el amor solo si permanecemos en Cristo y en su palabra. Quien recibe la consagración sacerdotal, queridos diáconos, ha decidido permanecer junto a Él, junto al Señor. Su vida se mantiene y cae con el Señor. Vuestra vida se mantiene y cae con el Señor, sí. El sacerdocio, el sacerdote se mantiene y cae con el permanecer en Cristo.
En la comunión con Cristo el sacerdote está seguro, el sacramento del orden le da esa certeza. Y lo que constituye vuestro futuro, queridos diáconos, y vuestro servicio sacerdotal no es el producto de vuestros conocimientos, de vuestras capacidades. A través del sacramento sois consagrados a Cristo, a través del vínculo con Él recibís lo que no podríais procuraros solos. En vuestro ministerio podréis trasmitir lo que no proviene de vosotros mismos, y por eso nadie puede hacerse sacerdote a sí mismo. El sacerdote está vinculado al mandato de llevar a los hombres a Jesucristo y animarles a permanecer en Él y en su palabra.
Ser —y repito— sacerdote se mantiene y cae con el permanecer en el Señor, con la fe en el Señor. Otras profesiones no están vinculadas a la fe, pueden subsistir prescindiendo de ella. El sacerdocio no. Por eso, ser sacerdote se mantiene y cae incluso con la explícita promesa de Dios, por el que esa fe se sostiene, por el Espíritu Santo, al que dentro de poco invocaremos, junto a los candidatos a la ordenación, con el Veni Creator Spíritus. La ordenación sacerdotal es sello sacramental con ese Espíritu, es signo de la iniciativa de Dios que precede toda decisión humana y a pesar de toda humana debilidad. El sello lleva la imagen de Cristo impresa con el fuego del Espíritu y que, por tanto, ninguna mano de hombre puede borrar, en imborrable. El sacramento del orden imprime en el alma un caracter indelebilis, un marco espiritual indeleble, de una vez para siempre (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1582).
Queridos diáconos, una de las preguntas que, dentro de poco, se os hará es: “¿Estás dispuesto a estar cada vez más estrechamente unido a Cristo, consagrándote a Dios, para la salvación de los hombres?” (cfr. Ritual de ordenación, n. 124). Este es el punto, esta es la cuestión: se pide fidelidad, se pide valentía, se pide firmeza, se pide fe. Espero que cada uno de vosotros pueda decir, quiera decir: mantengo mi palabra, permanezco fiel.
Queridas hermanas y hermanos, desde siempre la Iglesia da la bendición con la señal de la cruz, porque, desde Cristo, la cruz se ha convertido en el signo distintivo del amor, la característica exclusiva del ser cristiano. Por medio de la señal de la cruz, la Iglesia nos dice donde está la fuente de toda bendición, de toda transformación y de toda fecundidad. Y así podemos decir que la expresión más hermosa para describir la tarea del sacerdote es que debe ser “un hombre que bendice”. Y es capaz, puede serlo y debe serlo a partir del Señor. Pero esa tarea comporta poner la propia vida bajo el misterio de la cruz. Y para eso son necesarias valentía y humildad juntas. Valentía y humildad porque no derivan de la confianza en las propias capacidades ni en los propios talentos, sino de la fidelidad a la palabra dada y de la fe, ya que el sacerdote tiene que dar algo que trasciende todo lo que es humano, que encierra en sí lo divino.
El sacerdote, de hecho, no es simplemente un funcionario de una institución, como requiere la sociedad para que se realicen determinadas funciones. No, él hace algo que ningún hombre puede realizar a partir de sí mismo. En el nombre de Jesucristo, pronuncia las palabras de remisión de nuestros pecados, y así modifica, a partir de Dios, nuestras condiciones de vida. Y sobre las ofrendas del pan y del vino, pronuncia las palabras de la transubstanciación, haciéndolo presente a Él mismo, al Resucitado, su Carne, su Sangre, abriendo así los hombres a Dios y llevándolo a Él. El sacerdocio no es simplemente una función sino un sacramento. Dios se sirve de un hombre para trabajar, a través de él, entre los hombres. Esa audacia de Dios que, a pesar de conocer nuestras debilidades, se encomienda a hombres y se fía de hombres para actuar y para estar, y esa audacia divina es la verdadera riqueza encerrada en el sacerdocio católico.
Para todos nosotros, queridos hermanos y hermanas, todo esto significa que en el sacerdote no debemos ver en primer lugar una personalidad excepcional, que quizá ni siquiera lo sea. Ciertamente debemos honrar las buenas cualidades que un sacerdote tiene, pero debemos cuidarnos de no apreciar en el sacerdote solo al hombre. Es eso, pero es mucho más. Mejor aún, debemos reconocer que el sacerdote nos da algo que no es deducible de las posibilidades de este mundo.
Queridos ordenandos, si sois conscientes de estas cosas, a ellas enfocaréis vuestro futuro servicio en la viña del Señor. Si estáis persuadidos de poder dirigir la ruta de la vida de los hombres porque anunciáis el Verbo de Dios que se hizo carne, Jesucristo, entonces cuando tengáis éxito no os lo adjudicaréis a vosotros mismos. Entonces padeceréis una sana relativización, un sano redimensionamiento, vuestra persona retrocederá ante vuestro servicio, ante vuestra tarea.
Cuando los sacerdotes y los mismos obispos ya no tienen el valor de anunciar el Evangelio con fuerza e íntegramente, sino que dispensan opiniones e ideas propias, es una desgracia. ¿No tenemos ya bastante con lo ocurrido recientemente? Y quien quiere incluso inventar una nueva iglesia, abusa —abusa, repito— de su autoridad espiritual. Dicho en términos un poco más humorísticos y ligeramente provocativos, queridos diáconos, podréis contar muchas peores de las que hagáis si habláseis solo en vuestro nombre. Podéis, debéis anunciar a los hombres la Buena Nueva con la que vosotros mismos os confrontaréis mientras viváis, porque es un ideal que no habéis inventado vosotros, y os deseo el valor necesario para asumir de todo corazón este desafío. Y os deseo la humildad necesaria para reconocer que sois portadores de la Buena Nueva, y que vosotros no sois la Buena Nueva. Y os deseo el valor y, a la vez, la humildad de decir y de hacer lo que se debe decir y hacer en el nombre de Jesucristo, importune et opportune (2Tm 4,2). Y si vivís y actuáis según esta conciencia, entonces no seréis ni cobardes ni presuntuosos, sino agradecidos, agradecidos desde lo más hondo del corazón. En el fondo del alma podréis experimentar que en todo lo que hacéis estáis sostenidos y guiados por Aquel que os ha llamado a su servicio, Jesucristo, el Hijo Resucitado del Dios vivo.
Queridos diáconos, en esta hora de vuestra ordenación sacerdotal os encomendamos todos a María, a la Madre de Señor. La Iglesia os encomienda a Ella así como Cristo le encomendó a todos los futuros discípulos en el discípulo que Él amaba. Estando junto a la Madre de Dios estáis en el puesto correcto. Pero no olvidéis que Él encomendó también la Madre a Juan. Él confía la Iglesia a nosotros sacerdotes, y solo con gran humildad e incondicional confianza en su gracia podemos tener el valor de realizar este servicio por los hombres, y también de vivirlo por eso como servicio de la alegría. Permaneced toda vuestra vida junto a la Madre: bajo su manto se está seguro porque estáis a la sombra de Cristo, de la Luz, de la Resurrección. Amén.