La mayoría de nuestros males son explicados por nuestro problema demográfico…
Demografía: presente y futuro
“La demografía explica dos terceras partes de cualquier cosa” como bien nos recordaba Juan Francisco Jimeno en su reciente libro usando la cita de David K. Foot. Es imposible tratar de entender el futuro sin una mirada en profundidad a las previsiones demográficas. Y como ya es un clásico en el blog vamos a despedir el año analizando los últimos datos publicados por el INE: cifras de población residente en España, la estadística de migraciones exteriores y las proyecciones de población de largo plazo. A modo de resumen, el INE nos ha dicho que la población española ha recuperado el crecimiento para reducirse y envejecerse en las próximas décadas. Un envejecimiento, que como veremos viene fundamentalmente explicado por el aumento en la esperanza de vida.
2016, se recupera el crecimiento de la Población.
En la primera mitad de 2016 la población aumentó un 0,12% respecto al mismo período del año anterior, situándose en 46.468.102 personas a 1 de julio de 2016. Se trata del primer crecimiento interanual desde el año 2012 (ver gráfico 1). También supone un aumento respecto a principios del año debido a un saldo migratorio positivo de 30.503 personas. Esta cifra supera al saldo vegetativo que continúa siendo negativo (-8.239 personas). Es decir, en el primera mitad de 2016 se produjeron 197.606 nacimientos y 205.836 fallecimientos. En resumen, aunque nacen menos personas que fallecen, gracias a la inmigración la población ha crecido.
La población extranjera supone un 9,5% de la población total, 4.396.871 personas. Se ha producido un descenso del 0,5% en el primer semestre del año debido fundamentalmente a la adquisición de nacionalidad española de 92.783 personas según el INE (estadística de Adquisiciones de Nacionalidad Española de Residentes). Si nos fijamos según país de nacimiento, el número de personas que viven en España habiendo nacido en el extranjero es de 5.962.982, casi un 13%.
El saldo migratorio fue positivo por segundo semestre consecutivo con 30.504 personas (un 83,3% mayor frente al anterior semestre). Dicha cifra total es el resultado de un saldo migratorio de extranjeros positivo (50.506 personas), mientras que el saldo correspondiente a españoles continúa siendo negativo (-20.002 personas) debido a un menor número de llegadas y ligero aumento de las salidas. En la tabla 1 se recogen estas cifras según nacionalidad así como el detalle según país de nacimiento.
Escenario de largo plazo, continua el proceso de envejecimiento
El INE elabora cada dos años sus proyecciones de población a largo plazo, en octubre publicó las correspondientes al período 2016-2066. Según estos nuevos resultados, en las próximas décadas la población española se reducirá y estará mas envejecida. En concreto, en el año 2066 la población española sería de 41,1 millones, habiendo perdido casi 5,4 millones de personas. Los mayores de 67 años pasarían a tener un peso del 32% desde el 17% actual. Veamos en qué se basan estas proyecciones.
Metodología y supuestos. El INE emplea para la proyección de población el método por componentes partiendo de unas hipótesis para las tres variables principales: fecundidad, mortalidad y migraciones. Este ejercicio supone la simulación estadística de la evolución de la población residente en España en las próximas cinco décadas suponiendo que se mantienen las tendencias demográficas más recientes. Los supuestos del escenario central del INE son:
Fecundidad. Se proyecta la tendencia observada en los cuatro años anteriores. El número de nacimientos sería cada vez menor (ver gráfico 2), debido fundamentalmente a la reducción en el número de mujeres en edad fértil. La tasa de fecundidad, número de niños por mujer en edad fértil, pasaría de 1,33 a 1,38 en el año 2066.
Mortalidad. Se incorpora la tendencia observada en los diez años anteriores. Continua la espectacular caída en las tasas de mortalidad en las edades mas avanzadas (ver este post). En el año 2065, la esperanza de vida al nacer sería de 88,6 años para los hombres y 91,6 años para las mujeres. En cuanto a la esperanza de vida a partir de los 67 años, sería 23,4 años y 26,4 años para hombres y mujeres respectivamente.
Migraciones. Los supuestos se basan en los datos la Estadística de Migraciones De cara a las próximas décadas, el INE mantiene contante el flujo de inmigración, así como la propensión de la población a emigrar al extranjero por edad. Esto supone que el flujo migratorio neto sería positivo y creciente durante las próximas décadas hasta una cifra de 80.449 personas en 2066.
El saldo vegetativo de la población, nacimientos menos fallecimientos, sería negativo en las próximas cinco décadas y no se compensaría con los flujos migratorios netos (ver gráfico 2). Por lo tanto, la población en España se reduciría situándose en 41,1 millones en 2066, desde los 46,4 millones en 2016. En el siguiente gráfico se muestra la variación por grupo de edad entre 2016 y 2066. Según el INE, la población menor de 70 años descenderá en casi 11 millones, concentrado en el grupo entre 30 y 49 años. Al mismo, tiempo los mayores de 70 años aumentarán en 5,5 millones.
Esto supondrá la transformación de la población y con ello de la sociedad. A través de la pirámide de población vemos el cambio en la estructura de la población entre 2016 y 2066 y las consecuencias de estos supuestos: el estrechamiento de la base y el aumento del tamaño de las cohortes de mayor edad. En la siguiente animación vemos en color más oscuro como envejecerá la generación del babyboom, (nacidos entre 1958 y 1977). La tasa de dependencia de los mayores de 67 años (cociente de población mayor de 67 años entre población 16-66 años) alcanzaría un máximo en el año 2054 con un 61,4% para después descender hasta el 56% en el año 2066 (desde el 24,8% en 2016).
Para hacernos una idea del intenso proceso de envejecimiento que nos viene encima consideremos el siguiente ejemplo. A día de hoy de cada 100 personas tenemos 16 personas menores de 15 años, 67 personas en edad de trabajar (entre 16 y 66 años) y 17 personas mayores de 67 años. En el año 2050 de cada 100 personas tenemos 13 personas menores de 15 años, 54 personas en edad de trabajar y 33 personas mayores de 67 años. Esta evolución es el resultado obtenido bajo las hipótesis del INE de cara a las próximas décadas. Siempre existe una incertidumbre, sobretodo en el caso de los flujos migratorios, y por ese motivo el propio INE ha elaborado escenarios demográficos alternativos, que analizaremos en el siguiente post. En cualquier caso, siempre debemos tener presente la buena noticia que supone vivir más años aunque eso signifique un mayor envejecimiento de la población.
Abrazos,
PD1: Te contesto que lo dudo. Sólo se fomenta la natalidad cambiando la sociedad, no con mayores subvenciones…
¿Es posible una política para fomentar la natalidad?
El Gobierno ya baraja la posibilidad de emitir deuda pública para cubrir el coste adicional de las pensiones
(Alejandro Meraviglia)
Los nacimientos caen en picado, el número de defunciones sube con fuerza y la inmigración de la época del boom se ha convertido en emigración en la crisis. Todo ello ha llevado a que la población española descendiera tres años consecutivos (de 2013 a 2015) y que haya repuntado levemente en 2016, debido en exclusiva a las nacionalizaciones de personas extranjeras residentes. Ese descenso provocará una reducción de la población activa y ocupada, lo que a su vez rebajará los ingresos por cotizaciones, de donde sale el dinero para pagar las pensiones de una población cada vez más envejecida.
Un reto acuciante, ya que el Fondo de Reserva de la Seguridad Social se acabará el próximo verano y el Gobierno ya baraja la posibilidad de emitir deuda pública para cubrir las necesidades de financiación, evaluadas en 20.000 millones de euros más al año. A la espera de que se negocie una solución definitiva en la Comisión del Pacto de Toledo, los expertos instan al Ejecutivo a poner en marcha medidas que impulsen la natalidad en España como la solución más eficaz para corregir el problema demográfico de la despoblación y el económico de las pensiones. El Ejecutivo acaba de anunciar un plan de natalidad que se incluirá en la ponencia social que se presentará en el próximo congreso del PP, previsto para el mes de febrero.
Un campo en el que España se encuentra a distancia sideral, tal y como reconocen los expertos. Una primera brecha se produce en los permisos de maternidad y paternidad. En España, las mujeres disponen de 16 semanas de permiso y los hombres tendrán, a partir del 1 de enero de 2017, cuatro semanas. Unos plazos muy inferiores a los que plantean los países nórdicos, los referentes en el fomento de la natalidad. Dinamarca ofrece 12 meses a repartir entre los dos conyuges, con un mínimo de dos semanas para el padre y cuatro meses para la madre. Suecia va a más allá y ofrece 16 meses a repartir entre el padre y la madre.
Otro ejemplo que ilustra la distancia de España con respecto a sus socios de la zona euro se produce en Alemania, donde la madre dispone de 42 días de permiso antes del parto, otros 98 días tras el nacimiento y un año percibiendo un 67% de su último sueldo. Por su parte, el padre dispone de un año de permiso con un máximo de 1.800 euros al mes.
Hay países como Francia en el que el trato es menos beneficioso que en España. El permiso de maternidad es de 16 semanas y el de paternidad es de dos semanas. Sin embargo, el tratamiento fiscal que realiza a las familias, a través del denominado “cociente familiar”, es mucho más beneficioso. Este esquema consiste en dividir la renta familiar gravable entre el número de miembros de la familia, que computan de forma diferente. El marido y la mujer se contabilizan como una unidad, cada uno de los dos primeros hijos con medio punto y a partir del tercero suma como otra unidad. Además, la soltería, la viudedad o el divorcio con hijos a cargo aportan más puntos. De esta manera, una pareja casada con tres hijos divide sus ingresos netos entre cuatro. La reducción que se aplican las familias, además, cuenta con limitaciones en el caso de los contribuyentes con rentas elevadas. Con estos límites se trata de evitar situaciones como la acontecida en España con la ayuda de 2.500 euros por nacimiento, instaurada por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Esta medida se estableció sin limitaciones en los ingresos, lo que provocó que todo el mundo percibiera la ayuda íntegra, sin que se tuviera en cuenta lo que ganaba la madre.
Un informe elaborado por el Instituto de Política Familiar, un lobby que promociona la defensa de la familia, considera que las políticas de ayuda a los hogares deberían ir más allá de los permisos de maternidad y paternidad y el tratamiento fiscal. Una de sus principales críticas se centra en las pírricas ayudas por hijo a cargo, que califica como las más bajas de toda la UE. El estudio apunta que la media se sitúa en 24,25 euros por hijo a cargo, topada hasta un nivel de ingresos de 11.577 euros anuales. “Una familia en la que ambos cónyuges tuvieran unos ingresos equivalentes al salario mínimo interprofesional, no tendría derecho a esta prestación por hijo a cargo por superar el límite de renta familiar anual”, remarca.
El estudio también se centra en la reclamación de medidas que reduzcan la factura que tienen que pagar las familias por la vivienda en la que residen habitualmente o por los gastos en educación. En el primer capítulo, exigen la supresión del impuesto de transmisiones patrimoniales, que grava la compraventa de viviendas de segundamano o la reducción en el impuesto de bienes inmuebles (IBI) del 50% para familias con hijos. Un beneficio que se ampliaría hasta el 75% en el caso de las familias numerosas. También, reivindican una política de vivienda específica para familias jóvenes y hogares con hijos, a semejanza de la que se aplica en Francia. Allí está en vigor un plan que facilita el acceso al alquiler de las parejas jóvenes.
España: 1,32 hijos por mujer
España sale mal parada en los indicadores ligados a natalidad que elabora anualmente Eurostat, la oficina estadística de la Comisión Europea. La tasa de fertilidad, que establece el número de hijos que tiene de promedio una mujer durante su etapa fértil, queda en 1,32 hijos en España, por debajo de la media de la UE, situada en 1,57 hijos. De hecho, se trata de la quinta tasa más baja, tan solo por encima de Polonia (1,32), Chipre (1,31), Grecia (1,30) y Portugal (1,23). Las más altas le corresponden a Turquía (2,17), Francia (2,01), Irlanda (1,94), Islandia (1,93) y Suecia (1,88).
Otro asunto que considera esencial corregir es la conciliación familiar y laboral, con medidas como la universalización de una prestación por excedencia para el cuidado de hijos hasta los 3 años y la potenciación de la red de guarderías.
PD2: Interesante:
HABRÁ PARA TODOS
por Juan Antonio Fernández Cordón
Un colega ilustre publica en El País de hoy 2 de febrero de 2017, un artículo al que merece la pena prestar atención. En resumen, nos conmina a prepararnos para afrontar una inevitable rebaja de las prestaciones sociales, aunque, sin mencionarlas, se refiere sobre todo a las pensiones. Se adivina una cierta impaciencia profesoral por tener que explicar lo evidente: la culpa está en la tozuda realidad de los números, tan incuestionable que solo los torpes o los mentirosos nos atrevemos a dudar. ¿De qué realidad se habla? La única referencia a ella en el artículo es: “el número de dependientes mayores aumenta de forma imparable y los grupos en edad de trabajar apenas crecen e incluso decrecen”. Se supone que todos entenderemos, sin más argumentos, a) que esta afirmación es incuestionable y b) que conduce inexorablemente a recortar las pensiones.
Mucho hay que confiar en la adivinatoria demográfica para llamar “realidad” a lo que será dentro de 40 o 50 años. ¿Habrá aumentado en 2060 el índice de envejecimiento, tal como prevé el INE ahora? No lo sabemos. Es un ejercicio útil, que permite anticipar situaciones si se cumplen los escenarios previstos y puede ayudar a tomar decisiones. Pero no es nada más. La realidad que los demógrafos preveían en 1990 para 2015, no se parece en nada a la de hoy. España lleva más de treinta años con una fecundidad por debajo del nivel de remplazo, sin que se haya notado en su población o en su mercado de trabajo: la inmigración ha compensado casi matemáticamente el déficit de nacimientos. El aumento de la población mayor es algo bastante más probable, aunque también con incógnitas. Si es cierto que las generaciones numerosas de los años 50-70 llegarán poco diezmadas a la edad de jubilación, la prolongación indefinida del aumento de esperanza de vida a partir de 65 años puede verse interrumpida por la degradación de la sanidad pública que los gobiernos neoliberales han puesto en marcha. No, la realidad futura no tiene la rotundidad de lo imparable, aunque es altamente probable que en el futuro aumente la población mayor y disminuya la población en edad de trabajar. A ello debemos prepararnos.
Lo segundo que se da por obvio es que ese cambio demográfico conduce necesariamente a un recorte del Estado de Bienestar y, en particular, de las pensiones. Veamos. Según el INE, la población española será, en torno a 2050, de 44,3 millones, solo ligeramente inferior a la de ahora, 46,4. La gran diferencia es que el número de mayores de 65 pasará de 8,7 a 15,6 millones y el de 15 a 64, los que están en edad de trabajar, de 30,7 a 23,4 millones. Admitamos estas cifras, aunque la inmigración podría ser superior a la prevista y probablemente lo será. La cuestión que será entonces relevante es: ¿cómo afecta la disminución de adultos jóvenes a nuestra capacidad productiva? En otras palabras, ¿podría una población en edad de trabajar más reducida que la actual producir igual o más que ahora? La respuesta es sí. De hecho, ninguna proyección económica que convive con el catastrofismo demográfico anticipa a largo plazo una disminución del PIB. Por una parte, puede aumentar la participación en el trabajo. La tasa de empleo (porcentaje de ocupados en la población en edad de trabajar) es actualmente de 61% en España y podría fácilmente alcanzar 73 o 75%. Por otra parte, se esperan aumentos importantes de la productividad. De hecho, una de las amenazas para el futuro sería la robotización extendida que permitiría producir cada vez más con menos gente. Un espíritu ingenuo podría pensar que el problema demográfico, la falta de jóvenes, tiene aquí su solución. En vez de lo cual se nos presentan dos problemas: a la vez faltan jóvenes (demografía) y sobran jóvenes (robotización).
Si el PIB se mantiene (al menos), la renta media, per cápita, será aproximadamente la misma que ahora, al ser la población futura muy parecida a la actual. El aumento del número de viejos significa también una disminución de los que tienen menos de 65 años. Si pretendemos dedicar los mismos recursos que ahora, en términos de porcentaje del PIB, a una población de viejos que se habrá multiplicado por dos, su nivel de vida será la mitad del actual. Y, si el PIB, al menos, no disminuye, se dedicarán los mismos recursos que ahora a una población menor de 65 años que se habrá reducido, en un número aproximadamente igual al aumento de la de los viejos: su nivel de vida se incrementaría, por la única razón de que el de los viejos habrá disminuido. Se producirá una transferencia de rentas de los mayores a los menores. Es obligado preguntarse a quién beneficiará esa punción realizada sobre la renta de los mayores. No lo sabemos. Pero intuimos, basándonos en lo que está ocurriendo, que no irá a mejorar los salarios. En todo caso, el problema real que presenta a la sociedad el envejecimiento poblacional debe ser abordado desde la voluntad de mantener los niveles de vida de todos y, si existe un coste, que este se reparta de la manera más justa y no solo que sea soportado por los viejos, que no tienen culpa ni del momento en que nacieron ni de vivir más tiempo. Voy a terminar apoyando la conclusión del autor: hay que explicar a la sociedad lo que realmente está en juego, sin engaños.
PD3: Al cabo del día siempre tengo al menos una oportunidad de pedirle al Señor que me aumente la fe. Son tres palabras que me salen del alma: “auméntame la fe”.
Si tuviera la fe que quiero tener, movería montañas, conseguiría todo eso que pido, por todas esas personas que intercedo y encomiendo, conseguiría trasmitir, con más facilidad, ese intento de mostrar el Amor de Dios y su Misericordia para con todos…
Si tuviéramos más fe, entraríamos en una iglesia y nos pondríamos de rodillas con la cabeza gacha al saber que Dios está en el Sagrario esperándonos. No podríamos hacer nada, salvo alabarle y darle gracias. No saldríamos de las iglesias sabiendo que Dios se queda dentro…
Por eso quizás Dios no nos dio toda la fe que necesitábamos, ya que nos pide mucho más que estar en el templo anonadados, sino en llevar el amor a todos los demás…