Es muy pronto, pero la senda se
ha iniciado…, y con mucha fuerza.
Las sanciones
impuestas a Rusia tras la invasión de Ucrania en febrero de
2022 están teniendo consecuencias imprevistas de
gran calado.
La congelación
de las reservas financieras en dólares y euros mantenidas
por el Estado ruso en el exterior, por importe de 300 mil millones
de dólares, y la expulsión de los bancos rusos del
sistema de transferencias internaciones SWIFT,
imposibilitando operaciones comerciales en dólares o euros, ha provocado
una reacción preventiva en los principales países "no
occidentales". La utilización del dólar como arma ha
puesto en alerta a estos países que no comparten la visión de los países
occidentales. Su objetivo es claro: reducir su dependencia del
dólar lo más posible, ante el eventual riesgo de congelación de los
activos mantenidos en la divisa estadounidense.
Desde el acuerdo de Bretton Woods en 1944, el dólar ha
sido la moneda de referencia en el comercio internacional. Casi
el 90% de las transacciones transfronterizas se han
realizado en la divisa estadounidense. Así, si Colombia vendía café a China, el
pago se realizaba en dólares, aunque Estados Unidos no fuera ni el comprador,
ni el vendedor en la transacción comercial.
La supremacía del dólar como la principal moneda de
comercio y de reserva global durante las últimas ocho décadas ha sido un elemento clave en el liderazgo de EE. UU. De
hecho, le ha permitido mantener de forma casi permanente tanto un déficit comercial, como un déficit público sin
graves consecuencias para su economía (al menos hasta la fecha). Los países con superávit comercial con Estados Unidos, es
decir, que exportan más de lo que le importan de Estados Unidos, generan
un ahorro en dólares. Este es el caso de China o Arabia Saudita, entre otros países. Así, estas
naciones acaban invirtiendo dichos dólares en bonos del Tesoro americano
o en otros activos denominados en dólares. Esta capacidad
de EE. UU. de absorber el ahorro en dólares del resto del mundo ha
sido uno de los factores que ha facilitado la globalización de
las tres últimas décadas.
No existe ninguna moneda que
actualmente pueda sustituir al dólar como moneda de referencia del comercio internacional. Aun así, los movimientos entre
los países no occidentales para minimizar las transacciones
comerciales entre ellos denominadas en dólares es un hecho. Quienes están liderando
estos movimientos de desdolarización son los países BRICS (Brasil,
Rusia, India, China y Sudáfrica). Los BRICS representan el 41% de la población
global, el 24% del PIB global y el 16% del comercio global.
Los acuerdos
entre los países BRICS para comerciar entre ellos en divisas distintas del
dólar son un hecho. Adicionalmente, China está alcanzando acuerdos con los países del Golfo Pérsico (Arabia
Saudita, Kuwait, Qatar, Baréin, Omán y Emiratos Árabes Unidos) para utilizar el
Mercado de Petróleo y Gas de Shanghái (Shanghai Petroleum and
Natural Gas Exchange) y liquidar las operaciones en
yuanes. China es el principal socio comercial de los países del
Golfo Pérsico. Aunque difícilmente los países del Golfo van a querer acumular
grandes cantidades de yuanes como reservas, China ha establecido un mercado
oficial para poder convertir los yuanes (exteriores) en oro físico.
Con datos de marzo de este
año, China ha conseguido ya realizar más intercambios comerciales en
yuanes que en dólares, realizándose ya un 48% de las transacciones
comerciales internacionales en la moneda china. La tendencia, en detrimento del
comercio en dólar, es clara.
La coalición de los BRICS, creada en 2001 y con escaso contenido económico real durante mucho tiempo, se está convirtiendo en el espejo "no occidental" del G-7. La inclusión en la coalición de Arabia Saudita, anunciando la venta de petróleo en monedas distintas del dólar, y la inclusión de Irán, que no vende en dólares por las sanciones todavía en vigor, otorgan un mayor peso a la desdolarización. Otros países como Turquía, México, Argentina, Indonesia, Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Egipto o Baréin también han solicitado su admisión en la organización, conocida ya como BRICS+.
En la Asamblea de los BRICS+ el próximo agosto se
pretende aprobar la creación de una nueva
moneda para las transacciones comerciales entre los países de
la organización, previsiblemente con el respaldo de determinadas materias
primas. Las dificultades serán numerosas y su implementación difícilmente será
inmediata.
Si los países con superávit por cuenta corriente (países
que generan ahorro) como China, Rusia o los países del Golfo Pérsico no generan dicho ahorro en dólares, no tendrán la necesidad de invertir en bonos del Tesoro americano,
que además ofrecen rentabilidades reales (descontada
la inflación) negativas. Las inversiones se quedarán
en su área de influencia.
Como recordaba Lagarde
recientemente, el mundo se está fragmentando en dos bloques: uno liderado por EE. UU. y otro liderado por China. La
información predominante en los países del "primer mundo" suele
dedicar poca atención a los movimientos de fondo de los países integrantes del
bloque no occidental. Dadas las consecuencias económicas, financieras y de todo
tipo, merece la pena seguir de cerca los acontecimientos.
Abrazos,
PD: Como siempre, muy bueno… No es una iglesia en ruinas, es la puerta abierta al cielo…