31 mayo 2017

¿todo corrompido?

Hay días que me desespero cuando veo en el telediario que todo es corrupción, que todo es violencia de género, que todo es maldad… No hay noticias buenas nunca, no hay noticias positivas.
La corrupción, en todos sus ámbitos, es un problema que asola nuestro país a niveles difícilmente imaginables hace unos años. Cada mañana nos levantamos con noticias sobre un nuevo caso de corrupción, que principalmente se centran en el partido del gobierno, pero que no ha sido ajeno a otros partidos cuando a su vez han ostentado el gobierno. La ciudadanía cada vez es más sensible a estas noticias, y el castigo electoral cada vez mayor.
Para que la corrupción se haya extendido tanto, durante tanto tiempo y con tanta impunidad, ha sido necesaria la confluencia de diversos factores: Mecanismos de control insuficientes, afluencia de dinero en negocios mal regulados, intervención de organismos públicos en sectores de crecimiento, unos principios morales cuestionables, entre otros.
Es en este último punto en el que centraremos nuestro artículo de hoy. El economista Ricardo Homs realiza una interesante reflexión sobre el papel de las relaciones personales en el problema de la corrupción. Resumamos y comentemos esa reflexión:
El problema de la corrupción y la falta de justicia, en todos los ámbitos, está atrapado en un tema humano, más que jurídico.
Es fácil identificar cuando alguien está actuando mal, e incluso cometiendo un delito. El problema para quien tiene la responsabilidad de sancionar o castigar, porque está jerárquicamente arriba del infractor o quien comete el delito, es deslindar los compromisos de amistad, afecto o incluso compromisos morales, para entonces proceder en su contra. Por eso los funcionarios corruptos terminan siendo solapados por sus jefes.
La amistad como un valor humano, está muy por encima del deber y la responsabilidad. Este es el conflicto real cuando se quiere combatir la corrupción y el delito, del tamaño que éste sea.
La conciencia y la razón fría a todos nos indican cuando alguien cercano a nuestro afecto cometió un delito, pero nuestras emociones se resisten a aceptarlo y entonces ponemos oídos atentos y crédulos a cualquier argumento a favor del inculpado, para exonerarlo.
Por ello se manifiesta el cinismo que hoy se hace patente cuando con todas las evidencias de corrupción o injusticias en contra de un funcionario público, el aparato gubernamental se niega a proceder contra él.
Peor aún si se trata de familiares o amigos cercanos de alguien poderoso.
Del mismo modo que una madre siempre arropará y solapará a un hijo, independientemente de la gravedad de la aberración que cometa, nunca un familiar o un amigo entregará a la justicia a un delincuente a no ser que estén seriamente enemistados. Es más, siempre le ayudará a evadir la justicia. Siempre le dará el beneficio de la duda, o el favor de una nueva oportunidad de rectificar el camino. Los mecanismos de justificación son tan variados como lo sea la complejidad del caso.
Este problema humano no respeta ni estructuras ni niveles jerárquicos o educativos.
Incluso, en las instituciones religiosas se da el mismo caso cuando se descubren casos de pederastia. El afecto por el infractor se transforma en un voto de confianza y la presunción de que el acusador esté mintiendo.
Esta circunstancia humana hace imposible fincar responsabilidades a los funcionarios públicos corruptos, pues mientras haya forma de protegerles, sus amigos y superiores jerárquicos lo harán.
Que la sociedad esté más vigilante y denuncie prácticas delictivas seguramente ayuda a combatir la corrupción, pero no es suficiente. Sólo los grandes fraudes dejan pistas.
Sin embargo, la corrupción hormiga, igual que la extorsión y el cobro de piso, son invisibles y es la que tiene un impacto social demoledor, pues socava los valores morales de la colectividad.
Una solución debe ser incrementar los controles administrativos, para así combatir la corrupción. Sin embargo, esto generaría mayor burocratismo que el que ya tenemos.
Lo solución visible que nos queda es fomentar los valores sociales, para que nos volvamos realmente intolerantes frente a la corrupción.
Sin embargo, un cambio tan drástico y profundo, que debe provenir de mecanismos inconscientes, no se logrará con campañitas de TV que apelan a los razonamientos, como las que hoy vemos por TV y escuchamos en radio.
Para lograr efectividad en un mundo como el de hoy, saturado de mensajes, se requiere utilizar técnicas conductuales muy profundas, que impacten el subconsciente. Para ello es necesario generar en quienes realizan las campañas de comunicación gubernamental, conciencia de que es necesario profesionalizar esta actividad, pues la conducta de la gente de hoy ya no se puede impactar con creatividad, ideas novedosas y apelaciones inocentes y bien intencionadas.
Estamos frente a una profunda crisis de valores y las soluciones para generar cambios de actitudes colectivas deben provenir de estrategias muy profesionales.
Y los políticos no tratan de cortar la corrupción. No pueden, son sus amigos de toda la vida, les han nombrado ellos, y afecta a tantos… Sobre todo, es una pura lucha por el poder de unos y otros: http://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2017-04-25/operacion-lezo-lucha-interna-poder_1372332/
Abrazos,
PD1: Y para evitar la corrupción se debe empezar por uno mismo, por la empresa… y así hacia arriba.
“No trates a los demás como no te gustaría que te tratasen a ti”, reza la llamada regla de oro de la ética, contenida en la tradición cristiana judía y cristiana, pero también en otras culturas. Bueno, la verdad es que en el evangelio de San Mateo lo que se dice es, de hecho, “haz a los demás lo que querrías que te hiciesen a ti” (no es literal: véase Mateo 7, 12). La diferencia no es pequeña. No dice que no eches de su asiento en el autobús al que ya está sentado, sino que cedas tu asiento al que entra, y no lo limita a los ancianos o a los enfermos, porque a muchos les gustaría que les ofreciesen sentarse, cuando están cansados, aunque sean jóvenes y fuertes.
Traslademos esa recomendación a la Responsabilidad Social de las Empresas (RSE o RSC). No dice que no contamines, sino que te esfuerces por reducir tus emisiones nocivas. Ni dice que pague religiosamente los impuestos, sino que dediques al bien de la sociedad los recursos que te gustaría que otros dedicasen, sea al medio ambiente, sea a la educación, a la sanidad o al fomento de la cultura. Estoy pasándome, ¿no? Quizás la RSE no deba regirse por una regla ética tan, digamos, agresiva, y menos de raíz religiosa. Vale, pero la RSE tiene también una dimensión ética, y la regla de oro no vale solo para los creyentes, sino que es una forma de comportarse válida para todos…
Hay una lectura de la RSC, yo diría que es la dominante, que se centra en los aspectos negativos. Podría venir representada por el énfasis que se pone, a menudo, en la gestión de riesgos, que es el punto de arranque de las estrategias de RSE en muchas empresas: vigila todos tus riesgos, financieros, materiales, reputacionales, regulatorios… O sea, no hagas cosas irresponsables socialmente, porque esto te pone en peligro. Luego está la otra lectura, la positiva: trata de hacer cosas bien hechas, aunque no hacerlo no genere riesgos para tu empresa. O mejor, porque el riesgo que estás generando, si te limitas a lo negativo, es convertir la responsabilidad social en algo limitado, orientado al beneficio (aunque, eso sí, un beneficio ilustrado), es convertir tu empresa en un conjunto de personas interesadas solo en lo que les beneficia, y prestando atención a las necesidades de otros solo si desatender esas expectativas puede acabar en un riesgo…
No se trata de convertir la empresa en una entidad social, sino de identificar la verdadera responsabilidad, que es, primero, por la acción (engañar al cliente, no pagar los impuestos, estropear el entorno), pero también por la omisión. Pero ser capaz de identificar las responsabilidades por omisión no es fácil, no se puede incorporar fácilmente a un programa o un plan, y exige mucha delicadeza de conciencia. El que está sentado en el autobús y ve subir una persona joven pero cansada, tiene una amplia gama de razones para no cederle el asiento y, desde luego, no estamos hablando de una obligación moral de hacerlo. El directivo que se cruza con un empleado en la fábrica, puede pasar de largo, o saludarle con formalidad, o pararse a preguntarle por sus hijos o por su salud. No es obligatorio, claro, y no podemos llamarle irresponsable si no lo hace, pero ya se ve que estamos en el terreno de la responsabilidad voluntaria: trátalo como te gustaría que te tratasen a ti. Y es una responsabilidad social, porque se refiere a un stakeholder interno, con ocasión del trabajo, una acción que contribuye a crear buen ambiente en la empresa y que satisfará una necesidad, si se quiere emotiva, pero real, del empleado.
PD2: Ni el cristiano, ni la Iglesia pueden seguir las modas del mundo. No es Jesús quien se ha de adaptar al mundo en el que vivimos; somos nosotros quienes hemos de transformar nuestras vidas en Jesús. “Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. Esto nos ha de hacer pensar. Cuando nuestra sociedad pide ciertos cambios a los cristianos y a la Iglesia, simplemente nos está pidiendo que nos alejemos de Dios. El cristiano tiene que mantenerse fiel a Cristo y a su mensaje. Dice san Ireneo: “Dios no tiene necesidad de nada; pero el hombre tiene necesidad de estar en comunión con Dios. Y la gloria del hombre está en perseverar y mantenerse en el servicio de Dios”.

30 mayo 2017

la corrección de la bolsa es una oportunidad

No se debe uno asustar pensando en que tras la primera bajada vendrán otras mucho más fuertes. Hay muchos inversores con la escopeta preparada para comprar a unos precios más bajos… Por eso las correcciones no duran…, mucho menos de lo que solían durar antes.

US Equity Correction? Prepare, Don’t Panic

Political noise emanating from Washington has prompted fresh concerns that a US equity market correction may be looming. But have no fear: the market often takes a leg down, only to bounce back quickly.
US stocks have enjoyed a powerful rally since the election of Donald Trump as president in November. The S&P 500 Index advanced by 13.4% from the election through May 23, on hopes that the new administration’s policies—including tax cuts, deregulation and repatriation of corporate cash held overseas—would boost economic growth and earnings. Now, with the president facing major political challenges, investors are concerned that the optimism may have been premature.
GAUGING THE WARNING SIGNS
US equity valuations are one of the key concerns today. The S&P 500 is trading at a price/forward earnings ratio of 17.9×, which is relatively high in historical perspective. While these valuations are supported by strong profitability, investors are questioning whether margins can continue to improve as they have over the last few years. And volatility has been extremely low, until it spiked last Wednesday. These conditions, together with political uncertainty, suggest that stocks could be vulnerable to a change in sentiment.
But let’s put the economy and the market in perspective. It’s true that first-quarter GDP growth was disappointing as consumer spending slowed. Yet many positive trends, including low unemployment and upbeat business surveys, were in place well before the election and point to solid growth ahead. There are also encouraging growth signals in other parts of the world, in particular both Japan and Europe.
DRAWDOWNS ARE COMMON IN STRONG YEARS FOR STOCKS
Market trends also require context. At some point during 20 of the last 37 years, US equities have been hit by a peak-to-trough decline of at least 10% (Display). These episodes always trigger anxiety and make investors search for the exits. Yet, the bounceback is often very quick. Stocks have posted full-year declines in just six of those 20 years.
Dumping stocks during a decline is usually a mistake. Since stocks have delivered positive annual returns in most years, getting out of the market during a sharp correction often means locking in losses and forfeiting returns in a rebound. And it’s almost impossible to time market inflection points.
Today’s extremely low volatility levels have reinforced investors’ complacency. It’s easy to forget how often equity corrections happen—and how quickly the market tends to rebound. That’s why it’s so important to keep the historical context in mind before the market takes a hit.
CORRECTIONS CREATE OPPORTUNITIES
As the term suggests, a “correction” isn’t necessarily all bad news. With the Fed reining in the supply of “free” money and interest rates poised to rise, companies will need to up their game and adjust. This environment could foster a more traditional business cycle than we’ve seen over the past decade. And higher rates could help investors distinguish companies whose margins are driven by solid business models, growth prospects and effective management teams from those who have relied too heavily on low interest rates to artificially buoy profitability. Active equity managers can exploit bouts of volatility to build positions in companies that have long-term staying power in the changing environment.
It might sound counterintuitive, but there’s really no reason to panic when stocks fall. Corrections are often the best time to add to an equity allocation. And over the long term, we believe that maintaining a long-term strategic position in equities is the best way for investors to preserve purchasing power by compounding gains.
Market corrections always feel painful. But they’re also extremely common. By bracing for a correction—and understanding that they’re usually fleeting—investors can gain the confidence to stick with an equity allocation, and are likely to be rewarded over time for their patience.
Abrazos,
PD1: Y Sí, por valoración no están nada atractivas:
Se comprueba que el indicador de riesgo (volatilidad) VIX, se recupera con rapidez en cada revés:
Puedes ver la fuerte subida que tuvo cuando se planteo la posibilidad de un impeachment a Trump, que luego, al diluirse, se volvió a unos mínimos más bajos:
Y sin embargo, los dato macro siguen sin ayudar nada:
Y la subida de tipos está a la vuelta de la esquina:
Y lo malo es que si seguimos la regla de Taylor, queda mucha subida de tipos más…
Que dudo que pudieran hacerla dado la cantidad de papel en manos de los bancos centrales, que son los que los subirían…
PD2: Escenarios del tapering: reducción de las posiciones de bonos comprados por los bancos centrales:
¿Quién va a comprar toda esa burrada de bonos en manos de los bancos centrales? No way…
En Europa va a costar que empecemos con el tapering, nos hemos japonizado del todo:
Estos son los tipos de intervención de los bancos centrales:
Y así cotizan los bonos a dos años:
Pasarán a la historia estos banqueros centrales por su patada adelante, ya que las consecuencias, en el tiempo, no van a ser muy buenas… Mucho pan para hoy y mucha hambre mañana.
PD3: Somos tan complicados que nos perdemos lo más simple: no lo pienses... vive, ríe, ama, perdona, disfruta la vida y sé feliz. Porque el tiempo pasa y las oportunidades se van.
Cuánta gente piensa que ahora no hace algo, que ya lo hará después, que no se quieren comprometer con esto, que su vida no les llena porque tiene que conseguir lo otro, que no pueden perdonar a alguien, que quizás más tarde… Somos muy complicaditos, y dejamos que la vida pase pensando que dentro de unos años seremos mejores, haremos las cosas bien, amaremos más… Si no lo haces ahora, nunca lo harás, nunca serás feliz.

29 mayo 2017

de repente se preocupan por la alta deuda alcanzada

JP Morgan alerta de una crisis financiera por el elevado volumen de la deuda pública:
After yesterday Goldman mocked Trump's budget (ironic as it was Trump's ex-Goldman Chief Economic Advisor who conceived it) and said it had zero chance of being implemented, today it was JPM's turn to share some purely philosophical thoughts on the shape of future US income and spending, which as we learned yesterday could balance only if the US grows for 10 years at a 3% growth rate, something it has never done, while slashing nearly $4 trillion in in spending, something else it has never done.|
What caught our attention in the note by JPM's Jesse Edgerton was his discussion on the thorniest issue surrounding the US: its unprecedented debt addition, what America's debt/GDP will look like over the next 30 years, and whether there is any chance it could decline as conservatives in government hope will happen.
The answer to the final point according to JPMorgan, is a very resounding no, or as the bank politely puts it, "Despite this week’s budget proposal, legislative changes that would reverse debt growth look unlikely to us." Translated: US debt is never going down again.
Here's why:
As the US population ages in the coming decades, federal government spending on Social Security and Medicare are set to grow as a fraction of US GDP. Meanwhile, our current tax system is expected to collect a roughly constant fraction of GDP in revenues. Thus, deficits and debt will likely grow over time. The Congressional Budget Office (CBO) currently projects that the ratio of debt to GDP would reach an  unprecedented 150% within 30 years under current law (Figure 1).
Figure 1 shows the CBO's central projection for the ratio of federal debt held by the public to GDP under current law. (Debt “held by the public” excludes government trust fund holdings, includes foreign and Federal Reserve holdings, and is currently about $14.4 trillion.) The 2016 level of 77% is the highest in history outside of the World War II era. This debt ratio is projected to reach a new all-time high of 107% by 2035 and 150% by the end of the 30-year forecast horizon in 2047.
An interesting aside from Edgerton: is it worth even worrying about debt:
It is debatable how much these projections should cause immediate concern. Many (though not all) economists would agree that it can be appropriate for borrowing and debt to increase when the economy is weak to provide offsetting fiscal stimulus. Once the debt is on the books, there may be no inherent reason it cannot be serviced in perpetuity and never paid back. Even the extent to which we should be concerned about the debt placing a burden on future generations is unclear— if the debt is largely internal to the US, servicing or repayment ultimately involves some future Americans writing checks to other future Americans. And if future generations will be richer than we are due to economic growth, perhaps it makes sense to try to get them to pay for our retirement.
Once this rhetorical musing is past however, JPM shares is a rare admission for a bank that a record debt load may actually be a bad thing.
To be sure, it is debatable how large a problem this debt growth represents, and long-run debt projections are highly uncertain. But, in our view, large deficits and debt likely place some burden on future generations, reduce capital formation, and create some small risk of financial crisis. Thus, there are solid arguments why we should aim to reduce debt ratios from current high levels when the economy is at full employment, as we believe it is now.
Such somber evaluation of the nation's debt crisis: our compliments. Unfortunately, it is what JPM says next that is worse, because it too is spot on: the reason why debt will never again decline.
Although the administration’s budget proposal purports to reduce debt growth, we currently see little appetite in Washington for the tax increases or spending cuts that could achieve this outcome. Our baseline forecast still includes a modest deficit-financed tax cut that would push in the opposite direction.
JPM's dour conclusion:
With the unemployment rate now at 4.4%, solidly below our 5% estimate of its natural rate, we see no reason for fiscal policy to try to boost the economy right now—in fact, it would make more sense to slow it down. And we do tend to think that high borrowing and debt levels have long run costs: they likely reduce national saving, burdening future generations with external debt, and compete with the private sector for funds, reducing capital formation. Plus, an ever-growing debt ratio brings at least some small risk that investors would eventually grow concerned about the safety and soundness of US debt, feasibly triggering a rapid and destabilizing repricing.
We don't know if JPM's gloomy assessment is right, but one thing we are certain of: the last bolded sentence is one which nobody will think twice about, until it is far too late to do anything to prevent it from happening. Here's why:
What could this look like in practice? Well, simple arithmetic shows that reducing deficits requires either higher revenues or lower spending. Higher revenues could come from either increasing tax rates or boosting incomes through channels like labor force participation, productivity growth, or immigration. (We note that we do not see any evidence that reducing tax rates would induce enough additional income growth to increase tax revenues.) And lower spending could similarly come from direct cuts or from other channels like reducing demand for safety net spending or slowing growth in medical costs. But as  discussed above, the chance of changes like these being enacted in the coming years looks low to us.
Y no sólo es deuda pública, es deuda de las familias lo que también preocupa…
U.S. Household Debt – 2008-2017
Source: Wall Street Journal  
Abrazos,
PD1: Los presupuestos de EEUU no son muy buenos que digamos. Además, falta por saber si los aprobarán y cumplirán…
El proyecto de presupuesto recorta las ayudas a los desfavorecidos, aumenta la partida militar y destina 1.400 millones al muro con México
Nunca se vio con tanta claridad el verdadero rostro de Donald Trump. Bajo la promesa de restaurar el sueño americano, su Administración presenta este martes su gran proyecto de presupuesto. Un plan de 4,09 billones de dólares (3,6 billones de euros) para 2018, que solo permite el aumento de las partidas destinadas a defensa y seguridad nacional, incluyendo el muro con México, pero que propone recortes de tal magnitud (3,6 billones de dólares, 3,2 billones de euros, en una década) que dejarán los programas sociales y sanitarios para los más desfavorecidos al borde de la asfixia.
Bautizado con el ampuloso nombre de Nuevo Fundamento de la Grandeza Americana, el presupuesto exhibe tanto esa ambición torrencial que caracteriza al presidente de Estados Unidos como sus prejuicios. Los inmigrantes sin papeles, los desfavorecidos y sus hijos, la población subsidiada y hasta los discapacitados pasan por la guillotina contable. Ya no se trata solo del recorte del Obamacare, la reforma que amplió el seguro médico a 20 millones de estadounidenses, sino de la caída de los grandes programas que han logrado dar estabilidad a una sociedad con más de 40 millones de pobres.
“Hasta ahora se pensaba solo en quienes recibían dinero. Eso se ha terminado. Hemos dado un giro y elaborado unos presupuestos poniéndonos en los zapatos de quienes pagan ese dinero, en el contribuyente. La compasión ya no se mide por el número de subsidiados o el dinero gastado, sino por aquellos que vuelvan a trabajar”, glosó el director de la Oficina Presupuestaria, Mick Mulvaney.
Las magnitudes presupuestarias son astronómicas. En 10 años Trump y sus asesores prometen que su proyecto reducirá el gasto en 3,6 billones de dólares, liquidará por completo el déficit (ahora situado en 600.000 millones) y rebajará la deuda publica del 76% del PIB al 59%. Todo ello bajo un constante aumento de los ingresos, que pasarían en ese decenio áureo de 3,65 billones a 5,72 billones.
Para lograrlo, el presidente y sus economistas confían en un crecimiento sostenido del PIB. Una imparable subida que el año próximo sería del 4,4% (la mayor de este siglo) y que en 2027 alcanzaría un aumento del 55% respecto a 2018. Esta es la piedra angular de su proyecto y, a su vez, su punto más débil.
Trump hace descansar esta formidable expansión en su reforma fiscal. El plan, del que solo se han facilitado pinceladas de trazo grueso, propone la rebaja de la carga impositiva para los más ricos (del 39% al 35%), facilitar la repatriación de capital, simplificar el IRPF de siete a tres tramos y sobre todo, reducir el impuesto de sociedades del 35% al 15%. En paralelo, propone movilizar 200.000 millones de dinero público para incentivar la inversión en infraestructuras.
Pese a que este diseño implica una caída fuerte en la recaudación (dos billones en 10 años, según Tax Foundation), el presidente y sus consejeros confían ciegamente en que la rebaja impositiva detonará un crecimiento tan poderoso que compensará las arcas públicas y elevará la economía americana a su máxima potencia. Es la curva de Laffer. La teoría que, desde su enunciado en 1974, ha extasiado a los liberales de todas las galaxias pero que nunca ha superado la barrera crítica, y que, en el caso de la actual economía estadounidense, con un crecimiento medio en los últimos 10 años del 1,3%, parece muy alejada de cualquier meta realista.
A las dudas sobre la sostenibilidad del presupuesto se añade su polémica configuración ideológica. En consonancia con las promesas electorales, Trump apuesta por la seguridad. La partida militar aumenta un 10% (54.000 millones) y permite sumar 56.400 soldados al servicio activo, así como adquirir 84 aviones de combate y 8 naves de guerra. También se refuerzan las fronteras con 2.600 millones para tecnología y nuevas infraestructuras. Entre ellas, el denostado muro con México al que se destinan 1.600 millones (1.423 millones de euros).
Frente a este fortalecimiento de la seguridad, la guadaña cae con fuerza entre los más débiles. Trump propone una reducción de 616.000 millones en 10 años de los fondos destinados a la cobertura sanitaria para los pobres (Medicaid). También plantea un recorte de 193.000 millones en el mismo periodo para el Programa Asistencial de Nutrición Suplementaria. No es un golpe al azar. Bajo este nombre burocrático se parapeta la entrega de cartillas alimentarias para los desfavorecidos. Una iniciativa a la que en 2016 se acogieron 46 millones de personas, un 15% de la población.
El hacha golpea asimismo a los créditos a estudiantes (143.000 millones), las ayudas a discapacitados (72.000 millones) y a familias necesitadas (21.000 millones) y al sistema de apoyos por hijo menor (40.000 millones), del que además se excluye a todos los inmigrantes sin papeles y a aquellas personas que no estén autorizadas a trabajar en Estados Unidos. “Este presupuesto lucha por reemplazar la dependencia por la dignidad del trabajo", se justifica el documento.
El ataque a la médula de los programas sociales marcará el pulso de la contienda parlamentaria. El presupuesto muestra al Trump más descarnado y feroz. Aquel que cumple no solo su promesa de desmontar el legado de Barack Obama, sino que da pábulo al sueño conservador de asfixiar el incipiente Estado del bienestar americano. Esta radicalización, ejemplificada en el rechazo a subvencionar entidades que faciliten el aborto, le asegura al presidente el apoyo de los halcones de su partido. Pero tiene un efecto negativo.
En noviembre del año que viene se renueva toda la Cámara de Representantes y 34 de los 100 escaños del Senado. Ante el miedo a perder cabe la posibilidad de que los congresistas republicanos se dividan y que, como ya ocurrió con el primer proyecto de reforma sanitaria, Trump no logre mayoría. Para atraerse el voto moderado, el presidente ha insistido en que el proyecto no altera las pensiones ni la cobertura sanitaria para los mayores. Pero los recortes son de tal calibre que es difícil para los más centristas aceptar estas cuentas. Y, desde luego, ofrece a la oposición un blanco fácil. La batalla del presupuesto no ha hecho sino empezar.
PD2: En España la deuda crece sin parar, cada segundo miles de euros nuevos de deuda, cada día, cada mes… ¿Quién la pagará? Interesante esta página que te da on line la evolución de la deuda española. Funciona hasta por la noche con todos dormidos y sin hacer nada…
Deuda pública online y como va creciendo cada día: http://deuda-publica-espana.com/
PD3: Vivimos una época loca de pura vanidad, de aparentar lo que no se es, de postureo, hay tanta frivolidad entre la gente que es un desastre. Querer demostrarle al otro que uno es mejor, por el hecho de tener más cosas, de tener cosas mejores, de ir mejor vestido… Es increíble. Cuando la sencillez, la humildad, la comprensión, el no juzgar, el no querer aparentar, debería ser el modelo a seguir.

26 mayo 2017

la clase media sigue en crisis

No conseguimos librarnos de ella. Ha sido demasiado fuerte y dudo mucho que nos vayamos a olvidar de la crisis en muchos años. La gente, muchos, vuelven a cometer los mismos errores de antes de la crisis. De nuevo, se compran cosas a crédito, pensando en que la sensación de que estamos mejor se va a mantener muchos años… Y puede que no.
Interesante lo que cuenta Emilio Ontiveros:

«La clase media no ha salido de la crisis»

«La crisis ha dado libertad a muchos empresarios para mantener salarios bajos y condiciones precarias»
«Hemos sacrificado inversión en conocimiento, principal activo de las economías competitivas»
«Las decisiones de Trump son una enmienda a la totalidad de lo que ha hecho Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial»
Cuando empezaron, no eran más que un pequeño grupo de profesores de Universidad. «La cosa funcionó gracias a la época convulsa en la que nacimos, a finales de los años ochenta. Los bancos, las compañías de seguros y las administraciones necesitaban urgentemente a gente que supiera un poco más de economía que el resto», recuerda Emilio Ontiveros (Ciudad Real, 1948). El catedrático de Economía de la Empresa de la Universidad Autónoma y consejero editorial de Ethic fundó Afi (Analistas Financieros Internacionales) en 1987, cuando España atravesaba tres episodios que marcarían un nuevo rumbo para su economía: la integración en la Unión Europea, la ruptura del statu quo de la banca y su apertura a una competencia real y, sobre todo, un crac bursátil que puso patas arriba los mercados financieros de todo el mundo.
Hoy, Afi cumple 30 años, y su papel nunca ha dejado de ser relevante en una economía, la española, que ha vivido unas cuantas sacudidas en este tiempo. «Analizamos al detalle el comportamiento de los mercados españoles y a partir de ahí damos asesoramiento», cuenta Ontiveros, «pero no hemos descuidado nuestra seña de identidad más fuerte: la formación». Hoy por hoy, Afi es posiblemente la asesoría financiera con más doctores universitarios entre sus filas. De los 125 miembros que la componen, solo la mitad son economistas; el resto, ingenieros informáticos y matemáticos. «Ha sido inevitable sumarnos a las nuevas tecnologías; en este tiempo hemos creado modelos propios cuantitativos para prever el comportamiento de los mercados, con los que también asesoramos a inversores extranjeros», explica Ontiveros durante la entrevista.
¿Podría hacerme un diagnóstico de la economía española en estos 30 años?
Hemos sabido sacar partido a nuestra integración en Europa. La adhesión al euro ha beneficiado objetivamente a la economía española. Con sombras, pero el balance neto es positivo. El segundo elemento es que el percance más aciago, la crisis de la eurozona en 2007, ha sido la mayor convulsión en el sistema bancario español, con la mayor pérdida de empleo y renta por habitante de las últimas décadas.
Los datos macroeconómicos dicen que España vuelve a crecer.
No nos hemos recuperado a pesar de que la economía vuelva a dinamizarse. No hemos recuperado los niveles de PIB por habitante de 2007. La gran lección de estos 30 años la hemos tenido con esta última gran crisis. Debemos manejar mejor los riesgos y el nivel de endeudamiento de bancos como de empresas, tener más prudencia. Y es necesario diversificar sectorialmente la inversión, no poner todos los huevos en una misma cesta.
No parece que hayamos aprendido mucho: seguimos apostando por el ladrillo y el turismo, y dejando de lado la innovación en otras industrias.
Efectivamente. La crisis desautoriza el exceso de concentración sectorial en la construcción residencial, y eso es algo que tenemos que cambiar. El gran drama de la crisis es que interrumpió la modernización de la economía española. Hemos sacrificado inversión en conocimiento, principal activo que hace que las economías sean competitivas. La inversión en I+D ha caído, a día de hoy, a niveles de países mucho menos avanzados que el nuestro. La inversión en educación también se ha sacrificado. Tenemos que recuperar el pulso, tener ventajas en activos intangibles, que es lo que nos hace diferenciarnos de economías menos avanzadas. Y, sobre todo, lo que reduce la vulnerabilidad frente a otras crisis, y nos hace ganar competitividad frente a otras economías cuya principal ventaja es tener salarios bajos.
En nuestro país, ahora mismo, los precios suben a un ritmo mayor que los salarios.
El ciudadano tiene razón cuando denuncia esa asimetría entre lo que dicen los indicadores macroeconómicos, que expresan el crecimiento de la economía española, y las rentas, que no crecen. Y eso mina la confianza.
Lo que recibe el ciudadano medio es un menor poder adquisitivo y una alta tasa de paro.
El empleo estable es el elemento susceptible de aumentar la confianza, y hoy no es más seguro, al contrario. Sigue estando dominado por la precariedad y con salarios medios bajos. Hace falta que el crecimiento macroeconómico vaya a las personas que más han sufrido los costes de la crisis económica, que son precisamente los que no la ocasionaron. La clase media y clase baja. Siguen en crisis.
¿Qué papel ha jugado la reforma laboral?
Se ha aprovechado el elevado contingente de desempleados que generó la crisis para dar mayor margen de discrecionalidad y libertad a los empresarios, y en muchos casos, mantener salarios bajos y condiciones precarias. A medio plazo no es bueno porque no fortalece la confianza de los consumidores, y no aumenta el consumo de bienes duraderos. Y rompe la confianza en el propio sistema económico. Hay mucha desafección hacia el propio sistema, no solo los mercados. También hacia las instituciones.
Esto sucede en toda Europa.
Sí, es un escenario europeo. En muchos países hay un grado de desánimo, de desidentificación como no habíamos visto desde la creación de la UE.
La corrupción rampante no ayuda. Los últimos datos del FMI hablan de dos billones de dinero público defraudado. ¿No hablamos ya de cifras macroeconómicas?
No es fácil meter la corrupción en modelos macroeconómicos, pero sí hay investigaciones empíricas que demuestran que es un freno al crecimiento. Sobre todo por el deterioro de un activo muy importante: el capital social. El activo basado en la confianza. Allí donde no hay corrupción, la estabilidad del crecimiento económico es mayor. La corrupción cotiza de forma adversa, y erosiona la identificación de la mayoría de la gente con las instituciones.
Hoy, lo que más quema en la sociedad es la socialización de las pérdidas, esto es: el rescate del sector privado con dinero público.
Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo. La mala distribución de los errores crea malestar y desafección. Es el peor acompañamiento para una economía estable a largo plazo.
Usted hablaba del impulso del sector financiero en estos 30 años, ¿qué opina de la gestión de las cajas? Su rescate con dinero público es esa mala distribución de los errores que menciona.
Es un ejemplo claro. Pero con la reestructuración del sector, apenas quedan cajas de ahorros. Habían cumplido en sus orígenes una función de mayor inclusión social y vertebración territorial. Pero algunas concentraron excesivos riesgos, y cuando llega el contagio de la crisis americana provoca un deterioro en los activos que tenían. Y su conversión en bancos ha contribuido a que se deteriore el grado de inclusión y vertebración. Parcialmente, cubren ahora estas funciones las cooperativas de crédito y las cajas rurales, pero su importancia relativa es muy reducida. Pero el problema que yo veo es que en toda la eurozona, la reestructuración ha dejado una inercia de concentración del sistema bancario, y cada día hay menor número de entidades bancarias. Esto reduce la competencia, que es algo negativo en cualquier sector, pero especialmente el financiero, que es clave: aumentan los riesgos de exclusión social.
Hoy en día, factores como la huella de carbono son criterios de rentabilidad en la valoración de activos financieros. ¿Lo ve como algo pasajero, o es una nueva forma de hacer las cosas?
Sí, ese es uno de los aspectos positivos de la nueva economía, y desde luego ha venido para quedarse. La consideración de los objetivos medioambientales de los acuerdos de París en las propias políticas de inversión han dejado de ser algo anecdótico y excéntrico, y está interiorizándose en las decisiones de los grandes bancos e inversores. La transición energética, las limitaciones de emisiones, pueden condicionar de forma significativa el valor de muchos bancos y compañías de seguros. Es imparable la toma de consideración de esas variables.
¿Cree que las medidas que está anunciando Donald Trump, que van justo en sentido contrario, pueden poner en peligro el Acuerdo de París ?
Las decisiones de Trump son una enmienda a la totalidad de lo que ha hecho Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Nunca habíamos visto que el principal impulsor del libre cambio y el multilateralismos defienda el aislacionismo o la imposición de aranceles de forma unilateral, llegando a ser incluso una amenaza para la propia Organización Mundial del Comercio. Es preocupante esa retórica en relación al libre comercio y la libre circulación de personas.
Le preguntaba, en concreto, sobre su postura respecto a las políticas medioambientales.
El gran problema es que Trump incluso cuestiona los fundamentos científicos del cambio climático. Su retórica y decisiones respecto a los oleoductos, las prospecciones en el océano o el apoyo a los combustibles fósiles son inquietantes y sí, opino que puede amenazar el Acuerdo de París. Pero las consecuencias pueden ir más allá, por ejemplo, a alteraciones geopolíticas. Si Estados Unidos pierde el liderazgo en la hoja de ruta de este acuerdo, podría recaer en otras potencias económicas, como China. Ese sería un nuevo escenario, mucho menos predecible.
Abrazos,
PD1: Buen resumen de estos últimos 10 años:

Balance de una década

Clemente Polo Catedrático de Fundamentos del análisis económico en la Univ. Autónoma de Barcelona
El autor analiza cómo ha resultado el periodo entre 2007 y 2016 para los pensionistas, los asalariados y los parados en España.
La economía española ha registrado desde el cuarto trimestre del año 2008 dos recesiones, 2008-2010 y 2011-2013, adobadas con la profunda crisis financiera de 2009 a 2013, a las que ha seguido un período de recuperación sostenida a partir del primer trimestre de 2014. La evolución tanto del PIB nominal, que creció tan sólo un 3,05% entre 2007 y 2016, como del PIB real, que disminuyó un 0,6% en ese mismo período, resumen perfectamente por qué puede denominarse este período como la segunda ‘década’ negra de la economía española (la primera corresponde al período 1975-1984). 
Con este panorama, pocos son los ciudadanos que han registrado mejoras apreciables en su bienestar y resulta difícil encontrar un hogar donde la situación de alguno de sus miembros, ya sea el sustentador principal, el cónyuge, los hijos, etc., no haya empeorado en la pasada década. Hay, no obstante, algunos colectivos que han salido mejor parados de este trance, mientras otros han cosechado pérdidas sustanciales y continúan en precario después de tres años de recuperación. El tema es muy amplio, pero voy a centrar mi atención en la situación actual de los pensionistas (8,6 millones), los asalariados (15,3 millones) y los parados (4,3 millones), con especial atención a los jóvenes. 
A pesar de que las pensiones se congelaron en el año 2011 y los pensionistas se quejan con frecuencia de lo bajas que son sus pensiones, lo cierto es que han sido uno de los colectivos más beneficiados. Las cifras son incontestables: aunque el número de pensionistas y de pensiones creció en torno a un 13,5% entre 2007 y 2016, la pensión media contributiva se revalorizó un 35,9% desde 2007 (673 euros) hasta febrero de 2017 (915 euros) y el gasto total en pensiones contributivas aumentó un el 55,5%. A la vista de la diferencia abismal que existe entre estas tasas y las del crecimiento del PIB, produce estupor escuchar a Ramón Espinar, portavoz de Podemos en el Senado, afirmar en TVE que “los pensionistas han perdido poder de compra año tras año”. Anda muy mal informado. 
Incluso reconociendo que la pensión media actual no garantiza una vida confortable a aquellos pensionistas que no disponen de otros recursos, lo que nadie puede negar es el enorme esfuerzo que ha hecho la sociedad española para aumentar las pensiones mientras otros ciudadanos veían erosionarse sus rentas al perder sus empresas o empleos. En cuanto a la sostenibilidad del sistema, conviene recordar que la factura mensual asciende a 8.500 millones, 17.000 millones cuando se abona paga extraordinaria, y que el Gobierno se ha visto obligado a echar mano del Fondo de Reserva de la Seguridad Social para hacer frente a obligaciones que exceden los recursos del sistema. 
Aunque el proceso de creación de empleo podría aliviar algo la situación en los próximos trimestres, el previsible aumento del número de pensionistas impide ser optimista. El sistema tendrá dificultades para abonar las pensiones si el Fondo de Reserva está exhausto cuando llegue la próxima recesión. 
Asalariados y parados 
El balance para los asalariados ha resultado también positivo, aunque menos satisfactorio que para los pensionistas. El salario mínimo interprofesional creció un 14,83% desde 2007 (570 euros) hasta 2016 (655 euros) y un 24,02% hasta 2017 (707 euros). Otros indicadores salariales, como el coste salarial total por trabajador que proporciona la Encuesta Trimestral de Coste Laboral del INE cifra el aumento en el 5,4% entre 2008 y 2016, y el salario medio a tiempo completo en empresas con más de 10 trabajadores aumentó un 21,5% desde el año 2007 (21.989 euros) hasta 2016 (26.710 euros), y un 11,94% entre 2008 (23.252 euros) y 2013 (26.027 euros). La Encuesta de Estructura Salarial del INE indica que los funcionarios, cuyos salarios exceden en un 35% a los del sector privado, descendieron un 1,2% entre 2010-2014. En conjunto, se puede afirmar que los asalariados que lograron mantener su empleo mejoraron o mantuvieron su poder adquisitivo. 
El número de ocupados cayó algo más de 3,7 millones entre 2008 y 2014 y la recuperación sólo ha creado 1,5 millones en los tres últimos años. Hay 550.000 empleados menos por cuenta propia y 1,7 millones menos trabajadores asalariados. En el mejor de los casos, las prestaciones y los subsidios a los desempleados han podido paliar transitoriamente el desplome de sus rentas, pero no evitarlo. Además, la recuperación no ha supuesto, para los afortunados que han encontrado trabajo, volver a sus antiguos puestos, sino aceptar empleos en actividades con salarios inferiores. En el primer trimestre de 2017, sólo el sector servicios presenta un balance positivo, con 220.000 ocupados más que en el mismo periodo de 2008, mientras que la industria arroja la pérdida de casi 800.000 empleos y la construcción de cerca de 1,6 millones. No hay razones para pensar que el empleo en esos sectores vuelva a niveles de 2007-2008. 
Dentro de los asalariados, los parados más jóvenes sufrieron el mayor castigo y su situación continúa siendo penosa pese a la recuperación económica. Basta con comparar el número de asalariados en el cuarto trimestre de 2016 con las del cuarto trimestre de 2007 para hacerse una idea de la magnitud de la debacle producida por las dos recesiones en los trabajadores entre 16-19 años (-257.400), 20-24 años (-799.200), 25-29 años (-1.120.800) y 30-34 años (-973.500). En total, hay 3.140.000 asalariados menos en estos cuatro grupos de edad donde se concentra el 37% de los 4,3 millones de parados, aunque sólo representan al 27% de los activos, y presentan tasas de paro muy superiores a la media. La conclusión es que los jóvenes que se incorporan ahora al mercado con edades entre 16 y 24 años tienen muchas menos oportunidades de encontrar un empleo que hace una década; y que quienes se incorporaron hace una década tienen mayores dificultades para desarrollar una carrera profesional, por modesta que ésta sea. 
Algunas propuestas 
No existe una fórmula maestra para acabar con el paro, especialmente el juvenil, y mejorar los salarios. Los empleos de calidad por los que claman los sindicatos y algunos partidos ‘nuevos’ no llegarán si no los crean las empresas y alguna dificultad habrá para que no hayan surgido ya. Resulta ilusorio creer que bastaría con que las Administraciones patrocinaran un ‘plan de choque’ o impulsaran el cambio del ‘modelo productivo’ para que brotaran como champiñones “empleos con salarios dignos”. Parece más sensato apostar por apuntalar el crecimiento, promoviendo las exportaciones, reforzando el mercado interior y facilitando la creación de empresas, aunque permanezca inalterada la estructura productiva y salarial. 
Uno de los problemas que dificulta el desarrollo de una carrera profesional es la temporalidad que afecta con mayor intensidad a los trabajadores más jóvenes, y las reformas laborales de Zapatero y de Rajoy no han resuelto. La caída del porcentaje de contratados temporales fue fruto de las recesiones, no de esas reformas, y ha vuelto a crecer al recuperarse la economía. En lugar de subvencionar la conversión de contratos temporales en indefinidos, resultaría más efectivo y menos costoso permitir que los contratos indefinidos incluyan cláusulas que contemplen su extinción en caso de finalizar la obra o actividad estacional objeto del contrato, y que la indemnización por despido dependa únicamente del tiempo trabajado.
PD2: El trabajo no lo hacemos porque nos vean, porque nos den una palmadita, por ganar más dinero o ascender… Lo hacemos porque es nuestro deber y para darle Gloria a Dios. Hay que acordarse de ofrecerlo por la mañana, ya que son muchas las horas de oración que pasamos enfrascados en esto o aquello, y más cuando llegas a casa…, que seguimos trabajando en otras cosas: ayudar mucho a la mujer y educar a la prole…
Conseguimos tener una vida contemplativa al ofrecer el trabajo de cada día al Señor, o ir ofreciendo cada ratito por cosas muy concretas. Es la gran diferencia entre pelar patatas, o rezar por algo al ofrecerlo mientras pelamos patatas.