11 julio 2018

¿Y si volvemos al Patron ORO?

Interesante estas elucubraciones de Juan Ignacio Crespo:
Volvamos a intentar indagar en cuales podrían ser las intenciones de Trump respecto a la cotización del dólar.
El martes hablábamos de una hipótesis basada en un imaginado futuro anuncio de devaluación del dólar que podría ejecutarse así: el Banco de la Reserva Federal o el Tesoro de EEUU comprará, hasta nueva orden, oro a 1.500 dólares la onza (hoy está cotizando a 1.258 $/onza).
Inmediatamente después, buena parte de quienes hubieran comprado oro por debajo de ese precio (como el Fondo Multiciclos Global Renta 4) y estuvieran impacientes por materializar las plusvalías tácitas, acudirían a la llamada y le venderían oro a los bancos que tuvieran el encargo de la Reserva Federal o del Tesoro de EEUU de comprarlo. EEUU se haría así en poco tiempo con una ingente cantidad de oro que guardar en Fort Knox o dondequiera que se le ocurriera.
De esa forma habría entrado en la lógica de algunos países rivales política y militarmente como son China y Rusia que, durante años, han estado comprando oro sin prisas, pero sin pausas: China contaba en el año 2000 con solo 395 toneladas de oro en sus reservas y ahora tiene 1.843 toneladas; Rusia contaba en el 2000 con 343 y ahora tiene 1.910 toneladas; la posición de EEUU apenas ha cambiado desde 2005: 8.134 toneladas (en realidad no ha cambiado significativamente desde 1980; ver gráfico)
Y es que sería un poco raro que, en la lógica de Donald Trump del “América Primero!”, y en un ámbito de confrontación por la hegemonía tecnológica y militar de las próximas décadas, sobre todo frente a China, EEUU no estuviera pensando en la acumulación de reservas de oro que, por si acaso, un país siempre debe tener y que, en el caso de EEUU, de aumentar, podría alcanzar las proporciones fabulosas (véase el gráfico) que tuvo en la década de los 1950s. ¡Eso sí que era hegemonía!.
Reservas de oro de EEUU: cayeron un 57% entre 1950 y 1973
La lógica del “America First!” lleva a pensar en los 37 años de la máxima hegemonía económica, política y militar de EEUU. Son los  que van de 1933 (en que F. D. Roosevelt sacó al dólar del patrón oro para en 1934 devaluarlo haciendo que su valor pasara de 20,67 a 35 dólares por onza) a 1971-1973 en que, tras el deterioro de las cuentas públicas provocado por la Guerra de Vietnam, el Presidente Richard Nixon, como fin de etapa, se vio forzado a imponer aranceles, devaluar el dólar, dejarlo flotar libremente en los mercados de cambio y acabar con el Acuerdo de Bretton Woods que, si bien no restablecía el patrón-oro original, adoptaba un sistema parecido en el que el lugar que había ocupado la libra esterlina pasaba a desempeñarlo el dólar, que sería la única moneda convertible en oro a partir de entonces.
A aquellos 40 años de hegemonía indiscutida le han sucedido otros 44 más en que la hegemonía económica ha sido desafiada sucesivamente por Alemania y Japón (dentro de un orden) y la económica y militar, las dos a la vez, por China.
En la mente de Trump debe andar rondando esta idea: si los años de grandeza máxima e indiscutida de EEUU fueron los del patrón-oro-dólar, ¿como podríamos volver a ellos? “Si lo hizo Roosevelt, ¿por qué no yo…?“
El hecho de que le esté dando tanta importancia al establecimiento de aranceles y tan poca al suave vaivén de monedas que se deprecian para ganar competitividad (es decir, a una depreciación del dólar) hace pensar que algo trama. Y algo, a su manera, que sea extraordinariamente desconcertante…
Insisto: esto es pura especulación y hablar por hablar, hoy, viernes 6 de julio de 2018, que será recordado por la entrada en vigor de los aranceles aplicables a los productos chinos de importación… Una fecha así exigía elucubrar tirando por elevación…
El gran lío que está provocando Trump entre los aliados tradicionales de EEUU y el desconcierto tanto entre ellos como entre sus rivales Rusia y China, lleva a hacerse la pregunta de si no estará Trump pensando en pegar un volantazo que le convierta en un hito histórico, como Roosevelt o Nixon, y termine ejecutando una devaluación del dólar, como ellos, para abrir una etapa en la que el dólar vuelva a ser el eje sobre el que giran las finanzas internacionales en mucha mayor medida de lo que ya lo hacen ahora. Una vuelta, probablemente descafeinada, al patrón oro-dólar en que sustentar una nueva etapa hegemónica de los EEUU. Hasta que dentro de 30 ó 40 años haya un nuevo Jacques Rueff y un nuevo General De Gaulle, probablemente con nombres chinos, que vuelvan a plantear que quieren cambiar sus dólares por oro. Mientras tanto, la resolución de los problemas de financiación que le crea a EEUU su elevado déficit fiscal serían un gran desafío para Trump y sus sucesores, más difícil aún en un ambiente de “patrón-oro-dólar”. Algo que probablemente generaría un caos parecido al que provocó Nixon en los 1970s, justamente con la medida contraria.
Nota Bene: el chartismo histórico no avisa de nada que se parezca a lo descrito más arriba. Solo apunta a la depreciación del dólar y a una subida del precio del oro que aún no está claro si se limitará a repuntes fuertes de vez en cuando, con posteriores caídas, o a una subida sostenida.  Ainsi-soit-il
Precios del ORO en los últimos 30 años:
No funcionó en la crisis de 2012, sino que se comportó al revés de lo previsto… Y desde entonces se ha ido recomendando, erróneamente, invertir en ORO.
La subida tan brutal de 2000 hasta 2010 no se ha purgado todavía, y eso que los países han estado comprando oro desde entonces…
Al final tendrá razón el ministro sociata Pedro Solbes, que vendió todas las reservas de oro de España en 2007 a 630 dólares la onza, por 3.500 millones de euros, que se fundió al día siguiente. Un lince era ZP, un adelantado a su tiempo!!!, que nos dejó bien arruinados…
Abrazos,
PD1: Estas son las reservas de oro de los países:
Y siguen comprando…
Es de locos…
PD2: Seguir a Jesús, con frecuencia, supone dejar pasiones desordenadas, mal comportamiento familiar, pérdida de tiempo, para dedicar ratos a la oración, a ir a Misa a recibirle, a evangelizar a los demás. En fin, que “un cristiano no es dueño de sí mismo, sino que está entregado al servicio de Dios” (San Ignacio de Antioquía).