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No se hacen ni se tiene ganas de entrar en una guerra de pasivos como la de 2011…
Estabilidad financiera y competencia bancaria
El pasado 19 de junio, durante una intervención en la Universidad Menéndez Pelayo, la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, manifestó:
"No me cabe ninguna duda de que el sector bancario español tiene que empezar a transmitir la subida de los tipos de interés en beneficio de los ciudadanos españoles".
Regulation Q
La afirmación de la vicepresidenta me llamó la atención, porque durante décadas hubo normas en muchos países que prohibieron o limitaron la retribución de los depósitos bancarios.
Ocurrió en Estados Unidos tras la Gran Depresión de 1929, cuya gravedad obedeció, según muchos economistas, a la ola de quiebras de bancos que provocó. Por eso, en 1933, como parte del abanico de medidas de su New Deal, el presidente Roosevelt no solo creó un seguro federal de los depósitos bancarios, sino que impulsó también la Regulation Q, que prohibió a los bancos la retribución de sus depósitos a la vista y limitó al 3% (poco después, al 2,5%) el tipo de interés máximo de los depósitos a plazo, incluidos los interbancarios.
La norma buscaba, por un lado, que los pequeños bancos y entidades locales de ahorro (thrifts) dedicaran sus fondos a prestar a sus comunidades y a dar préstamos para la compra de vivienda, en vez de prestarlos a alto interés a bancos situados en los grandes centros financieros; por otro, limitar la competencia de las entidades en la retribución de sus pasivos, para que el deseo de mantener su rentabilidad nos las llevara a financiar operaciones más arriesgadas y rentables, lo que podía acabar poniendo en riesgo su solvencia y provocar su crisis. A las preguntas de si puede existir un conflicto (trade off) entre estabilidad financiera y competencia entre bancos y si el sector bancario tiene algo especial a efectos de las normas de la competencia, la respuesta de Roosevelt fue afirmativa.
Cuando en los años 60 los tipos de interés de mercado superaron el límite de la Regulation Q, surgieron mecanismos para sortearla, como el mercado en Londres de depósitos en dólares ("eurodólares") no sujetos a las restricciones vigentes en Nueva York; el desarrollo de fondos de inversión en activos monetarios; o la aparición de cuentas bancarias -como las now accounts- que, en la práctica, permitían sortear las limitaciones.
Con la llegada de la Administración Reagan, en los 80 se inició la progresiva derogación de la norma, que para los depósitos a la vista se mantuvo en vigor, sin embargo, hasta 2011.
La plena liberalización de los tipos de interés pasaría factura al sistema financiero estadounidense, pues provocó la crisis de las Savings&Loans Association (1986-1995), pilladas en un grave descuadre entre su cartera de préstamos a largo plazo a tipo fijo y un pasivo a corto plazo que se había encarecido súbitamente (entre otros motivos, por los esfuerzos de muchas de ellas por captar depósitos).
La guerra del pasivo de 2011
En España también en los años 80 vivimos una liberalización gradual de todos los tipos de interés; y, a mi juicio, sufrimos también las consecuencias adversas de una competencia desaforada en el sector financiero cuando las normas prudenciales, como es frecuente, no son perfectas.
En efecto, desde poco antes de la entrada de España en el euro, la feroz competencia en el mercado de crédito entre entidades (no solo bancos, sino también cajas de ahorro) fue, en mi opinión, uno de los factores (¡no el único, desde luego!) que contribuyó a la explosión del crédito hipotecario y a la burbuja inmobiliaria, mucho mayores en España que en otros países europeos (yo vi en ello una manifestación de la "maldición de Oscar Wilde"). En los años 2002-2004 oí decir con frecuencia a directivos de cajas de ahorro que el estrechamiento de márgenes que estaba produciendo la competencia en el mercado de préstamos hipotecarios tenía que ser compensado por un aumento del volumen de préstamos hipotecarios a clientes finales y por la entrada (¡ay!) en segmentos de la cadena inmobiliaria más rentables, como la promoción inmobiliaria, incluida la compra de suelo.
Estallada la burbuja, cuando en 2011 la crisis financiera internacional y la de la deuda soberana en la zona euro cortaron el acceso de las entidades de crédito españolas a los mercados internacionales, se desató en España una feroz "guerra del pasivo" que, aunque beneficiosa para los ahorradores, resultó perniciosa no sólo para las entidades, sino también para el Estado y los contribuyentes, garantes últimos de la estabilidad financiera.
Eso llevó a que, en su último año, el Gobierno del presidente Zapatero, en estrecha colaboración con el Banco de España, incluyera una norma en el Real Decreto 771/2011 que multiplicó por 5 la aportación al Fondo de Garantía de Depósitos de aquellos depósitos a la vista que pagaran más de 100 centésimas sobre el euribor o 150 en el caso de los depósitos a plazo.
Tengamos presente, en fin, que el potencial conflicto competencia-estabilidad financiera es una de las consideraciones que todos los bancos centrales están tomando en cuenta a la hora de diseñar una "divisa digital" propia (central bank digital currency o CBDC) susceptible de adquisición por los particulares. Parece evidente que un activo de esa naturaleza, si no estuviera sujeto a límites, sería un magnífico sustitutivo de muchos depósitos bancarios, lo que permitiría al BCE competir con los bancos privados y, si quisiera, establecer un suelo mínimo de rentabilidad para todos los depósitos bancarios.
Carreras de armamentos
También en la Universidad Menéndez Pelayo, la presidenta de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC), Cani Fernández, manifestó respecto a la falta de remuneración de sus depósitos por los grandes bancos españoles:
"Si no hay un contacto colusivo ni un acuerdo [entre bancos], nosotros no tenemos la herramienta. Pero me cuesta trabajo pensar que no haya un banco que quiera ganar clientes, me cuesta mucho trabajo ver que uno no quiera incrementar su cuota de mercado".
La afirmación muestra las limitaciones que las autoridades de la competencia suelen tener para perseguir las llamadas "conductas conscientemente paralelas" entre los oligopolistas que dominan un mercado. La razón es que las normas suelen prohibir los "acuerdos, decisiones y prácticas concertadas" entre empresas, como hace el artículo 101 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, pero no permiten perseguir las llamadas "conductas paralelas", esto es, la actuación independiente pero uniforme de todos los oligopolistas, fenómeno que algunos prefieren describir como "coordinación tácita", más que "colusión tácita", pues entienden que la palabra "colusión" denota un "acuerdo" o "conspiración" (conspiracy), siempre ilegal.
Esa ausencia de un "acuerdo" legalmente perseguible ha hecho que el "paralelismo consciente" se haya llamado en ocasiones el "problema del oligopolio": produce el mismo efecto práctico que un acuerdo colusorio, pero no es ilegal.
¿Por qué no ha habido ningún gran banco español que haya decidido empezar a remunerar a sus depositantes para "ganar clientes"?, como se preguntaba la Sra. Fernández.
Entre las posibles razones, hay una bastante obvia: un aumento de la remuneración de los depósitos solo permitirá ganar clientes si los competidores no la igualan; pero si lo hacen y se desata una "guerra del pasivo", es probable que al final todos los competidores mantengan su misma cuota de mercado, pero tengan que afrontar unos costes financieros muy superiores a los iniciales.
La Teoría de Juegos enseña que tales situaciones tienen la estructura de un "dilema del prisionero" (o "dilema de los dos detenidos", en mi terminología), en el que la interdependencia entre los jugadores hace aconsejable que todos "cooperen", para así lograr su second best. En presencia de lo que el economista británico Fred Hirsch denominó "bienes posicionales" -en los que lo único que importa es superar al rival, no el nivel absoluto-, la competencia puede provocar "carreras de armamentos posicionales" (positional arms races) o "carreras por la primacía" en las que la victoria sea pírrica.
Lo ilustra el juego de la "subasta de un dólar" (dollar auction game) que ideó en 1971 Martin Shubik, en la que todos los licitantes tienen que pagar su apuesta, aunque no ganen, lo que hace que hasta quien se lleva el billete de dólar acabe perdiendo mucho, en términos netos: lo prudente para cualquier jugador es no iniciar la puja.
La relación entre estabilidad y competencia en el sector bancario es una cuestión compleja que no se presta a afirmaciones rotundas y exentas de dudas, pues exige que las autoridades económicas ponderen, a la vista de las circunstancias, los ocasionales conflictos entre ambos objetivos.
Abrazos
PD: Espero que consigas descansar este verano y repongas las pilas. Tenemos demasiado ruido en nuestro día a día. Apaga el móvil y no leas las tonterías que se escriben. Un rato de silencio cada día te beneficiará. Que disfrutes de la familia…