06 noviembre 2013

6 noviembre 2013 Inflación negativa, ¿de verdad?

Con lo caro que está todo, ¿quién se cree que tenemos menos inflación? ¿Qué consecuencias tiene entrar en DEFLACION?

A menor inflación mayor rentabilidad

La actual situación de inflación cercana a cero, o incluso negativa, supone un cambio radical para los inversores difícil de asimilar. Una rentabilidad se considera elevada o baja dependiendo del rendimiento nominal obtenido sin tener en cuenta la inflación existente en cada momento. Un retorno del 1% con una inflación de cero supone una mayor rentabilidad real que un retorno del 3,5% con una inflación del 3%. La percepción generalizada de los inversores es justo la contraria: de forma generalizada obvian el efecto de la inflación

Los últimos datos publicados muestran una inflación del 0,7% en el conjunto de la Eurozona e inflación negativa del -0,1% en España. Países como Portugal y Grecia presentan inflación negativa. Cabe recordar que el objetivo del Banco Central Europeo no es inexistencia de inflación, sino que los precios se incrementen anualmente en torno al 2%. Japón ha experimentado durante casi dos décadas los problemas económicos asociados a un proceso deflacionista de los precios o de inflación negativa. Con los elevados niveles actuales de deuda de la economía, un cierto grado de inflación ayuda a la sostenibilidad de la deuda. Una inflación del 2% al año durante 10 años, reduce en un 20% la carga real de la deuda. Por el contrario, la deflación incrementa el peso de la deuda cada año que pasa, haciéndola menos sostenible. Adicionalmente, si existe inflación es posible que el coste real de la deuda sea negativo, al ser inferior a la inflación. Por el contrario, difícilmente será posible emitir con tipos negativos, aunque países como Alemania o Suiza lo hayan conseguido en el pasado cercano.

Desde el principio de la actual crisis financiera los bancos centrales hicieron frente a las presiones deflacionistas inyectando cantidades ingentes de liquidez y reduciendo al mínimo los tipos de interés. Un lustro después del inicio de la crisis, dicha liquidez no se ha traducido en un incremento de los Índices de Precios al Consumo. Por el contrario, es posible que estemos asistiendo a una cierta inflación del precio de determinados activos, sobre todo de renta fija. Todo parece indicar que los tipos de interés seguirán bajos durante un largo periodo de tiempo, por lo menos hasta que la inflación no haga acto de presencia.

Este nuevo escenario de bajos tipos e inflación cercana a cero es nuevo para los inversores. En el año 2007 la rentabilidad nominal de las Letras del Tesoro a un año era del 4%, pero la inflación de ese año fue del 4,1%. Por tanto, la rentabilidad real era negativa. Hoy el rendimiento de las Letras al mismo plazo apenas alcanza el 0,7%, pero la rentabilidad real después de inflación es prácticamente idéntica a la rentabilidad nominal. Aunque económicamente no sea racional, la práctica totalidad de los inversores prefieren la primera la situación de 2007.


La rentabilidad de las inversiones es algo palpable que se refleja en el extracto bancario correspondiente. La inflación es un indicador "intangible" calculado por un tercero cuyo efecto en cada inversor es relativo: la inflación real soportada por un inversor jubilado sin personas a su cargo no tiene nada que ver con la soportada por una persona con hijos en edad escolar. Tras toda una vida con inflación, será difícil convencer a los inversores de que lo relevante es la rentabilidad real y no la nominal.
La rentabilidad del bono español a dos años se sitúa actualmente en el menor nivel nominal desde 2005: 1,6%. Sin embargo, la rentabilidad real descontada la inflación es la mayor de todo ese periodo. Pocos inversores lo verán así.
Abrazos,
PD1: Deflación, ¡qué lata! Y con tanta deuda, es malo. Mejor sería tener inflación y devaluar su peso…, pero no. Con poco crecimiento económico, la deflación es lo peor que nos podía pasar…

La economía entra en riesgo de deflación con una caída generalizada de los precios

La sombra de la deflación -la caída generalizada de los precios- vuelve a dibujarse sobre la economía española. El último dato que lo revela es elÍndice de Precios de la Exportación (IPRIX), que señala un descenso del 2,8% en términos interanuales. Hay que remontarse a octubre de 2009 -el año de la Gran Recesión- para encontrar un retroceso tan brusco de los precios de las exportaciones españolas.  
No es, desde luego, el único indicador. El avance del Índice de Precios de Consumo (IPC) de octubre mostró un descenso del 0,1%. También hay que remontarse al año de la gran contracción de la economía -cuando la depresión del consumo privado hundió los precios- para encontrar un registro parecido.
Otro indicador de precios acaba de señalar la misma dirección. La tasa anual del Índice de Precios Industriales (IPRI) se situó en septiembre en el 0,1%, lo que refleja claramente la contención de la demanda interna. La tasa anual del Índice de Precios de la Vivienda, igualmente, reflejó en el segundo trimestre del año una caída del 12%, abundando, de esta manera, en un descenso de los precios inmobiliarios, en particular en las zonas con menor presión de la demanda.
No se trata, en todo caso, de un fenómeno nuevo en la economía española. Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria y la consiguiente caída del crédito, la economía ha coqueteado con la deflación. Hasta el extremo de que el deflactor del PIB se situó en 2009 y 2010 en un 0,08%; en 2011, se redujo hasta el 0,02%, mientras que en 2012, por primera vez desde que existen series históricas, retrocedió un 0,01%, lo que significa lisa y llanamente que la economía entró en zona de deflación.   
Respecto de lo que está sucediendo en 2013, los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que el deflactor del PIB avanza un 0,7%, pero con una tendencia descendente que todavía no recoge la información más reciente sobre la trayectoria de los precios.
El resultado de esta evolución es que el PIB nominal (con inflación) todavía se sitúa en niveles de 2005 (1,029 billones de euros), lo cual compromete  la reducción tanto del déficit como de la deuda, ya que la comparación se hace respecto del PIB en términos corrientes (incorporando los precios).
Un círculo vicioso
El deflactor del PIB es la mejor manera de conocer la inflación que soporta una economía debido a que recoge toda la información, y no sólo la que aporta del IPC, que suele ser la más utilizada pero que sólo incorpora los bienes de consumo. Para su cálculo se tienen en cuenta, además de los precios que paga el consumidor (IPC), los precios industriales (IPRI), el valor de las importaciones y las exportaciones (IPRIX), los precios y costes de la industria de la construcción o incluso los precios pagados y percibidos por los agricultores. Se trata, por lo tanto, del indicador que mejor refleja la evolución de los precios.
El riego de deflación -que ha tenido en Japón su máxima expresión en las últimas dos décadas- es real, y determina la orientación de la política económica y monetaria. Y como recuerdan en su último análisis los expertos de Capital Economics, un gabinete de coyuntura con sede en Londres, la situación pone la pelota en el tejado del BCE, que es a quien le corresponde actuar para esquivar ese riesgo. Sobre todo cuando la inflación (medida en términos de los IPC nacionales- ha caído en octubre hasta el 0,7%, la tasa más baja en cuatro años. "Hay buenas razones por las que el BCE debería estar preocupado por la deflación en la eurozona", aseguran sus analistas.
Los economistas de Capital Economics reconocen que la deflación es buena para ganar competitividad (sobre todo tras la apreciación del euro), pero también recuerdan que en 2009 (con una caída brutal de la demanda interna) el gasto de los hogares se desaceleró ante una caída general de precios.
Esta aparente paradoja se debe a que los agentes económicos retrasan sus decisiones de gasto, toda vez que están convencidos de que los precios en el futuro tenderán a bajar. Se genera, de esta manera, una especie de círculo vicioso: los precios caen porque no hay demanda y la demanda retrocede, precisamente, porque hay expectativas de que los precios seguirán bajando. El mercado inmobiliario es un ejemplo clásico en este tipo de procesos económicos: merece la pena esperar porque los precios bajarán.
El problema es la respuesta que puede dar el BCE a este tipo de fenómenos. En particular, por el hecho de que su política monetaria es tan expansiva que está próxima a cero (el tipo de intervención está al 0,5%). Y una nueva rebaja tendría efectos muy limitados sobre las decisiones de compra de los agentes económicos. El único instrumento que se pondría poner en marcha es una nueva ronda de liquidez para incentivar el consumo. Los gobiernos nacionales, por su parte, cuentan con la posibilidad de aumentar la liquidez vía bajada de impuestos para que pueda crecer la renta disponible de las familias
PD2: 500.000 empresas griegas pasan, en sólo un mes, a dejar de pagar impuestos, desde las 182.000 empresas que no pagaban antes… ¿No estaban tan bien? Grecia era la bolsa que más había subido en el pasado octubre…
PD3: De nuevo nos dan un pequeño palo. No hacen más que predecir y no dar una, pero a España nos han bajado la estimación para 2014: un mísero 0,5%. Predecir el 2015 es un ejercicio de voluntarismo…, ni lo mires.
Si quieres ver el desglose entero:
Que confirma que nuestra deuda pública alcanzará el 104,3% en 2015…, sin tener en cuenta un pico que todos sabemos que está oculto.
PD4:  Dios me quiere. Antes de que naciera, Dios me imaginó, me soñó, me quiso. Exactamente como soy, con mis defectos, con mis virtudes. Con mi carácter y mi genio. Imaginó mis ojos, mis manos, mi voz.
Y antes de nacer yo, me quiso tanto (a mí, sí, a mí) que se hizo Hombre, y pasó por el mundo haciendo el bien, y pagó por mi derecho a la vida eterna con su Cuerpo y su Sangre. Sabiendo lo que yo iba a hacer, se entregó a la muerte para darme vida. Y lo hizo solo por mí.
―Por todos, ¿no?
―No. Lo hizo solo por mí, y solo por tí y solo por tu jefe. Por todos, pero de una forma individual, no colectiva. Por todos, no. Por cada uno.
Y, según Dios había previsto, nací. Tal y como Dios me imaginó, hasta en el más pequeño detalle. Me dio ojos para mirar con ternura, manos para acariciar, labios para reír y para besar, voz para cantar nanas y decir te quiero. Y un cuerpo para amar y servirle. Y puso un trozo de Sí mismo dentro de mí, y yo le llamé Amor. Y me quiso tanto (sí, sí, a mí) que me dio la libertad para amarle o no. Y decidí no amarle, porque... No sé por qué. Y entonces utilicé sus dones para ser "libre": usé las manos para abofetear, los ojos para mirar con ira, la voz para insultar, y mentir, y el cuerpo para comprar sucedáneos de amor. Y durante todo ese tiempo, Él siguió mirándome, y deseando, activamente, que yo le quisiera. Y si por un momento hubiera dejado de quererme, yo no habría existido nunca. Y Él me siguió queriendo. Y me llamó. Por mi nombre, y me dijo: te amo, a tí, tal y como eres.
No tienes que fingir, no tienes que ser diferente. Es a ti a quien quiero. Déjate querer. Y descansa.