En 2012, la cosas estaban tan
torcidas que hubo una salida gracias al “whatever” de Dragui… No estamos ahí,
ni mucho menos. Lo de ahora es otra cosa…
Momento 'whatever'
No
parece que haya, de momento, un riesgo evidente de espiral, por lo que la
subida de tipos no va a destrozar ninguna expectativa
Hace unas
semanas explicaba para qué servía una subida de tipos. En aquella
columna argumentaba que el papel del BCE no era tanto reducir la inflación sino
matar las expectativas que pudieran surgir a favor del crecimiento de esta. Una
inflación mayoritariamente de oferta no puede reducirse completamente por una
mera subida de tipos (o al menos como muchos creen), por lo que dicha subida
solo tiene sentido si lo que pretendes es evitar que se generen efectos de
segunda ronda.
Sin embargo, como explicaba
en esta otra columna, la
inflación que azota a Europa (menos en EE.UU.) tiene características únicas en
este tiempo, no pudiendo ser comparada con aquella de los 70,
con la que muchos han querido ver un paralelismo que no existe. Los cambios
estructurales acaecidos en este tiempo transcurrido, hacen muy poco probable
una repetición de los desgraciados años 70 y que finalizaron a bombo y platillo
con una espectacular subida de tipos por parte de la FED.
Salvo contadas excepciones
nada relevantes, nadie serio está pidiendo una austeridad expansiva que
acompañe a la subida de tipos. Solo que haya un compromiso a futuro con el
equilibrio fiscal
Otros, desde otras posiciones,
han criticado la subida de este jueves pasado, más por su magnitud que por su
necesidad, haciendo nuevamente paralelismos con épocas pasadas. De todos es
recordado el error Trichet, cuando el entonces presidente del BCE subió tipos
en medio de una tímida recuperación económica que abocó a Europa a una segunda
recesión y a medio Mediterráneo a una crisis de deuda. Debemos recordar que
también entonces se delegó en la supuesta, y en mi opinión engañosa, “austeridad
expansiva” la salida de la crisis, lo que no hizo más que
agravarla. Sin embargo, nuevamente, esta comparación es forzada porque entonces
la inflación fue más un resultante dinámico de una situación grave y hoy es el
principal camino por el que cabalgan los desequilibrios que amenazan a Europa.
También, porque salvo contadas excepciones nada relevantes, nadie serio está
pidiendo una austeridad expansiva que acompañe a la subida de tipos. Solo que
haya un compromiso a futuro con el equilibrio fiscal.
¿Entonces, tiene sentido la
subida del 0,75 ejecutada la semana pasada por el BCE? Depende de cómo pensemos
que puede ser el futuro y para qué o quién va dirigida la subida. Lo que es
cierto es que la estanflación está tan lejana hoy como hace un año. Los
salarios no reaccionan y las expectativas siguen más o menos allí donde las
dejamos hace doce meses. No parece que haya, de momento, un riesgo evidente de
espiral, por lo que la subida de tipos no va a destrozar ninguna expectativa.
Más bien, y quizás, esta subida va de mandar un mensaje claro a
dichas expectativas: “ni se os ocurra moveros”.
Sin
embargo, si tratamos de ponernos en la mente del BCE, es posible que se trate
solo de una declaración de intenciones. Si recuerdan aquél “whatever it
takes!”, hoy podríamos haber experimentado nuestro “momento whatever”. El BCE
ha mandado un claro mensaje a los agentes y a los
mercados. Hará lo que haga falta para llevar a la inflación a donde debe estar.
Y si eso supone un coste, que lo suponga.
En los próximos meses se
espera que la inflación pueda seguir aumentando en Alemania mientras que,
posiblemente, en países como España comience a moderarse de forma significativa
Debemos entender que este
episodio de inflación aún no ha acabado. Es cierto que los principales factores
que la hicieron subir en 2021 y la intensificaron en marzo de 2022 están debilitándose.
Pero hay uno que prosigue fuerte, aunque con una prórroga en las últimas
semanas. Este es el gas. Los precios del gas siguen amenazando a las economías,
sobre todo centrales de Europa, con congelar a los termómetros y al PIB
mientras calienta los precios. En los próximos meses se espera que la inflación
pueda seguir aumentando en Alemania mientras que, posiblemente, en países como
España comience a moderarse de forma significativa o, al menos,
perceptiblemente. Los riesgos, así, siguen siendo elevados en un país donde los
niños nacen con aversión a la inflación en su ADN. Además,
aunque como comentaba en la columna citada al inicio de esta, los sindicatos
son hoy muchos más débiles en Europa de lo que eran en los setenta, en Alemania
siguen teniendo su papel relevante y una influencia que no se debe
minusvalorar.
Europa y el precio de la energía
Otra razón que explicaría esta
subida sería la de marcar un límite inferior al tipo de cambio del euro. La
política monetaria no puede, ni debe, devolver la cotización del euro a 1,2
cuando buena parte de su caída se debe a la desaparición, de momento, de una de
sus grandes ventajas competitivas: la energía barata. Hoy, Europa es más pobre
que hace un año solo porque pagamos una energía que importamos mucho más cara.
Tanto es así que el famoso saldo comercial alemán, signo de su reputación tanto
como la puerta de Brandemburgo, se ha dado la vuelta. Subir
tipos no devolverá al euro donde a muchos les gustaría verlo.
Pero al menos trata de romper otro canal de engorde de la inflación vía
importaciones.
Esto es lo que puede estar
justificando tal subida: romper cualquier dinámica de expectativas futuras, si
bien es cierto que casi ni han aparecido, y forzar
una cierta contención de precios evitando una mayor devaluación
de la moneda. También es posible que, metiendo a Europa en una cierta
moderación e incluso contracción, permita que algunos precios internacionales
se moderen un poco más. En todo caso, la subida del pasado 8 de
septiembre no ha dejado indiferente a nadie, no tanto por el
signo, sino por la magnitud. Veremos si ayuda más que perjudica.
Abrazos,
PD1: La diferencia entre padres e
hijos en gustos y hábitos de móviles, tele y redes sociales, son enormes.
Recuerdo, con nostalgia, cuando todos veíamos lo mismo por las noches. ¿Qué ha
pasado?
Yo soy de la generación de los
baby boomers:
Y mis hijos son Millennials:
Y mis hijos más pequeños son de la generación Z: