Esta es la realidad:
Bruce Springsteen explica por qué tu dinero cada vez vale menos
Lo que está ocurriendo con los precios de las entradas explica gran parte de los problemas que vive el sector cultural, cada vez más destinado a gente con recursos. Pero también lo que pasa en la economía
La pandemia fue una época complicada para los músicos. Al menos, para los pocos que aún se ganan la vida tocando. El confinamiento, la posterior prohibición de tocar en público y las medidas de seguridad que se pusieron en marcha cuando ya fue posible programar conciertos, generaron grandes problemas en el sector. Dado que los ingresos por música grabada son nimios para una mayoría de profesionales y que la fuente principal se había desplazado hacia las actuaciones, la ausencia de estas dejó daños evidentes en las cuentas de los músicos y de los sectores profesionales que los rodean.
Una vez que la pandemia pasó, que las actuaciones en vivo regresaron y los acontecimientos de masas, como los festivales, fueron posibles de nuevo, era el momento de salir a la carretera. El problema fue entonces, al contrario que en buena parte de la economía, con un exceso de oferta: puesto que mucha gente giraba al mismo tiempo, había dificultades para encontrar recintos, habían aumentado el precio de los desplazamientos y de los montajes, y todo se encareció. Además, si bien el público acogía con agrado el regreso de la música en vivo, carecía de dinero y de tiempo para tanta oferta. Los precios subieron, pero lo hicieron de manera muy distinta.
Las bandas pequeñas se vieron obligadas a ajustar, porque el exceso de oferta impedía elevar los precios en demasía si querían tener público en las salas. Los pocos grandes nombres de la escena musical no sufrieron esos problemas, ya que su público potencial tomaba sus apariciones como grandes acontecimientos, y la demanda para sus shows seguía siendo muy elevada. Los precios, en estos casos, sí aumentaron sustancialmente.
Las dos nuevas tendencias
A ello ayudaron dos tendencias perniciosas, cada vez más presentes. La concentración de artistas famosos en manos de muy pocas promotoras (que a su vez tienen una relación estrecha con los festivales), y la concentración de la venta de entradas, otorgaron un poder de mercado muy elevado de muy pocos actores, que aprovecharon su posición de dominio. El resultado son precios demasiado elevados, muy por encima del incremento de costes. La demanda de actuaciones de grandes artistas era notable, con lo que la inflación se convirtió en la excusa perfecta para ganar mucho más.
La segunda es el poder del algoritmo a la hora de introducir precios dinámicos. El algoritmo, por explicarlo rápido, es como el gancho de Toy Story. Gracias a él, los precios de las entradas van cambiando conforme la demanda, y casi siempre hacia arriba. Es una tendencia cada vez más generalizada en mecanismos de compra a través de las redes, desde los conciertos hasta los billetes de avión, pasando por Uber. Los problemas que genera son dobles: por una parte, el tiempo que debe destinar el usuario a la adquisición de entradas es cada vez mayor, ya que exige estar muy pendiente para que el precio no sea caro; por otra, los precios son cada vez más caros. De esto se han quejado los fans, pero también grupos como The Cure.
Además, estos procedimientos promueven la reventa: lo que antes se entendía como una mediación, a menudo considerada ilegal, ahora se describe como beneficioso. Artistas como Bruce Springsteen aseguran que este nuevo contexto permite atribuir de forma eficiente el verdadero valor de mercado de una entrada. Las justificaciones impúdicas que los economistas ponen en juego para sangrar a la gente no se quedan en el campo de la economía.
El efecto añadido, afirma el New York Times, es que no se trata de un momento ocasional: los precios más altos están aquí para quedarse, al menos para los eventos más populares.
Pagar por un gran karaoke
En el caso de los grandes nombres de la música, este mecanismo, por injusto que sea, no resulta dramático. Al fin y al cabo, si alguien está dispuesto a pagar 250 euros por ver el karaoke en el que Springsteen y la E Street Band se han convertido, es su dinero. Otros pagan 400 euros por una comida como si un precio elevado fuera algo prestigioso; por qué no con la música.
Sin embargo, para la gran mayoría de los profesionales ligados a la música, las consecuencias han sido muy distintas. Según señalaba el informe Condiciones laborales y de vida de los artistas y profesionales de la cultura tras la pandemia, realizado Victoria Ateca y Anna Villarroya para El Observatorio Social de La Caixa, en las rentas procedentes de las actividades creativas, con un 34% de los encuestados que declara haber sufrido disminuciones en sus retribuciones, la salida de la pandemia ha generado efectos bifurcados, con unos cuantos actores obteniendo muchos más recursos y otros, la mayoría, que han tenido que afrontar notables dificultades.
Las causas de la inflación
La música no es un sector aparte en la sociedad. La mayoría de la gente ha visto como sus recursos han disminuido a causa de la inflación, que ha golpeado especialmente en aquellos ámbitos con más demanda, desde la vivienda hasta la energía, pasando por la alimentación; es decir, en los esenciales para la subsistencia. Ese aumento ha sido provocado por las mismas causas que aparecen en el ámbito cultural: incremento de costes, sectores concentrados, intermediación que eleva exageradamente los precios y una justificación interesada de las subidas. Cuando los mercados no están concentrados, los operadores no pueden elevar en exceso los precios porque han de afrontar una competencia amplia. Cuando lo están, el margen para aprovechar el poder de mercado es mucho mayor.
Esa es nuestra economía hoy, y puede argumentarse, como Springsteen, que todo es producto de un mecanismo de asignación de precios que refleja el valor real de los productos y servicios, pero es mucho más probable que sea la distorsión de los mercados lo que encarezca los bienes. Con el añadido absurdo de querer lidiar con esto subiendo los tipos: ¿elevar medio punto más el precio del dinero va a conseguir que las entradas de los conciertos de Springsteen bajen? Pues con el resto de la economía ocurre igual.
Abrazos,
PD1: La enseñanza de Jesús es por supuesto exigente, pero Teresa del Niño Jesús nos ayuda a percibirla realmente como una buena nueva, puesto que para ella el Evangelio no es otra cosa que la revelación de la ternura de Dios, de la misericordia de Dios con cada uno de sus hijos, y señala las leyes de la vida que llevan a la felicidad. El centro de la vida cristiana es acoger con reconocimiento la ternura y la bondad de Dios, su amor misericordioso, y dejarse transformar por dicho amor…