19 septiembre 2016

banqueros sin escrúpulos

Lo que hay que leer, la ética en los asesores/banqueros…
En la resaca de la crisis y del colapso del sistema financiero mundial, hemos aceptado que los bancos sean monstruos a los que hay que continuar alimentando por miedo a que nos aplasten al morir. En este contexto, cabe preguntarse cuáles son las causas que nos han conducido a esta situación, y qué podemos hacer para virar el rumbo.
Hemos hablado con Joris Luyendijk, especialista en banca del diario inglés The Guardian y autor del libro “Entre tiburones: Una temporada en el infierno de las finanzas”, sobre los problemas que sobrevuelan el mundo financiero, y de cómo sus dinámicas subyacentes no han cambiado desde el colapso de Lehman Brothers.
Las cosas no son siempre lo que parecen. Supongo que esta expresión también es aplicable al mundo de las finanzas.
Antes de comenzar mi viaje entrevistando a más de doscientas personas de la industria, tenía asumido que el foco del problema estaba en individuos concretos. Pero poco después de conocer a algunos de estos insiders, comencé a pensar que el problema radicaba, no tanto en las personas, sino en las organizaciones en las que éstas desarrollaban su trabajo. Finalmente  llegué a la conclusión de que, aunque existen ejemplos clamorosos tanto de personas “malvadas”, como de organizaciones “tóxicas”, ambos son, en realidad, consecuencia de una serie de incentivos perversos creados por el actual marco regulatorio.
¿Cómo relacionas todo esto con el concepto de la “amoralidad” de los banqueros?
Cuando comencé a escribir mis columnas sobre este tema, me sorprendió que a muchos de mis lectores les costara entender que los banqueros no eran inmorales, sino amorales. Intuitivamente solemos pensar que, o bien violas la ley y por tanto eres un villano al estilo del “Lobo del Wolf Street”, o bien obedeces la ley y eres por tanto un buen tipo. Esto no funciona exactamente así para los banqueros, ya que pueden llegar a causar un gran daño sin necesidad de desobedecer la ley. Si está permitido vender productos tóxicos a pensionistas españoles, el banquero lo va a hacer. Si está permitido prestar grandes cantidades de dinero a prestamistas insolventes, eso es lo que va a pasar. Es a esto a lo que precisamente me refiero cuando hablo de conducta amoral.
A menudo hablas de cómo las personas narcisistas tienen facilidad para prosperar en los bancos…
La banca, en su configuración actual, está organizada para ayudar a los narcisistas a florecer y medrar. A diferencia de los psicópatas, los narcisistas son conformistas, característica necesaria cuando son las 11 de la noche de un viernes y tu jefe, justo en el momento en el que vas a salir de la oficina, te dice que te tienes que quedar toda la noche para acabar un informe para un cliente que seguramente ni lo leerá. Es verdad que, al mismo tiempo, resulta muy complicado decir “no” a unos pocos cientos de miles de libras, especialmente si has tirado tus gran parte de tu juventud peleándote con un número en una pantalla.
Otro ejemplo. Cuando Rupert Murdoch, el propietario de Fox News que vendió al publico la idea de que Sadam Hussein estaba detrás del 9/11, se sentó delante de todo el país y dijo: “Hoy es uno de los días más humillantes de mi vida”, todo el mundo sintió pena por él. Pero al día siguiente, el magnate continuaba con sus negocios sin cambiar un ápice su conducta. Así se comporta un psicópata. Comparémoslo con Bob Diamond, antiguo director general de Barclays, quien tuvo que dar explicaciones sobre cómo sus traders habían manipulado la tasa Libor. Los parlamentarios británicos le dieron la oportunidad de decir “Lo siento, esto ha pasado bajo mi supervisión, me pagan millones por tal labor, nunca debería haber pasado, y por tanto debo asumir responsabilidades”. Pero esto nunca sucedió. Fueron los traders los que le habían decepcionado, y por tanto somos nosotros los que debemos sentirnos mal por el pobre Bob. Eso es exactamente un narcisista, alguien que no puede admitir ni una tacha en su conducta.
…aunque tampoco te gusta fomentar el estereotipo del “banquero sin escrúpulos”
Efectivamente, cada vez me gusta menos conceptualizar a “el banquero” como un ser malvado, codicioso, psicópata, que esnifa cocaína, y es adicto al juego. Por dos razones: por una parte, además de personas narcisistas, he conocido muchos trabajadores de banca que viven una vida normal, con una familia normal, sin extravagancias ni diferencias relevantes respecto a cualquier otra industria. Por ejemplo, los trabajadores del back y middle office no tienen nada que ver con aquellos del front office. Además, pensar en estos términos tampoco aporta nada al debate público. Desafortunadamente, la idea de que la codicia es la causante del crash de los últimos años es demasiado optimista.
Parece que muchas personas se sienten más cómodas con simplificaciones
Déjame poner el siguiente ejemplo. Después de unos años trabajando en Oriente Medio descubrí que, especialmente las personas de extrema derecha, odian a los musulmanes sin conocer nada de ellos. Cuando les facilitas información e intentas enriquecer su visión general, suelen reaccionar bastante enfadadas. Encuentro cierto paralelismo con aquellas personas de izquierdas que se sienten cómodas con un discurso de odio hacia los banqueros. Cuando explicas, por tanto, que la solución va más allá que poner a algunos banqueros entre rejas, tampoco les agrada. Sería más sencillo si me limitase a realizar la rutina del Lobo de Wall Street, y decir, “mira a esos horribles banqueros, tomando coca y pagando prostitutas”. Sin embargo, uno no necesita ser malvado para infligir un gran daño a la economía. En un banco, sin ni siquiera romper una regla, se puede llegar a destruir a otras personas.
Entonces, ¿consideras que el problema es la falta de regulación?
Al contrario, ¡tenemos demasiadas reglas! Bueno, déjame explicar esto detenidamente, ya que el tema es lo suficientemente complejo como para no enmarcarlo en el típico debate de más o menos regulación. En la actualidad, los bancos se han convertido en monstruos de tal tamaño que requieren de gran cantidad de normas para evitar una potencial quiebra. De este modo, con el objetivo de contener al monstruo estamos haciendo a su vez muy difícil que nuevas empresas entren en la industria.
Es por ello que la obtención de la licencia bancaria puede convertirse en una pesadilla.
Exacto, y es por eso también por lo que considero que la banca es cualquier cosa menos una industria basada en el libre mercado. De nuevo, primero nos hemos resignado a aceptar que los bancos sean demasiado grandes para dejarlos caer (too big to fail), y a continuación creamos una serie de reglas para hacerlos más seguros, las cuales a su vez, dificultan el acceso a la industria de nuevos competidores. Creo que si un banco quiere tomar mucho riesgo, está en su total derecho siempre que pueda quebrar. Por tanto la solución está clara, debemos implementar aquellas leyes que simplifiquen y reduzcan el tamaño de los bancos para que puedan caer. No hablamos de física cuántica.
Sin embargo, tampoco se observa un consenso respecto a las soluciones, ni en el debate regulatorio ni en el académico.
Cierto, pero a lo que me refiero es que si preguntas a cualquier individuo: “¿Estamos mejor si los bancos pueden quebrar de un modo seguro?”; o ¿Piensas que debería haber menos barreras de entrada para crear un banco?”; o “ ¿Crees que aquellas actividades que generan conflictos de interés (por ejemplo, gestionar la salida a bolsa de una empresa, gestionar el dinero de personas adineradas e invertirlo en tal empresa, y negociar los títulos de la misma) deberían estar debajo del mismo techo?”; estoy bastante seguro de que casi todo el mundo coincidiría en las respuestas. Déjame poner la siguiente analogía. Todo el mundo piensa que debería haber paz entre Israel y Palestina, y de hecho, existe incluso una solución como la propuesta de los dos Estados. Pero, en realidad, el problema radica en cómo llegar desde la situación actual a la solución anhelada dadas las posiciones e intereses de todas las partes involucradas.
Entiendo que no debes estar muy contento con  los rescates bancarios post-2008 entonces.
Bueno, como decía, creo que deberíamos dirigirnos hacia un escenario en el que los bancos puedan quebrar. Pero dada la situación que se nos presentó en aquel momento, creo que los rescates fueron necesarios. No sabíamos que habría pasado si no se hubieran llevado a cabo, y por tanto, el riesgo era demasiado grande. Por ejemplo, algunos de mis entrevistados que estaban en sus escritorios cuando Lehman colapsó, describen a sus compañeros como muñecos congelados ante sus pantallas, paralizados, incapaces de actuar incluso cuando existía la posibilidad de hacer dinero fácil. Los cosas pintaban bastante mal, e incluso describían como algunos llamaron por teléfono a sus familias para decirles: “Saca todo el dinero que puedas del cajero”; “Corre al supermercado y almacena comida”, “Compra oro”; o “Prepáralo todo por si tenemos que evacuar a los niños del país”.
Islandia fue caso muy interesante de cómo se puede no rescartar al sistema financiero sin que todo se venga abajo, encarcelando a una serie de banqueros y enviando a muchos políticos a su casa. Pero los islandeses pudieron colapsar de un modo seguro porque el resto no lo hicimos. De otro modo, Islandia también hubiera caído.
Nuevas medidas como mayores requisitos de capital y un nuevo régimen de bail-in, se han introducido como respuesta regulatoria a la crisis. Nadie tiene claro si esto será suficiente…
Después de rescatar a los bancos, los políticos deberían haber explicado hasta qué punto estuvimos cerca del desastre, y llegar así a un consenso que estableciera que éste es uno de los mayores problemas que tenemos a nivel global. Pero nada ha cambiado realmente. Es verdad, se ha introducido un régimen de “bail-in”, pero ¿creemos que los esto será suficiente para absorber pérdidas derivadas de los agujeros que vayan surgiendo en los bancos? El columnista financiero Jonh Kay demuestra en su genial libro Others People’s Money, que al menos el 90% de los bancos tienen negocios con otras instituciones financieras. Así que, ¿qué pasa cuando el “bail-in” de un banco afecta a estas otras instituciones? El problema ya no es solo el too big to fail, pero también el too interconnected to fail. Es por ello que necesitamos, no solo bancos más pequeños, sino también más simples.
Y crees que la irrupción de las Fintech puede ayudar a mejorar este panorama?
En el corto plazo, me interesa especialmente el desarrollo del sistema de pagos. El hecho de que hoy en día tal servicio dependa en gran parte de los bancos, quienes a su vez se encargan del arriesgado negocio de prestar, representa un peligro presente muy claro. Si las Fintech pudiesen de algún modo desconectar el sistema de pagos del sistema bancario sería positivo, ya que, aunque todavía tuviésemos la amenaza del too big to fail, al menos el sistema de pagos estaría a salvo.
Además, los bancos todavía tienen mucho poder y dinero dada la ausencia de libre mercado. Obviamente, van a hacer uso de este privilegio para comprar aquellas Fintech más exitosas. Por tanto, ¿qué va a hacer un CEO si llega Goldman Sachs y le dice que le puede hacer billonario? Incluso para los más idealistas, si tienes 29 años  y tienes este tipo de ofertas…Por mucho que aprecie el entusiasmo de la juventud, en la vida no siempre prevalece la buena intención.
Estoy, por tanto, a favor del surgimiento de nuevas empresas fintech, pero también me preocupa que toda esta energía no se vea reflejada en el proceso legislativo y pueda por tanto hacer un sistema financiero más seguro. Este proceso es muy necesario, y si las Fintech pueden presionar en este sentido, todavía mejor.
Abrazos,
PD1: Idolatría es amar lo que uno hace sobre todas las cosas. Es pensar que nosotros nos bastamos y nos sobramos para hacerlo todo tan bien… ¡Ilusos! Si nosotros solos nada podemos; todo lo logramos no por nuestros méritos, o lo guapos o listos que seamos, si no porque Dios quiere, por un bien último que puede que no conozcamos… Pero pensar que somos tan capaces de hacerlo todo bien por lo machos que somos, por favor… Es Él el que quiere que pase lo que nos pasa.