Esto es lo que se espera:
Los nuevos cuadros macroeconómicos del BCE y la Fed
Tanto el BCE como la Reserva Federal de Estados Unidos han puesto las cartas boca arriba. Mario Draghi anunció que el ritmo de las compras de activos se reducirá a la mitad a partir de octubre, hasta los 15.000 millones de euros al mes, y que estas cesarán por completo a finales de año, mientras que Jerome Powell ha subido la tasa objetivo de los fondos federales hasta un intervalo del 1,75-2%, con un tono en su declaración y en sus previsiones económicas más duros que en las reuniones de mayo y marzo, respectivamente.
Según explica Karen Ward, jefa de estrategia de mercados para EMEA de J.P.Morgan AM, el BCE tomó su decisión como consecuencia de sus nuevas previsiones. Las expectativas para el crecimiento del PIB en 2018 se rebajaron del 2,4 al 2,1%, y para los años posteriores se mantuvieron sin cambios. Las expectativas para la inflación de este año y el próximo se revisaron al alza gracias al reciente encarecimiento del petróleo. Sin embargo, se espera que continúe por debajo del objetivo —en el 1,7%—en 2020, lo que pone de relieve la necesidad de la continuidad de una política acomodaticia.
Por su parte, en Estados Unidos el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) actualizó su valoración tanto del crecimiento económico como del mercado laboral. Esto refleja la realidad de que los datos publicados apuntan a un crecimiento del PIB real en el segundo trimestre cercano al 4% y revelan un desplome de la tasa de desempleo hasta sus niveles mínimos desde diciembre de 1969.
En sus previsiones económicas, el FOMC se rindió a la realidad, elevando ligeramente sus previsiones para el crecimiento económico y la inflación y recortando sus previsiones para la tasa de desempleo. Sin embargo, cabe señalar que la Fed ha mantenido su previsión de crecimiento sostenible a largo plazo del 1,8% y que ninguno de los 15 gobernadores y presidentes de los bancos regionales del banco central prevé una tasa de crecimiento real del PIB a largo plazo fuera de un rango del 1,7-2,1%, indica David Kelly, estratega jefe global de la gestora americana.
Por lo que respecta a sus previsiones para los tipos de interés, el FOMC revisó el número de subidas de tipos previstas de tres a cuatro para 2018 y de dos a tres para 2019, lo que refleja un endurecimiento de postura. La Fed marcó otros dos cambios al anunciar que solo iba a subir los intereses de la tasa sobre el exceso de reservas (IOER) en 20 puntos básicos y que comenzará a celebrar una rueda de prensa después de cada reunión en 2019. Sin embargo, en su rueda de prensa el presidente Powell señaló que no se debe considerar que estos cambios suponen indicación alguna con respecto a la trayectoria futura de la política monetaria.
Abrazos,
PD1: Volvemos a un tema clave, la educación de los hijos y nietos…
No se puede educar a granel, al por mayor, en general; solo se puede educar en la intimidad: de persona a persona, de tú a tú, de un interior a otro. De la primera forma se adiestra, se instruye, se adoctrina; pero para educar hace falta una conexión personal que únicamente se establece cuando se abre la intimidad.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la puerta de la intimidad se abre desde dentro, no desde fuera, por lo que solo uno mismo puede abrirla a los demás. Razón por la cual, cuando se franquea desde fuera, siempre se produce cierta violencia, algo semejante a una invasión o un allanamiento de morada. La llave de esa puerta es el consentimiento; de otra forma, se fuerza la cerradura, se asalta la intimidad y, entonces, se pierde la confianza y, de resultas, se desvanece la posibilidad de educar.
Para educar, por tanto, hay que poder acceder a la intimidad del otro, a la vez que hay que respetarla. Si la tenemos vetada, poco podremos hacer; si la invadimos sin el consentimiento debido, ese poco se convierte en nada. Los padres de hijos adolescentes saben bien que estos son muy celosos de su intimidad y que han de respetarla, que no pueden inmiscuirse donde no se les deja entrar so pena de que se corte ese fino hilo que los une con sus hijos. Muchos divorcios entre adultos y adolescentes tienen su origen en una desacertada irrupción en la intimidad de quienes la acaban de descubrir y la guardan celosamente, sobre todo ante sus padres.
En varias ocasiones nos han preguntado hasta qué punto hay que respetar la intimidad de los hijos: si se pueden registrar bolsillos, carteras y móviles, diarios, cuentas de correo, de Facebook o de cualquier otra red social, si es lícito someter a los hijos a controles periódicos… La pregunta es pertinente porque no podemos educar desde el otro lado de la puerta, es decir, sin saber lo que está pasando dentro. Pero la respuesta no es sencilla: debemos saber compaginar el derecho que tienen nuestros hijos a guardar su intimidad y el deber de los padres a educarlos, el cual exige, por una parte, que tengamos acceso a ella y, por otra, que la sepamos respetar.
Por supuesto, en caso de que tengamos sospechas de que nuestro hijo está en peligro (drogas, juego, acoso, delincuencia…), deberemos traspasar por nuestra cuenta ese límite aun a riesgo de que cambie la cerradura y nos dé con la puerta en las narices. En su momento le explicaremos que no nos quedaba otro remedio y que lo hicimos movidos por el deber que tenemos de velar por su seguridad.
De todas formas, lo más deseable es que nuestros hijos nos abran la puerta de su intimidad y nos dejen entrar. Para conseguirlo tenemos que aprender a llamar, sin caer en la pesada insistencia que lleva al de dentro a desconectar el timbre ni en el exceso de prudencia que puede convertirse en negligencia. Saber llamar a la puerta de su intimidad es saber mantener el contacto con tacto, es decir, estar pendientes sin que se note, escuchar antes de hablar, estar siempre disponibles sin avasallar, y aceptar, querer, estar.
Pero educar en la intimidad no solo significa que es en la intimidad donde se educa, sino también que hay que educar la intimidad. Si no la hemos sabido respetar, probablemente obtendremos una aparente contradicción: que nuestros hijos nos cierren la puerta a calicanto a nosotros, sus padres, y que la dejen abierta de par en par a otros. Si, en cambio, hemos sabido llamar, conseguiremos que ellos también la respeten (se respeten a sí mismos) y que no abran la puerta a cualquiera, a esos lobos feroces que se enharinan la pata y se cubren con pieles de cordero.