Cada vez con más deudas que
implican menor potencial futuro de crecimiento. Y esto es tanto para el Estado,
como para empresas y particulares… Es gran afición a que sean otros los que
paguen los desmanes pasados, esa afición a que sea la siguiente generación la
que pague los gastos corrientes actuales… Y lo malo es que hay un trágala
total.
Ahorrar supone renunciar a consumo actual por consumo futuro. Del
mismo modo, endeudarse para financiar consumo corriente, y
no inversiones, supone anticipar al momento presente consumo
futuro. Esto es válido para familias, empresas y Estados.
Una familia puede decidir pagar sus vacaciones a
crédito, utilizando las numerosas ofertas de financiación existentes de
préstamos preautorizados. De hacerlo, sólo estará sustituyendo consumo futuro
por consumo actual, debiendo asumir además de la devolución del préstamo la
carga financiera de los intereses, por lo que afectará a su consumo futuro.
La facilidad de lograr financiación cuando los tipos eran cero o
incluso negativos ha llevado a determinadas empresas a endeudarse con excesiva alegría, sin que el destino de
la financiación recibida haya sido la mejora de la rentabilidad de la empresa.
De nuevo, esta deuda habrá aumentado la capacidad de gasto de la empresa en un
momento dado, a cambio de un menor gasto futuro, siempre que no se haya
dedicado a inversiones productivas.
En el caso de los Estados ocurre lo mismo. Endeudarse
para pagar gastos corrientes, incluidas las pensiones, se realiza a costa de
una menor capacidad de gasto futuro (y de las pensiones futuras).
En el conjunto de la economía, un aumento de la deuda facilita a corto plazo el aumento del
consumo y del crecimiento económico, pero a costa de crecimiento futuro.
El incremento de la deuda ha sido una constante desde el principio de este
siglo, acentuándose la tendencia desde la crisis financiera de 2008. Los bancos
centrales se han encargado de facilitar este aumento de deuda sin precedentes
en la historia, mientras que bajaban los tipos de interés.
La actuación de los bancos centrales ha consistido no sólo en situar en niveles ínfimos los tipos de corto plazo, sino también los tipos de los bonos a largo plazo mediante la compra directa de bonos, "distorsionando" los tipos de interés. Adicionalmente, han facilitado una liquidez abundante y barata.
Así, la economía se ha vuelto
dependiente de una dosis cada vez mayor de deuda para crecer año tras año.
Las grandes empresas, especialmente en EE. UU., se han endeudado para comprar sus propias acciones. Las
familias, a su vez, han recurrido a una financiación creciente para mantener su
nivel de consumo. Por su parte, los gobiernos no han dejado de incrementar su
endeudamiento para financiar sus programas de gastos que exceden año tras año a
sus ingresos.
Crecer en base a una deuda creciente es intrínsecamente insostenible. La deuda anticipa la demanda futura y, por tanto, la limita. El modelo de crecimiento a base de deuda está agotado. Por un lado, la deuda deja de generar crecimiento. Por otro lado, la vuelta de una inflación elevada hace que aumente la carga de los intereses que hay que satisfacer por la deuda viva.
En el caso de la economía de EE. UU.,
mientras que el tamaño de su economía (PIB) ha crecido un 25%
desde 2009, su nivel de deuda se ha
incrementado un 180% (datos hasta primer trimestre de 2021). En
números: para un incremento del PIB de 3,7 billones de dólares, la deuda ha
tenido que aumentar en 17,6 billones de dólares. Han hecho falta 4,7 billones de nueva de deuda para generar un billón adicional de
actividad económica.
A todos los excesos les llega su momento de purga. Al excesivo endeudamiento de la economía global
también. El apabullante nivel de deuda global limitará el crecimiento durante
un largo periodo de tiempo. Las vacaciones a crédito se disfrutan, pero luego
hay que pagarlas con los intereses.
Abrazos,
PD1: Nuestro Rey lleva una corona de espinas, y su Reino es eterno.