No han sido eficaces. Van a acabar ganando la guerra y la vía económico no ha servido para casi nada…
Sanciones: percepción y realidad
Han transcurrido ya dos años desde que se intensificaron las sanciones a Rusia con motivo de la invasión de Ucrania. Rusia ya sufría algunas sanciones de la UE desde 2014 tras la anexión de Crimea.
El objetivo de las distintas rondas de sanciones a la Federación Rusa tenía como objetivo un desmoronamiento de su economía que dificultara el mantenimiento de la guerra por parte de Rusia. Dos años después, los objetivos pretendidos con las sanciones no se han conseguido. Muestra de ello es la evolución de la economía rusa y la mejora de previsiones del FMI para la economía rusa. Hace dos años el FMI auguraba una fuerte recesión. Ahora, al contrario, espera un crecimiento notable de la economía rusa durante los próximos años.
Existe una percepción errónea muy extendida sobre el alcance de las sanciones. Tiende a creerse que existe un embargo comercial total sobre la Federación Rusa. En realidad, en ningún momento se ha pretendido un embargo comercial total a Rusia, es decir, un aislamiento de la Federación Rusa del comercio mundial, como en su día se hizo con Irán. Sólo se ha sancionado a un número limitado de personas (1.718) y de entidades (419). Se han inmovilizado bienes en la UE de las personas y entidades sancionadas por valor de 21.500 millones de euros y se han inmovilizado activos del Banco Central de Rusia en la UE y en países del G7 por importe de 300.000 millones de euros.
El comercio internacional con Rusia no está prohibido. Sólo existen una serie de restricciones a la importación y exportación de determinados productos con destino u origen la UE. Es decir, algunos productos no se pueden vender a Rusia desde la UE y algunos productos no se pueden comprar a Rusia desde la UE. Explícitamente se excluyen de las sanciones la exportación desde Rusia de productos alimentarios, agrícolas o fertilizantes. Las sanciones de la UE sólo cubren el comercio bilateral entre la UE y Rusia, no el comercio internacional.
Lo que ha ocurrido durante estos dos años es que una parte significativa del comercio prohibido con Rusia se ha triangulado a través de terceros países. A modo de ejemplo, Armenia, que no produce vehículos, ha pasado de exportar coches a Rusia por importe de 800.000 dólares en enero de 2022 antes de la guerra, a exportar coches a Rusia por valor de 180 millones de dólares en enero de 2023. La exportación de coches alemanes a Kirguistán se ha incrementado más de un 5.000% desde la invasión rusa de Ucrania. Es fácil adivinar qué país es el destino final de estas exportaciones.
Con el petróleo y sus derivados que la UE no puede adquirir directamente de Rusia ha ocurrido algo parecido. Entre China e India han pasado a ser receptores del 90% del petróleo ruso. Europa recibía entre el 40-45% del petróleo ruso antes de las sanciones. Ahora no alcanza el 5%. Por su parte, de las importaciones de petróleo de India antes de la guerra procedentes de Rusia apenas eran del 2%. Ahora suponen el 35%. Una parte no despreciable de dicho volumen importado desde Rusia acaba en los mercados europeos.
Desde diciembre de 2023 existe una nueva cláusula en las sanciones que pretende evitar la reexportación de productos prohibidos a Rusia, es decir, la triangulación de operaciones a través de terceros países. El control sobre estas operaciones sin la colaboración de terceros países no integrantes de la UE se antoja muy compleja. Conviene recordar el mapa de países que no han impuesto sanciones a Rusia.
Al no existir un embargo comercial total, las exportaciones de Rusia se han reorientado hacia Oriente y hacia los países que no aplican sanciones. Así, el comercio bilateral entre Rusia y China ha ascendido en 2023 a 228.000 millones de dólares, la mayoría de este realizado en rublos o yuanes.
La razón principal por la que no se ha decidido aislar comercialmente a Rusia es doble. Por un lado, sin la aplicación de sanciones secundarias por parte de la UE y de Estados Unidos a aquellos países que no tienen intención de dejar de comerciar con Rusia, el aislamiento comercial a Rusia es inicuo y poco realista. En segundo lugar, quitar del mercado el 100% de las exportaciones rusas de determinados productos como el gas, el petróleo o el uranio implicaría una disminución de la oferta global que dispararía los precios de estos productos a nivel global infligiendo un severo daño a las economías importadoras.
Rusia exporta diariamente unos 8 millones de barriles de petróleo al día. Suprimir esta cantidad del mercado crearía una disminución de la oferta de petróleo que provocaría fuertes subidas en el precio. En otros productos como el gas, algunos países europeos siguen siendo muy dependientes de Rusia. Austria importa el 98% del gas desde Rusia. No se puede permitir renunciar al gas ruso sin provocar un serio problema a su economía.
Tras dos años de sanciones a Rusia, claramente no se ha cumplido el objetivo pretendido de debilitar la economía rusa de tal manera que no pudiera continuar con la guerra en Ucrania. El efecto secundario ha sido un encaramiento de la energía en Europa que ha llevado a la industria europea a una fuerte pérdida de competitividad. La falta de un horizonte de cambio de la situación actual está llevando a empresas (como Basf o ThyssenKrupp) y sectores industriales enteros a plantearse la deslocalización de sus instalaciones productivas. El gas barato ruso era esencial para ventaja competitiva de la industria alemana.
Aunque no era el efecto deseado, tras dos años de sanciones a Rusia, el gran perjudicado de las sanciones "selectivas" a Rusia ha sido la economía europea, incluso más que la propia economía rusa. ¿Por qué no es admisible comprar petróleo a Rusia, pero sí lo es comprarle gas? Difícil respuesta. Una cosa es la realidad de las sanciones y otra la percepción que se tiene de ellas.
Abrazos,
PD: Agradar a Dios: