Este ha sido el principal mal de los últimos años. Y sigue siéndolo hoy…
La liquidez genera inflación
Los índices de inflación oficiales solo recogen parcialmente la pérdida de poder de compra de la moneda
Los bancos centrales se van a ver forzados a permitir, de nuevo, tipos de interés reales negativos
La pérdida de valor de la moneda está casi garantizada
Cuanta más liquidez (dinero) hay en la economía, más probable es que suban los precios y se genere inflación. Hay más dinero para adquirir los mismos bienes, lo que impulsa los precios al alza.
Los índices que miden la inflación (IPC o Índice de Precios al Consumo) solo recogen los artículos que componen una hipotética cesta de la compra representativa de un hogar medio, aunque con matices dependiendo del país. En cualquier caso, la inflación medida a través del IPC no recoge la subida del precio de los activos reales, entre ellos alguno tan relevante para las economías familiares como el precio de la vivienda o el tipo de interés de las hipotecas. Por lo tanto, los índices de inflación oficiales solo recogen parcialmente la pérdida de poder de compra de la moneda (en nuestro caso el euro).
Hasta ahora, la enorme inyección de liquidez generada desde 2008 ha provocado un encarecimiento de los activos reales (incluidas las cotizaciones bursátiles) mayor que la subida de los precios de los bienes y servicios recogidos en el IPC, con la excepción de los fuertes repuntes de la inflación de 2021 y 2022.
La creciente liquidez a nivel global ayuda a explicar en gran parte la subida de los precios de los activos: bolsas, inmobiliario, oro y materias primas. Hasta ahora, la liquidez ha provocado mayor inflación del precio de los activos que en los precios al consumo.
De cara a los próximos años, la liquidez global va a incrementarse incluso más si cabe. Entre otros motivos, por los siguientes:
+China se encuentra en deflación (caída de los precios al consumo) y está realizando un constante aumento de la liquidez con intención de reactivar su economía. Inevitablemente, parte de dicha liquidez acaba en los mercados financieros internacionales.
+Los bancos centrales inevitablemente volverán a comprar activos financieros aumentando la liquidez. Pasarán de reducir su balance vendiendo bonos en cartera comprados en años anteriores a volver a comprar parte de los bonos soberanos emitidos por los distintos Tesoros. La Reserva Federal ha sido el primero de los grandes bancos centrales en parar la venta de bonos que tenía en balance (QT) y no tardará en volver a comprarlos. Tras la Reserva Federal irán el resto de grandes bancos centrales, empezando por el BCE.
+El desarrollo de los mercados de "stablecoins" (explicado en otro artículo) generará más dólares digitales en circulación a nivel global. Parte de dicha liquidez acabará en los mercados financieros y parte se trasladará al consumo y la inversión. Actualmente todas las stablecoins capitalizan, o valen, unos 300.000 millones de dólares. Las propias estimaciones del BIS (el banco central de los bancos centrales) sitúan el valor de todas las stablecoins en 2030 entre 1,6 y 3,7 billones de dólares. Todo este volumen de stablecoins supone creación de liquidez por parte de empresas privadas, no por parte del banco central, que en parte acabará en los mercados de activos y parte en consumo e inversión.
+El valor de todas las criptomonedas ascendía a 3,25 billones de dólares (de doce ceros) a finales de 2024. La subida del precio de las criptomonedas produce un efecto riqueza en sus tenedores que fomenta el consumo, la inversión y la conversión de parte de dichas criptomonedas en dólares y euros bancarios.
La abundante liquidez o incluso hiperliquidez parece garantizada para los próximos años. Esta liquidez puede provocar inflación de precios al consumo, o inflación del precio de los activos reales o ambas cosas a la vez.
Adicionalmente, las presiones inflacionistas del nuevo entorno internacional son evidentes, especialmente en Estados Unidos: acercamiento de las cadenas de suministro y de producción a lugares amigables donde prima la seguridad, no el coste (nearshoring); la guerra arancelaria; la limitación de la inmigración; la fuerte inversión en defensa en detrimento de otros sectores; la necesidad de más energía para hacer frente a la vertiginosa construcción de centros de datos.
Ante este panorama, los bancos centrales se van a ver forzados a permitir, de nuevo, tipos de interés reales negativos. Es decir, con una inflación superior a los tipos de interés.
De ser correcto este análisis, la principal conclusión es que, en cualquiera de las alternativas, la pérdida de valor de la moneda está casi garantizada. Malas noticias para los ahorradores e inversores más conservadores. Los productos de rentabilidad sin riesgo mermarán poco a poco el poder adquisitivo del patrimonio. La inversión en activos reales, incluyendo las empresas, será la única forma de conservarlo.
En EEUU Trump anuncia un dividendo arancelario de 2.000 dólares para los estadounidenses.
No se puede combatir la inflación dándole dinero a la gente para gastar, manteniendo un déficit público del 6% y haciendo que la Reserva Federal recorte los tipos de interés.

Abrazos,
PD: Interesante: En el año 997, el caudillo musulmán Almanzor llegó a Santiago de Compostela dispuesto a destruirlo. Cuando entró en la ciudad vacía, solo encontró a un anciano rezando. Era Pedro de Mezonzo, un gallego que defendía con su vida la tumba del Apóstol Santiago.
Pedro había nacido en Curtis, A Coruña, alrededor del año 930. De familia noble, ingresó joven en el monasterio de Santa María de Mezonzo, donde se ganó fama de sabio y de hombre justo. Décadas después sería obispo de Santiago, en tiempos del rey Bermudo II.
Cuando Almanzor inició su expedición, arrasó Tui, destruyó Salvaterra y avanzó hacia Compostela. Pedro sabía que resistir era inútil, así que ordenó evacuar la ciudad para salvar las reliquias del Apóstol y proteger la vida de los compostelanos.
El 10 de agosto de 997, Almanzor entró en una Santiago vacía. Durante una semana saqueó templos y palacios, incendió la basílica y robó las campanas, que serían llevadas a Córdoba para convertirse en lámparas en la Gran Mezquita.
Pero cuando llegó al sepulcro del Apóstol, encontró allí a un monje que rezaba.
“¿Por qué estás aquí?”, preguntó Almanzor.
“Para honrar a Santiago”, respondió.
El caudillo ordenó que no se tocara ni esa tumba ni a ese anciano, el único que se quedó para cumplir su deber.
Ese monje era Pedro de Mezonzo y, sorprendentemente, las crónicas cristianas y musulmanas coinciden en ese encuentro. Por eso, cuando la ciudad fue reducida a cenizas, la tumba del Apóstol quedó intacta.
Tras el saqueo, Pedro impulsó la reconstrucción de Compostela. Restauró templos, reorganizó la diócesis y devolvió la esperanza a un pueblo devastado. En medio de aquel desastre, compuso un himno que aún se reza en todo el mundo: la Salve Regina.
Dicen que la inspiró una imagen de la Virgen de los Ojos Grandes de Lugo. Su plegaria, “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia”, se extendió por toda Europa y convirtió al obispo gallego en uno de los grandes autores del canto litúrgico medieval.

Pedro murió en el año 1003 y su fama de santidad se propagó por Galicia y por Roma. Fue canonizado siglos después, y su figura quedó unida para siempre a la reconstrucción espiritual de Compostela.
Dos siglos y medio más tarde, en 1236, el rey Fernando III conquistó Córdoba, y mandó fundir el bronce de las lámparas de la mezquita, las mismas que habían sido campanas de Santiago, y devolverlas a Galicia. El destino tenía memoria.
Aquel día de 997, mientras Almanzor arrasaba Compostela, un solo hombre defendió al Apóstol. Y gracias a él, la tumba de Santiago sigue en pie.