Interesante lo que cuenta Jose Luis Feito:
La erosión del Estado de bienestar
La elección es reformar hoy o sufrir una crisis de deuda mañana
A finales del verano, en un seminario de su partido, el canciller Merz efectuó una intervención que desgraciadamente ha pasado inadvertida en España. La conclusión de la misma, en sus propias palabras, es que “el Estado de bienestar que tenemos hoy en Alemania ya no se puede financiar con lo que produce la economía”. Si esto piensa el primer ministro de su país, cuya deuda pública en términos de PIB es la más baja del G-7 y alrededor de 25 puntos inferior a la media de los restantes países de la eurozona (y 40 puntos inferior a la de España) no es difícil colegir lo que se puede decir sobre la situación de los otros países desarrollados.
La capacidad de producción de la economía determina el montante de ingresos públicos y con ello el nivel de gasto público que se puede cubrir sin comerse los frutos de la producción futura. En principio, los ingresos públicos que se pueden extraer de un determinado nivel de producción pueden aumentar o disminuir mediante un incremento de impuestos dependiendo de la cota preexistente de los mismos y de sí el incremento se centra en los impuestos directos o en los indirectos. En Alemania, considera el canciller, no hay ingresos públicos suficientes para cubrir las necesidades de gasto público comprometidas y subir impuestos no aumentaría sino que disminuiría los ingresos porque sus niveles actuales ya coartan la capacidad de producción y su ritmo de crecimiento. Por otro lado, cualquier margen que haya de aumento de la deuda pública se debe aplicar a la inversión pública y el gasto en defensa. Por lo tanto, es imperativo, concluye Merz, realizar reformas que frenen el crecimiento desbocado del gasto social. Como es bien sabido, la fuerza principal que viene socavando desde hace tiempo los cimientos del Estado de bienestar y lo hará de forma aún más virulenta en los próximos años es la demografía, el envejecimiento acelerado de la población y el consiguiente aumento explosivo del gasto en pensiones y sanidad. Lo que terminará desmoronándolo si no se reforma son los comprometidos e inevitables aumentos de gasto militar y las evitables pero comprometidas medidas para luchar contra el cambio climático. De hecho, incluso prescindiendo del aumento de gasto asociado con estos últimos compromisos, en ausencia de reformas, la dinámica demográfica por sí sola desbordará el gasto público por encima de la capacidad de financiarlo antes de que finalice esta década. En muchos países, pues, ya no hay margen para seguir financiando este gasto mediante aumentos de impuestos o deuda pública o reduciendo otros gastos públicos, como se ha venido haciendo hasta ahora.
Aumentos de impuestos o déficits públicos
Es indudable que los políticos mínimamente versados en los números y el razonamiento económico, lo que excluye obviamente a los anticapitalistas de izquierda y de derecha, comparten este diagnóstico. En las sociedades dónde hace tiempo que proliferan ese tipo de políticos racionales, las de los países escandinavos son un ejemplo palmario, hace tiempo que se están instrumentando reformas del gasto social para impedir que su magnitud supere la capacidad de producción del país. Reformas que pasan por adaptar la edad de jubilación a los aumentos de la esperanza de vida y por fomentar los conciertos con el sector privado para la provisión de servicios de sanidad y educación, amén de controlar férreamente que las ayudas sociales no desincentivan la búsqueda de trabajo y llegan a quienes más las necesitan. Otras sociedades, ya sea porque no abundan en ellas ese tipo de políticos u otras razones, no admiten recortes ni reforma alguna de ese conjunto de prestaciones que se engloban en lo que se denomina gasto social o Estado de bienestar. Los gobiernos de estas sociedades se afanan en mantener intactos los compromisos de gasto social intentando financiarlos mediante aumentos de impuestos o déficit públicos o reducciones del resto de gasto público. Al respecto, el caso de España en los últimos años es paradigmático. No sólo no se ha efectuado reforma alguna sino que incluso se han incrementado los compromisos de gasto social, llevándose a cabo notables subidas impositivas y recortes del otro gasto público, sobre todo en defensa e infraestructuras, para financiarlo. A pesar de las subidas impositivas y de esos recortes, así como de una coyuntura económica comparativamente muy favorable, el déficit público en términos de PIB no ha bajado del 2%.y la deuda pública supera en 15 puntos la media de la eurozona.
Recortes y reformas más drásticos
Paradójicamente, cuanto más se persista con estas políticas tanto más dañinas serán las consecuencias para el bienestar de la mayoría de la población, tanto a corto como a medio y largo plazo. A corto plazo, porque los costes sociales de los aumentos de impuestos y deuda pública o de los recortes de la inversión pública u otros gastos públicos esenciales pueden superar los beneficios del incremento del gasto social. A medio y largo plazo, porque los excesos del Estado de bienestar debilitan el avance de la productividad, merman el crecimiento económico y terminan por no poderse pagar. Consecuentemente, cuanto más se retrasen las reformas y más se amplíe la brecha entre el tamaño del gasto social y la capacidad de producción, mayores y más bruscos tendrán que ser los recortes en el futuro. Al final, esto lo estamos viendo en Francia y en el Reino Unido, la elección es reformar hoy o sufrir una crisis de deuda mañana. Huelga decir que la crisis de deuda, con el consiguiente aumento de los costes de financiación y por ende del gasto público, termina imponiendo recortes y reformas más drásticas de lo que hubiera bastado si se hubiesen instrumentado a su debido tiempo.
Abrazos,
PD: “La fe cristiana no dice «creo en algo», sino «creo en ti». Es encuentro con el hombre Jesús y en ese encuentro se experimenta el sentido del mundo como persona”. - Benedicto XVI