La comercialización de fondos de inversión se está cambiando a marchas aceleradas. Ahora se pueden suscribir cualquier fondo en entidades como la mía que son plataformas abiertas y que ofrecen unos 6.000 fondos extranjeros diferentes. Sin costes, con asesoramiento, si comisiones de suscripción, de reembolso, ni de depósito… Pero no, la gente sigue enganchada a su banco habitual, a la gente no le parece mal que le coloquen los productos que quiere la entidad o los que hay en campaña… Ay!!!
La revolución digital va a arrasar la industria de gestión de activos
Hace pocas fechas Francisco González, Presidente de BBVA, afirmaba que la industria financiera va a sufrir unas modificaciones tan radicales como las que ya sufrieron otras industrias como la música y los medios de comunicación y que si esta revolución no había sucedido hasta ahora en el mundo financiero, era por la elevada edad media de los clientes actuales y por la alta regulación.
Si dirigimos nuestro foco a la industria de gestión de activos y en el caso español, esta revolución digital va a ser aun más intensa, por que el panorama actual es aterrador:
+ Industria con un 80% de los fondos de inversión vendidos a través de redes bancarias
+ 50% de fondos sin valor para el participe y solo para las redes
+ Gastos de comercialización (para pagar a esas redes) que suponen cerca de 2/3 de los gastos totales de los fondos, es decir en España cobra el que vende y no el que gestiona
+ Redes que solo distribuyen los fondos propios o externos que más les interesan
+ Fondos que depende de donde los compres, te cuestan más o menos
+ Muchos fondos que jamás baten a su índice
Y así un largo etcétera, lo que indica, sin lugar a dudas, que una industria con semejante situación, es una industria abocada a una profunda revolución.
Si alguien piensa que las personas que están heredando el dinero que tenían sus padres cautivos en las redes y en productos sin valor, van a seguir igual de dóciles, es que no saben darse cuenta de la magnitud del tsunami que se acerca.
Y no se trata de afirmar que las sucursales vayan a desaparecer o que los bancos no vayan a seguir vendiendo fondos, lo que creo es que el nuevo partícipe, que ya está asomando por la esquina, no va a permitir que le coloquen el producto que la red quiera, que el nuevo partícipe no va a permitir los usos y costumbres que buena parte de la industria nacional está acostumbrada a utilizar.
Algunos datos de la revolución digital que se acerca:
+ De 16 a 20 años, el 93% de la población española se conecta a Internet a diario
+ Casi 20 millones de españoles navegan diariamente desde sus ordenadores
+ Al día se generan 2,5 trillones de bytes de datos. El 90% de los datos que hay hoy en día se han creado en los últimos dos años
+ La penetración en España de Smartphone es del 70%
+ 70% de los usuarios de Internet se conectan a redes sociales
+ 60 % de los consumidores se informan sobre productos y marcas en las redes sociales
Este nuevo partícipe antes de pasarse por la sucursal o de dar la orden “on-line” de suscripción, reembolso o traspaso se va asesorar, va a comparar, va a analizar y como pasa en muchos procesos de compra de productos y servicios, va a dar muchas vueltas “on” y “off” hasta “convertir” definitivamente; y así será el cliente el que tome la decisión y no el comercial de turno el que saque del cajón y le endose el producto de campaña correspondiente.
En España hay más de 5.000 Instituciones de inversión colectiva registradas, más de 780 instituciones de inversión colectiva extranjeras, 96 gestoras nacionales…antes era extraordinariamente difícil y complicado acceder a esta información, pero ahora las nuevas tecnologías y la Web 2.0 van a dejar al descubierto las excelencias y miserias de todos.
Si a esto añadimos las nuevas exigencias normativas, la aparición del asesoramiento independiente y que por fin parece ser que la CNMV quiere poner coto a tantos desmanes, el cambio va a ser aun más radical. ¡Ojalá hubiese también una nueva asociación, que impulse y luche por este cambio en la industria!
Y no olvidemos una cosa, al ser una industria protegida fiscalmente, si algún día los ETF y/o las carteras de inversión personales tuviesen el mismo tratamiento fiscal que los fondos de inversión y pensiones, el sistema tal y como lo conocemos desaparecería totalmente.
Esta revolución digital va a traer nuevos jugadores, que van a transformar lenta pero inexorablemente el mercado, va a ser mucho más sencillo, económico y ágil operar en fondos “on line”, van a aparecer comparadores digitales de fondos, asesores digitales, nuevas webs y blogs especializados.
El mundo está cambiando de manera radical y hay muchos en la industria de gestión de activos que no lo quieren ver. El viejo modelo ha muerto.
Abrazos,
PD1: Para que aprendas los conceptos que salen en las fichas de los fondos:
Guía para interpretar correctamente los ratios de la ficha de un fondo
ASPECTOS QUE SE DEBEN TENER EN CUENTA A LA HORA DE ANALIZARLOS Y UTILIZARLOS
Dicen mucho sobre las capacidades del gestor, pero su interpretación no siempre se hace de la manera correcta. Diversos expertos del sector explican qué aspectos se deben tener en cuenta a la hora de analizar cada uno de ellos.
Para conocer la calidad del proceso de inversión que sigue un gestor hay que tener en cuenta varios factores. El estudio se puede dividir en dos partes: un análisis cualitativo –en el que se busca conocer a la persona, comprender la estrategia y saber de dónde vienen los resultados obtenidos- y un análisis cuantitativo, en el que a partir de una serie de ratios, medidas de rentabilidad y riesgo, se trata de sacar algunas conclusiones sobre las habilidades y las capacidades del gestor. Respecto a este último punto, lo más habitual es echar una ojeada a los clásicos ratios fundamentales que aparecen en la ficha de cualquier fondo que se precie. Sin embargo, su interpretación no resulta del todo sencilla y el inversor no siempre suele tener claro cómo manejarlos. Diversos expertos del sector explican cada uno de los ratios, los aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de analizarlos y cómo utilizarlos.
La beta
La beta es la pendiente de la línea de regresión de las rentabilidades de un fondo frente a la de su índice de referencia. Es una medida del riesgo sistémico y la teoría del CAPM la utiliza para calcular el retorno esperado de un activo en función de su beta y el retorno del mercado. Un fondo con una beta superior a uno exagerará más los movimientos del mercado (más beneficios que el mercado en caso de subida, pero más pérdidas en caso de caída), mientras que una beta inferior a uno significa justo lo contrario (menos rentabilidad que el mercado en periodos de subida a cambio de menor caída en periodos de corrección).
Según Diego Fernández, director de selección de fondos en A&G, la beta tiene sentido para aquellas estrategias que tengan una distribución normal de retornos y con una gestión ligada a un índice de referencia. Deja de tener sentido según el índice de referencia explique menos la rentabilidad del fondo. “Yo sólo la utilizo para estrategias de renta variable (direccionales y no) y resulta útil para tener una primera idea de cómo de agresivo o defensivo en un gestor. Como casi todos los ratios, resulta más útil hacer un análisis de periodos ‘rolling’ y no limitarnos al número estático, porque una beta muy variable es una de las demostraciones de que un gestor está utilizando la beta como fuente de alpha, aunque eso rompa alguna teoría económica”.
Según Fernández, también resulta interesante diferenciar entre la beta alcista y la bajista. “Es difícil encontrar gestores con buenas datos en ese sentido, pero debemos ser conscientes de esos números antes de invertir”, afirma.
El tracking error
Según explica Juan Merino, analista senior de Performance & Attribution Analysis de Santander Asset Management, profesor del IEB y de CIFF Business School, el tracking error mide la desviación de la rentabilidad del fondo con respecto a su índice. Estadísticamente hablando, el tracking error es la desviación estándar de las diferencias de rentabilidad (fondo frente a benchmark) y cuantifica la distancia de dicha diferencia con respecto a la diferencia media. Coloquialmente, lo conocemos como 'riesgo gestor', esto es, la libertad que toma un gestor para invertir en activos fuera del índice de referencia, aunque también se denomina 'riesgo específico'. Cuanto más bajo sea el tracking error, más estrechamente seguirá el gestor a su índice de referencia y viceversa. Se trata pues de una medida de riesgo relativo.
Cuanto más bajo sea su valor, más cercano será el riesgo de la cartera al riesgo de su referencia y previsiblemente nos alejaremos menos en rentabilidad con respecto a la misma. "Si hablamos de una gestión pasiva (donde entendemos que existe un seguimiento fiel al benchmark), el tracking error se mantendrá lo más bajo posible, y en el caso de una gestión activa (donde la participación del gestor es más fuerte) nos encontraremos con valores más elevados. Pero para que pueda ser valorado en toda su profundidad, debemos validar primero que el índice con el que estamos comparando la inversión sea el correcto", afirma el experto.
Si intentáramos estandarizar o acotar unos intervalos para la interpretación del tracking error, Merino considera que podríamos establecer los siguientes, aunque podrían variar según el momento de mercado y la entidad que lo mida o controle:
• Entre 0% y 2% hablaríamos de una gestión pasiva.
• Entre 2% y 5%, estaríamos ante una gestión con un poco más de riesgo, pero controlada
• Un fondo con un tracking error superior al 5% indicaría que estaríamos ante una gestión activa
• Entre 2% y 5%, estaríamos ante una gestión con un poco más de riesgo, pero controlada
• Un fondo con un tracking error superior al 5% indicaría que estaríamos ante una gestión activa
El experto pone un ejemplo: asumir un tracking error del 6% querría decir que si nuestro benchmark tuviera un rendimiento del 10%, teóricamente nuestra rentabilidad debería de estar entre el 4% y el 16%. "Hay diversas formas de asumir tracking en una cartera: a) Eligiendo activos fuera del índice. b) Cambiando los pesos de los activos o sectores de dicho índice. c) Invirtiendo en otras zonas geográficas. Según Merino, el asumir tracking error no solo depende del gestor, sino también del objetivo que tenga la inversión y de las herramientas que se le habiliten.
Alpha de Jensen
Sin entrar en cálculos matemáticos, el alpha de Jensen se puede definir como la rentabilidad extra que consigue el gestor de un fondo tras ajustarla por su riesgo beta. De acuerdo con el alpha de Jensen, la rentabilidad de una cartera puede descomponerse en dos elementos: la habilidad del gestor para tomar posiciones en su cartera conforme a las circunstancias del mercado, así como su habilidad para reducir el riesgo inherente a su cartera mediante una adecuada diversificación de los activos.
Según explica Ana Guzmán, subdirectora del Máster en Gestión de Carteras del IEB y corresponsable deAberdeen en España, se podría decir que esta medida proporciona información acerca del exceso de rentabilidad que es capaz de generar el gestor sobre la media del mercado, o lo que es lo mismo, su capacidad de generar valor frente a una inversión pasiva en el mismo. “Este indicador mide la rentabilidad en términos absolutos y permite saber si la cartera está bien gestionada y hacer una comparación entre fondos de la misma categoría”, afirma.
“A la hora de comparar fondos en función del alpha, tienen que ser fondos con universos y estilos de gestión muy homogéneos (betas similares, por ejemplo) puesto que de no ser así la información proporcionada queda desvirtuada”. Si bien es cierto que esta medida permite de un vistazo conocer la capacidad y generar valor del gestor, Guzmán explica que este ratio tiene una serie de limitaciones, por lo que no puede emplearse como medida única. “Además, en fondos de renta fija pierde mucho valor de representatividad por las características intrínsecas a los índices de referencia y los activos que los componen”.
“A la hora de comparar fondos en función del alpha, tienen que ser fondos con universos y estilos de gestión muy homogéneos (betas similares, por ejemplo) puesto que de no ser así la información proporcionada queda desvirtuada”. Si bien es cierto que esta medida permite de un vistazo conocer la capacidad y generar valor del gestor, Guzmán explica que este ratio tiene una serie de limitaciones, por lo que no puede emplearse como medida única. “Además, en fondos de renta fija pierde mucho valor de representatividad por las características intrínsecas a los índices de referencia y los activos que los componen”.
Ratio de Sharpe
El ratio de Sharpe se define como el rendimiento generado sobre el activo sin riesgo por cada unidad de riesgo asumida. Es una medida que habla sobre la eficiencia del gestor. Se calcula restando la rentabilidad del fondo al retorno generado por el activo libre de riesgo dividido todo ello entre la desviación típica de los retornos del fondo. El ratio de Sharpe permite medir la calidad de los resultados de un fondo en relación con su índice u otros fondos. En general, mayor de uno es considerado muy positivo. Sin embargo, para fondos de rentabilidad absoluta 0,5 se considera bueno, explicaMichelle McCarthy, responsable de riesgos en Nuveen Investments.
El ratio es muy popular porque incorpora un elemento de sentido común: cualquier inversión con riesgo que no ofrezca mayor rentabilidad que el activo libre de riesgo ofrece un Sharpe negativo y, por lo tanto, debe ser rechazada desde un punto de vista puramente teórico ya que, en el caso de un fondo de renta variable, por ejemplo, estar en terreno negativo no significa más que las bolsas han caído y su rentabilidad está por debajo de la tasa libre de riesgo.
Carlos Fernández, profesor del IEB y gestor de Alinea Global, la sicav de MCH Investment Strategies, desvela que este ratio también tiene sus limitaciones. Por ejemplo, la volatilidad de la cartera debe ser una buena medida de su riesgo, algo que en ocasiones no ocurre. El ratio de Sharpe puede generar resultados equívocos si la distribución de probabilidad de los rendimientos no es normal y no funciona del todo bien en carteras que hacen un uso muy activo de los derivados. Tampoco es correcto utilizar este ratio en carteras ilíquidas.
Es importante que el inversor sepa interpretar correctamente este ratio, puesto que a menudo puede dar lugar a equívocos. El ratio de Sharpe solo debería ser empleado para comparar inversiones homogéneas (por ejemplo, para comparar fondos ‘growth’ de bolsa europea o fondos ‘value’ de renta variable americana). “No sirve para evaluar la calidad de la gestión, aunque sí puede ser utilizado desde un punto de vista puramente inversor para saber qué paga más para el riesgo asumido”, explica Santiago Daniel O’Davoren, director de productos de inversión de Deutsche Bank y profesor del IEB.
“Lo que subyace del ratio de Sharpe es que dos inversiones con mismo ratio serían equivalentes en cuanto a su relación riesgo-rentabilidad. Implícitamente, todos los mercados deberían estar alineados en un gráfico volatilidad versus rentabilidad, pues el ratio de Sharpe es la inclinación de la recta entre un determinado mercado y el mercado libre de riesgo. Pero la realidad es que esto no es así y los mercados forman una curva convexa. Por tanto, el ratio de Sharpe de la renta variable es menor que el la renta fija, que a su vez es menor que el del mercado monetario. Por ejemplo, el Sharpe de un fondo monetario tiende a infinito puesto que su volatilidad es casi cero, pero eso no significa que sea la mejor alternativa de inversión”.
Ratio de Sortino
Muy en línea con el ratio de Sharpe está el índice de Sortino. Este ratio se calcula restando la rentabilidad de la cartera a la rentabilidad mínima que se le quiera exigir a la inversión, dividiendo el resultado entre la desviación típica. Cuanto mayor sea el ratio, mejor. Para Gustavo Pardo, gestor de clientes de Pictet WM, los ratios de Sharpe y Sortino son muy útiles para analizar la calidad de la gestión, ya que ponen en contexto el binomio rentabilidad/riesgo sobre el activo libre de riesgo y el umbral mínimo de retorno respectivamente.
Según Carlos Fernández, profesor del IEB y gestor de Alinea Global, los analistas de fondos suelen preferir Sharpe a Sortino por su facilidad de cálculo, de interpretación y flexibilidad. “El problema de Sortino es que el analista tiene que introducir un parámetro de rentabilidad mínima exigida y, por otro lado, tiene que considerar el concepto de semidesviación típica negativa. En el caso del parámetro de rentabilidad mínima exigida, si estamos seleccionando dentro de un peer group, puede utilizarse directamente el tipo de interés libre de riesgo, en aras de la simplicidad.
En el caso de la semidesviación típica negativa, el concepto es farragoso, y si asumimos que los mercados en los que invierten los fondos y las estrategias de dichos fondos tienen un comportamiento asimilable a la distribución normal, tampoco pasa nada por sustituir semidesviación por desviación. En la selección de fondos del día a día lo más práctico es utilizar como parte de nuestro arsenal de indicadores un ratio de Sharpe, con menores requisitos de computación y calibración”.
Índice de Treynor
El índice de Treynor se define como el rendimiento generado sobre el activo sin riesgo por cada unidad de riesgo asumida frente al índice de referencia. Es resultado de restar la rentabilidad del fondo a la rentabilidad del activo sin riesgo y dividirlo todo ello entre la beta. Como se ha explicado anteriormente (ver beta), tres fondos con betas 0,5, 1 y 1,5 tendrían una rentabilidad por encima de la rentabilidad libre de riesgo de un 5%, un 10% y un 15% ante una subida del mercado del 10%. “El ratio de Treynor mide precisamente esta proporcionalidad: exceso de retorno/beta. Este ratio sería igual para todos aquellos fondos que sacasen el mismo partido a la beta asumida”, explica Santiago Daniel O’Davoren, director de productos de inversión de Deutsche Bank y profesor del IEB.
“No recomendaría utilizar este ratio para comparar cualquier fondo de renta variable. Según se desprende de la fórmula del CAPM, el ratio de Treynor debería ser parecido a la prima de riesgo del mercado bursátil, y éste depende de la bolsa de la que se trate. Los mercados emergentes, por lógica, tendrán mayor volatilidad y mayor prima de riesgo y, por tanto, mayor ratio de Treynor en general. Por tanto, este ratio debería usarse para comparar fondos de un mismo mercado: fondos Ibex contra fondos Ibex, fondos de bolsa europea contra fondos de bolsa europea, etc”, indica el experto. Sí sirve para comparar fondos que siguen diferentes estrategias (value, growth, blend…).
Al tratarse de una medida relacionada con la beta, se suele utilizar especialmente en carteras de renta variable. Como la mayor parte de los ratios, no es importante su valor absoluto sino su valor relativo a otros fondos. Cuanto más alto, lógicamente mejor. Un ratio negativo no quiere decir necesariamente que el gestor lo esté haciendo mal: al igual que sucede con el ratio de Sharpe, estar en terreno negativo no significa más que los mercados bursátiles han caído y su rentabilidad está por debajo de la tasa libre de riesgo.
Pero este ratio tampoco es infalible. “Lo que se le escapa al indicador, y que sí captura el ratio de Sharpe, es el contenido de riesgo específico presente en el fondo debido a una pobre diversificación. Por ejemplo, dos fondos pueden tener el mismo ratio de Treynor y, así, parecer igual de buenos, aunque uno de los dos ser peor por tener una mayor volatilidad. El ratio se Sharpe sí castigaría a este fondo, pero el de Treynor no. Por ello, se debe usar este último sólo en los fondos en los que se supone un elevado grado de diversificación y no en fondos muy específicos, como fondos sectoriales o fondos nicho”, explica O’Davoren.
Ratio de Información
Lo primero que -según Manuel Romera, director del sector financiero en el IE Business School- hay que hacer para comprender el ratio de información o ‘information ratio’ es entender lo que significa. Este ratio compara o pondera el fondo de inversión con el mercado en que se cotiza dicho fondo. Calcula la volatilidad en la rentabilidad. El proceso es el siguiente: primero se calcula la rentabilidad del fondo sobre la rentabilidad del índice de referencia con el que se compara, para posteriormente dividirlo por el tracking error del fondo, que no es más que el índice de estabilidad o volatilidad. Cuanto mayor sea el ratio de información, mejor será la calidad de la gestión.
“En teoría, a mayor ratio el gestor está añadiendo más valor, medido como la rentabilidad por encima del mercado y acusa menos la volatilidad. Por ello, los inversores tienen que seleccionar fondos que tengan un ratio alto y que, por tanto, creen valor por encima del índice de referencia. Para poder tener una cifra representativa hay que contar al menos con cinco años de información y que este no sea negativo. También es importante señalar que no tiene sentido comparar fondos value con fondos growth. Cada fondo debe compararse con sus comparables”, explica Romera.
R Cuadrado
El R Cuadrado es un coeficiente que determina cuánto explica un activo la variación de otro. Es una medida que varía entre 0 y 1. Cuanto más próximo sea el R Cuadrado a 1, más explicativo es, por lo que un fondo de inversión que tiene un R Cuadrado de 1 con respecto al S&P 500, indicaría que las fluctuaciones del fondo están completamente explicadas por las fluctuaciones del S&P.
David Sánchez, analista de fondos de Inversis Banco, considera que el principal problema de utilizar el coeficiente de determinación es no contextualizar correctamente el resultado: hay que saber diferenciar entra casualidad y causalidad. “Para entenderlo bien: puede darse el caso de que el volumen de precipitaciones en una región de China tenga un R Cuadrado significativo con las acciones de Facebook, a pesar de no haber una dependencia entre las mismas. En este caso, de poco nos serviría el estudio de las precipitaciones en China (lo que se denominaría variable exógena) para tomar una decisión de inversión en Facebook (variable endógena), porque lo normal sería que a futuro esa relación se rompa o sea inestable”.
Es por esto por lo que, según Sánchez, se hace fundamental elegir correctamente las variables a utilizar, especialmente cuando lo que estamos midiendo es un activo contra un índice de referencia, ya que en muchos casos entender si hay causalidad no es trivial. “El uso de este ratio es más sencillo en el estudio de los fondos que se denominan trackers o seguidores de índices, aquellos que se basan en infra/sobre ponderaciones sobre un benchmark, mientras que se vuelve más complejo a medida que los fondos ganan en flexibilidad de gestión, como por ejemplo el caso de los fondos de retorno absoluto”, explica.
Máxima caída de un fondo
Es, quizás, uno de los ratios más sencillos de explicar y más fácil comprensión por parte del inversor. Se trata de una medida de riesgo que computa la pérdida máxima en un periodo determinado en los resultados de un fondo. Resulta muy interesante para gestores que siguen estrategias complejas o para fondos con mucho track record. Se puede calcular de dos formas: computando cuáles son las máximas caídas de un fondo para periodos acotados en el tiempo (máxima caída diaria, semanal, mensual…) o calculando cuál es la máxima caída que ha tenido el fondo desde un máximo (pico) a un mínimo (valle). Según Carlos Fernández, profesor del IEB y gestor de Alinea Global, la más utilizada por cuestiones de comodidad y el cálculo y comparabilidad entre diferentes carteras es la primera. El segundo se utiliza más como parte de una batería de medidas en un test de estrés.
PD2: La vida es algo más que todo esto. Hay que desprogramarse y esto cuesta un montón:
Hay que hacer muchas cosas más… Lo primero: darse a los demás, lo segundo quererles y no pretender cambiarles, y sobre todo esto, ser conscientes que no estamos aquí por casualidad…, que hay algo más, que nos han creado para algo, para amar.