27 diciembre 2016

globalización

I pencil”, “Yo, lápiz”, es un famoso artículo de Leonard Reeden The Freeman, de diciembre de 1958. Es la historia de su vida y sus antepasados, contada por un sencillo lápiz al autor del artículo. Deliciosa. Cuenta la historia de la madera, los árboles, las hachas, los camiones que transportaban la madera, el grafito, las minas, la pintura, la goma… La vida de miles de personas que han participado, de manera anónima, en algo tan sencillo como fabricar un lápiz y ponerlo a nuestra disposición en una papelería próxima. Aconsejable para todos, pero sobre todo para los niños, para que hagan el esfuerzo de pensar cuánta gente ha contribuido, desde lugares a menudo muy distantes, a hacerles la vida agradable. En Economía también usamos a veces el ejemplo de la botella de leche que nos encontramos (o mejor, se encuentran los americanos) cada mañana en la puerta de su caso. Un canto al libre mercado, a la ausencia de regulación y control, al espíritu de servicio. Y a la globalización.

Yo, el lápiz

Yo soy un lápiz de grafito, el típico lápiz de madera tan conocido por todos los que saben leer y escribir. Escribir es al mismo tiempo mi vocación y mi distracción; eso es todo lo que hago.

Yo, el lápiz, si bien en apariencia soy algo sencillo, merezco tu asombro y admiración. En realidad, si ustedes consiguen darse cuenta del milagro que vengo a simbolizar, podrán ayudar a la libertad que desgraciadamente la humanidad va poco a poco perdiendo. Tengo una profunda lección que enseñar. Y puedo transmitirla mejor que lo que un automóvil, un aeroplano o una lavadora de platos podrían hacerlo, en virtud de ser aparentemente algo muy simple.

¿Simple? Sin embargo, NI UNA SOLA PERSONA SOBRE LA TIERRA SABE COMO HACERME. Esto suena fantástico ¿no es cierto? Especialmente cuando se toma conciencia que alrededor de quinientos millones de unidades como yo son producidas en los Estados Unidos cada año. Tómenme y obsérvenme. ¿Qué es lo que ven? Sus ojos no encontrarán gran cosa: hay un poco de madera, barniz, la etiqueta, la mina de grafito, algo de metal y una goma de borrar.

Mi árbol familiar comienza con lo que en los hecho es precisamente un árbol: un cedro de fibra recta que crece en el norte de California y Oregon. Contemplen ahora todos aquellos elementos que la tarea de cortar el árbol y transportar los troncos hasta la vía del ferrocarril requiere: sierras, camiones, sogas y mucho otros pertrechos. Piensen en todas las personas y en las innumerables técnicas que intervinieron en su fabricación: en la extracción del mineral, la obtención del acero y su conversión en sierras, ejes, motores; el cultivo del cáñamo y su paso por todas las etapas hasta llegar a la soga pesada y resistente; los campamentos de los obreros con sus camas y comedores.

Los troncos son transportados hacia un aserradero en California. ¿Pueden ustedes imaginar a todo aquellos individuos que participan en la fabricación de los vagones, los rieles, los motores del ferrocarril y en la instalación de los sistemas de comunicación? Consideren las tareas que se llevan a cabo en el aserradero. Los trancos de cedro son cortados en pequeñas láminas de menos de un cuarto de pulgada de grosor cada una. Las mismas son secadas y entintadas por las mismas rezones por las que las mujeres ponen rouge en sus rostros: la gente prefiere que yo luzca hermoso y no de un blanco pálido. Las láminas de madera son enceradas y secadas en un horno nuevamente. ¿Cuántos conocimientos intervinieron en la fabricación de la tina y de los hornos, en la generación de calor, en la luz y la energía, las poleas, los motores, y en todas las cosas qua la fábrica requiere? ¿Incluimos a los que realizan la limpieza de mis ancestros? Sí, y también a quienes vertieron el concreto para edificar la represa hidroeléctrica que suministra de energía a la fábrica.

Mi punta en sí misma es compleja. El grafito es extraído de Sri Lanka. Tengan presente a los mineros y a todos aquellos que produjeron sus diversas herramientas y a los que elaboraron las bolsas de papel en las cuales el grafito es transportado y a quienes fabricaron las cuerdas con las cuales se atan las bolsas y a aquellos que las cargaron y a los que fabricaron esos barcos. Inclusive los encargados del faro que guía las naves y los operarios del puerto participaron en mi nacimiento.

El grafito es mezclado con arcilla proveniente de Mississippi en la cual el hidróxido de amonio es utilizado en el proceso refinado. Posteriormente, agentes humectantes son añadidos, tales como sebo sulfurado, que es grasa animal químicamente tratada como ácido sulfúrico. Luego de pasar por numerosas máquinas, la mezcla finalmente luce como salida de un picador de carne, y pasan a ser cortadas a medida, secadas y horneadas por varias horas a una temperatura de 1000 grados Celsius. Para aumentar su resistencia y suavidad, las puntas son tratadas con una mezcla caliente que incluye cera proveniente de México, parafina y grasas naturales hidrogenadas.

La madera de cedro recibe seis manos de esmalte. ¿Tienen idea de cuáles son todos los ingredientes del esmalte? ¿Se le ocurriría a alguien pensar que as refinerías de aceite de castor forman parte de él? Pues así es,. Al mismo tiempo, el proceso a través del cual se logra que el esmalte tenga un atractivo color amarillo, involucra las habilidades de más personas que las que alguien podría llegar a enumerar.

Mi pequeña porción de metal, está hecha de cobre. Piensen en todos aquellos que se dedican a la extracción de zinc y del cobre, y en quienes conocen las técnicas para producir finas y brillantes láminas con ambos elementos naturales. Los negros anillos que se observan en mi cuerpo, son de níquel negro. ¿Qué es el níquel negro y cómo se le aplica? As su vez, la historia completa de por qué el centro de mi cuerpo no posee níquel negro demandaría páginas enteras para explicarla.

Luego llega el momento de mi "coronación", a la que poco elegantemente se le conoce en el mundo comercial como "la arandela", la parte que los individuos utilizan para borrar aquellos errores que cometen conmigo. Un ingrediente llamado "factice" es lo que constituye esa parte de mi ser. Es un producto de características similares al caucho, hecho con un aceite proveniente de las Antillas Holandesas, mezclado con cloruro sulfurado. La llamada "goma", contrariamente a la opinión popular, se utiliza solamente para pegar. Existe también, numerosos agentes vulcanizadores y aceleradores. Por ejemplo, la piedra pómez proviene de Italia, y el pigmento que le otorga a la arandela su color es cadmio sulfurado.

¿Quiere alguien desafiar ahora mi afirmación inicial de que ningún individuo sobre la Tierra sabe cómo fabricarme? En realidad, millones de seres humanos han participado en mi creación, cada uno de los cuales sólo conoce muy poco del resto. Pero no hay un solo individuo entre todos esos millones de seres, incluyendo al presidente de la compañía de lápices, que contribuya a mi elaboración más que una infinitesimal parte del conocimiento. La única diferencia que existe entre el minero que extrae el grafito en Sri Lanka y el leñador en Oregon está en el tipo de conocimiento que ambos poseen. Ni el minero ni el leñador pueden ser dejados de lado.

He aquí un hecho pasmoso: ni el minero que extrae el grafito, ni quienes conducen o fabrican los barcos o trenes o camiones, ni quien posee en funcionamiento la máquina que talla mis partes metálicas, realizan su tarea porque me quieren. Ellos me quieren aún menos de lo que puede llegar a hacerlo un alumno de primer grado.

En realidad, entre esta vasta multitud existe algo en común, que nada tiene que ver con la circunstancia de que alguna vez hayan visto un lápiz o aún de que sean o no cómo utilizarlo. Su motivación es algo que está más allá de mi propia existencia. Cada uno de estos millones de individuos observa que pueden intercambiar su pequeña arte de conocimiento respecto de cómo se produce un lápiz, por aquellos bienes y servicios que necesitan o desean, pudiendo yo encontrarme o no entre esos bienes.

Existe aún un hecho más pasmoso: La ausencia de una mente maestra, de alguien dictando o dirigiendo por la fuerza todas esas incontables acciones que me permiten cobrar vida. Ni el más mínimo rastro de tal clase de persona puede encontrarse. En cambio, hallamos a la Mano Invisible de Adam Smith trabajando. Este es el misterio al cual me refería al comienzo de mi relato.

Yo, el lápiz, soy una compleja combinación de milagros: un árbol, zinc, cobre, grafito, etc. Pero a todos estos milagros que se ponen de manifiesto en la Naturaleza se le ha añadido un milagro más aún más extraordinario: la configuración de creativas energías humanas, millones de pequeños conocimientos dando forma a una natural y espontánea respuesta a una necesidad y a un deseo humano y en ausencia de cualquier clase de mente maestra.

Lo expresado es lo que quise decir cuando escribí, "si consiguen darse cuenta del milagro que vengo a simbolizar, podrán ayudar a la libertad que desgraciadamente la humanidad va poco a poco perdiendo." Si alguien es consciente de que estos conocimientos se armonizarán natural y automáticamente dando forma a actividades creativas y productivas, en respuesta a las necesidades y demandas de los individuos, y en ausencia de toda mente maestra gubernamental y coercitiva, esa persona poseerá un ingrediente absolutamente esencial para la libertad: FE EN LA LIBERTAD INDIVIDUAL. La libertad es imposible sin esa fe.

Una vez que el gobierno toma para sí el monopolio de alguna actividad creativa, como por ejemplo el servicio de correos, la mayoría de los individuos creerá que la correspondencia no podrá ser eficientemente despachada por particulares actuando libremente. He aquí el motivo: Cada uno admitirá que por sí mismo no puede conocer todas las facetas que involucra la entrega de correspondencia. Será consciente también de que ningún otro individuo sabe tampoco cómo hacerlo. Estas percepciones son en realidad correctas. Nadie posee suficiente conocimiento para desarrollar un servicio nacional de correos, del mismo modo de nadie posee los suficientes conocimientos como para poder fabricar un lápiz. Ahora bien, ante la falta de fe en la libertad individual, ante el desconocimiento de que millones de pequeños conocimientos natural y milagrosamente confluirán para satisfacer una necesidad del mercado, la opinión pública arribará erróneamente a la conclusión de que el correo puede ser repartido por una "mente maestra" gubernamental.

Si yo, un lápiz, fuera el único artefacto que pudiera ofrecer testimonio acerca de lo que los hombres y mujeres pueden llegar a alcanzar cuando se les permite comerciar libremente, entonces quienes tienen poca fe tendrían un justo motivo. Sin embargo, observamos que el despacho de correspondencia es algo relativamente simple si se le compara, por ejemplo, con la fabricación de un automóvil o de una calculadora o con decenas de miles de otras cosas. En las áreas donde los individuos han sido dejados en libertad, ellos han logrado trasladar la voz humana alrededor del mundo en menos de un segundo; hacer llegar un evento visualmente y con movimiento hasta el hogar de cualquier persona al mismo tiempo en que está ocurriendo; transportar cuatro libras de petróleo desde el Golfo Pérsico hasta la Costa Occidental -media vuelta al mundo- por menos dinero que el que cobra el gobierno por despachas una simple carta hasta la vereda de enfrente.

La lección que tengo para transmitir es esta: Déjese a las energías creativas fluir libremente. Simplemente organícese a la sociedad para actuar en armonía con esta lección. Procúrese que la organización jurídica remueva todos los obstáculos lo más que pueda. Permítase que los conocimientos surjan libremente. Téngase esa fe en que los hombres y mujeres libres responderán a la Mano Invisible. Esa fe será ampliamente confirmada.

Yo, el lápiz, aparentemente tan simple, ofrendo el milagro de mi creación como testimonio de que esa fe resultará muy práctica, tan práctica como lo son el sol, la lluvia, un cedro y la buena tierra.
Abrazos,
PD1: ¿Hay una ética o dos éticas?

Corta distancia, orden abierto y ética

Un colega del IESE me explicó hace unos días cómo veía él el tema de los deberes morales en una sociedad abierta y compleja como la nuestra, a partir de las ideas de Friedrich von Hayek. En lo que yo llamaría la corta distancia (la familia, el barrio, la comunidad de vecinos) funciona una ética que se basa en las relaciones personales: yo tengo deberes concretos con mi familia, mis amigos, mis vecinos…, porque puedo identificar los impactos de mis decisiones sobre ellos. Por ejemplo, cuando pongo el televisor con alto volumen, he de pensar bien si esto molesta a los del piso de abajo, porque sé muy bien quiénes son los afectados por mi decisión, Y puedo olvidarme del efecto que pueda tener sobre los que viven a un cuarto de hora de mi casa, porque estoy casi totalmente seguro de que no les produzco un daño.
Sin embargo, cuando decido comprar un producto fabricado en Filipinas en lugar de uno fabricado en mi ciudad, no puedo conocer todos los impactos de mi decisión. Conozco los más próximos, claro: el fabricante perderá ventas, quizás tenga que reducir plantilla, traer el producto de lejos provocará contaminación… Pero hay otros efectos que son más difíciles de tener en cuenta: las necesidades de los empleados en la fábrica de Filipinas, su nivel de vida, la oportunidad de que sus hijos reciban una mejor educación, la creacion de empleo en la empresa que transporta los productos…
Mi colega me decía que debemos aplicar dos éticas distintas, según se trate de la corta distancia, donde puedo evaluar las consecuencias de mis decisiones, o de un orden abierto, en el que hay tantas consecuencias, directas e indirectas, que no podré tomar una decisión correcta.
Yo plantearía el problema de un modo distinto. El principio ético es el mismo: no puedo desentenderme de las consecuencias de mis decisiones sobre otras personas, por el daño (o beneficio) que les pueda causar y (algo muy importante para mí), por los efectos sobre mí mismo: si decido despreocuparme de los efectos de mi decisión, estoy convirtiéndome en un egoísta, estoy deteriorando mi calidad moral, estoy aprendiendo a olvidarme de las necesidades de los demás y, ya en el plano puramente material, no tendré derecho a quejarme el día en que un político populista proponga medidas que me harán daño, porque yo habrá contribuido a esa reacción, como parte de los efectos no conocidos y no previstos de mis acciones.
El principio es el mismo, pero cambia su concrecióny esa concreción se va produciendo, en cada caso, con la ayuda de las ciencias (en nuestro ejemplo, de la economía) y de las posturas que la sociedad va tomando (aunque estas pueden ser parciales y aun manipuladas) En el caso del volumen de mi televisor podré concretar mucho mejor lo que debo hacer, porque puedo prever las consecuencias para los demás, y porque tendré argumentos emocionales o sociales para no hacer daño a otro, porque es una persona próxima a mí, porque me imagino lo mal que lo pasará con mi ruido, porque quizás provoque una reacción violenta contra mí, porque adquiriré mala fama en la vecindario… Esto es más difícil cuando los efectos de mi decisión se producen muy lejos. Pero no puedo olvidarme de ellos. La idea del orden abierto me servirá para entender otros efectos, que yo no puedo percibir, que no son próximos a mí, pero que no son irrelevantes. No tendré medios para comprobar si el daño producido al empleado del fabricante próximo son más o menos importantes que los del trabajador filipino, y me tendré que fiar, quizás, de los criterios del mercado, que no son definitivos (no tienen en cuenta los aprendizajes morales, por ejemplo), pero que son relevantes, y que me pueden ayudar a tomar una decisión razonable.
Mi colega lo decía de otro modo: para el trabajador próximo, mi decisión es una violación de su “derecho” a tener un buen trabajo bien remunerado y protegido; para el trabajador filipino, mi decisión de comprar localmente crea un “privilegio” en el trabajador de aquí, a costa del de allá, que no tiene ni un buen trabajo, ni un buen sueldo, ni seguridad alguna. Con otras palabras, mi decisión puede contribuir a fomentar una reacción emotivista que, por tanto, mira mejor el que tengo al lado que al que está lejos, y que puede ser injusta, al menos en el sentido de que no reconoce los mismos derechos para todas las personas. Todos somos iguales, como diria Orwell, pero unos más iguales que otros.
Conclusión primera: no hay varias éticas, sino una sola, que habrá que aplicar a cada caso concreto de acuerdo con las circunstancias. Conclusión segunda: el estado del bienestar, tal como lo conocemos, da respuesta a unos problemas, pero no puede tomarse como la única respuesta, ni siquiera como la más ética. Conclusión tercera: cuando tengas que tomar una decisión, piensa en las consecuencias que tendrá, pero con criterio amplio: no te quedes en las que afectan a los de tu entorno próximo, porque puedes ser injusto (e ineficiente). Conclusión cuarta: y como es muy difícil acertar siempre, en un mundo complejo lleno de sistemas abiertos y de relaciones próximas, acostúmbrate a procurar se justo en todas tus decisiones: esto no garantiza que tus efectos sean socialmente los mejores, pero sí que, al menos, hará de ti una mejor persona. Y son las buenas personas las que toman las buenas decisiones.