21 diciembre 2016

populismos

A esto es a lo que nos estamos enfrentando y nos afecta a todos…

Populismos

En todos los continentes hay populismos de izquierdas y de derechas; algunos llegan al poder y otros aspiran a él. A menudo la palabra se utiliza como arma arrojadiza para desautorizar una política, también cuando los que la proponen no son populistas, porque el populismo es no solo un movimiento, sino también una estrategia, que acaban practicando todos los partidos, por convencimiento o por necesidad (yo diría que más bien por irresponsabilidad).
¿A qué se debe el reciente auge de los populismos? He aquí algunas razones:
+ La crisis y la sensación de crisis, representada por el desempleo y la desigualdad, pero que abarca otros fenómenos, como la globalización (“los de fuera nos roban los puestos de trabajo”), la tecnología (que favorece a unas minorías mejor situadas y más cualificadas), los recortes en el estado del bienestar y otros muchos.
+ Las frustraciones y ansiedades colectivas de los que tienen menos recursos y, cada vez más, de la clase media. “Hicimos lo que nos dijeron, estudiamos, nos pusimos a trabajar diligentemente, y ahora estamos en el paro, no podremos cobrar nuestras pensiones y nuestros hijos se quedarán lejos de lo que nuestra generación consiguió”.
+ El aumento de la desigualdad: “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”; “los super-ricos crean barreras para que sus hijos sigan siéndolo, de modo que la movilidad social hacia arriba se ha interrumpido”. Esto quizás no es así, pero no cabe duda de que muchos lo piensan.
Parece que estamos ante un fenómeno transitorio, que acabará el día en que los políticos sean capaces de diseñar políticas que devuelvan el bienestar a todos. Pero… hay también causas más profundas:
+ La complejidad social ha aumentado, y los ciudadanos están desorientados. “En el pueblo nos conocíamos todos; en la gran ciudad estamos perdidos”. “No entendemos lo que pasa, no nos lo saben explicar, o no quieren hacerlo”.
+ La gestión pública se ha hecho tecnocrática: “los expertos están en todas partes, lo controlan todo y están siempre del lado de los que mandan. Los que tienen el poder económico y político y los que tienen el conocimiento se han adueñado de la situación, y nosotros nos quedamos fuera”.
+ Las instituciones de gobierno han perdido legitimidad por la corrupción, la opacidad en su comportamiento y el peso de la maquinaria de los partidos.
+ La gestión de los asuntos públicos se ha hecho poco transparente. Lo que se discute antes de las elecciones no tiene mucho que ver con el día a día posterior, quizás porque las decisiones importantes se toman en otros niveles, en Bruselas o en Washington, o se resuelven en el silencioso consenso de los partidos que controlan el poder.
+ Todo esto no es nuevo: es un proceso que se ha venido produciendo a lo largo de los años. Nuestra sociedad individualista ha ido erosionando los vínculos sociales: no tenemos objetivos comunes, sino cientos de objetivos privados, particulares, que defendemos contra los de otros ciudadanos.
En definitiva, no se trata de una catástrofe ocasional, sino de una deriva del sistema, que exige soluciones drásticas. Y aquí aparece la ideología populista.
¿Qué es lo que les caracteriza? No es fácil ponerse de acuerdo, porque el fenómeno se ve desde posiciones distintas, pero unos cuantos trazos que pueden definirlo:
+ El análisis gira alrededor de dos categorías: el “pueblo” contra la “elite”, cada uno con nombres diferentes según los países. “Nosotros” somos el pueblo, “ellos” son los que nos engañan, nos dominan o nos sojuzgan, y los que apoyan a los que lo hacen. Los conceptos, claro, no pueden estar bien definidos, porque no son realidades objetivas.
+ La escisión es, sobre todo, sentimental e identitaria: es la separación entre “amigo” y “enemigo”.
+ El pueblo es una forma de personalizar el malestar de todos o de muchos. El pueblo son los que han perdido su vivienda, aquellos cuyos ingresos no les permiten llegar a final de mes, los que asisten a una escuela llena de hijos de inmigrantes… Los sentimientos negativos, de insatisfacción, se convierten en positivos, de pertenencia.
+ No hay una jerarquía en las demandas de los ciudadanos: son del pueblo y todos somos iguales. Cuando los políticos las pondrán en práctica de forma oportunista, según las posibilidades e intereses de cada caso. Esto distingue el populismo actual de, por ejemplo, el marxismo: la alienación del trabajador no es un tema dominante.
+ La voluntad general debe prevalecer. Y como la democracia representativa utiliza estructuras intermedias, como los representantes y los partidos, hay que superarla: hay que hacer lo que decide el pueblo. Las instituciones liberales –separación de poderes, neutralidad de las instituciones, defensa del pluralismo político e informativo- ya no sirven.
+ El populismo suele girar (aunque no siempre) alrededor de un líder carismático, que representa las ansiedades y las expectativas del pueblo.
+ Los intelectuales y los expertos están bajo sospecha, porque han estado al servicio de la elite. Sus consejos se ven como sesgados en contra del pueblo.
+ El movimiento actúa mediante la movilización permanente del pueblo. La acción se canaliza en la provocación y la protesta. El diálogo no tiene sentido, porque lo controla la elite.
+ Hay que rechazar al que discrepa, recurriendo a la intimidación, si hace falta. El que intenta estabilizar las instituciones políticas está dificultando el avance del populismo.
+ No importa que las palabras sean verdad: lo importante es el mensaje que llevan consigo. Lo que homogeneiza al pueblo es la comunicación: de ahí la importancia del control de los medios.
+ La política populista es emocional, para provocar la identificación afectiva del pueblo.
+ La conflictividad es central en la estrategia populista. El sistema liberal democrático ha disimulado siempre el conflicto, unas veces porque la elite no mostraba ningún interés en él, otras porque no sabía cómo hacerle frente, o porque no tenía relevancia mediática. Lo que hay que hacer ahora es denunciar el conflicto, todo conflicto, acentuarlo, hacerlo emocionalmente llamativo.
+ El populismo no es necesariamente xenófobo. Los problemas con las minorías étnicas o los inmigrantes pueden ser relevantes a veces, pero no siempre.
Abrazos,
PD1: Y inmersos en una nueva política populista, tenemos que atajar el desbocado déficit público…

El irresoluble problema del déficit publico

En mayo pasado el Gobierno Italiano año acordó con la Comisión Europea los límites de déficit público. Ahora, el mismo gobierno  envía los presupuestos a Bruselas y se salta la previsión de déficit. Para evitar un “no” europeo al presupuesto, el primer ministro Renzi calienta el ambiente citando el dinero gastado en las víctimas del terremoto de Amatrice o los 2 miñlardos gastados de más en Sanidad (Financial Times, 25 de octubre). Todo esto nos suena familiar, pues lo mismo ocurre en España.
Al final, probablemente la Comisión aceptará el presupuesto italiano (como aceptará el español), con un pequeño tirón de orejas. La realidad es que la Comisión Europea no tiene alternativa. Insistir en los recortes es ahondar en el sentimiento antieuropeo que va creciendo en todas partes. Y además Renzi es proeuropeo y no quieren debilitar a alguien que está a favor, no sea que venga otro peor. Lo mismo podríamos decir de Rajoy y España.
Y menos mal que existe la UE y el control presupuestario. Si con este control el déficit es crónico, ¿qué sucedería sin la presión exterior de la UE? Los políticos de cada país harían de su capa un sayo y el que venga después que arree.
Ya hemos hablado muchas veces en este blog del problema del déficit público como crónico. En los últimos 35 años, muchos países nunca han tenido superávit (Francia, Italia) y los que lo han tenido (Reino Unido, España, Alemania) ha sido durante apenas 2 o 3 años y muy pequeño. ¿Se imaginan una empresa que perdiera dinero durante 30 años seguidos? Bueno, no se lo pueden imaginar porque esa empresa no existe.
¿Por qué este problema es crónico y de hecho irresoluble? Pues, en mi opinión, por dos factores:
• El ciudadano (sobre todo en Europa) es dócil y sumiso a la autoridad y no tiene conciencia de los impuestos que paga y, por tanto, de lo que le cuesta a su bolsillo la Administración Pública.
Además, el gobierno oculta esas cantidades. Ejemplo sencillo, nuestra nómina no recoge todos los impuestos que pagamos al Estado. Sería muy fuerte ver que destinamos el 40% o 50% de nuestro salario a la cosa pública (incluida la seguridad social, el mal llamado coste de empresa). Esto produce la falsa sensación de que no pagamos mucho y recibimos mucho del Estado que a la postre parece que cuida de nosotros de modo casi altruista. Es la historia de lo del dinero público no es de nadie que decía la ministra Calvo en tiempos del Gobierno Zapatero.
• No hay alineación de incentivos. Cuanto más gasta un gobierno más puede pavonearse y más votos saca.
Y si restringe gastos pierde votos. Así, ¿qué político se va arriesgar a los recortes?Además, puede gastar mucho pues hay dinero o se pide prestado, ya que el Banco Central Europeo (BCE) y la UE de algún modo son los garantes de la deuda. Y si al final hay mucha deuda, pues el muerto se lo cargará el que venga detrás.
En esta situación veo casi imposible que se reduzca el déficit. Y menos mal (insisto) que tenemos a la UE que pone un freno a los gobernantes y les da una excusa ante los ciudadanos para restringir el gasto.
¿Soluciones al déficit?
¿Y qué se podría hacer? Pues, además de las sugerencias que tengan los lectores, a mi se me ocurren dos cosas:
• Transparencia total sobre los impuestos que pagamos cada uno, no en global:
1-Por ejemplo, que en la nómina me indiquen el coste total de la empresa y lo que se dedica a Seguridad Social, IRPF, desempleo, etc. Y ya sería la pera si cada trimestre o mismo cada año me enviaran un resumen de todos los impuestos que he pagado, estatales, autonómicos, municipales, etc.
2-Vendría muy bien que se publicara un informe muy sencillito sobre cuantos impuestos paga el residente español: promedio de salario y promedio de impuestos pagados y en qué concepto. Creo que no sería complicado. Y si además nos indican cuatro escalones salariales (desde salario alto al bajo) y sus correspondientes impuestos, pues mejor todavía. Y si además haces comparaciones por Comunidad Autónoma, pues mejor.
3-Creo que el efecto de esto sería que el ciudadano sería más consciente de lo que le cuestan los servicios que recibe del Estado.
• Actuar sobre los que toman decisiones de gasto. Hay que alinear incentivos. Hay que dar bonus para los que ahorran gasto público. Y esto aplica desde el Gobierno hasta los profesores de un instituto. Si eres director de Instituto, ¿qué incentivo tienes por ahorrar? ¿Alguien te lo va a reconocer? Al revés. Por eso pedirás más profes, más mobiliario, mejores instalaciones, etc etc etc. Y probablemente en algunos casos esté justificado, pero no siempre. Si una parte del ahorro de gastos va al profesorado como bonus, tendrán un incentivo. Pongo este ejemplo pero hay miles de ellos.
Y aquí llega la pregunta: ¿Y esto se hará? Creo que no…
PD2: Este año he estado parco en temas navideños. Hoy te copio el villancico “Es de María” de Tajamar del año pasado con Los Secretos: https://www.youtube.com/watch?v=diBpYQB_Pj8 Es tan bonito que te lo repito… Lo han cantado mis niñas en su concurso de villancicos de este año y es una preciosidad.
La Navidad no son compras y comilonas, es espera, es cambiar, es compartir con los demás, es estar más simpático, es recibir al Señor que viene…, al Hijo de Dios que se hizo hombre como nosotros para salvarnos, de la mano de María. Así que a ver si nos centramos, yo el primero, y evito que la marabunta prenavideña nos atrape…