17 abril 2018

Los bonos predicen mejor las recesiones

Los bonos no se creen los datos macro que se van presentando. Son menos optimistas que las acciones recientemente. No sé quién tiene razón, pero históricamente han sido los bonos los que han liderado todas las tendencias del mercado…
Es de lo que se trata, si tendremos recesión en un año y se descontará en este… No lo creo ya que los indicadores no es lo que marcan… Salvo los bonos que siguen en su línea pesimista…

The Bond Market Is Waving a Flag That We Should Pay Attention To

The current bull market in U.S. equities has been impressive on many fronts, and specifically with respect to its magnitude of returns and longevity.
The magnitude of returns, up an impressive 335% on a cumulative basis over the March 2009 to March 2018 time period1, has also manifested itself in market valuations. Despite the market volatility so far in 2018, Robert Shiller’s Cyclically Adjusted Price-to-Earnings (CAPE) ratio2 still sits above 30, which continues to place today’s market as one of the most expensive ever — in the same ballpark as the market peak in late 1929, and eclipsed only by the technology-led rally in the late 1990s.
This bull run also spans nine years, reflective of the ongoing expansion of the underlying economy since the global financial crisis. The length of both the market upswing, and the economic expansion, rank among the longest on record.
While the equity market is not immune to periodic corrections, bull markets don’t typically roll over into more material downside events simply due to old age. That said, we are concerned about significant risks that may arise from a potential recessionary environment, particularly in conjunction with the market valuations noted above.
Given the length of the current economic expansion, it is not a surprise that many imbalances are growing as we get later in the cycle. However, predicting recessions—and the equity market’s reaction to such an environment—is notoriously difficult. In addition, market peaks typically predate the actual realization of recessionary conditions.
Historically, one of the more reliable precursors of recessions has been the slope of the U.S. Treasury yield curve. This is of concern because an inverted curve may reflect an overly restrictive monetary policy that risks destabilizing economic growth.
The following exhibit shows that the slope of the yield curve (as represented by the difference between 10-year and 2-year bond yields) has typically inverted in advance of economic recessions. The current spread is now under 50 basis points3, and below longer-term norms. Although the flattening curve is still some distance from an inversion, the recent trend highlights that this spread has been rapidly shrinking.
U.S. Treasury Yield Curve Spread (10-Year less 2-Year Yields)4
Further, if we extrapolate the U.S. Federal Reserve’s guidance of two more rate hikes (for a total of three) in 2018 into higher yields at the short end of the curve, it is not unrealistic to see the curve inverting should the long end hold steady over the course of the year. The 10-year yield had started to climb higher in the first couple of months of 2018, in response to stronger global growth and the potential for a long-awaited revival of inflation, before retrenching somewhat in late March.
We view the current yield curve spread as a warning sign to monitor closely. Our strategists are also paying attention to other indicators, including corporate leverage and the implications of labor market conditions for future wage growth and Federal Reserve policy.
In summary, while we don’t believe the risks of a recession are immediate, we are increasingly concerned with the directional trend of some indicators, including the potential for an inversion of the yield curve. The current market environment, and particularly the backdrop of expensive U.S. equity valuations, highlights the need for heightened vigilance. This includes ongoing consideration of the trade-off between continued participation in the bull market for risk assets and the potential for material losses should recessionary conditions eventuate sooner rather than later.
Esto es lo que sale si enfrentamos la evolución del PIB de EEUU y la pendiente de su curva de tipos:
Mientras tanto, la bolsa sigue en un canal lateral my fijo:
Del que creo va a acabar saliendo… Abrazos,
PD1: Más cosas sobre la oración:

Tocando el ser Hijos de Dios

“El demonio es inteligente y nos dice: «no reces, escóndete, no puedes presentarte así ante Dios»…”
Las reflexiones de Jacques Philippe, sacerdote de la Comunidad de las Bienaventuranzas, encienden las ganas de orar; viviendo cada instante traspasados por la apasionada certeza de que el Amado Señor está con nosotros, sosteniendo nuestra inagotable sed de Él, único Dios.
Quien desee puede gustar algo de esta sed de Dios que apasiona su vida entera y la de millones en el mundo, leyendo parte de la entrevista que compartió con El Prisma al alero de la referida charla… Porque como él mismo lo señala, “aunque tal vez no se vea, mucha gente siente hoy esta llamada del Espíritu a la oración, y cuando uno entra en este camino –un camino de fidelidad y no siempre fácil-, las consecuencias son muy positivas”.
¿Qué tipo de consecuencias?
Me refiero a los frutos… Si permanecemos fieles a la oración, poco a poco nos volvemos más apacibles, más delicados, más atentos a los demás: comunicamos la paz de Dios. Luego están los santos, que gracias a la oración han logrado hacer grandes obras de amor impensables en un principio.
¿Qué es una “buena oración”?
…La que nos hace encontrar a Dios y poco a poco nos transforma interiormente. Las actitudes esenciales son tres: la oración ha de ser un acto de fe, de esperanza y de amor.
Una vez hecho este primer contacto, ¿qué siente?
Bueno, es cierto que gracias a la oración uno puede llegar a sentir –a percibir sensiblemente- la presencia de Dios, su ternura y su alegría. No pasa siempre pero es algo bonito cuando ocurre… Aunque la oración no es desde luego una mera experiencia sensorial, también es cierto que muchas veces despreciamos los sentimientos y nos quedamos en un plano más frío, más intelectual.
¿También se puede contactar con Dios por esta vía?
Sí, a veces. Pero hay que tener claro que la oración como acto de fe no se basa ni en los sentimientos ni en el intelecto.
¿Entonces en qué?
Hay momentos en los que buscamos sinceramente a Dios, llenos de buena voluntad, pero …Dios no responde todas las preguntas… en toda vida cristiana hay momentos de mucha luz y momentos de sequía…. en estos momentos recordemos siempre una cosa.
¿Qué cosa?
Que ni la sensibilidad ni la inteligencia son la base de la relación con Dios: es la fe, es decirle “Señor, no siento gran cosa y me gustaría comprenderlo todo, pero creo aún así con todo mi corazón que estás aquí”…con el tiempo verás los frutos.
Hablabas también de que la oración ha de ser un acto de esperanza, ¿en qué sentido
Si rezo es porque sé que tengo necesidad de Dios, espero de Él la salvación que no puedo darme solo, espero de Él su gracia, su amor y su misericordia… Esto es importante porque paradójicamente, la oración a veces es un camino de pobreza.
¿Cuál es?
Que cuanto más entramos en la luz de Dios, más vemos nuestra miseria, nuestros límites, nuestra dureza de corazón… No es algo agradable, pero es bueno para ser humildes, porque sólo cuando conocemos una enfermedad podemos curarla.
Pero entonces la oración se vuelve incómoda, ¿no?
…Aparece todo lo malo que hay en mi vida, y por eso mucha gente tiene miedo de la oración, miedo del silencio, de la soledad: tenemos miedo a encontrarnos a nosotros mismos. Ahí es cuando la práctica de la esperanza es importante.
¿Cómo se practica la esperanza?
Muy simple: te pones delante de Él y le dices: “Señor, estoy ante ti como un pobre, veo todos mis pecados y mi fragilidad, pero no es un problema porque Tú eres mi esperanza. Es de ti que espero mi salvación, Señor: es de ti que espero la gracia que podrá curarme, purificarme y transformarme”. Esto es un acto de esperanza: un acto de humildad en el que dejas de hacerte el interesante, reconoces tus límites y los aceptas poniendo tu confianza en Dios. Dejas que Él sea tu roca.
No parece sencillo…
Se cuenta que al rey San Luis Jesús le dijo: “¿Querrías rezar como un santo? Te invito a rezar como un pobre”. Si entramos en esta actitud de humildad y esperanza, rápidamente Dios vendrá a consolarnos y nos dará la paz. A veces tarda un poco, pero Dios es fiel: como dice la Santa Escritura, “un pobre ha gritado y Dios escucha”. Es algo que vemos muy a menudo en la Biblia: la oración que Dios escucha –la que toca Su corazón y transforma a quien la realiza- no es la del fariseo, sino la del pobre que grita al Señor desde lo profundo, como el publicano arrodillado al fondo del templo. Es la potencia que hay en la esperanza: si esperamos todo de Dios, aunque tengamos que pasar por la puerta estrecha, Él nos lo dará todo, porque es fiel siempre.
El tercer punto que mencionabas era la oración como acto de amor.
Sí… dar a Dios cada día media hora –en tanto que el tiempo, desde luego, es importante porque es nuestra vida- es un auténtico acto de amor.
Pero no todo el mundo tiene media hora al día para dar a Dios…
Se trata de reservar un momento del día y consagrarlo a Dios.
Pero hay momentos en los que a pesar de eso, uno puede dudar de Dios, ¿cuál es la causa, según usted? ¿El pecado?
No creo que el pecado nos aleje siempre de la oración, sino que muchas veces es al contrario: nos obliga a rezar. Dios se sirve de todo: ¿cuál dirías que es el pecado más grave?
No lo sé…
…No es el hecho de ser pecador lo que me separa de Dios: si yo lloro mi pecado y me tiro a los brazos de Dios, lo que era un pecado se convierte en una gracia. Cuanto más pecador soy, más tengo que rezar. El demonio es muy inteligente, a veces caemos en una falta y nos dice: “no reces, escóndete, no puedes presentarte así ante Dios, eres demasiado horrible”. Y precisamente por eso hemos de rezar, ¿dónde voy a curarme si no en los brazos de Dios?
…De lo que se trata es que cada vez sea menos una oración de pensamiento, de cabeza, y cada vez más una oración de corazón, que se abra a Dios, en una apertura y abandono que hace que la oración sea profunda.