Según el director macro de Mapfre:
¿Una tormenta perfecta?
No olvidemos que el aumento de la prima de riesgo, y por tanto de los diferenciales de rendimiento, forma parte de cualquier endurecimiento monetario
Cuando era pequeño sentía devoción por la película “The Philadelphia Experiment (1984)”, en la que unos marines de la armada de EEUU atravesaban, en plena II Guerra Mundial (1943), una tormenta provocada por un experimento con tecnología avanzada que les trasladaba al futuro en los años ochenta y, en este contexto, se narraban sus peripecias para regresar a su momento histórico natural.
Estando hoy día en un contexto bélico similar y viendo los experimentos con tecnología avanzada de la política monetaria, intuyo con algo de resquemor cómo nos aproximamos rápidamente a otro ‘Experimento Filadelfia’. A través de una -más que posible- tormenta perfecta, podemos acabar en una crisis con enormes similitudes al año 2011.
Los tres elementos de ese experimento Filadelfia podrían ser los siguientes. Por un lado, tenemos la elevada incertidumbre en torno a las perspectivas económicas, como resultado de los costes de energía y materias primas derivados de la guerra que, además, llega tras un shock sin precedentes como la pandemia. En 2011, ya vimos las consecuencias de la crisis financiera mundial de 2008-09.
En segundo lugar, hay un punto de inflexión en el ciclo financiero internacional, como resultado del cambio de dirección de la política monetaria de EE.UU. en 2021 y, próximamente, por el BCE, como ya anunciaron el jueves pasado. En 2011, la institución monetaria de la eurozona ya subió los tipos dos veces antes de dar marcha atrás.
Por otro lado, no olvidemos que el aumento de la prima de riesgo, y por tanto de los diferenciales de rendimiento, forma parte de cualquier endurecimiento monetario. El pobre rendimiento bursátil de los bancos de la zona del euro, que deberían beneficiarse de la subida de los tipos de interés, genera dudas sobre su capacidad para seguir financiando la economía de la región de forma adecuada y homogénea, especialmente en las fronteras de la unión.
Esto se une al estrés de muchos países emergentes no productores de materias primas ni energía que son clientes y depositarios de la financiación de la zona euro y el G20. Estos ya no se beneficiaron de la suspensión del pago de intereses de la deuda de la etapa pandémica y se han convertido en insolventes de facto, con necesidades de reestructuración de su deuda y con efectos encadenados sobre algunos países, por ejemplo, aumentando la percepción de riesgo en la zona del euro.
Y, por último, las agencias de calificación, que habían adoptado una actitud muy conciliadora en el pasado, podrían cambiar pronto de sesgo. Esto unido con los diversos ciclos políticos de países muy relevantes de la unión, puede alimentar aún más el riesgo de convertibilidad y fragmentación del que no habla Lagarde. Es más, aumentan las posibilidades de que los mercados financieros quieran poner a prueba la determinación del BCE en algún momento. Por lo tanto, creo que ara evitar un ‘Philadephia Experiment’ se hace imprescindible la activación inmediata de un paraguas protector de carácter monetario o fiscal para prevenir posibles problemas de estabilidad y fragmentación financiera.
Abrazos,
PD1: Hoy celebramos el Sagrado Corazón de Jesús. Hay muchos que no saben de esta devoción tan española.