06 febrero 2015

las tripas del sector exterior no demuestran el optimismo oficial...

España lucha con el doble déficit, el público que no se acaba de solucionar y que seguimos gastando 50.000 millones al año más de lo que ingresamos (emitiendo papelitos para financiar), y el déficit exterior que salvo unos meses de saldo positivo, hemos vuelto a las andadas (importamos más que exportamos) y generamos una deuda externa que acumula ya el 100% del PIB… ¿Pagaremos algún día el doble déficit? Lo dudo…, habrá que copiar a lo que hagan los griegos…

El Sector Exterior: ¿Un Problema Sin Resolver?

Muchos comentaristas han celebrado las noticias económicas de los últimos meses como una demostración de que la recuperación en España se afianza y que esta terrible crisis que hemos sufrido va quedando atrás.
Esta recuperación, aunque bienvenida, no tiene mucho misterio. Todas las economías de mercado, por distorsionadas que estén, terminando ajustándose: los precios bajan, los comportamientos de los agentes responden a ellos y los mercados se vacían. Puede llevar siete años en vez de dos y costar mucho más de lo necesario, pero ocurre.
La pregunta importante es, por tanto: ¿hemos solucionado los problemas de fondo de la economía española? ¿O seguimos atascados en los mismas trampas del pasado?
Algunos datos sugieren que una visión relativamente pesimista al respecto. Como analizarlos todos nos haría abusar de la paciencia de nuestros lectores, hoy nos centraremos en nuestra cuenta corriente.
Desde el principio de nuestra andadura en NeG hemos enfatizado que el endeudamiento de España frente al exterior es causa y síntoma de nuestros problemas estructurales. Es causa porque expone a España a posibles crisis de refinanciación de su deuda externa y es síntoma porque ilustra los problemas de productividad de nuestro país.
Gráfico 1: Saldo de la cuenta corriente. Datos mensuales: Enero-1996 Noviembre 2014, suavizado con un MA-12.
Fuente de los datos: Banco de España
En el gráfico 1 mostramos el saldo mensual de bienes y servicios, suavizado con una media móvil, desde enero de 1996 hasta noviembre de 2014, que es el último dato disponible. Este gráfico resume bien todo lo vivido por España desde la llegada del euro. Primero, la acumulación de enormes déficits en nuestra cuenta corriente durante los años felices de la burbuja. Segundo, el brutal ajuste una vez que llega la crisis. También se ve algo insólito: los primeros superávits por cuenta corriente desde hace muchos años. El bajón de las importaciones y el buen comportamiento de nuestro sector exportador nos han dado los primeros datos positivos en muchos años.
Sin embargo la actual recuperación está resultando en una patrón habitual en nuestra economía: el deterioro, una vez más, de nuestra cuenta corriente. Al final de la muestra vemos que nuestra cuenta corriente ha entrado, una vez más, en números rojos. De manera paradójica, la mejor prueba de nuestra recuperación es que esta sigue, en la senda de nuestra posición exterior, el patrón de otras anteriores expansiones.
Este patrón es decepcionante por dos motivos. Primero porque nosotros mismos pensábamos en 2013-2014 (y así lo dijimos en un par de conferencias en España) que quizás esta crisis había sido tan profunda que el cambio en el comportamiento de las exportaciones e importaciones era más estructural que tendencial. Los datos de los últimos meses sugieren que estábamos equivocados y que los problemas del sector exterior siguen ahí, al menos de manera considerable.
Miremos, por ejemplo, la tabla 5.6 de este documento. Las importaciones de bienes de capital pasaron (en media mensual de enero a noviembre) de 1301 millones de euros a 1511 millones, un incremento de un 16.1%. Sin embargo, las importaciones de bienes de consumo no alimenticio pasaron (de nuevo en media mensual de enero a noviembre) de 3370 millones a 3930, un 16.6%, un incremento ligerísimamente mayor. Aunque uno debe de tener muchísimo cuidado interpretando solo un número, no parece prima facie que la subida reciente de nuestras importaciones se centre en exceso en bienes de equipo para producir más y pagar nuestras deudas. Estamos, como siempre comprando más de todo, más máquinas y más coches.
Segundo, porque España sigue teniendo una diferencia enorme entre los activos que los españoles poseemos en el exterior y los activos que los no residentes poseen en nuestro país. En cifras redondas y para que sea fácil de recordar, un billón de euros (billón de los de 12 ceros). En esta métrica no ha habido mejora alguna y nuestra recuperación la está deteriorando una vez más (véase gráfico 2.) El gráfico 3 muestra además nuestra posición relativa con otros países europeos en esta medida como porcentaje del PIB.
En el corto plazo este billón de euros, con los tipos de interés y el precio del barril por los suelos, no es una losa grave para nuestra economía.
El riesgo viene del “apalancamiento” que este billón de euros nos causa (o, más técnicamente, en la “beta” tan tremenda que nos mete). Como ya hemos explicado en otras entradas en el blog, los países con “programas” de la troika eran precisamente aquellos que necesitaron financiación externa para superar el parón repentino que sufrieron en varios momentos de la crisis. Los gráficos 2 y 3 nos dicen que si los mercados financieros internacionales vuelven a experimentar en los próximos meses o años una congelación por el motivo que fuere (una guerra, una nueva crisis bancaria en Estados Unidos, el colapso del régimen en China), España tiene muchas papeletas para sufrir una nueva crisis de refinanciación. Sencillamente: estamos demasiado expuestos a los mercados financieros. Y por ahora no parece que vayamos por ningún camino de reducirlas
Gráfico 2: Posición de Inversión Internacional Neta en millones de euros. Datos trimestrales: 2012TIV-2014TIII. 
Fuente de los datos: Banco de España
Gráfico 3: Posición de Inversión Internacional Neta como porcentaje del PIB. 2014TIII. 
Fuente de los datos: Eurostat
Y esta exposición tiene dos consecuencias claras para la economía política de España. Primero, limita tremendamente el margen de maniobra de cualquier tipo de aventura política. Es una cosa muy distinta hacer experimentos cuando no se depende del exterior que cuando se depende.
Segundo, porque los Españoles no parecen haber interiorizado que, si uno quiere reducir esta posición internacional como porcentaje del PIB solo hay dos caminos: o reducir el numerador o incrementar el denominador. Para reducir el numerador sin una quita habría que consumir menos de lo que se produce por muchos años. Cuando uno ha tirado de tarjeta de crédito para financiarse tarde o temprano tiene que pagar el balance. Para incrementar el denominador habría que crecer mucho, algo difícil en un contexto en el que nuestra productividad no mejore. Tiraremos por unos años de incrementos de horas trabajadas (mientras reducimos el desempleo), pero este camino tiene un límite natural.
Como decíamos antes, cuando uno ve estos números le cuesta compartir el optimismo oficial.
Abrazos,
PD1:
Están los políticos helenos en plan gallito. Han mentido tanto desde el inicio de la crisis, nos la han jugado tantas veces que da cierto rubor lo que pasaba en los días pasados, con el nuevo Ministro de Finanzas, paseándose por toda Europa, vacilando a todos los primeros ministros… El BCE le ha parado los pies. Ha dicho que después de 350.000 millones de ayudas y rescate, no se va a dar más salvo que hay contrapartida… Y no la hay. Consecuencias: bolsa más abajo y bancos griegos a punto de la bancarrota. La gente corriendo para llevarse el dinero de la banca, y los inversores sabedores que hay perdido hasta la camisa. Mira la bolsa de Atenas y los principales bancos griegos: no valen nada:
Bolsa de Atenas:
El ALPHA BANK es el más grande. Ha pasado de cotizar en 30/40 euros a valer solo 0,34 euros…
El segundo es más sangrante: de 300 euros a 0,14 euros. Es la quiebra total…
La banca sostiene a los países. Si el país está en bancarrota, como es el caso de Grecia, sus bancos andan igual. El único problema es la falacia de pensar que les teníamos que seguir dando ayuda financiera para seguir haciendo lo mismo, para seguir con los mismos engaños… No hay más dinero. En los últimos años se estableció, con el precedente de Chipre, que fueran los propios países los que se salvaran. El caos en Grecia es que ni siquiera tiene un sistema bancario, unos depósitos para tirar de ellos… Que vendan las islas!!!
Si algo queremos todos los padres para nuestros hijos es que sean felices. Tanto es así que a veces se nos va la mano y les damos más de lo que necesitan, los arropamos exageradamente y los sobreprotegemos; entonces, nos sale el tiro por la culata y, en vez de conseguir su felicidad, los hacemos dependientes, caprichosos, insatisfechos…
Pensamos que si no ponemos todos los medios posibles para que sean dichosos no somos unos buenos padres. Nos tomamos su felicidad como una responsabilidad propia y no les queremos fallar. Por eso, nos sentimos culpables o fracasados cuando vemos que nuestros hijos no se sienten felices.
Pero, aunque no podamos evitar querer que nuestros hijos sean felices, nosotros no podemos suministrarles felicidad, simplemente porque la felicidad no se suministra. Lo que los padres debemos hacer es educar a nuestros hijos, darles raíces y alas, raíces para que tengan peso y no se los lleve el viento, y alas para que puedan volar aprovechando los vientos; lo demás no depende de nosotros.
Podemos ser muy buenos padres, haber educado a nuestros hijos con esmero y sacrificio, pero ni siquiera eso asegura su felicidad. Les hemos podido poner todas las condiciones para que tengan una vida dichosa; sin embargo, las condiciones, aunque la favorecen, no la causan.
El buen hacer de los padres influye menos en la felicidad de sus hijos que los errores educativos en su infelicidad. Es decir, resulta más fácil favorecer su desdicha por una mala praxis educativa, por ejemplo:
si les damos todo lo que nos piden para que no digan que somos malos padres.
si los sobreprotegemos para sentirnos bien.
si no les exigimos nada para no exigirnos a nosotros mismos.
si no les enseñamos a aplazar la recompensa para que no tengan que esperar.
si nunca les decimos “no” para que no se enfrenten a la decepción.
si siempre estamos pendientes de sus caprichos para que no les falte de nada.
si no les dejamos que sufran para no sufrir nosotros.
si les vaciamos de deberes para que no se sientan responsables.
si les llenamos de cosas materiales para que no se encuentren vacíos.
si no les permitimos tomar responsabilidades para que no se equivoquen.
si hacemos nosotros lo que pueden hacer ellos para que no se molesten.
si no los educamos…
No hay nada que asegure la dicha de nuestros hijos, pero tendrán más posibilidades de ser felices si aprendemos a combinar el amor con la exigencia, el cariño con la disciplina, el afecto con la autoridad. Más que preocuparnos por que sean felices, debemos ocuparnos de educarlos bien porque queremos que sean felices.
Para que sean felices: Educar, educar y educar…