¡Ay de las encuestas del BREXIT,  ay! Tiene toda la pinta de que se van del club europeo… Nunca tuvieron pinta de  querernos. No son como los alemanes o franceses…, ni a tiros. Aunque no creo  que pase tanto si sale que se largan…
Si no se pone remedio, 
Mervyn  King, ex director del Banco de Inglaterra, predice en su libro publicado esta  semana –“The end of alchemy: Banking, the global economy and the future of  money”, que la zona euro se dirige hacia el colapso.
La  razón básica que señala es que hay demasiada deuda en el sistema sin la  voluntad política de Alemania de participar en una unión de transferencias.  Veamos extractos del libro de King:
“La  unión monetaria ha creado un conflicto entre una élite centralizada por un  lado, y las fuerzas de la democracia a nivel nacional por el otro. Esto es  extraordinariamente peligroso. Existe la necesidad en la zona euro de una mayor  integración, incluyendo la deuda”
“El  mundo se enfrentará de forma inevitable a una crisis financiera ya que no se  han resuelto suficientemente los problemas que causaron los problemas de  2007-2008.”
“Los  países del sur de Europa se cansarán de los esfuerzos necesarios para  permanecer en la zona euro, a pesar que el argumento contrario sobre que una  salida conduciría al caos, a una caída del nivel de vida y a la incertidumbre  de la supervivencia de la unión monetaria tiene peso real”
“Pero  si la alternativa es la trituración de la austeridad, continuar con el  desempleo masivo, y sin un final a la vista de la enorme carga de deuda, salir  de la zona euro puede ser la única manera de trazar una ruta de vuelta al  crecimiento económico y pleno empleo. En el largo plazo los beneficios  superarían a los perjuicios”, afirma King en su libro.
“La  zona euro es un experimento fallido. Una ruptura es inevitable, como lo ha sido  desde el principio. Las fallas estructurales son demasiado grandes construidas  a lo largo de los años. Ninguna unión monetaria ha sobrevivida en la historia a  menos que haya también una unión fiscal”.
“Sería  mejor para todos los involucrados si Alemania saliera de la zona euro y regresara  al marco alemán. Alemania tendría una moneda inmediatamente creíble. En caso de  que Grecia o España salieran en primer lugar, esos países sufrirían una  hiperinflación o inflación masiva”
“Es  importante recordar que Alemania sufriría igualmente. Mientras la euro zona  permanezca intacta, los contribuyentes alemanes tienen que seguir actuando para  rescatar a los países y los bancos extranjeros, y a sus propios bancos. Por  otro lado, si Alemania saliera de la zona euro, las deudas de los bancos alemanes  no serían devueltas en marcos alemanes sino en euros desinflados. En general,  si Alemania saliera de la zona euro sería menos perjudicial que un escenario de  masiva inflación por la salida de Grecia, Portugal y España”.
Mervyn  King plantea tres alternativas:
1.  Amortización de la deuda para permitir que Europa crezca.
2. Alto  desempleo y lento crecimiento, con estancamiento en otros lugares de Europa.
3.  Ruptura de la zona euro.
No hay  otras opciones realistas. 
No dice tonterías, aunque las  medidas que propone harán mucho daño a las economías de muchos… Abrazos,
PD1: ¿+ Europa?
Una Europa unida: la visión
Cuando se habla sobre el  deterioro del sueño europeo, es difícil comprender lo que se pierde si no se  tiene claro lo que se ha conseguido. Enrique Banús, presidente de la European  Community Studies Association, explica a Aceprensa el contexto para entender  mejor las ventajas que trajo la UE.
“El proyecto europeo siempre ha tenido  crisis, y crisis muy serias. Ya no nos acordamos de que en 1965 Francia se  retiró de toda negociación por sus discrepancias en la política agrícola, que  allí es un tema fundamental. Fue la famosa ‘crisis de la silla vacía’, que puso  en duda la capacidad de actuación de las entonces Comunidades Europeas. Otra  crisis gravísima fue la dimisión en bloque de toda la Comisión Europea, en  1999”.
Con todo, Banús cree que sería un error  frivolizar y pensar que, como ya habido dificultades antes, no hay que  preocuparse demasiado por el fenómeno migratorio, el riesgo del Brexit o la situación de Grecia. “Al menos  entre los que nos dedicamos a los estudios europeos, la percepción es que las  crisis actuales de la UE se reducen a una: existe una crisis de liderazgo y  consecuentemente de proyecto. Falta alguien que lidere”.
Y la UE conquistó la paz
Para entender lo que está en juego hay que remontarse  al ideal de los padres fundadores de la UE, expresado en la Declaración Schuman  el 9 de mayo de 1950: la aspiración a mantener alejada de Europa la amenaza de  la guerra, gracias a que cada una de las naciones europeas ha aprendido a mirar  más allá de sus propios intereses y a trabajar con las vecinas en busca de unos  objetivos comunes.
Para Banús, la cesión de soberanía fue la  gran intuición de los padres fundadores. “Pese a contradecir completamente la  idea moderna de Estado, tuvieron la audacia de pensar: si son los Estados los  que provocan las guerras, relativicemos su poder. Y entonces deciden crearles  la necesidad de negociar entre ellos. En esto consiste la cesión de soberanía.  A partir de ahora, ninguno puede decidir por su cuenta. Tiene que ponerse de  acuerdo con los demás”.
“De esta forma, consiguen convertir en  socios a los que antes eran enemigos. Obviamente, los Estados siguen teniendo  intereses diferentes, porque la UE no es un club de amigos. No nos une el hecho  de que a todos nos gusta lo mismo. Pero hemos decidido que vamos a hablar, que  ya no puede ir cada Estado por su cuenta”. Justo lo contrario de lo que estamos  viendo en la crisis de los  refugiados.
Y junto a esta idea-fuerza, Banús señala  otras cuatro que apuntalan el proyecto europeo: la creación de unas  instituciones propias, que son las que deciden sobre la base de lo que han  negociado los Estados pero que no dependen totalmente de ellos; el Derecho  comunitario, vinculante y con un intérprete propio, que es el Tribunal de  Justicia de la Unión Europea; el espacio de libre circulación, que se ofrece  primero a los trabajadores y que luego se amplía a todos los ciudadanos; y, por  último, la idea de que la UE tiene las competencias que le han cedido los  Estados, ni más ni menos, pues ellos son “los dueños y señores de la  integración europea”.
El  proyecto europeo salió adelante gracias a la capacidad de comunicación y al  prestigio de los padres fundadores de la UE
Lo sorprendente es que la semilla de este  ambicioso proyecto –la idea de poner a trabajar juntos a alemanes y franceses–  se plantó tan solo cinco años después de la Segunda Guerra Mundial. “No era  sencillo, pues las poblaciones que entran en el proyecto han perdido parte de  su familia en una guerra en la que había europeos a ambos lados”.
Y la semilla ha dado su fruto: “Llevamos un  período de paz en Europa que no habíamos tenido desde el siglo tercero. Somos  la primera generación que hemos vivido sin guerras ni posguerras”.
Comunicar la Unión Europea
El audaz proyecto europeo se pudo llevar a  cabo “gracias a la capacidad de comunicación y al prestigio –a la autoridad  moral– de políticos como Adenauer, Schuman, de Gasperi, Monnet, Spaak o  Churchill”, dos elementos que Banús echa en falta en la crisis actual.
Claro que los europeos de a pie también  hemos tenido parte de culpa. “La población se acostumbra muy pronto a las  ventajas y se hace demasiado sensible a los inconvenientes. Por ejemplo, ahora  la gente está disgustada con determinadas medidas económicas impulsadas desde  Bruselas, pero a la vez está encantada con la libre circulación, es decir, con  la posibilidad de viajar sin control en las fronteras ni trabas  administrativas. No hay un desencanto con la integración europea, sino con  algunas políticas concretas de la UE”.
Aquí es donde entra en escena la mala  comunicación. “Bruselas insiste en la necesidad de esas medidas económicas,  pero no las presenta dentro de un proyecto más amplio, que como todo proyecto  tiene aspectos positivos y negativos. Los líderes políticos no saben comunicar  las ventajas del conjunto. Y los medios de comunicación tampoco ayudan: están  más preocupados por encontrar piedras en el zapato que por hablar del zapato”.
Es cierto que las instituciones europeas  producen, de cuando en cuando, estudios sobre las ventajas de ser Europa. Un  ejemplo valioso es el informe Mapping the Cost of Non-Europe,  2014-19 (ver Aceprensa,  10-04-2014). Pero, en general, se trata de textos arduos, que no  siempre consiguen despertar el entusiasmo por la visión general.
La campaña de comunicación por la que aboga  Banús es más profunda. “Se trata de enseñar en los colegios qué es la  integración europea. Pero no basta con abordarla de manera marginal en una  asignatura aislada; hay que hacer hueco en el plan de estudios para explicar  bien –sin ningún talante propagandístico– qué es un ciudadano europeo.  Trabajemos con datos, trabajemos con informaciones. Y luego que cada cual  decida. Sea usted europeísta, euroescéptico o eurocrítico, pero informado. Si  no, no podemos dialogar de verdad”. 
Valorar lo que tenemos
Le pregunto a Banús su opinión sobre el  movimiento para democratizar Europa que acaba de poner en marcha Yanis  Varoufakis. Y no oculta su perplejidad ante el embeleso de los medios con su  campaña. Además de combatir las políticas de austeridad, el ex ministro de  Finanzas griego exige más transparencia en las instituciones europeas y  devolver competencias a los parlamentos nacionales.
“A Varoufakis se le ha rodeado de un  prestigio mítico, pese a que fracasó en Grecia y en Bruselas. Se le presenta  como el gran teórico de la integración europea, pero lo que dice ya lo hemos  oído muchas veces: la devolución de competencias es un asunto clásico, que los  conservadores británicos llevan pidiendo décadas, e incluso algunos estados  alemanes con gobiernos democristianos. Todo esto es espuma agitada por el  viento de los medios”.
El de Varoufakis, además, no es el primer  intento de reforma. Ya ha habido otras propuestas como la llamada “Europa de  las dos velocidades”, o la idea federalista del ex ministro alemán de  Exteriores, Joschka Fischer. Más recientemente, durante la crisis, el ministro  alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, propuso avanzar en la unión bancaria y  fiscal.
Banús no cuestiona la necesidad de hacer  reformas concretas. “Se puede estudiar, por ejemplo, si una competencia está  situada en el nivel adecuado para atender las demandas de los ciudadanos”. Pero  insiste en que la gran reforma debe pasar por resolver la falta de liderazgo y  de comunicación.
¿Se solucionaría el desencanto con la UE si  hubiera una especie de “unión a la carta”, en la que cada Estado decidiera su  grado de compromiso con el proyecto europeo? Banús cree que no. “Eso solo  multiplicaría la burocracia, pues gestionar un sistema asimétrico es mucho más  difícil. El escepticismo no se va arreglar devolviendo un puñado de  competencias, sino transmitiendo un proyecto convincente; mostrando que las  ventajas son muy superiores a los inconvenientes. Y, sobre todo, haciendo ver  que el modelo actual es mucho mejor –con todos sus defectos– que lo que hemos  tenido hasta ahora”. 
PD2: Cómo estamos y adónde  vamos…
Algunos antecedentes recientes, para entender dónde estamos
En 2009, hace ya siete años, la economía europea sufrió un golpe  sin precedentes: su PIB registró una contracción del 4,5%. La remisión del declive  económico registrada en 2011 fue de corta duración y la tendencia negativa  prosiguió en 2011 y 2012. Desde 2013 se atisba una recuperación muy gradual y  frágil. Puede verse en el gráfico 1.
Gráfico 1
Fuente: Comisión Europea.
En 2010 la Unión Europea decidió poner en marcha la Estrategia  Europa 2020, con una duración prevista de 10 años. Su objetivo no solo era superar  la crisis, sino también paliar las deficiencias de nuestro modelo de  crecimiento y crear las condiciones necesarias para un crecimiento inteligente,  sostenible e integrador, que mejore la competitividad de la UE, manteniendo el  modelo social. Es decir:
—Crecimiento inteligente: desarrollo de una economía basada en el  conocimiento y la innovación. Teniendo muy presentes los efectos de las  disrupciones tecnológicas, tanto en el modelo de crecimiento como en el mercado  de trabajo.
—Crecimiento sostenible: ante el reto del cambio climático,  promoción de una economía que haga un uso más eficaz de los recursos, que sea  más verde y competitiva.
—Crecimiento integrador: fomento de una economía con alto nivel de  empleo que tenga cohesión social y territorial.
La UE debe definir el lugar que quiere ocupar en 2020. Con este  fin, la Comisión propuso los siguientes objetivos principales de la UE:
—El 75 % de la población de entre 20 y 64 años debería estar  empleada.
—El 3 % del PIB de la UE debería ser invertido en I+D.
—Debería alcanzarse el objetivo «20/20/20» en materia de clima y  energía: emisiones de gases de efecto invernadero un 20% (o un 30% si se dan  determinadas condiciones) menores a los niveles de 1990, un 20% de energías renovables,  y un aumento del 20 % de la eficiencia energética.
—El porcentaje de abandono escolar debería ser inferior al 10 % y  al menos el 40 % de la generación más joven debería tener estudios superiores  completos.
—El riesgo de pobreza debería amenazar a 20 millones de personas  menos.
A principios de mayo de 2010 se unieron varios factores económicos  muy negativos: se había desencadenado la crisis de las deudas soberanas en la  UE, Grecia estaba al borde de la quiebra y había peligro de contagio a otras naciones.  Y ello se solapaba sobre la crisis financiera de las “subprimes”, afectando  gravemente al sistema financiero global.
Y coincidieron además factores políticos relevantes: la UE estaba  gobernada por una mayoría conservadora, que aprovechaba la situación para  imponer su ideología neoliberal.
Bajo el argumento de la consolidación fiscal se imponía en los  Estados miembros como vía para prevenir situaciones de insolvencia, una  política fiscal restrictiva, que en la coyuntura actual es procíclica y contractiva.  Esto es, que acentúa la crisis y no genera crecimiento.
Se puso la atención no sobre el nivel de deuda pública, que  constituye la referencia real de la solvencia financiera de los Estados, sino  sobre el saldo presupuestario, una variable anual bajo la gestión y el control  de los Gobiernos y de los Parlamentos nacionales.
Fue el inicio de la espiral de la austeridad, del “austericidio”,  que en 2013 se reforzó con el llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento.  Aparentemente se trataba de mandar una señal de estabilidad financiera a los  mercados con medidas que garantizaran la capacidad de pago de la deuda a sus  vencimientos. Pero las políticas de austeridad fiscal han sido un rotundo  fracaso.
Aumentan el gasto público improductivo y agudizan la crisis. Se  recorta el gasto público en educación, en investigación, en prestaciones  sociales, en infraestructuras públicas,.. Y con ello, se agudiza la crisis.
¿Dónde quedaron los objetivos de Europa 2020? ¿Y sus prioridades  de innovación, economía digital, empleo, juventud, política industrial, pobreza  y uso eficiente de los recursos?
Con esta falsa austeridad se está despilfarrando la capacidad  productiva de nuestra economía. Se infrautiliza el capital, se condena al  desempleo a millones de trabajadores, se reduce la inversión en educación y por  tanto el crecimiento potencial, se lamina a las tecnologías medioambientalmente  sostenibles que pudieran servir de base para un cambio de modelo productivo, se  obliga a nuestros mejores investigadores a irse de España. La crisis ha sido la  coartada para cambiar el modelo de convivencia social, para deteriorar nuestro  Estado de bienestar.
Es, en definitiva, una política que despilfarra bienestar, empleo  y crecimiento presente y futuro. De hecho, no ha existido un desarrollo  efectivo de políticas por parte de los Estados miembros que permitan lograr los  objetivos de la Estrategia Europa 2020. Y la UE no se ha dotado de instrumentos  adecuados para ello. Habría hecho falta una verdadera unión política, un  gobierno europeo elegido democráticamente por el Parlamento Europeo. Lo que  requiere mayores transferencias de soberanía por parte de los Estados miembros.
La austeridad buscaba equilibrar las cuentas públicas y sin  embargo, no se ha logrado. El gráfico 2 lo muestra. En el caso de España, la  Comisión Europea no espera que logre situar su déficit público por debajo del  3% del PIB ni este año ni el siguiente, a la vez que rebaja en dos décimas el  crecimiento que prevé para este ejercicio, hasta el 2,6% del PIB.
Gráfico 2. Déficit y deuda del Área Euro
Fuente: Comisión Europea.
Austeridad no es déficit cero. Es eficiencia en la inversión y en  el gasto. Porque ¿podemos afirmar que el crecimiento que hemos tenido en  nuestro país no se deba a haber asumido cierto nivel de déficit?
El déficit importa poco si se está invirtiendo en mejorar las  infraestructuras que vertebren la cohesión de la UE y la I+D, para mejorar la  productividad y competitividad. La inversión de hoy es el empleo de mañana y el  crecimiento de pasado mañana.
Se debe propiciar una estrategia de crecimiento para Europa para  combatir la recesión resultante de la crisis financiera global y de los planes  de austeridad. La mejor estrategia de reducción del endeudamiento es el  crecimiento.
Aumentar el presupuesto comunitario y que se financie con  verdaderos recursos propios de la Unión, es vital para poder emprender las  estrategias de reactivación de la economía. Dicho presupuesto europeo ha ido  mermando sus recursos y en la actualidad no alcanza ni tan siquiera el 1% del  PIB de los Estados miembros. Debería representar al menos el 5% del PIB  (recordemos que en los EE.UU. el presupuesto federal representa el 21% del PIB  del conjunto de los Estados).
Necesitamos una relajación de los objetivos de déficit para  consolidar el actual crecimiento, pero procurando que ese déficit se deba a  inversiones productivas. Además, se debe ser más objetivo con las CC.AA. Su  déficit se genera porque lo que tienen transferido son gastos sociales.
El Gráfico nº 3 muestra la situación de las cuentas públicas de  los países del área euro. El único país con superávit en sus cuentas es  Alemania. La previsión de déficit en Francia es del 3,4%, para el 2016. ¿Va a  copiar nuestro modelo? Ya está generando malestar su posible reforma laboral.
Gráfico 3. Situación de las cuentas públicas en 2016
Fuente: Comisión Europea.
Hasta ahora las únicas reformas estructurales que se han  emprendido han sido las que afectan al mercado de trabajo. Y con esta reforma, la  productividad aumentó a costa de la reducción de los salarios y el empleo, de  forma “artificial”. Ahora se detectan caídas de la productividad por hora, al  considerar además del factor trabajo, los factores capital e intangibles  (conocimiento, capacidades directivas, innovación organizativa,…). Lo cual es  preocupante porque el aumento de la productividad es el signo de la eficiencia  económica y el motor del crecimiento futuro de la economía.
Las reformas estructurales son necesarias para restaurar la operatividad  de los mercados, aumentar la productividad global de los factores y la  competitividad de la economía.
¿Qué actuaciones se han emprendido en Europa?
A raíz de la crisis financiera se han producido importantes avances  en la regulación del sistema financiero, con una supervisión bancaria a escala  europea y una armonización de las normas de supervisión (Basilea III). También  en materia de implementación de diversos mecanismos europeos para hacer frente  a la resolución de dichas crisis. Pero falta llegar a una plena unión bancaria  europea, para que además de la supervisión se ponga en marcha el fondo único de  garantía de los depósitos y un mecanismo europeo único de prevención y  resolución de las crisis bancarias, que permita recapitalizar de forma directa  a la banca.
La fragmentación financiera dificulta la transmisión de la  política monetaria acomodaticia actual del BCE a través del canal de crédito  institucional, ya que posibilita que en los países del Sur se mantengan tipos  de interés muy elevados y la financiación no termine de llegar a las pymes y a  las familias.
Es preciso, además, modificar las funciones del BCE, para que  compre deuda directamente a los gobiernos y para que se preocupe por el empleo.  E introducir los eurobonos para financiar parcialmente los déficits públicos y  crear una Agencia Europea de la Deuda. Aunque para todo ello vemos que existen  ciertas resistencias de algunos países, sobre todo con respecto a la  mutualización del riesgo.
Mario Draghi, presidente del BCE desde finales de 2011, empezó a  aplicar medidas que sustituían la política fiscal aplicando una política  monetaria no ortodoxa; y salvando así al área euro de una grave recesión o de  su ruptura. Con su ya famoso “I am ready to do whatever it takes  to save the euro”del 26 de Julio de 2012, desactivó una crisis de  deuda. En agosto de ese mismo año inició la compra de deuda pública de aquellos  Estados miembros que eran solventes, pero no tenían liquidez suficiente,  convirtiéndose en “prestamista de última instancia”. Alemania lo recurrió  alegando incompatibilidad con las Leyes de la UE, porque los bonos de cada  estado miembro debían de pagar el tipo de interés de mercado que merecía cada  emisión de deuda. Pero el Tribunal Europeo de Justicia decidió que tales  compras de deuda no violaban el derecho de la UE, dando al BCE discrecionalidad  para hacer su política monetaria.
En 2014, el BCE empezó a dar créditos baratos a los bancos del  área euro para que aumentaran su stock de crédito a sus clientes, especialmente  a los de Italia y España. Y posteriormente el BCE inició una reducción de los  tipos de interés, llegando a tipos 0% o cercanos, para que circule y aumente la  demanda de crédito de familias y empresas.
Pero este enorme esfuerzo de Draghi para evitar el fracaso del  área euro no será suficiente si no se inicia cuanto antes una Unión Fiscal. Es  preciso introducir eurobonos. Existe una propuesta de mutualizar, parcial y  temporalmente, toda la deuda de los estados miembros del área euro que supere  el 60% de su PIB, depositándola en un fondo que emitiese “euroletras” para  poder refinanciarse. Con el respaldo y la diversificación de 19 Estados  miembros del área euro, competirían favorablemente con la Letras del Tesoro de  EE.UU., logrando refinanciar dicho fondo a tipos muy bajos.
Todo ello requiere voluntad política para avanzar hacia más  integración, con cesiones de soberanía nacional, también en política fiscal.  Sólo así se podrá salvar el euro. Para ello hace falta voluntad política, para  establecer un gobierno supranacional democráticamente elegido, con las  competencias necesarias para encuadrar las políticas presupuestarias y fiscales  que den estabilidad macroeconómica a la eurozona, e implementar la estrategia  de crecimiento y mutualización de las deudas antes referidas.
Y retomar así el proyecto social europeo, crear un estado del  bienestar europeo, mejorando la cohesión social en el seno de la UE,  coordinando las políticas sociales y salariales a escala europea y la  armonización de las normas fiscales para evitar el dumping social y fiscal  (ganar competitividad rebajando artificialmente los salarios o reduciendo la  protección social). Estableciendo una regulación laboral protectora a nivel  europeo, implementando un sistema europeo de protección del desempleo,  estableciendo un Salario Mínimo Europeo, etc. Se deben producir transferencias  de recursos entre los Estados. Esa mayor solidaridad es necesaria para lograr  una mejor redistribución de la riqueza, así como la reducción de las desigualdades.
¿Dónde estamos y qué perspectivas tenemos?
Según las previsiones económicas de primavera de 2016 de la  Comisión Europea, el crecimiento parece estar perdiendo algo de impulso, aunque  seguiremos creciendo por la mejoría del mercado laboral, el mejor acceso al  crédito por parte de las empresas y los hogares y los bajos precios del  petróleo.
Se prevé que el crecimiento económico en la zona euro siga siendo  moderado (1,6 % en 2016 y 1,8 % en 2017), pues la trayectoria de sus  principales socios comerciales se ha ralentizado y algunos de los factores que  hasta ahora habían sido propicios están comenzando a desvanecerse. Ese  crecimiento además seguirá siendo desigual en los distintos países que componen  la UE.
El riesgo parece estar tanto en el elevado déficit primario como  en el nivel de la deuda pública. Pero no se puede olvidar que las previsiones  para otros países europeos, como la de déficit para Francia y la deuda pública  para Italia, están en el mismo nivel que los que se anticipan para España.
Se mantiene la atonía de las perspectivas de crecimiento mundial,  a consecuencia de la ralentización de los mercados emergentes, en particular de  China. Ese es otro de los riesgos en torno a las perspectivas económicas  europeas. El crecimiento europeo también podría verse frenado por movimientos  bruscos en los precios del petróleo o turbulencias en los mercados financieros.
La política monetaria muy expansiva ha sentado las bases para el  repunte de la inversión, al facilitar y abaratar el acceso a la financiación, y  por el estímulo que se está produciendo en el consumo. Pese a las mayores  dificultades del entorno mundial, se prevé un crecimiento gradual, más debido a  la demanda interna, favorecida por el rebote en la inversión. El gráfico 4 da  muestra de ello.
Gráfico 4. Evolución de la inversión en la zona euro
Fuente: Comisión Europea.
Es cierto que al inicio de la recuperación, el tenue crecimiento  de la zona del euro era impulsado básicamente por las exportaciones,  beneficiadas en cierta medida de la depreciación del euro y la caída de los  precios del petróleo. Se espera que la inflación se mantenga cercana a cero en  el futuro inmediato, pues los precios de la energía son más bajos que hace un  año, como puede verse en el gráfico 5. Aunque, a medida que los precios de la  energía vayan recuperándose gradualmente, la inflación aumentará.
Gráfico 5
Fuente: Comisión Europea.
El crecimiento futuro de la zona euro dependerá cada vez más de la  demanda interna. Se prevé que la contribución de las exportaciones netas al  crecimiento de la zona euro se torne neutra en 2017, ante el aumento del tipo  de cambio. Tal y como se muestra en el gráfico 6, se prevé que el próximo año  la inversión aumente al 3,8 % en la zona del euro y en la UE. Y que el  crecimiento dependa de esa inversión y del consumo, tanto privado como de las  Administraciones Públicas.
Gráfico 6.
Fuente: Comisión Europea.
Según estas previsiones resultan ilógicas las políticas de  austeridad. Se deben aplicar políticas que fomenten el consumo y la inversión,  elevando salarios y renta disponible de las familias. Y apostar por la  inversión pública productiva que modernice nuestras economías, fundamentalmente  en I+D, formación, e infraestructuras en las que existen carencias, como las de  agua, las eléctricas, las de telecomunicaciones, las conexiones intermodales de  las infraestructuras de transportes,…
En este sentido, se debería estar aprovechando el Plan Juncker,  para poner en marcha proyectos de rentabilidad económico-financiera pero que  sean capaces de dotar de cohesión social a Europa y que resulten generadores de  empleo. Pero parece que en España, al menos hasta el momento, esta iniciativa  está bastante parada. Y por las propias previsiones del gobierno en su reciente  cuadro macroeconómico, especialmente la evolución del consumo de las  Administraciones Públicas y de la formación bruta de capital fijo, tampoco  parece que vaya a ir por ahí su política económica. El cuadro 1 así lo refleja.
Cuadro 1. Escenario macroeconómico España 2016-2019
Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad
Se prevé que prosiga la recuperación moderada de los mercados laborales,  aunque persisten disparidades entre los distintos Estados miembros en las tasas  de desempleo. En términos promedio, en la zona del euro dicha tasa se reducirá  hasta el 10,3 % en 2016 y el 9,9 % en 2017, frente al 10,9 % en 2015. En el  conjunto de la UE se prevé que el desempleo descienda del 9,4 % en 2015 al 8,9  % en 2016 y al 8,5 % en 2017. Mientras en España, sigue siendo un lastre para  su crecimiento, al mantenerse tasas de desempleo en torno al 20% para 2016 y al  28% para 2017, según las optimistas previsiones del Gobierno de España.
Finalmente, con la crisis han aumentado las desigualdades,  empeorando la distribución de la renta, como refleja el gráfico 7. La  desigualdad distributiva en contra de los salarios provoca una reducción del  consumo y de la producción, inducida por una caída de la inversión causada por  una demanda interna menguante que no se ve compensada por las exportaciones  netas. La necesidad de endeudamiento para sostener el consumo contribuye al  incremento de las rentas empresariales, a la ralentización de la inversión por  una mayor proporción de los beneficios distribuidos, y al incremento de la  concentración del capital y del “poder financiero en la sombra”.
Gráfico 7. Aumento de las desigualdades
Fuente: Comisión Europea.
Queda mucho por hacer para corregir la desigualdad. La  recuperación de la zona del euro sigue siendo desigual, tanto entre los Estados  miembros como entre los segmentos sociales más fuertes y más débiles.
No saldremos de esta crisis sin profundos cambios políticos e institucionales.  Sólo una unión política, y por lo tanto también fiscal, puede legitimar la  interdependencia que ya existe entre los Estados miembros del euro y la  solidaridad que la Unión Monetaria requiere.
En la construcción de la UE se empezó la casa por el tejado, al  poner en marcha la unión monetaria sin disponer de un gobierno económico y  social único. Pero ello, sin embargo, puede suponer un colchón de seguridad,  porque una vuelta atrás tiene más costes que beneficios. No olvidemos que los  países centrales, Francia y Alemania, son los grandes beneficiados de esta  Unión Monetaria. Podremos asistir a que algún país se descuelgue durante algún  tiempo: será una forma de implementar la Europa de dos velocidades que algunos  países anhelan.
La crisis puede servir de oportunidad para establecer un gobierno  supranacional democráticamente elegido, con competencias necesarias para  encuadrar las políticas presupuestarias y fiscales que den estabilidad  macroeconómica a la zona euro, e implementar estrategias de empleo y  mutualización de deudas soberanas.
Es un paso ambicioso, pero posible. En 1789, el entonces  Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Alexander Hamilton, propuso un sistema  de gobierno federal fuerte que asumiera las deudas contraídas por el Estado en  la revolución y garantizara unos ingresos futuros constantes, con una mayor  integración de la política fiscal pero conservando un grado considerable de  soberanía local en los asuntos no federales. Ese fue el primer paso del proceso  para hacer de Estados Unidos una potencia continental y mundial.
Ahora es el momento de Europa, que debe aprovechar esta crisis  como una gran oportunidad para poner en marcha ese New  Deal que  alumbre una unión política, con un gobierno económico europeo supranacional;  para convertir al continente en referente de desarrollo económico, y  fundamentalmente social, del siglo XXI. Es el momento de dejar de seguir dando  pasitos que solo sirven para debilitar el euro e intensificar la crisis; y de  afrontar ese reto. Los dirigentes europeos y sus ciudadanos han de  comprometerse con esta transformación que permita volver a establecer las bases  de la Europa social, y sus principios de igual dignidad, equidad, solidaridad y  fraternidad.
PD3: Lo contrario del amor no es  el odio, sino la indiferencia…









