06 julio 2017

¿Cómo crece España?

Ha habido muchos factores para que creciéramos los dos últimos años a tasas del 3%. Larga recesión previa que provocó que nadie comprara casi nada y que se apretaran mucho el cinturón… El precio del petróleo muy bajo frente a años previos. Y la financiación mucho más barata que antes… ¿Pero esto puede durar mucho?

La dos terceras partes del crecimiento del PIB es coyuntural, según el BdE

La economía crece con fuerza. pero lo hace, en buena medida, por factores transitorios. Así lo pone de relieve el BdE, que echa agua sobre las causas de la recuperación

Lo dice el banco central en una presentación que ha realizado en Santander su director del servicio de estudios: España es el país de la eurozona que más se ha beneficiado del hundimiento del petróleo y de la caída de los tipos de interés. Según Pablo Hernández de Cos, las dos terceras partes del aumento del Producto Interior Bruto entre 2014 y 2016 tienen que ver con factores transitorios. En concreto, 2,2 puntos porcentuales de los tres puntos anuales que ha crecido la economía española en los últimos años. Es decir, muy por encima de los 0,6 puntos porcentuales que esos mismos factores han influido en el avance del PIB en el área del euro.
El Banco de España considera 'efectos transitorios' las aportaciones positivas [ver gráfico] que han hecho al crecimiento el desplome del crudo, la política monetaria ultraexpansiva diseñada por el Banco Central Europeo (BCE) y el impacto de las política fiscal. España se ha beneficiado de tres ampliaciones en el cumplimiento de los objetivos de déficit, lo que ha estimulado la actividad económica vía gasto público.
Por el contrario, sostiene el Banco de España, la aportación de los mercados mundiales al aumento del PIB ha sido menos satisfactoria de lo que se preveía. Pero aún así, como asegura Hernández de Cos, "los impulsos positivos de demanda (fiscal y monetaria) y de oferta (petróleo) han compensado con creces la evolución más desfavorable de lo esperado en los mercados de exportación".
El Banco de España recuerda en su análisis, presentado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que inicialmente se preveía que la economía española creciera algo menos del 2% en 2015 y 2016, pero, finalmente, se ha superado ampliamente ese registro. Y con toda probabilidad eso mismo sucederá en 2017, toda vez que el petróleo ha retomado inesperadamente una senda descendente.
En media anual, el barril de crudo tipo Brent se sitúa en 52,46 dólares, por encima de los 43-44 dólares en que cotiza estos días. Algo que explica que los mercados financieros trabajen ya con la idea de que la normalización de la política monetaria por parte del BCE se retrase más de lo estimado inicialmente. El banco central europeo, como se sabe, ancla su política monetaria en la idea de que la estabilidad de precios es compatible con el objetivo de situar la inflación muy cerca del 2%, pero un crudo a la baja complica esa estrategia.

Dependencia energética

El hecho de que España sea el país más beneficiado de factores transitoriostiene que ver, fundamentalmente, con la gran exposición de la economía a los precios del petróleo y del gas debido a su dependencia energética. Y algo parecido sucede en el caso de los tipos de interés. Al tratarse de unos de los países más endeudados -deuda pública y privada- es, por lo tanto, uno de los más beneficiados de la política monetaria del BCE.
Hay que tener cuenta que en 2012, en plena recesión económica, la factura energética de España llegó a alcanzar los 62.190 millones de euros, más de doble respecto del año pasado, cuando la importaciones de hidrocarburos totalizaron los 29.563 millones. Un imponente ahorro de casi tres puntos de PIB que ha ido directamente a la renta disponible de las familias y a las cuentas de resultado de las empresas. En la misma línea, los tipos de interés de los préstamos bancarios de hasta un millón de euros destinados a las empresas han caído desde el 5% en 2012 hasta el 2,5% actualmente.
La conclusión que saca el Banco de España es que "se espera una prolongación de la fase de expansión", si bien atisba una moderación en el crecimiento en 2018 y 2019 a medida que se vayan suavizando los efectos positivos de los tipos de interés y del petróleo. Los riesgos, por el contrario, tienen que ver con el aumento del proteccionismo, que puede hacer descarrilar el tren del sector exterior en unos momentos en los que, precisamente, las exportaciones baten récords.
En la misma línea, el Banco de España estima que la sensibilidad de la carga financiera de las AAPP a los movimientos en los tipos de interés se ha elevado como consecuencia del incremento del endeudamiento. Es decir, que la normalización de la política monetaria corre en contra de España. En el escenario base, el servicio de estudios del Banco de España considera que el endeudamiento público se situará todavía en el 93% del PIB en 2025, y muy cerca del 100% si la inflación se sitúa en niveles bajos.
Abrazos,
PD1: Nos vamos quedando sin industria y nos basamos en servicios de hostelería, con contratos muy precarios…

¿Más industria y menos servicios? Un falso problema

Juan R. Cuadrado Roura, Catedrático de Economía aplicada, titular de la cátedra Jean Monnet sobre Unión Europea y política económica.
Tienen razón, por supuesto, los que claman por la necesidad de impulsar la industria española. Los sindicatos han reclamado repetidamente que se haga algo. También numerosos expertos, y de acuerdo con mis informaciones es un tema sobre el que trabaja una comisión ministerial. Los números son muy claros: la actividad industrial (incluida la energía) representa ahora algo menos del 17% del total de la producción española y el número de ocupados en el sector es sólo el 13,5% de todas las personas que trabajan en el país. Las estadísticas muestran que la industria ha caído ininterrumpidamente desde 1970 hasta la fecha, de forma que su peso en el PIB es hoy la mitad del que tenía entonces y el porcentaje de ocupados ha perdido aproximadamente 12 puntos porcentuales. 
Lo que se ha dado en calificar ya como 'desindustrialización' es un proceso que realmente es común a una gran parte de los países con los que generalmente nos comparamos. Ha ocurrido en EEUU, Reino Unido, Francia, Italia y en los países escandinavos. Sólo Corea del Sur ha seguido una línea de ascenso, mientras Alemania y Japón han mantenido prácticamente el nivel que su industria representaba hace tres décadas. En paralelo, en todos los países se ha incrementado fuertemente el sector servicios. En el caso español, sus ramas representan ahora un 75% del PIB y proporcionan empleos a más del 76% del total de ocupados del país. Las cifras de otros países desarrollados son similares e incluso superiores a las nuestras, particularmente en aquellos casos en que el peso de la agricultura y la construcción son más reducidos que en España. No conviene olvidar, sin embargo, que la 'composición' interna de los servicios es bastante diferente cuando profundizamos en las comparaciones por países. En algunos dominan los llamados 'servicios avanzados', mientras que en otros –España, por ejemplo– el grueso lo conforman los servicios personales, el comercio y el turismo, además de las Administraciones Públicas. 
¿Desindustrialización frente a 'terciarización' de las economías? 
El hecho y los datos que muy sintéticamente he descrito ha dado lugar a numerosos debates y a una amplia controversia que ha conducido a cuestionarse si el avance de los servicios puede calificarse como algo positivo, si es deseable que su contribución al PIB y al empleo alcancen niveles tan elevados o si concurren otras causas y hechos que explican esa aparente confrontación entre la caída de la industria y el imparable avance de los servicios. Por supuesto que la 'desindustrialización' de los países avanzados ha tenido causas de importancia muy variada, como el retroceso relativo de la demanda de manufacturas a escala mundial; los precios relativos de los bienes y los servicios que hace que éstos ganen más posiciones en su valoración total; el progreso técnico en el sector manufacturero que ha expulsado empleo; o, sin cerrar la lista, la deslocalización de industrias desde los países más ricos hacia los que tienen salarios bajos o sistemas fiscales menos exigentes. Pero hay un factor que tiene tanta o más importancia. Me refiero a los cambios en las relaciones entre industria y servicios que, por una parte, es un hecho y, por otra, comporta cambios en los registros estadísticos, favorables a los servicios y contrarios al empleo industrial. 
Un hecho empíricamente probado es que en todas las economías avanzadas los servicios han incrementado su importancia como inputs de todas las ramas productivas, ya sean las manufacturas, la energía, las actividades primarias o los propios servicios. En el sector industrial, la producción de algunos servicios (contabilidad; finanzas; comercialización; servicios técnicos; transportes propios; limpieza industria; etc.) formaba parte tradicionalmente de la estructura interna de las empresas, particularmente en las de mayor dimensión, de forma que quienes realizaban dichas funciones aparecían estadísticamente como 'empleo industrial'. Sin embargo, por razones vinculadas a los cambios organizativos, la búsqueda de una mayor eficiencia y ahorro, las empresas han evolucionado progresivamente desde la producción in-House de muchos de tales servicios a su externalización (outsourcing), canalizando su demanda hacia empresas externas mucho más especializadas. 
Simultáneamente, la creciente complejidad del entorno en que operan las compañías de cualquier tamaño (problemas fiscales y legales; exportación a otros países; renovación de diseños; campañas publicitarias; etc.) ha impulsado también la demanda externa de servicios. No sólo por parte de los grandes grupos y empresas industriales, sino por las empresas de mediano tamaño e incluso las pequeñas. 
Esta evolución ha generado varios hechos interesantes: 
Los servicios de todo tipo, y en especial los llamados 'servicios a las empresas', han incrementado su peso en la función de producción de las empresas. Y lo han hecho como inputs directos e indirectos (servicios integrados en otros inputs materiales que la empresa adquiere). 
La diferencia entre producto y servicio se ha hecho y se está haciendo cada vez menos evidente, o menos clara. En un amplio número de productos los materiales han perdido peso y, por el contrario, el componente de servicios lo ha incrementado. De hecho, cuando adquirimos un determinado 'bien' o producto industrial (desde un automóvil a un aparato electrónico) la composición bien-servicios es cada vez menos más borrosa. 
Por último, desde el punto de vista estadístico estos cambios han implicado una transferencia de empleo (y también de VAB) desde el sector industrial –donde anteriormente figuraban contabilizados– al de servicios. 
Promover la industria, pero, ¿qué industria? ¿sin servicios? 
No cabe, pues, seguir contraponiendo industria y servicios. Menos todavía cuando hablamos de las actividades del conglomerado industria 4.0. Los sistemas productivos industriales están cada vez más interrelacionados con los servicios a la producción. Y la eficiencia de las manufacturas, tanto las tradicionales como las 'nuevas', depende en buena medida de que existan servicios avanzados de todo tipo. Por tanto, estamos de acuerdo en que necesitamos que el sector industrial gane peso, pero olvidémonos de la industria pesada y de las grandes empresas. Caminamos hacia empresas de tamaño medio, muy eficientes e innovadoras, en actividades 'nuevas' y con fuertes componentes y necesidades de buenos servicios. Tanto en las ramas de transportes como en el amplio bloque de 'servicios a las empresas', desde los más operativos a los de alto contenido en conocimiento. Y en este ámbito España muestra todavía notables carencias y limitaciones. Cualquier estrategia industrial que se promueva debe incluir cómo impulsar/dinamizar los servicios.
PD2: Algo de culturilla sacra…

¿Qué significa el monograma JHS?

Estas letras han dado lugar a interpretaciones varias, algunas erróneas

Este monograma se encuentra en solitario en muchas partes (escudos, altares, manteles, puertas de sagrarios, etc), pues hace referencia a Jesús.
El monograma IHS sencillamente es la transcripción latina del nombre abreviado de Jesús en griego; es decir del nombre Jesús en griego Ιησούς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ) viene de la abreviatura, iota-eta-sigma (sustituyendo la letra sigma final por la S).
Este monograma ha dado lugar a interpretaciones varias. La única aceptada es la abreviación latina de la frase "Iesus Hominum Salvator" (IHS), traducida al español como Jesús salvador de los hombres.
Otros finalmente pueden interpretar erróneamente las tres letras como Jesús Hombre Salvador, o Jesús Hostia Santa.
El monograma IHS fue adoptado como sello por san Ignacio de Loyola fundador de los Jesuitas o de la Compañía de Jesús, y se convirtió en el símbolo de la misma congregación tras usarlo así Ignacio en su sello como superior general. El papa Francisco, miembro de los jesuitas, tiene este monograma en su escudo episcopal.