No va a haber quién pague esto cuando los tipos suban, que subirán…
Efecto gradual
La deuda pública española, medida en euros, se ha multiplicado por tres en los últimos diez años. Sería lógico pensar que, a mayor nivel de deuda, mayor habrá sido el tipo de interés exigido por los inversores para la nueva deuda. Pues no ha sido así. A pesar del pronunciado incremento de deuda, el Tesoro español ha logrado emitir a un tipo más reducido cada año respecto al año anterior en los últimos ocho ejercicios. En 2007 con una deuda pública de apenas 300.000 millones de euros el Tesoro emitía deuda nueva a un tipo del 4,2%. En 2018, con una deuda que supera el billón de euros, logra emitir pagando sólo 0,7% de tipo de interés, seis veces menos que hace una década.
La tentación de cualquier gobierno de considerar que el menor coste de financiación de la deuda nueva responde a la confianza de los inversores en su gestión es casi irresistible. En realidad, el principal causante de esta situación de los tipos de los bonos ha sido el BCE, con su actuación en el mercado, distorsionando los tipos de interés que exigiría cualquier inversor en un mercado no intervenido.
La finalización del programa de compra de bonos por parte del BCE el próximo diciembre tendrá un efecto apreciable en el mercado de deuda pública. Los tipos de interés exigidos por los inversores subirán, pero el efecto sobre el coste total de la deuda será gradual. Afortunadamente, la actuación del BCE ha sido aprovechada por el Tesoro español para alargar el vencimiento medio de la deuda viva. Así, la vida media de la deuda ha pasado de 6,2 años a 7,5 años. Por tanto, de media, cada año el Tesoro tiene que financiar un 13,3% del total de la deuda viva. El incremento del coste financiero se dejará sentir en las emisiones realizadas para renovar los bonos que vencen y, por supuesto, en la deuda nueva necesaria para financiar el déficit de cada año, pero el aumento del coste financiero medio será gradual.
Aunque el tipo medio de emisión de la deuda española se haya reducido a la sexta parte entre 2007 y 2018, del 4,2% a apenas 0,7%, el coste medio de la deuda viva "sólo" se ha reducido del 4,5% al 2,4% en el mismo periodo.
La subida de los costes de emisión de la deuda púbica no es una buena noticia, pero su efecto se materializará en las nuevas emisiones, no en las antiguas. En cualquier caso, la alegría con la que los gobiernos de la Eurozona han incurrido en reiterados déficits, sin que el vertiginoso aumento de la deuda pública les haya supuesto tener que pagar tipos de interés acordes al nivel de deuda, llega a su fin.
Han sido muchos años en los que la certeza del respaldo del BCE ha minusvalorado las consecuencias adversas de la generación de nueva deuda. A partir de ahora los inversores serán más exigentes y los gobiernos deberán ser más prudentes en sus políticas fiscales. Pese a todo, no es descartable en absoluto que el BCE vuelva a intervenir en el mercado de bonos en un horizonte no lejano en el tiempo. La vuelta a la normalidad monetaria no se presenta sencilla.
Abrazos,
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