16 diciembre 2019

casi todo está caro

Pero da igual, seguimos como todos estos últimos meses…
Arrecian las críticas, saltan las alarmas. Por ejemplo, las consideraciones del BIS respecto a la política de repos de la Reserva Federal: "el estrés puede haber sido amplificado en parte por los efectos de histéresis provocados por un largo período de abundantes reservas, debido a las compras de activos a gran escala de la Reserva Federal". Por ello, el BIS dice que el sistema financiero nunca podrá normalizarse de nuevo (vía zerohedge@zerohedge). Más. La renuencia de los bancos estadounidenses a prestar dinero en efectivo puede haber causado un shock de recompra: el BIS apunta "una fiebre por la financiación garantizada a corto plazo exacerbada por los fondos de cobertura, que habían incrementado los repositorios del Tesoro para financiar operaciones de arbitraje entre bonos en efectivo y derivados" Finalmente comienza a surgir claridad (vía Danielle DiMartino Booth@DiMartinoBooth)
" Nunca en los últimos 300 años los tipos de interés en el mundo estuvieron tan bajos durante tanto tiempo y nunca, en este periodo, hubo una distorsión tan exagerada entre la economía real y la financiera ¿Y qué indica esto? Que el mundo ha estado ¿está? peor de lo que parecía ¿Y a qué conduce esto? Nadie lo sabe. Tampoco los bancos centrales. En Bolsa como en otros mercados lo más fácil es comprar y lo más difícil, vender. Con las QE y otros instrumentos manejados por los bancos centrales sucede lo mismo: lo fácil es comprar activos, lo difícil es cuánto, cómo y, cuándo venderlos. Lo positivo es que las constantes vitales de la Economía Global mejoran y con ello cede la presión de los bancos centrales sobre los mercados, sobre todos los mercados..." me dice R.T. analista londinense, que recuerda:
 "He estado repasando en los últimos meses una amplia serie de escritos, manuales, ensayos y libros, en general, relacionados con el mundo de la inversión  y la Bolsa y he concluido, junto con otro puñado muy selecto de analistas, que en los últimos trescientos años (300) nunca el Mundo Financiero Global conoció un nivel de Represión Financiera tan brutal, tan atroz, tan desmesurado como el actual..."
Y qué podemos hacer en este escenario: 
Las acciones están  caras. Los bonos están caros. ¿Qué puede hacer un inversor? La contestación que dio hace unos meses el analista John Authers en FT es clara: Por desgracia, la única respuesta parece ser la de invertir en activos nuevos y desconocidos, asumiendo riesgos nuevos y desconocidos. Authers señala que tanto las acciones como los bonos en comparación con sus promedios históricos parecen caros (de forma dramática en el caso de los bonos).
Según Cliff Asness, un antiguo académico que ahora dirige AQR Capital Management en Nueva York, ha afirmado que el retorno esperado en la próxima década de una cartera invertida un 60% en acciones y un 40% en bonos, es del 2,4% anual. Este es el peor rendimiento previsto en los últimos 112 años.
Estudios alternativos de historiadores financieros como Elroy Dimson, Paul Marsh y Mike Staunton, apuntan a que los extremadamente bajos niveles de tipos de interés reales, han estado asociados a extremadamente bajos retornos posteriores, tanto para la renta fija como para la variable.
Hace unos meses el famoso inversor George Soros afirmaba que los inversores han disfrutado en las últimas décadas de un escenario idóneo para la renta variable, que ha posibilitado rendimientos anuales de dos dígitos. Esto no se mantendrá...
Abrazos,
PD1: Y hablando de inversiones alternativas, da mucho miedo esas operaciones que se realizan recientemente de financiar a las start ups. Mira ésta:
GLOVO que factura 75 millones de euros y pierde 90 millones de euros, tras una ronda de financiación de 600 millones de euros, ahora se valora la empresa en ¡1.000 millones de euros! Está claro hacia dónde va la zombificación monetaria del BCE. En España la burbuja no está en la bolsa…
PD2: Hay que aprovechar el Adviento para hacer una buena confesión. Mira qué bonitos son los frutos de confesarse:
No imaginas la cantidad de personas que me dicen: “Yo me confieso solamente con Dios”, o “Me da vergüenza confesar mis pecados”. Hay pecados que parecen innombrables. Casi todos relacionados con los deseos carnales o el afán de poseer riquezas, a como dé lugar.
Sabemos que está mal, que ofende a Dios y aun así lo hacemos. Un santo decía: “El demonio nos quita la vergüenza cuando vamos a pecar y nos la devuelve cuando nos vamos a confesar”.
Recuerdo a un amigo que encontré después de muchos años, en la puerta del Santuario Nacional del Corazón de María. Ese día me sentía feliz, sentía la presencia amorosa de Dios. Era uno de esos días en que quieres amar a todos, perdonarlo todo, agradar a Dios en todos tus actos y que te mire complacido desde el cielo. Son días de agradecimiento a Dios.
“Te veo contento Claudio”.
Señalé dentro de la Iglesia, hacia al oratorio donde está Jesús en el sagrario.
“Es Él. Lo da todo por nosotros. Y me siento agradecido”.
“Quisiera sentirme como tú”, me comentó. “La vida es muy dura para mí. No me falta nada, parece que lo tengo todo, pero me siento cansado, infeliz”.
“’Cuándo fue la última vez que te confesaste?” le pregunté.
“Más de veinte años”, me dijo.
“Lo que me cuentas lo he escuchado antes. Te falta restaurar tu amistad con Dios. Tienes nostalgia de Dios, tu alma necesita a Dios, por eso nada te satisface. Sólo Dios llena el alma del hombre”.
“¿Cómo lo sabes?”
“Cuando Dios habita en ti, nada más te hace falta, nada más deseas, por eso cuido mi estado de gracia como un tesoro. Suelo decir: “Si pierdo la gracia, lo pierdo todo”.
No hablamos más, al poco rato se marchó. Meses después volvimos a encontrarnos en el mismo lugar, pero esta vez lo noté diferente, no se veía inquieto ni molesto y sonreía.
“¿Qué ha pasado? ¿Te ganaste un premio?”
“Algo mejor”, respondió, “me confesé”.
Lo miré sorprendido.
“Tenía muchos años sin confesarme. Le pedí ayuda al sacerdote para hacer una buena confesión. Fue amable conmigo. Empecé por los pecados que más me pesaban y que siempre oculté, para salir rápido de ellos. Cada pecado que confesaba era como una enorme y pesada piedra que me quitaba de la espalda. Entré encorvado, lleno de pecados y salí con la frente en alto y la dignidad de los hijos de Dios, sintiéndome liviano. No imaginas la alegría que experimenté cuando el sacerdote me dijo: “Tus pecados quedan perdonados”.
“¿Tanto te cambió?”
“Me siento otra persona. He mejorado mi relación con mi esposa, mis hijos. Soy más productivo en el trabajo.  Y me va mejor que antes. Es increíble. Ahora comparto con el que no tiene, porque sé que todo lo que poseemos es prestado. Somos administradores, no dueños”.
Quería agradecerme el consejo y le pedí que no lo hiciera.
“Agradece a Jesús, en el sagrario”, le dije. “Es Él quien te ha dado la oportunidad de volver a empezar”.
Nos despedimos con un abrazo fraternal.
Como el suyo, he visto muchos casos de personas que luego de una buena confesión sacramental cambian, reinician sus vidas. Por eso te lo recomiendo. No tengas vergüenza ni miedo de confesarte.
No escuches al que te diga que debes hacerlo solo ante Dios. Tampoco estuches al demonio que hará lo imposible para que no logres confesarte. Te quiere en pecado, alejado de Dios.
La vida es muy corta y tu alma es muy valiosa. Decía santa Eufracia: “Un alma vale más que un mundo”.
¡Vamos! ¡Ánimo! El sacramento de la Reconciliación es un Tesoro que tenemos a nuestra disposición.
Te espera Jesús, en la persona del sacerdote, para perdonar TODOS tus pecados y que puedas tener una vida nueva.