10 diciembre 2019

EMILIO ONTIVEROS

Es el economista que mejor ve todo. Una entrevista muy reciente:

"Mientras Europa gestionaba la crisis, China invertía en conocimiento"

La incertidumbre es la palabra clave del nuevo libro del economista Ontiveros. Su tesis es que las herramientas de los economistas para conocer el futuro son todavía muy limitadas

Emilio Ontiveros (Ciudad Real, 1948) tiene una doble vida profesional. Es mitad soldado, en su faceta de presidente-fundador de Analistas Financieros Internacionales (AFI), y mitad monje cuando se calza el sayo de profesor universitario. Ni que decir tiene que lo que más le gusta es lo segundo, y de ahí su labor pedagógica en muchos medios de comunicación. Esa labor lo ha convertido en uno de los economistas más populares, pero sin convertirse en una estrella mediática, algo que agradece el rigor académico. Lo que le interesan, sobre todo, son los asuntos de largo alcance, esos que a menudo se le escapan a la opinión pública. Acaba de publicar un libro, ‘Excesos’ (Editorial Planeta) en el que disecciona las amenazas que se ciernen sobre la economía global, que no son pocas.
PREGUNTA. Usted pone mucho énfasis en su libro sobre el crecimiento de la incertidumbre. Recuerdo que Engels, en 1845, ya decía que peor que la pobreza es la incertidumbre, porque se puede vivir pobre, pero no con la angustia de que un día puedas llegar a serlo.
RESPUESTA.No conocía esa cita, pero me parece muy oportuna, aunque, lógicamente, salvando las distancias. Pero, mire. La última apelación que hace el FMI sobre la incertidumbre es bestial, y el Fondo es la catedral de la ortodoxia. Una de las limitaciones de la ciencia económica es que conocemos poco sobre el futuro, y todo eso en la era en que se decía que el capitalismo había triunfado. Lucas [Robert], el premio nobel de Economía y profesor de Chicago, se dirigió en una ocasión a la reunión anual de los economista americanos y dijo: ‘Los ciclos [económicos] han acabado’, ‘eso de las recesiones son cosas del pasado’.
P. ¿La globalización es lo que explica la incertidumbre, principalmente en los países avanzados?
R. No, no lo creo. Lo que hace la globalización es ampliar el espacio del juego económico, el territorio, y el número de variables. La incertidumbre tiene que ver con la verificación objetiva de lo que no conozco y con la desconfianza en lo que conozco. Pero hemos avanzado. Antes se decía, las recesiones vienen de un desajuste entre oferta y demanda. O que el exceso de los inventarios explica tres de cada cinco recesiones. Ahora existen elementos nuevos que no tienen que ver con la producción. Por ejemplo, las variables financieras. De hecho, las crisis más duras ya no tienen un origen real, sino financiero. Lo que existen son perturbaciones financieras porque el sistema lleva en sus entrañas, como decía Minsky, factores de inestabilidad. En la última recesión, la de 2008, lo que hay es una mala digestión, un colapso brutal. Eso sí, la propagación de esas crisis viene acentuada por la globalización. Lo que sabemos es que la crisis financieras ya no son locales.
P. ¿Qué se ha aprendido de la crisis?
R. Exactamente, lo que dijo Greenspan: nos pasamos con la desregulación, con el poder del mercado y con la concentración empresarial. Esto de la desigualdad se creía que era una cosa de transición y no ha sido así. La crisis fue como si después de una etapa larga de 30 años el mundo vomitara problemas que no éramos capaces de detectar. Problemas que estaban en el subsuelo. Lo que no hemos ganado es en certeza. El análisis económico ha avanzado mucho, pero no somos capaces de adelantar si habrá otra crisis y de cómo será. A mí, como supongo que a usted, todo el mundo me preocupa: ¿Habrá otra crisis? No hemos conseguido fortalecer la confianza en la economía, en las finanzas.
P. ¿La economía ha dejado de ser, también, una ciencia moral?
R. Sí, está bien visto. Una de las limitaciones que tenemos los economistas es que avanzamos poco en reducir las incertidumbres relevantes. Y eso que, gracias a las nuevas tecnologías, sabemos más de las preferencias de los consumidores que nunca antes en la humanidad. Lo que hay es desconfianza en la capacidad para supervisar el aumento de la circulación económica o financiera, y los códigos que hemos introducido no transmiten confianza. Hoy, si nos preguntamos si habrá una nueva crisis financiera, podríamos llegar a la conclusión de que no: los bancos han reducido sus activos malos, están más saneados, pero también es verdad que aún hoy hay fondos de pensiones o compañías de seguros en Centroeuropa con compromisos de garantizar una renta vitalicia al 4% y que no encuentran activos con los que machear esos compromisos. Estamos ante la incertidumbre de siempre con una mezcla de desconfianza.
P. Probablemente, porque la economía financiera se ha impuesto a la economía real.
R. Claro. Existe una divorcio, una asimetría, entre la economía real y la financiera, que antes daba cobertura a la economía real. Hoy, por el contrario, hay vida autónoma en las finanzas. Yo puedo operar en futuros, en derivados, incluso en criptomonedas, completamente al margen de la economía real, lo que produce excesos. Lo singular es que esos excesos han sido jaleados por la academia, por las autoridades. Alan Greenspan, poco antes de la crisis, seguía diciendo que había que seguir desregulando. Pensaba que los operadores de los mercados financieros habían alcanzado la madurez que les evitaba tener códigos. Como si no fueran necesarios policías municipales para aplicar el código de la circulación. Cuando le llamaron a declarar ante el comité bancario, reconoció que había pecado de ingenuidad.
El concepto de exhuberancia irracional se le ocurrió a Robert Schiller, que luego fue Nobel, por defender la ineficiencia de los mercados
P. A eso se le llamó la ‘exhuberancia irracional’
R. El concepto de exhuberancia irracional se le ocurrió a Robert Schiller, que luego fue Nobel, por defender la ineficiencia de los mercados. Pensaba que no se les podía dejar solos. Paradójicamente, fue galardonado junto a Eugene Fama, que defendía justamente lo contrario. Se sabe poco que fue un economista español, estudiante de doctorado en la Autónoma de Madrid, quien preparó las diapositivas de Robert Schiller, a quien Greenspan pidió la frase prestada.
P. ¿Se han quedado obsoletos los indicadores de bienestar? Por ejemplo, el PIB
R. A mí me han reprochado que siga diciendo que el objetivo de la economía es mejorar el bienestar de la gente, y eso se mide con el PIB por habitante. Reconozco que se ha podido quedar parcialmente obsoleto, pero no hay ninguna alternativa unívoca. Aquel comité que creó Sarkozy, con economistas como Stieglitz, no avanzó mucho. Lo que sí es verdad es que no puede hablar de renta per cápita si no ves como es la segmentación por edades, género o grupos de población. Esos indicadores se han quedado obsoletos para los niveles de exigencia analítica que demandamos hoy. Antes, casi nadie hablaba de bienestar.
P. ¿No lo han hecho mejor los populismos que el resto a la hora de identificar los problemas de la gente. Por ejemplo, al defender a los perdedores de la globalización?
R. Estoy totalmente de acuerdo. Eso lo señala algún académico que no está, precisamente, en la línea de Trump, como Dani Rodrik. Todos sabemos que la destrucción de Detroit fue la destrucción de Detroit, y lo cierto es que quien la ha podido capitalizar Donald Trump o quien pasara por allí. La diferencia es que los populistas culpan sin motivos al otro. El otro es China, o Europa, o Japón, sin analizar por qué. Trump lo primero que hizo fue poner aranceles sobre el acero, el aluminio y las lavadoras, y hoy las lavadoras son un 18% más caras y los beneficiarios son unos cuantos fabricantes.
P. ¿Estamos ante el inicio de lo que se ha llamado desglobalización?
R. No lo sé, pero sí creo que estamos ante una enmienda a la dinámica de la globalización y al sistema económico. Y el enmendante no es un país gobernado por gentes de izquierda o keyneasianos, el enmendante principal es el presidente de EEUU, que era hasta ahora el gestor del sistema y quien procuraba estabilidad. Las represalias que se han tomado hasta ahora sí que son una amenaza seria a la globalización. Hay un ninguneo absoluto de la Organización Mundial de Comercio, cuyos jueces están sin nombrar. Eso es lo más inquietante y llamativo. El mayor riesgo ahora viene de la guerra tecnológica.
Europa va camino de convertirse en un parque temático. ¿Dónde están las 30 mayores empresas en el ámbito militar, comercial...?
P. ¿No se está produciendo una ralentización de los avances tecnológicos y eso lastra la productividad?
R. Lo que vienen a decir algunos economistas es que no toda la innovación tecnológica se traduce en avances de productividad. Pero me resistiría a pensar que la tensión innovadora se ha parado. Raro es el día que no encuentras la posibilidad de hacer algo mejor y distinto, gracias a la digitalización. Otras cosa es que sepamos medirlo. En banca, por ejemplo, se está haciendo más con menos, también en el automóvil o el sector energético. Hoy compramos mejores automóviles que hace tres años a menor precio. La tensión existe, y yo hoy, si fuera Donald Trump, estaría ‘acojonado’ con los avances de China en la quinta generación de móviles, lo que explica su ojeriza con Huawei. Mientras que nosotros hemos estado 10 año gestionando una crisis, China ha estado invirtiendo en conocimiento, mucho más de lo que ha invertido Europa. Pensábamos que China era una economía manufacturera. China ha dejado que te entretengas en el déficit comercial, y cuando te has dado cuenta es una potencia en inteligencia artificial. China lidera el 5G, que es el internet de las cosas.
P. ¿Y qué reacción cabe de Europa?
R. Lo de Europa es tremendo. Vamos caminos de convertirnos en un parque temático. ¿Dónde están las 30 mayores empresas en el ámbito militar, en el ámbito comercial? No hay ni una.
P. ¿Europa se ha japonizado?
R. No lo sabemos. Entre otras cosas porque hay grados de japonización, que se basan en unas características comunes: reducido crecimiento, baja inflación, escasa productividad, ausencia de inversión empresarial, inmunización a la terapia monetaria… Si, se parece mucho, y ello sin contar el envejecimiento.
P. ¿Qué hacer?, que decía el clásico
R. Hay que hacer de la necesidad virtud. Europa tiene dos transiciones pendientes. La medioambiental y la digital. Son inversiones que hay que hacer. Y Europa debe utilizar para ello el Banco Europeo de Inversiones, que además tiene triple A para endeudarse, para convertirse en la liebre de un sector privado que está muy agarrotado. Y luego irse retirando en la medida que vayan cristalizando esas inversiones, para que ese espacio lo ocupe el sector privado.
P. Y qué papel cumple España?
R. España tienen que cumplir con la comunidad de vecinos, seguir mostrando que en su parlamento no hay nadie contrario al euro o contrario al pacto de estabilidad y crecimiento. Y al tiempo, regenerando la especie empresarial, como lo está haciendo. Estamos viendo en la España profunda jóvenes innovadores con gran propensión exportadora. Son señales claras de que la especie empresarial en las pequeñas y medianas empresas ha mejorado. Eso explica que a pesar de la inestabilidad y de la calidad política, este país haya crecido por encima, y que igualmente hayamos corregido el déficit por cuenta corriente y que los británicos o norteamericanos sigan realizando inversión directa.
Abrazos,
PD1: Dios quiso que la Virgen Maria no tuviera pecado original, de ahí la festividad de la Inmaculada Concepción de Maria. Es por eso por lo que es muy importante bautizar a los niños, para borrarles la mancha que tenemos al nacer, la propensión a pecar… Si Dios lo quiso hacer con la que iba a ser la madre del Señor, qué menos que nosotros hagamos lo mismo…
Cada vez que se de algún niño que se queda sin bautizar, por padres no practicantes, se me abren las carnes. No tiene culpa ninguna el chico y evita la tendencia natural del ser humano al deleite de los sentidos…