Ahora nos va a tocar pagarlo
todo…
Ni déficit, ni deuda se pagan con el PIB
Dos de
los principales datos monitorizados de cada economía son el nivel de déficit de las cuentas públicas y
la deuda pública,
ambos comparados con el PIB de dicho país en dicho año. Ya en el Tratado de
Maastricht dichas ratios eran dos
de los criterios de convergencia a cumplir para poder
acceder al euro: deuda
pública inferior al 60% del PIB, y déficit público inferior al 3% del PIB. Así,
ambos criterios no se fijaban como una cifra absoluta en euros, sino como
proporción de una variable, el PIB.
Al utilizar ambas ratios,
déficit y deuda pública sobre el PIB, se hace más fácil la comparación entre
distintos países. Sin embargo, el abuso
de la utilización de estas ratios, sin analizar las cifras en
datos absolutos, lleva a situaciones
no deseadas de incremento de la deuda en euros, pero
que se venden como logros
económicos al disminuir la ratio deuda sobre PIB.
El déficit público es
la diferencia entre los gastos y
los ingresos públicos. Si los primeros son superiores a los
segundos, se genera déficit que tiene que ser financiado por emisión de deuda
pública (letras o bonos del Tesoro).
Mientras
la economía crecía, aunque los Estados gastasen más de lo que
ingresaban y, por tanto, incurrían en déficit que había que financiar con más
deuda, se vendía la maravillosa
gestión de haber logrado reducir la deuda. Con un matiz, reducción de la deuda respecto
al PIB, no de la deuda en euros. Esta forma de actuar ha sido
común a la mayoría de los gobiernos de los distintos países de la Eurozona.
Evolución
de las cuenta públicas españolas (Datos Comisión Europea)
En el caso de España, tomando
datos desde 2014, cada año los
gastos públicos han excedido a los ingresos, generando déficit y
la necesidad de emitir nueva deuda pública para financiar dicho déficit.
Gracias al incremento del PIB, se puede vender como un éxito haber pasado de un nivel
de deuda sobre el PIB del 100% al
95%, cuando de hecho lo que ha sucedido es un incremento de la deuda pública en
los últimos cinco
años de 150.000 millones de euros.
Previsiones
cuentas públicas españolas (Datos Comisión Europea)
Ahora, con la actual crisis,
esta forma de medir el déficit y la deuda presenta su cara más amarga.
Suponiendo que las previsiones
de la Comisión Europea se cumplan, el déficit público de este 2020
será del 10,1% del PIB, pero la deuda pública aumentará en 20
puntos del PIB, pasando del 95,5% al 115,6%. La razón es
sencilla. La ratio Deuda/PIB es un cociente. El numerador, la deuda, aumenta y
el denominador, el PIB, disminuye. Como resultado el aumento de la ratio Deuda
sobre PIB se incrementa el doble que el déficit.
En la situación actual y ante la dilatación temporal de
una mínima reactivación de la actividad económica, es
previsible que el PIB
se reduzca más de lo previsto. Cuanto más se reduzca el PIB,
menores serán los ingresos públicos vía impuestos, mayores los gastos para
hacer frente a la crisis y, en consecuencia, mayor será el déficit en términos
absolutos (en euros). Cuanto mayor sea el déficit, mayor el aumento de deuda en
euros.
Adicionalmente, con una mayor
caída del PIB de la prevista inicialmente, la ratio Deuda sobre PIB será
sensiblemente superior a la prevista.
En EEUU se preguntan por lo
mismo. ¿Cómo se va a pagar toda esta orgía de dinero? Y sacan las mismas malas
conclusiones que aquí, con deuda perpetua:
How Are We Going To Pay For All This?
The largest federal budget deficit since
World War II came back in 2009, as slower growth and increased government
spending during the subprime-mortgage financial panic pushed the deficit to
9.8% of GDP. This year's the budget deficit will, quite simply, blow that
record out of the water.
The Congressional Budget Office recently
totaled up all the legislative measures taken so far - as well as the effects
of a weaker economy (payments for unemployment benefits would be going up even
with the recent law) - and they estimated this year's budget deficit at $3.7
trillion, which they forecast would represent about 18% of GDP.
As if that weren't enough, the House of
Representatives just passed a bill that would add another $3 trillion to the
debt. Although a detailed year-by-year cost estimate isn't yet available on the
spending provisions, and the bill is dead-on-arrival in the Senate, which isn't
going to rubber stamp that proposal, it's likely Congress and President Trump
will end up compromising on some sort of additional measures that drive the
deficit even higher. As a result, we're guessing the budget gap for the current
fiscal year ends up closer to $4 trillion, or about 20% of GDP, the highest
since 1943-45.
Given the economic crater generated by the
Coronavirus and related shutdowns, as well as the heavy-handed legislative
response, budget deficits will be enormous in the years ahead, too.
In spite of these sky-high numbers, it's
important to recognize that the US government is not about to go bankrupt. The
debt, while large (and growing), remains manageable. Before the present crisis,
the average interest rate on all outstanding Treasury debt, including the
securities issued multiple decades ago, was 2.4%. Now, our calculations suggest
newly issued debt is going for about 0.25%, on average, which applies to both
the recent increase in debt as well as portions of pre-existing debt coming due
and getting rolled over at lower interest rates.
When debt that costs 2.4% gets rolled over
at around 0.25%, that's a great deal for future US taxpayers. The problem is,
the Treasury Department has been decidedly stubborn about not issuing
longer-dated securities – think 50 and 100-year bonds – that would allow
taxpayers to lock-in these low interest rates for longer, making it easier to
spread out the cost of the extra debt incurred throughout the crisis.
As a result, if (or more like when)
interest rates go back up, the interest burden generated by the national debt
could go up substantially.
The best move the Treasury Department
could make would be to use the recent surge in debt to overhaul the kinds of
securities it issues. One idea that deserves exploring is replacing all
securities with a maturity of over, say, 2 years, with "perpetual" or
"interest-only debt." No principal would ever have to be paid on
these instruments; they'd just pay the same nominal amount of interest twice
per year. If we want to mix it up a bit, some debt could pay interest with
gradual adjustments for inflation, just like TIPS.
This is not a new idea. The British issued
perpetual bonds starting in the 1750s, and the last ones were retired in 2015.
And although they're called "perpetual" bonds, and they're not
callable, the Treasury Department could always buy them back at market prices
to retire them.
Liquidity should not be an issue. Every
time the government needs to issue longer-dated securities, it could simply
re-open that very same security. Then the private sector could slice and dice
them, on demand. If someone needs a 10-year zero-coupon Treasury note, just
take the interest payment due in ten years and package that into a stand-alone
security. Want something like a traditional 30-year? An investment firm can
package a stream of interest payments over the next 30 years and tie it to a
big package of payments due in exactly thirty years.
But it's not only the debt generated by
recent fiscal measures that will burden future generations. Overly generous
unemployment benefits are disincentivizing many unemployed workers from
re-joining the labor force, which slows the process of accumulating skills.
Widespread government-mandated closures also hinder skill-formation, as well as
risk destroying some (or all) of the know-how embedded in business's
operations.
Yes, the debt is a burden on future
taxpayers. In this way, the fiscal response magnifies the effects of other
responses to the Coronavirus. So far, the age of the typical person who has
died with the virus has been about 80 years old. Right or wrong, our government
- and society in general - has taken enormous measures to contain the virus to
save the lives of our elderly population, and these moves have imposed enormous
costs disproportionately borne by the younger generations who are out of jobs,
school, and business opportunities. The very same group who will be paying the
costs well into the future.
Abrazos,
PD1: Por fin nos liberan los
bares y restaurantes en Madrid, aunque sea un tercio y solo las terrazas.
¿Estarán llenas hasta los topes? Supongo que sí… Tengo a mis hijos como locos
por irse de cañas. Yo soy poco de bar, ni desayuno en ellos, ni me tomo una
caña, no me gusta la cerveza, ni me molan las tapas de los bares…
Este fin de semana, que había
culto en las iglesias, esperábamos un llenazo total. A la que fuimos nosotros,
tanto el sábado por la tarde como el domingo, estaba desolada. ¿Por qué?
Supongo por miedo todavía, por la falta de costumbre, por la pérdida de los
buenos hábitos. Así que si quieres ir a Misa el domingo que viene no te asustes
que puede que estén más vacías que los bares. Aprovechamos a dar gracias a Dios
de que estemos vivos y hayamos superado esto, por ahora…, y rezamos por los
fallecidos y sus familias.