¿Es un juego de suma cero?
La tarta de Tucídides
El pasado 14 de enero, en el artículo editorial "Zero Sum" la revista The Economist lanzó la alarma sobre la proteccionista política industrial que viene preconizando la Administración Biden: como expuso en septiembre de 2022 el Asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Jake Sullivan, para mantener una ventaja "lo mayor posible" frente a China en semiconductores, cálculo cuántico, inteligencia artificial, biotecnología y energías limpias, Estados Unidos se valdrá de subvenciones, prohibiciones, compras públicas y otras medidas para que se trasladen allí inversiones, cadenas de suministro y producción (por ejemplo, de vehículos eléctricos); y para impedir que se produzcan inversiones hacia el exterior y exportaciones, incluso desde terceros países, que incorporen tecnologías sensibles que puedan favorecer el desarrollo tecnológico de China o Rusia.
Trampa de Tucídides
Es cierto que la perturbación de las cadenas internacionales de suministro que provocaron las medidas contra el COVID, así como la competencia por acopiar productos escasos que ocasionó la pandemia, pusieron de manifiesto la vulnerabilidad de los países importadores de productos esenciales.
Esa vulnerabilidad quedó de nuevo patente tras la invasión de Ucrania, por los efectos tanto de la guerra como de las sanciones occidentales contra Rusia. La violenta agresión rusa y la actitud del presidente Putin desacreditaron, además, la vieja creencia alemana, base de su tradicional política de "apertura al Este" (Ostpolitik), de que el comercio con Occidente promovería la llegada de la democracia a la Rusia comunista (Wandel durch Handel, es decir, "al cambio por el comercio").
Pero, en realidad, esos factores recientes tan solo han agudizado una preocupación de mayor calado que ya guio la actuación de la Administración Trump: el temor a que la pujanza de China en sectores de alta tecnología acabe minando la primacía política y militar de la que Estados Unidos goza desde principios del siglo XX. A esos temores se sumaron luego, tras la llegada de Biden, los temores relacionados con la transición energética y la primacía en energías limpias (como los coches eléctricos).
Se está pues materializando -por fortuna, solo en el campo tecnológico y económico, no en el bélico- la confrontación entre dos grandes potencias que el politólogo estadounidense Graham Allison bautizó en 2012, en un artículo en el Financial Times, como "trampa de Tucídides" y expuso en detalle en su libro Destined for War. Can America and China Escape Thucydides' s Trap? (2017).
La expresión se inspira en el origen que el historiador griego Tucídides atribuyó a la Guerra del Peloponeso, en el siglo V a. C.: "Fue el ascenso de Atenas y el temor que esto produjo en Esparta lo que hizo la guerra inevitable". Para Allison "cuando una potencia en ascenso amenaza con desplazar a una dominante, la tensión estructural que se desatará hará que un choque violento entre ellas sea la regla, más que la excepción. Ocurrió entre Atenas y Esparta en el siglo quinto a. C., entre Alemania y Gran Bretaña hace un siglo, y casi condujo a una guerra entre la Unión Soviética y Estados Unidos en los años 50 y 60". Allison destacaba en su libro las llamativas similitudes entre el líder chino Xi Jinping y el entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que aspiraban a "hacer grandes de nuevo" sus respectivas naciones y veían en la otra el principal obstáculo para lograrlo.
El tamaño de la tarta
El editorial del The Economist señalaba, con razón, que el comercio internacional no constituye un "juego de suma cero", en el que los beneficios que obtiene un país sean siempre a costa de los demás países con los que comercia.
Es una falacia que, conocida también por los expertos en negociación y mediación como "falacia de la tarta fija" (fixed pie fallacy), envenena con frecuencia muchas negociaciones. La padecen quienes parten del supuesto de que los objetivos e intereses de los negociadores son siempre diametralmente opuestos, de forma que no pueden existir soluciones que los satisfagan simultáneamente; o quienes piensan que los ricos, sean personas, empresas o países, lo son siempre "a costa" de los pobres. Como señalaron Max Bazerman y Margaret Neale en "Negotiating Rationally" (1992), una secuela del equivocado supuesto de la "tarta fija" suele ser el "menosprecio reactivo" (reactive devaluation) de cualquier concesión que nos haga el adversario ("si nos hacen esa propuesta es porque les interesa a ellos: ergo, no puede ser buena para nosotros").
Pero en ocasiones resulta posible encontrar ideas o diseñar propuestas "de interés recíproco" (win-win), como ocurre en los llamados "juegos cooperativos" y en la "negociación integradora" (integrative bargaining) o basada en intereses. Para encontrar tales propuestas es necesario indagar sobre los intereses u objetivos principales de cada parte y en tener suficiente imaginación y arte como para encontrar fórmulas para conciliarlos.
Ilustra ese arte una divertida anécdota que cuenta en sus memorias Neile, la primera mujer del actor Steve McQueen. Ambos, en compañía de Paul Newman y James Garner, se habían desplazado en coche desde Los Angeles hasta la cercana Riverside para ver unas carreras de coche. Acabado el espectáculo, Steve McQueen apremió a todos a regresar a Los Angeles, para evitar el habitual atasco. Ya de regreso en el coche, Neile sintió la apremiante necesidad de ir al baño y pidió que pararan en una gasolinera. Cuando lo hicieron, vio con horror una larga cola de chicas jóvenes que esperaban para entrar en el baño. Pero Neile supo conciliar con imaginación su interés y el de las jóvenes diciendo en alto: "Oye ¿sabéis que hay un coche lleno de estrellas de cine a la vuelta de la esquina?" "¿Quiénes?" -gritaron al unísono. "¡Nada menos que Steve McQueen, Paul Newman y James Garner!". Las chicas se miraron unas a otras y salieron corriendo como locas, dejándome los servicios sólo para mí. Nunca le dije a los chicos cómo les descubrió aquel enjambre de mujeres".
Punto de inflexión
Me temo, sin embargo, que las rivalidades geopolíticas, aunque alentadas en ocasiones por percepciones equivocadas que se retroalimentan, tienen bastante de "suma cero", como refleja la Estrategia Nacional de Seguridad que la Administración Biden aprobó el pasado 12 de octubre.
Sus ideas esenciales son, a mi juicio, tres:
1) La primacía geopolítica no es posible sin liderazgo tecnológico y económico ("Nuestra fuerza económica y ventaja tecnológica es la fuente de nuestro poder en el mundo. Estados Unidos es fuerte en el extranjero porque lo es en casa"). En consecuencia, una política industrial que fomente ese liderazgo es inescindible de la política exterior y de seguridad de los Estados Unidos ("hemos roto la separación entre política exterior e interior").
2) China "es el único competidor con la intención de cambiar el orden internacional y, cada vez más, con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para lograrlo". "Representa el desafío geopolítico más trascendental".
3) Estamos en un "punto de inflexión": los próximos 10 años serán decisivos en la carrera geopolítica y Estados Unidos debe ganar (outcompete) a China.
The Economist destaca los costes que tendrá la política industrial de Estados Unidos para los consumidores y contribuyentes y su incongruencia con las reglas del comercio internacional que, auspiciadas tras la Segunda Guerra Mundial por Estados Unidos, administra la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Es cierto, en efecto, que la "cláusula de seguridad nacional" que el artículo XXI del Acuerdo GATT admitió desde 1947 como excepción muy limitada a los principios de libre comercio y no discriminación tendrá ahora, en la nueva visión de Estados Unidos, un alcance amplísimo que alterará radicalmente las reglas del comercio internacional.
En el fondo, el giro de los Estados Unidos y su deliberado deseo de discriminar abiertamente contra China viene a ser también un reconocimiento tácito de que la esperanza política de todo Occidente del Wandeln durch Handel tampoco ha tenido éxito en China, tras su ingreso en la OMC en 2001.
"La mentalidad de suma-cero [de Estados Unidos] puede o no afianzar la democracia en el mundo. Pero con seguridad lo hará más pobre", concluía The Economist. Es cierto, pero solo si consideramos un mundo ideal sin rivalidades geopolíticas. En un mundo real, con rivalidades geopolíticas como la que existe entre Estados Unidos y China, la aspiración debe ser que, aunque la tarta crezca menos, la lucha por la primacía sea, a diferencia de la descrita por Tucídides, pacífica.
Abrazos,
PD1: Una vez que te encuentras con el Señor, que anda por ahí buscándonos, te cambia la vida y no vuelves a ser el mismo. Tendremos mayor o menor fe, dada nuestra debilidad,pero el encuentro nos deja marcados de por vida. Sabemos que le hemos encontrado y nos quiere. Y empezamos una vida nueva…