21 octubre 2013

21 octubre 2013 Seguimos igual que hace unos meses...

Estamos como los estadounidenses, en su misma tesitura. Nos hemos dedicado a apalancarnos y ahora toca pagar… Ellos, los yanquis, han conseguido aplazar su problema, pero lo siguen teniendo. La crisis de deuda, que se descubrió en 2008, sigue vigente y engordando… Los mercados subirán porque el dinero que se inyecta acude ahí, pero no tiene razones de peso fundamentales…

La deuda que nos queda

Si hubiera que elegir qué acontecimientos supondrían el fin de esta crisis y de sus efectos en España, serían una reducción significativa del desempleo y de la deuda privada. Para muchas familias españolas, el paro y la presión de las deudas constituyen, probablemente, sus dos principales fuentes de desasosiego económico. Entre 2005 y 2008, los hogares españoles aumentaron su deuda financiera —fundamentalmente, en crédito hipotecario— en alrededor de 260.000 millones de euros. De 2009 a 2012, el endeudamiento se ha reducido en 90.000 millones de euros. Queda por delante un largo proceso de desapalancamiento.
En España, en cualquier caso, sería desacertado asociar el aumento desmedido del endeudamiento familiar, de forma exclusiva, con el comportamiento de los hogares en los años inmediatamente anteriores a la crisis. Al analizar la evolución de los préstamos del sector hogares recogidos en las cuentas financieras del Banco de España, la perspectiva de largo plazo ofrece algunos datos reveladores. Lo que ocurrió entre 2004 y 2007 fue la manifestación más exagerada de una tendencia que venía cociéndose bastante antes. En esos cuatro años anteriores a 2008, la variación anual media de préstamos a las economías domésticas fue nada más y nada menos que del 19,4%. Sin embargo, entre 1995 y 2003, el crecimiento anual medio de los préstamos no fue mucho menos reducido, alcanzó el 15%. La diferencia está en que antes de 1995, los ciclos de crédito eran menos prolongados: las subidas iban seguidas de correcciones. Sin embargo, desde diciembre de 2000 hasta junio de 2007, la variación interanual de la deuda familiar solo fue inferior al 15% en tres trimestres. Entre enero de 2000 y diciembre de 2007, el endeudamiento de las familias españolas se había multiplicado por 3,5. Muchas veces se ha hablado de las causas que precipitaron este enorme desequilibrio —tipos de interés reducidos por un tiempo prolongado, un mercado inmobiliario sin control, políticas de crédito excesivamente laxas…—, pero lo cierto es que ya mucho antes cundía esa miope sensación de que la deuda estaba respaldada por el valor de los activos de un mercado inmobiliario supuestamente indestructible, con estúpidas proclamas sin fundamento alguno —y que, sin embargo, tanto calaron— como que “los precios de la vivienda nunca bajan”.
No me olvido de las empresas no financieras. Su deuda aumentó de 0,95 a 1,5 billones de euros entre 2005 y 2010, y en el primer trimestre de 2013 solo se había reducido hasta los 1,3 billones de euros. En todo caso, los mecanismos de corrección del apalancamiento son muy distintos para las corporaciones y para los hogares. Las ventas de activos, liquidaciones, refinanciaciones y otras alternativas son resortes típicos de las empresas en estos casos. Obviamente, tienen efectos dramáticos sobre el empleo y la actividad. Son alternativas que han propiciado episodios de corrección y regeneración productiva aún en marcha que merecen su propio análisis. Como ha señalado el Fondo Monetario Internacional (FMI) en análisis recientes sobre España, las empresas españolas, hoy por hoy, se desapalancan mediante la reducción de empleo y la inversión, y esta tendencia está ayudando a muchas de ellas a convertirse en prestamistas netos para el resto de la economía. Un ajuste tan desgraciadamente dramático como eficaz. En el caso de los hogares, aunque su nivel de deuda es relativamente menor que el de las empresas, el esfuerzo de reducción de la misma es más complicado, ya que la mayoría de sus pasivos son a largo plazo (hipotecas) y los bienes inmuebles que sirven de garantía para dicha deuda han perdido un valor considerable.
Es necesario no olvidar la lucha contra el desempleo y convertirla en la mayor prioridad
La deuda familiar es un problema de primer orden económico y social, identificado en la experiencia histórica de otras crisis y en el contexto actual. Muchas veces se ha hablado de los hogares estadounidenses como el paradigma del endeudamiento privado. Lo cierto es que, con esta crisis, las familias norteamericanas redujeron su apalancamiento del 130% del PIB en 2007 al 105% en 2012, mientras que las de la eurozona lo aumentaron del 100% al 110% en el mismo periodo. Por eso, muchas veces se dice que el esfuerzo de reducción de deuda solo está empezando para las familias europeas. El caso es que lo ocurrido en Estados Unidos ha sorprendido a un número importante de analistas, que no esperaban que tal esfuerzo de reducción de los préstamos de los hogares —de hasta un 25% neto en seis años— fuera posible. Entre las explicaciones, la lógica presión del desempleo, que ha reducido la demanda de préstamos, un menor uso del crédito disponible, por precaución, y hasta un cambio de naturaleza sociológica tendente a reducir la cultura del endeudamiento. Además, la experiencia de Estados Unidos, aunque particularmente reveladora, no es única. En crisis anteriores resueltas con más o menos eficiencia —como las de los países nórdicos en la década de 1980— también se produjeron ajustes drásticos y estructurales en la deuda familiar.
A partir de estos ejemplos cabe preguntarse si es posible acelerar el desapalancamiento financiero de las familias españolas. Y la respuesta es que sí. De hecho, así se está produciendo. En los últimos meses, la reducción de los volúmenes de crédito a hogares ha sido llamativa. En 2012 se registró un flujo de reducción de esa deuda de 29.600 millones de euros. Este esfuerzo de desapalancamiento continuó en el primer trimestre de 2013 con una disminución adicional de 5.700 millones de euros solo en esos tres meses.
Entre 2000 y 2007, el endeudamiento de las familias españolas se multiplicó por 3,5
La conexión entre deuda privada y pública es también muy importante. En particular, la expansión cuantitativa y los estímulos monetarios desarrollados en Estados Unidos. En general, ha sido una apuesta exitosa porque, curiosamente, algo que en principio genera más deuda ha permitido estimular la economía y reducir el apalancamiento familiar. Además, estos estímulos monetarios han traído tranquilidad también a la orilla europea, y, por eso, ahora se mira con lupa cualquier atisbo de retirada de los mismos desde la Reserva Federal, al tiempo que el BCE deja entrever que también está ahí para actuar si fuera necesario. La idea es mantener las primas de riesgo en los niveles más moderados posibles, la liquidez asegurada para las entidades financieras y la protección contra pérdidas potenciales de créditos bancarios cubierta. En definitiva, reducir el apalancamiento privado conforme la economía retoma el pulso.
En el caso español, los meses de mayor desapalancamiento coinciden con este clima de mayor estabilidad financiera y monetaria, y no es casualidad. Son también meses en que otros ajustes necesarios y relacionados, como los del valor de los activos inmobiliarios, también se están acelerando. En todo caso, para mantener este ritmo de reducción del endeudamiento familiar es necesario no olvidar la lucha contra el desempleo y convertirla en la mayor prioridad.
Que un país y sus ciudadanos puedan hacer frente a su deuda, aunque ello tenga costes a corto plazo, es la mejor alternativa a largo plazo. Los programas de reestructuración de préstamos en economías avanzadas y donde la capacidad de pago es posible han sido, en casi todos los casos, un fracaso. Esa reestructuración implica esquemas que vulneran los incentivos básicos a asumir deuda con responsabilidad. Algunos, como la dación en pago, son un error si se aplican de forma generalizada y con carácter retroactivo, aunque hay algunos casos extremos en los que puede formar parte de la solución. Pero nunca de manera generalizada. Otros, como las quitas sobre las hipotecas son, directamente, un error. En anteriores crisis, en países emergentes con derivas aún más graves que las que se observan hoy en día, las quitas fueron la única solución cuando ya no había otra. Por supuesto, facilitar la renegociación de la deuda o su aplazamiento y otros esquemas transitorios negociables de forma privada y pública son opciones más que razonables para que la deuda que nos queda se pueda devolver en mejores condiciones. Cabe señalar algo así en estos momentos en los que se está demostrando que es posible acelerar la corrección del apalancamiento.
Al final, los sacrificios dan su fruto. Favorecerlos dentro de un esquema de incentivos adecuado es posible. Hace dos años, nadie esperaba que los hogares pudieran acometer una reducción de su endeudamiento como el que están realizando. Es una señal de credibilidad y de que se puede lograr reequilibrar las finanzas familiares. Con permiso del desempleo, prioridad absoluta si se desea evitar males mayores.
Santiago Carbó Valverde es catedrático de Economía de la Bangor Business School (Reino Unido) y de la Universidad de Granada e investigador de Funcas.
Abrazos,
PD1: Se largan de España los más atrevidos, los más preparados, los que no ven futuro aquí…

Adiós España: 5,1 millones de personas emigrarán en esta década

España. Cada año 510.000 personas cruzan las fronteras para encontrar cobijo en otros países. Alemania, Francia, Argentina, México, Holanda… El destino es lo de menos. No es la España de la posguerra, tampoco la de finales del siglo XIX. Es la España de hoy, la del siglo XXI. Es la consecuencia de un país que impide a uno de cada cuatro trabajadores serlo y que devuelve a su origen a los extranjeros que llegaron en busca de prosperidad.
La crisis económica, aquella que se dijo terminaría en 2010, después en 2011, en 2012, en 2013…, se hace inmortal. Que el Producto Interior Bruto (PIB) repunte unas décimas no será suficiente, al menos no en los próximos años.  Porque la tasa de paro permanecerá en el entorno del 20% aún unos cursosmás. Lo dice el Gobierno, y también la mayoría de organismos internacionales y nacionales.
Es por ello que muchos españoles –y españolizados- tendrán que hacer las maletas  a la caza de un futuro laboral que hoy España no ofrece, al menos, no a todos. Ya lo vienen haciendo, de hecho, desde hace unos años. Y cada vez serán más. Tantos que la Seguridad Social prevé que en esta década una media de 510.000 personas, es decir, más de uno de cada 100 habitantes, emigrarán. En 10 años, serán más de cinco millones de personas las que abandonen España (5,1 millones, exactamente), según consta en el Informe Económico-Financiero que acompaña a los Presupuestos de la Seguridad Social de 2014.
Entre ellos, serán mayoría los jóvenes. Sin ataduras económicas ni familiares, y con un desempleosuperior al 50%, es la salida que les queda. No todos serán JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados), pero sí muchos, que tras años de formación no encuentran en España el futuro que se les prometió. Científicos, arquitectos, médicos, ingenieros…, un derroche de talento que disfrutarán otros países tras miles de euros invertidos –por todos los españoles- en su educación.
En sentido opuesto, España recibirá anualmente a alrededor de 388.000 inmigrantes (entre los que se incluyen los españoles que salieron en su día y vuelven), según las estimaciones oficiales. Son prácticamente la mitad de los que llegaban a España cuando la economía era boyante y el desempleopulverizaba sus mínimos.
En este escenario, el saldo migratorio será negativo durante la próxima década. En concreto, la Seguridad Social calcula que la población española se verá reducida, por este motivo, en 1.193.000 personas hasta 2022. Una previsión que, en todo caso, será revisada continuadamente. No hay más que recordar que sólo hace un año, en el mismo documento que acompañaba a los Presupuestos del sistema en 2013, el Ejecutivo estimaba que el flujo inmigratorio se situaría durante diez años en el entorno de las 450.000 personas –frente a 388.000 ahora-, con un balance negativo de 945.000 habitantes (250.000 menos que las proyecciones actuales).
Pero a la migración se añade otro factor que incide en la despoblación de España: el crecimiento vegetativo. Desde 2008, la combinación del descenso de los nacimientos y del incremento de las defunciones ha cambiado la tendencia. Según las proyecciones del Ministerio de Empleo, desarrolladas a partir de los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2021 se registrarán 375.000 nacimientos anuales, un 20,5% menos que en 2011 –y un 10,45% menos de media en la década-. Un descenso que responde a la “reducción del efectivo de mujeres en edad fértil”.
Entretanto, “el envejecimiento poblacional determinará un incremento del número de fallecimientos” del 6,8% respecto al periodo comprendido entre 2002 y 2011. De esta forma, en 2021, por primera vez habrá un movimiento vegetativo anual negativo, de 40.000 personas, con las tasas de natalidad y mortalidad en mínimos (8,47%) y máximos (9,14%), respectivamente, desde que existen estadísticas (1975).
El decrecimiento vegetativo y, sobre todo, el flujo migratorio negativo, harán que la población española se reduzca progresivamente en los próximos años. En concreto, la Seguridad Social estima que en 2020 habrá 45,3 millones de habitantes en España, 774.000 personas menos que en la actualidad. Por grupos de edad, prácticamente habrá un millón de mayores de 65 años más. Por el contrario, los menores de 14 y el colectivo comprendido entre los 15 y los 64 años se reducirá en 200.000 y 2,2 millones de personas, respectivamente (ver cuadro).
Una tendencia que se agudizará en las décadas posteriores. Así, el Gobierno prevé que entre 2020 y 2030 España restará más de 1,2 millones de habitantes; entre 2030 y 2040, casi 1,1 millones; y entre 2040 y 2050, más de 1,1 millones. En total, habrá 4,3 millones de personas menos. Hace un año, el informe equivalente auguraba que la población española crecería en 945.000 personas hasta 2049.
Además, el descenso de ciudadanos no será simétrico. La progresiva reducción de la tasa de natalidad hará que el grupo de los menores de 14 años disminuirá de los 7,06 millones actuales a poco más de 5,2 millones en 2050. Asimismo, el colectivo de entre 15 y 64 años pasará de 30,8 millones a 21,4 millones, y el de mayores de 65 años se elevará de 8,1 millones a 15,2 millones. Es decir, que el número de personas en edad de trabajar se reducirá en aproximadamente 9,4 millones, mientras que el número de jubilados (si bien es cierto que para entonces la edad de jubilación será de 67 años y no 65) se incrementará en cerca de 7 millones.
Esta dispar evolución derivará en que, en un ejercicio teórico, 21,4 millones de españoles mantendrán a 20,4 millones en 2050 (pensionistas, niños, inactivos y parados, además del coste de los funcionarios), lo que significaría que prácticamente cada sueldo soportará a dos personas. Pero eso sólo ocurriría en el imposible caso de que todas las personas en edad de trabajar quisieran hacerlo y, además, lo consiguieran.
La realidad, sin embargo, será mucho más cruda. Porque, obviamente, no todas las personas de entre 15 y 65 años trabajarán. Sirva como ejemplo el momento actual. España tiene 30,8 millones en edad de trabajar, pero sólo 22,7 millones se consideran población activa y, de ellos, casi 16,8 millones son los que están afiliados a la Seguridad Social. Por tanto, y aun contemplando un nivel de paro muy inferior al actual,en 2050 el sueldo de cada uno de los trabajadores tendrá que mantener a casi tres personas.
Este escenario sugiere un futuro más que incierto para el sistema de las pensiones, a pesar del retraso de la edad de jubilación y de la introducción del denominado factor de sostenibilidad, por el que la evolución de las pensiones ya no estará ligado al Índice de Precios al Consumo (IPC), sino a otros factores. Con las previsiones demográficas en la mano, y teniendo en cuenta que la esperanza de vida es cada vez mayor,el número de pensionistas que debe soportar la Seguridad Social proseguirá su crecimiento exponencial y pondrá en peligro la sostenibilidad del sistema.
Fuente de todas las tablas: Informe Económico-Financiero de los Presupuestos de la Seguridad Social de 2014
PD2: Siempre encontramos el defecto en el prójimo y nunca vemos los nuestros… Nos creemos por encima de los demás, con capacidad y sabiduría para juzgarles. Siempre les vemos sus defectos y nunca sus virtudes… No les podemos querer si tienen estas deficiencias, si son tan pesados o si son tan distintos a nosotros… Nos creemos los seres más perfectos de toda la creación… Esto es justo lo contrario del mensaje de Dios. No mires por encima del hombre al prójimo, cada uno tiene su idiosincrasia y es muy querido por Dios… Si vas por la vida avasallando y pasando de la gente, vas algo confundido… No es que sea tu caso, pero es el de muchos… Ejemplo, hay que vivir dando ejemplo.