Demasiadas elecciones,
demasiados políticos prometiendo cosas que no van a poder pagar, demasiados
“viernes sociales”, demasiada demagogia, “too much for the body…”
Todo está basado en que sea el
sector público el anticíclico, cuando no hay pasta para nada, cuando seguimos
teniendo demasiado déficit…
Se opta porque sea el sector
público el que compense la debilidad del sector privado:
¿Está amenazado el crecimiento de la economía española?
Rafael Pampillón Olmedo
Aunque
la economía nacional crece por encima de la media europea, su ritmo se ha
deteriorado en los últimos meses, debido a la debilidad de las exportaciones.
En vez de hacer reformas para mejorar la competitividad y crear empleo, el
Gobierno opta por elevar el gasto público y el empleo en la Administración. El
país necesita apostar por mejorar el capital humano, animar la inversión
extranjera y garantizar la sostenibilidad de la deuda.
El
pasado viernes, el Instituto Nacional de Estadística (INE) revisó a la baja el
crecimiento de la economía española durante el cuarto trimestre de 2018, para
dejarlo en el 0,6 %. También redujo el crecimiento interanual del PIB del
cuarto trimestre, que lo ha situado en el 2,3% (el más bajo en 4 años). Después
de tres años creciendo por encima del 3, la economía española entró en 2018 en
una fase menos expansiva del ciclo económico.
Otros
indicadores de coyuntura publicados la semana pasada sobre el consumo y las
exportaciones parecen confirmar que la economía española sigue debilitándose.
Este decaimiento puede significar que el crecimiento del PIB en el primer
trimestre del año estará por debajo del registrado en el trimestre anterior.
Sin embargo, para hacerse una idea más completa del comportamiento de la
economía en este primer trimestre habrá que esperar a que se publiquen hoy
martes los datos de afiliación a la Seguridad Social del mes de marzo. Así,
tras la caída de 205.000 afiliados en enero (el peor en dicho mes desde 2013),
el reducido aumento de febrero (69.172) y lo que suceda en marzo, resulta
probable que este primer trimestre sea el de peor afiliación respeto a períodos
similares de los últimos cuatro años.
Este
menor crecimiento del empleo estaría ralentizando el aumento de la masa
salarial y, consecuentemente, la demanda de consumo. Así, la semana pasada el
INE publicó el Índice del Comercio Minorista (ICM) de febrero, en el que se
vuelve a observar que el consumo está debilitado. El ICM, en tasa interanual
(corregido de efectos estacionales y de calendario) aumentó en enero un 0,9% y
en febrero el 1,2 %.
Las
exportaciones se reducen
El
viernes, el Banco de España publicó información relevante sobre la evolución
del sector exterior español durante el mes de enero de 2019. El año empieza
mal: en el mes de enero el saldo por cuenta corriente arrojó un valor negativo
de 1.472 millones de euros. Si nos preguntamos por las causas de este mal dato
en la cuenta corriente la respuesta es clara: es debido a que las exportaciones
de bienes que en enero han caído un 1,3% anual. Este descenso supone que se
lleven ya tres meses seguidos de caídas y que, por primera vez desde 2006, las
exportaciones españolas hayan crecido por debajo de la media de la zona euro.
Además, el déficit comercial se situó en los 4.483 millones en enero, casi un
14% más que hace un año. Por último, la balanza de bienes y servicios del mes
de enero por primera vez en mucho tiempo arrojó un saldo negativo (641 millones
de dólares).
La
debilidad de Europa
Desgraciadamente,
esta caída en las exportaciones puede continuar por el menor crecimiento de la
Unión Económica y Monetaria (UEM), una zona a la que vendemos el 50% de
nuestros productos. En marzo, el Índice de Gestores de Compras (PMI, por sus
siglas en inglés) de la UEM se ralentizó a su nivel más bajo desde enero de
2017. El PMI descendió desde los 51,9 del mes febrero a 51,3 puntos en marzo y
parece que en abril continuará la caída. Detrás de esta reducción está la
incertidumbre de la política económica de Italia, la debilidad de la economía alemana,
las elecciones españolas y al Parlamento Europeo, el Brexit y la política
comercial proteccionista de Estados Unidos. ¡Casi nada!
Como
consecuencia de todos estos problemas también bajó la Confianza Económica en la
UEM arrastrada por un menor optimismo en la industria. La encuesta de la
Comisión Europea mostró que este indicador se redujo desde 106,2 puntos en
febrero a 105,5 en marzo, continuando con una tendencia a la baja. Para salir
de esta situación de estancamiento lo que Europa necesita son reformas
estructurales: armonizar los sistemas fiscales de los países, mejorar el
funcionamiento de los mercados de productos y servicios, liberalizar todavía
más el mercado laboral, conseguir redimensionar el sector público para reducir
el gasto corriente innecesario y aumentar, en cambio, la inversión pública y
privada que anime el crecimiento económico y el empleo.
Gobierno
en mala dirección
España
también necesita más reformas. La fase positiva del ciclo de la que todavía se
beneficia España permite que se puedan implantar nuevas medidas que mejoren la
competitividad. Desgraciadamente, el Gobierno ha optado por aumentar el gasto
público. También porque ha optado por hacer crecer el empleo público. No
contentos con los 3.211.000 empleados públicos, que aparece en la última
Encuesta de Población Activa, el viernes el Gobierno aprobó una oferta de más
de 33.800 puestos en la Administración. En este sentido España va en dirección
contraria a otras naciones. Efectivamente, en otros países europeos se está intentando
reducir, o al menos no aumentar, el número de empleados públicos como una
medida necesaria para reducir el gasto público y con este ahorro disminuir el
déficit público.
Sin
embargo, en España, el número de funcionarios y asimilados sigue aumentando,
hasta el punto que en tan solo 5 años, desde 2013 la cifra ha crecido en
300.000 personas. Desde una perspectiva temporal más cercana, en 2018, el
empleo público creció a una tasa descomunal del 4,4% (hay que remontarse a 2003
para encontrar una tasa mayor), mientras que el privado lo hizo al 2,7%. Este
repunte en la plantilla de las Administraciones Públicas genera un incremento
desorbitado del gasto público. Si este no se frena, Bruselas nos impondría unos
recortes tales que obligarían a hacer un ajuste laboral salvaje. ¿Se ha
valorado este riesgo al tomar la decisión de una oferta de empleo pública tan
gigantesca?
La
mejora del capital humano
Aunque
sea verdad que España sigue manteniendo en 2019 una tasa de desempleo muy alta,
la solución no pasa por crear empleo público. Los esfuerzos de España deben
dirigirse a aumentar la actividad económica en el sector privado. Por ejemplo,
aprovechando las oportunidades que se abren con la Cuarta Revolución Industrial
e invertir en nuevas tecnologías y en capital humano para mejorar su
productividad y aumentar el empleo. Conviene recordar que las personas que han
estudiado a lo sumo la enseñanza secundaria obligatoria o el bachillerato (que
es el 60% de la población española de 16 y más años), presentan las tasas de
paro más elevadas (20% frente al 14,5% de la media nacional).
De ahí
que para aumentar el empleo se deberían introducir reformas educativas que
mejoren la calidad del capital humano y, a la vez, tengan en cuenta las
necesidades presentes de las empresas, tales como impulsar reformas que mejoren
la productividad de la mano de obra, incentivar la movilidad geográfica de la
mano de obra con políticas de vivienda o reformas fiscales que estimulen la
aceptación de puestos de trabajo fuera del lugar de residencia; o abaratar los
costes económicos y burocráticos de creación de empresas o incluso de expansión
geográfica de las ya existentes. Estas son algunas de las medidas que se
podrían adoptar para reducir el desempleo en España.
Pero,
además de la mejora del capital humano, el país necesita de otras reformas
estructurales: seguir animando a la inversión extranjera directa, garantizar la
sostenibilidad de la deuda pública, reestructurar el sistema público de
pensiones y reformar las Administraciones Públicas para reducir el déficit.
Desgraciadamente el déficit fiscal no sólo no se reducirá este año, sino que
puede ascender al 2,7% del PIB, frente al objetivo aprobado del 1,3%. Con los
datos preliminares de la evolución del IPC del mes de marzo (un alza del 1,3%)
no tiene sentido que los sueldos de los funcionarios crezcan al 2,5%
contaminando la negociación colectiva con subidas de sueldos más allá de la
inflación y la productividad.
También
es un error que se hayan indexado las pensiones con el IPC. Hay que ir al fondo
del problema y vincular las pensiones (y también la edad de jubilación) a la
esperanza de vida, la evolución de las cotizaciones sociales y la de la
población ocupada. Además, la solvencia del sistema de pensiones y el futuro
del bienestar de los jubilados pasa por incentivar el ahorro. Sin embargo,
desde 2014 el ahorro desciende mientras los gobiernos de España no hacen nada
para evitarlo. Ayer el INE informó que el pasado año el ahorro cayó con fuerza,
hasta el punto que en 2018, la tasa de ahorro de los hogares se cifró en el
4,9% de su renta disponible, su mínimo histórico.
Nuevo
Ejecutivo
Así las
cosas, las medidas populistas que se están aplicando podrían deteriorar la
confianza empresarial y la creación de empleo. La falta de moderación que ha
mostrado el gobierno de Pedro Sánchez se puede volver a repetir, si ganase las
elecciones, y quisiera que le llevasen a la Moncloa los partidos
independentistas y antisistema. Un Ejecutivo que continuase las actuales
políticas podría ser muy negativo para el conjunto de la nación. Unos y otros
socios podrían volver a someter a Sánchez a un chantaje sistemático que
causaría un deterioro histórico en la cohesión de España.
En
definitiva, sería deseable que el Gobierno que salga de las urnas retomase la
agenda reformista orientada a estimular la competitividad, aumentar el empleo
en el sector privado, equilibrar las cuentas públicas, reducir la deuda, y
mejorar la productividad (que, por cierto, lleva tres trimestres cayendo).
Catedrático
de la Universidad San Pablo-CEU y Profesor del IE Business School
Abrazos,
PD1: El Señor nos mueve a usar perseverantemente la oración de
petición. Existen otros tipos de oraciones: la adoración, la expiación, la
oración de agradecimiento, pero Jesús insiste en que nosotros frecuentemos
mucho la oración de petición.
¿Por qué? Muchos podrían ser los motivos: porque necesitamos la
ayuda de Dios para alcanzar nuestro fin; porque expresa esperanza y amor;
porque es un una muestra de fe. Pero existe uno que quizá sea poco tenido en
cuenta: Dios quiere que las cosas sean un poco como nosotros queremos.
De este modo, nuestra petición, que es un acto libre, hace que el mundo sea
como Dios quiere y algo como nosotros queremos. ¡Es maravilloso el poder de la
oración!