20 mayo 2019

China puede defenderse


Si los aranceles van a más, China reaccionará con sus poderes, que no son pocos…
Hace ya cinco años que contesté por primera vez en una charla a la pregunta de qué pasaría si, en el enfrentamiento entre EEUU y China, ésta decidiera deshacerse de todos los bonos del Tesoro norteamericano que ha ido acumulando, tras muchos años de mantener un superávit por cuenta corriente, en la cartera de su banco central.
Mi respuesta, entonces, fue que eso no iba a suceder.
Pero este es un tema que sale a la superficie de manera recurrente y es especialmente querido por editorialistas anglosajones del Economist y otras publicaciones financieras que aman los ejercicios de ciencia-política-ficción, para lo que elijen algo en sí mismo interesante y lo desarrollan de manera lineal, sin tener en cuenta los contrapesos y, lo que es más importante, sin considerar que las argumentaciones en materia económica y financiera solo son fiables cuando incluyen cálculos de descuento de flujos futuros. Es decir, cuando aplican algo tan básico como es el tipo de interés compuesto y las variaciones en el tipo de cambio de las divisas. Todo lo demás es pura especulación, buena para conversaciones de café, pero solo acertada cuando lo es por casualidad.
La eventual venta masiva de la deuda pública de EEUU que tiene el banco central chino en su cartera como represalia por las sanciones comerciales recientes está de actualidad estos días de nuevo no solo por el aumento de las tensiones entre los dos países sino porque se ha publicado esta semana la variación más reciente que ha experimentado esa cartera: se ha reducido en el mes de marzo en 10.400 millones de dólares, con lo que ha pasado de ser 1,13 billones (1,13 trillion dollars) a 1,12 billones.
Como se ve, la reducción es de un 1% y, por tanto, no merece una interpretación que la relacione con que China se está deshaciendo de los bonos del Tesoro de EEUU por una razón que no sea estrictamente de gestión de las reservas del banco central, aunque, como se ve en el gráfico (línea amarilla) se suma a la progresiva disminución del volumen de deuda pública de EEUU en manos del banco central chino: era de 1,32 billones de dólares en noviembre de 2013 y es solo de 1,12 billones ahora: una disminución de 200.000 millones de dólares en casi seis años.
Las argumentaciones catastrofistas sobre el impacto que el descenso del volumen de deuda USA en manos de China tendría sobre la rentabilidad de la deuda norteamericana tampoco se han cumplido: como señala la línea azul del gráfico (cuya escala está a la derecha e invertida) la rentabilidad del bono a diez años era de 2,36% en noviembre de 2013, cuando más deuda USA tenía el banco central chino, y era ayer ¡oh casualidad! de 2,36%, también. Cosa que no es rara: si no se ha cumplido la profecía de que las ventas serían masivas y súbitas no es raro que tampoco se haya cumplido su corolario de que las rentabilidades subirían bruscamente.
Y es que esa disminución de las reservas del banco central chino materializadas en deuda pública de EEUU se produjo no por las razones geopolíticas anunciadas sino por razones generales de pura gestión de las reservas y porque éstas se redujeron en un billón de dólares (bajaron de cuatro a tres billones) por causa de la fuga de capitales que se produjo entre 2014 y 2017. Habida cuenta de esto último, lo raro es que la deuda pública USA en manos de China no descendiera más en esos años.
Curiosamente, si se mira la línea amarilla del gráfico, desde que llegó Donald Trump a la Presidencia de EEUU, con sus amenazas de guerra comercial, y hasta agosto de 2017, la inversión en deuda pública de EEUU de las reservas del banco central chino, había subido en 160.000 millones: desde 1,04 a 1,2 billones de dólares.
Todo puede suceder, pero no está en los intereses de nadie, y menos de China, el hacer una “venta por remate” de su cartera de deuda de EEUU.
Deuda USA acumulada por China
Y si comparamos la posición de bonos de EEUU de China y Japón, refleja cómo se financia el déficit externo de EEUU:
Abrazos,
PD1: El Señor al hablar provocaba muchas veces el asombro, la admiración… y, también, la crítica, la murmuración, el odio..., hasta que le mataron. Jesucristo hablaba el “lenguaje de la caridad”: sus obras y sus palabras manifestaban el profundo amor que sentía hacía todos los hombres, especialmente hacia los más necesitados.
Hoy, como entonces, los cristianos hemos de ser distintos al resto, porque hablemos y actuemos no como los demás. Nosotros, imitando y siguiendo a Jesucristo, hemos de emplear igualmente “el lenguaje de la caridad y del cariño”, lenguaje que todos son capaces de comprender… Hacer sencillo el mensaje, que no sea un tostón teológico.