09 septiembre 2019

destruyendo los principios de siempre...


Somos capaces de borrar de un plumazo todo lo que había funcionado muchos años… Ahora nos abrazamos a nuevas cosas que desconocemos si funcionarán o no… La patada hacia adelante continua.
En una sociedad relativista como en la que vivimos, incluso los principios más básicos y fundamentales se han convertido en relativos y, por tanto, dejan de considerarse principios. Esta epidemia relativista ha llegado también a los principios económicos tradicionales e incluso a la lógica, con nocivas consecuencias que están por ser vistas.
Una deuda genera el pago de intereses del deudor al acreedor. Ahora no necesariamente. Las deudas generan intereses al deudor y no al acreedor. Se acaban confundiendo las características de los activos y los pasivos. No sólo los Estados, sino las empresas con calificación crediticia de grado de inversión reciben intereses por endeudarse. Incluso en Dinamarca un banco (Jyske Bank) ofrece hipotecas a diez años a un tipo fijo del -0,5%. En Finlandia, Nordea Bank ofrece hipotecas a 20 años sin intereses.
A mayor endeudamiento, mayor tipo de interés exigido. El propio sentido común dicta que a un mayor nivel de endeudamiento (da igual que sea una familia, una empresa o un Estado), mayor será el tipo de interés exigido en la deuda nueva y mayor será la carga de intereses. Según aumenta el endeudamiento, la capacidad del deudor para devolver las deudas es menor y, por tanto, el riesgo asumido al prestarle cantidades adicionales debe ser compensado con un mayor tipo de interés a pagar por el deudor.
Algo tan aparentemente evidente ha dejado de cumplirse. En el caso de los Estados, niveles históricamente máximos de deuda en términos absolutos y en la cercanía a los máximos de endeudamiento en términos relativos respecto al PIB, los tipos de interés pagados por las nuevas emisiones de deuda se encuentran en mínimos históricos, reduciéndose incluso la carga total de interés. Este efecto es generalizado en los países de la OCDE (ver gráfico).
El caso español no es una excepción. Hace apenas ocho años, cuando la deuda del Estado no alcanzaba los 600.000 millones de euros, el tipo exigido a las nuevas emisiones de deuda era del 4%. Ahora, con la deuda por encima del billón de euros, el Tesoro se financia ya a tipos negativos. Desde 2011, según ha ido aumentando la deuda del Estado, los tipos medios de emisión de la nueva deuda han ido descendiendo. Ya el pasado julio el tipo de emisión ha sido negativo. El Tesoro empieza a recibir intereses por endeudarse.
En un entorno como el de los diez últimos años de deuda creciente a nivel global, el nuevo principio es que las deudas no se devuelven, sólo se refinancian. Si el principal no hay que devolverlo, porque siempre habrá alguien que compre los nuevos bonos a vencimiento, y si no, en última instancia los adquirirá el BCE; adicionalmente, la nueva deuda no genera intereses, es fácil que algún gobierno caiga en la tentación de preguntarse qué problema hay en endeudarse más y más.
Durante el mes de agosto, el Tesoro alemán intentó colocar un bono a 30 años con tipos negativos, y la demanda sólo cubrió el 40% de la emisión prevista. Fuera del BCE, la demanda de bonos con tipos negativos tiene un límite.
No obstante, la previsible bajada adicional de los tipos negativos a niveles todavía más negativos por parte del BCE la próxima semana, y el posible anuncio de nuevas adquisiciones de bonos prolongará el estado actual de tipos negativos, incentivando el consumo y el endeudamiento en detrimento del ahorro y la inversión.
Abrazos,
PD1: La única arma para todo es la oración. Hay que transformar el trabajo en oración, ofreciéndolo a Dios cada mañana. Y en primerísimo lugar esa oración fundamental que es la Eucaristía, ya que toda la fuerza sale de la Cruz de Cristo, que se hace sacramentalmente presente en la Misa: ahí está la Redención. Es bonito que cada vez que asistimos a la Misa pensemos que ahí se realiza la redención del mundo…