26 enero 2015

deflación

Las expectativas de subidas de tipos de interés en EEUU son estas:
En Europa los tiros van por otro lado, no se pueden subir los tipos ya que con tanta deuda, petaríamos. Además, menudo negocio de mierda van a hacer los bancos centrales locales que es comprar deuda con rentabilidades negativas y que para desprenderse de ellas lo hicieran a tipos superiores… Pero, como siempre, Europa llega tarde…
Es un sin vivir, que sí hay deflación, que no hay… ¿en qué quedamos? Lo que parece claro es que lo que ha hecho el BCE para estimular la economía europea es con una finalidad de que los precios repunten…, y para que haya algo de crecimiento en Francia e Italia. A ver si consigo que te llegue algo de luz:

Impuestos contra la deflación

La caída de los precios está causada por el envejecimiento demográfico; el remedio hay que buscarlo en la política tributaria, no en la monetaria. La expansión ilimitada de dinero puede ser contraproducente

¿Qué diríamos a un médico que nos asegurase que no tenemos cáncer porque no tenemos fiebre? Pues que confunde la velocidad con el tocino porque el cáncer y la fiebre no tienen mucho que ver. ¿Qué diríamos a un economista, o a un ministro, o a un banco central que nos dijera que no estamos en deflación porque los precios están subiendo? Ahí mucha gente dudaría porque la inconsistencia del argumento no es tan aparente. Pero habría que decirle lo mismo que al médico, que confunde la velocidad con el tocino, porque la deflación y la caída de los precios no tienen mucho que ver. Pocos médicos diagnostican el cáncer por la fiebre, afortunadamente. Pero la gran mayoría de los economistas, ministros y bancos centrales diagnostica la deflación por la caída de los precios y, peor aún, intentan combatirla procurando que los precios crezcan, lo que es como tratar el cáncer con antipiréticos.
¿Qué es la deflación? Veamos, ¿qué es mejor, comer hoy o comer mañana? La mayoría contestaría que hoy, porque mañana Dios dirá. ¿Cuánto mejor tiene que ser la comida de mañana para que alguien acepte comer mañana en vez de hoy? La respuesta está relacionada con el precio que le asigne al transcurrir del tiempo. Si el precio que se pide por esperar es muy alto, la comida de mañana tendrá que ser mucho mejor que la de hoy. Partiendo de esta intuición, los economistas toman la Tasa de Descuento Intertemporal (TDI) como aproximación al precio del tiempo y, por convención, la estiman utilizando algún tipo de interés a largo plazo. La TDI es el tipo de interés profundo de una economía o de una sociedad. Es el agujero negro alrededor del cual gravita toda la galaxia de los demás tipos de interés.
Pero ¿qué es la deflación? Una sociedad está en deflación cuando tiene una TDI cercana a cero o negativa. Eso equivale a decir que los acontecimientos del futuro tienen tanto o incluso más valor que los del presente. La comida de mañana, por ejemplo, se valora más que la de hoy. En una sociedad deflacionaria se posponen las decisiones de consumo y también las de inversión. Hay una gran aversión al riesgo. Se ahorra en exceso y se consume poco. Se exportan capitales y los superávits por cuenta corriente se hacen crónicos. Los precios al consumo pueden caer por falta de demanda pero esa caída es síntoma, no causa de la deflación.
¿Puede existir una sociedad con una TDI negativa? Sí, sí puede. En 1998, el economista japonés Ryuta Kato estimó que para explicar la alta tasa de ahorro que se observa en Japón tenía que usar TDI negativas entre el -1% y el -7,5% ¿Qué proceso lleva a una sociedad “normal”, con TDI positiva, a convertirse en una sociedad deflacionaria con TDI negativa? En una breve nota publicada en 2009 en VoxEU (http://www.voxeu.org/article/can-inheritance-taxes-prevent-deflation), propuse un sencillo esquema demográfico para explicar la transición de una TDI positiva a otra negativa. El razonamiento es como sigue.
Hace falta un gravamen de sucesiones muy severo y suavizar mucho el de donaciones 
En toda sociedad conviven personas con TDI positivas y negativas. Los jóvenes tienden a endeudarse para hacer frente a gastos, como la compra de vivienda, para los que su ahorro es insuficiente. Esto denota preferencia por el presente respecto al futuro y una TDI positiva. Los ancianos, aunque sea contraintuitivo, ahorran, y mucho. Una razón puede ser el deseo de dejar una herencia lo que, a su vez, puede estar motivado por el deseo de no perder el control de la riqueza y de mantener el poder. Otra razón es la incertidumbre sobre cuánto va a durar la propia vida en una sociedad en la que la longevidad sigue creciendo con mucha rapidez. Es razonable suponer que la TDI de los ancianos es negativa e, incluso, muy negativa.
¿De qué manera deben agregarse las tasas individuales para lograr una TDI del colectivo social? Esta es la cuestión clave. Se ha discutido mucho este tema de agregación en el contexto del análisis coste-beneficio de proyectos con horizonte de maduración muy largo como, por ejemplo, los de prevención del cambio climático. En mi nota de 2009 usé un modelo de descuento basado en la función gamma, propuesto por Martin Weitzman, que parece particularmente indicado para la agregación de TDI. Los resultados de una sencilla simulación en una sociedad en la que hay jóvenes con una TDI del 4% y ancianos con una TDI del -4% ilustran los resultados demoledores del cambio demográfico: un incremento del porcentaje de ancianos del 10% al 30% hunde a la TDI agregada en zona negativa. Los efectos del envejecimiento sobre la TDI son más que proporcionales.
Este es el resultado clave. La sociedad ha entrado en deflación. La caída en deflación de una sociedad es un proceso no lineal que va mucho más deprisa que el cambio demográfico que lo desencadena. En otras palabras, la deflación entra en una sociedad sin anunciarse, de manera subrepticia. La sociedad puede envejecer lentamente, pero puede caer en deflación con mucha rapidez. El proceso puede hacerse todavía más rápido si, como ocurre en muchos países, la riqueza está concentrada en la población más anciana.
Hay que llevar la lucha antideflación a las familias, que es donde hay posibilidades de victoria
¿Cuáles son las consecuencias de la deflación? Sin ánimo de ser exhaustivo, citaré en primer lugar un incremento de la tasa de ahorro generado por la preferencia del consumo futuro respecto al consumo presente. Ello puede llevar, en segundo lugar, a que la demanda agregada se torne insensible a los precios y se vuelva vertical —la infame trampa de la liquidez—, provocando caídas de precios en cadena y creando un círculo vicioso que agrava el problema.
En tercer lugar, la caída de la TDI provoca un aumento de la aversión al riesgo en el conjunto de la sociedad: la preservación del capital se torna el principio rector de la asignación de recursos en detrimento de la inversión productiva, que es la que crea empresas y empleo. En cuarto lugar, la combinación del crecimiento de la tasa de ahorro con el aumento de la aversión al riesgo provoca un exceso de ahorro, o de fondos prestables, que no encuentra inversiones lo suficientemente seguras. Ello genera, en quinto lugar, una presión a la baja sobre los tipos de interés que los hace converger hacia cero. En sexto lugar, el exceso de ahorro se manifiesta en exportaciones de capital en busca de rendimientos más elevados que los que ofrece la economía doméstica. Esto, en séptimo lugar, se manifiesta en superávits crónicos por cuenta corriente en los países deflacionarios. Y, en octavo lugar, se manifiesta también en la creación de burbujas especulativas en terceros países, alimentadas por los flujos internacionales de capital. Es fácil reconocer en esas características estilizadas a países como Japón o Alemania, que ya han recorrido un buen trecho en el camino de la deflación.
¿Qué hacer? ¿Qué remedios pueden aplicarse contra la deflación? Como hemos sugerido al principio, no parece que una expansión monetaria ilimitada tanto cuantitativa como temporalmente sea el remedio adecuado. Es, como mucho, un tratamiento sintomático de la enfermedad que puede ser, incluso, contraproducente porque contribuye a empujar a los tipos de interés hacia cero. Por otra parte, tampoco parece posible —o deseable— revertir o limitar el envejecimiento de la población controlando el crecimiento de la esperanza de vida. Menos reparos morales tendrían políticas de fomento de la natalidad, aunque la experiencia indica que su éxito sería limitado. Más prometedor parece actuar sobre los agravantes de la conexión entre envejecimiento y caída de la TDI. El principal de estos agravantes es la acumulación de la riqueza y del poder de decisión en las personas mayores, que es un factor de amplificación de la no linealidad inherente en la determinación de la TDI de una sociedad.
Para corregir esta situación parece mucho más eficaz el sistema tributario que la política monetaria. Una combinación de un impuesto de sucesiones muy severo —que, en cualquier caso, debería existir por razones de equidad— y un impuesto de donaciones intervivos mucho más suave podría incentivar una transferencia intergeneracional de riqueza hacia personas con una TDI más alta, con menor aversión al riesgo y con mayor capacidad de liderar una sociedad más dinámica. Se trataría de llevar la lucha contra la deflación al seno de cada familia, que es donde hay posibilidades de victoria.
César Molinas, matemático y economista, está escribiendo un libro sobre el futuro del empleo en España patrocinado por la Fundación de Estudios Financieros
Y este otro de Emilio Ontiveros:

¿Quién teme a la deflación?

¿Quién iba a decirnos a los españoles que acabaríamos preocupándonos por la tendencia a la baja de los precios de nuestros bienes y servicios?
La española, una de las economías tradicionalmente más inflacionistas de la Unión Europea, acompañó la recesión de 2009 con varios meses seguidos de variación negativa del IPC, y ahora en este año son ya siete. En el pasado mes de diciembre los precios volvieron a caer, un -0,6% y en términos interanuales un 1%. La tasa media en 2015 fue del -0,2%.
Con la información disponible, especialmente los precios de las materias primas, es previsible que esa tendencia se mantenga algunos meses más.
Está, por tanto, justificado que revisemos los efectos de una tendencia tal, vinculando el análisis a la dinámica de crecimiento en la que está inmersa la economía española.
a) La consecuencia más conocida, y probablemente la más adversa, del descenso persistente en los precios es el aplazamiento de las decisiones de gasto que las familias llevan a cabo o las empresas de inversión anticipando descensos adicionales de precios. Ha de preocupar porque en la economía española es difícil asentar ritmos de crecimiento del PIB razonables si el componente de demanda interna, desde luego el gasto de las familias, no es sostenible.
Si la caída de precios fuera persistente y generalizada podría alimentar ese temido círculo vicioso de expectativas bajistas, aplazamiento del gasto, descenso de precios, estrechamiento de márgenes empresariales, destrucción de empleo y otras formas de capital, deterioro de la solvencia de los endeudados...
La situación actual no es, sin embargo, alarmante. Esa reducción en los precios en los próximos meses coexistirá probablemente con repuntes en el consumo privado, consecuente con el moderado crecimiento de la renta disponible de las familias asociado a las mejoras del empleo ya explícitas y en menor medida a la liberación de la imposición sobre la renta. Descensos moderados en los precios aumentarán la capacidad adquisitiva de la renta disponible que pueden inducir aumentos de gasto si la confianza de las familias no se inhibe por otras circunstancias. En realidad, de la mano de la recuperación ya observable los precios de algunos servicios han subido, al tiempo que mejoran algo los precios de los consumidores.
b) Que los precios caigan podría ser en principio bueno en términos de fortalecimiento de la competitividad via precio de nuestras ventas de bienes y servicios al exterior. Digo podría porque su reflejo favorable dependería de que la demanda de los clientes a los que se destinan esas exportaciones fuera suficientemente intensa y, en todo caso, nuestros precios cayeran mucho más que los de esos países.
No es exactamente el caso de la eurozona, donde siguen destinándose una mayoría de nuestras exportaciones. La debilidad de la demanda de esas economías es manifiesta y también el efecto de caída de los precios. Aunque en menor medida que los españoles, los precios al consumo en la eurozona han caído, neutralizando parcialmente ese efecto potencialmente favorable. En diciembre esa tasa de variación ha sido negativa. Ocurre, además, que la inflación en los últimos meses ha caído también en otras grandes economías como la china o la estadounidense.
c) La caída persistente de los precios es un buen cómplice de los acreedores netos. En especial de 
aquellos que teniendo más activos que pasivos financieros tienen aquellos en instrumentos con una rentabilidad nominal acordada en momentos del pasado de inflación más elevada. Pero la desinflación no es buen acompañante de los deudores. Mientras que la inflación erosiona el valor de las deudas, las caídas de precios, con independencia de los efectos anteriores sobre la salud de las empresas y del empleo, la carga de esa deuda asciende. En España somos deudores netos, pero el endeudamiento privado, de las familias y de las empresas, es el más inquietante. También para salud de un sistema bancario que debería normalizar completamente su inversión crediticia en 2015.
Las previsiones de Afi, tras los datos de diciembre y la cesión que acumula el precio del petróleo en los dos últimos meses (de casi el 30% medido en euros) sitúan la inflación media del año en el -1,1%, ocho décimas por debajo del último pronóstico. La frontera entre la razonable atención a esa evolución y la alarma dependerá de lo que ocurra en la eurozona: de las políticas económicas que se adopten en las próximas semanas con el fin de fortalecer la demanda agregada.
Conviene recordar que en la eurozona hay economías en las que las caídas de precios, que no son debidas totalmente a los recientes descensos en los precios de la energía, coexisten con un estancamiento de la actividad. Y eso nos remite a ese riesgo de "japonizacion" del que, a pesar de haberlo comentado en este blog hace tiempo, incluso a los que no somos supersticiosos, nos lleva a cruzar los dedos de vez en cuando.

Fuente: INE
Ya tenemos el lío en Grecia y el dólar a 1,20 frente al euro… Va a ser bonito. Abrazos,
PD1: He estado de curso de retiro espiritual este fin de semana y, como siempre te cuento de todo, éste es mi propósito: Cambiar mi oración mental diaria. Solía hacerla de petición (por mi mujer, por mis hijos, por mi nuera/yerno, por mi nieta, por otros dos nietos que vienen de camino (¡qué generosos!), por mi madre, mis hermanos, mis cuñados, mis suegros, mis sobrinos, mis amigos, mis clientes…, por los sacerdotes, el Papa incluido, por los pobres, por los enfermos, por los que lo pasan mal, por los que se me van muriendo, las Almas del Purgatorio incluidas)…, siempre pidiendo, y seguiré haciéndolo. También hacía oración de alabanza y de gracias a Dios, tantas cosas buenas me han ido pasando que tengo que dar muchas gracias; no se me suele olvidar. Le cuento mis cosas, alegrías, tristezas, preocupaciones…, y me va dando respuestas, me va dando ideas buenas… Pero lo que nunca hacía, grave error, era decirle al Señor todo mi amor, decirle todo lo que le quería y quiero… Y es aquí donde me he propuesto cambiar, meter el amor a Dios de forma diaria en mi oración…, decirle lo mucho que le quiero. Sí, ya lo sabe, pero como a los enamorados, le debe gustar mucho que se lo digamos.