28 enero 2015

las cosas pequeñas...

Si nos fijáramos más en hacer bien lo pequeño, todo saldría mucho mejor, el resultado final sería excelente. Lo malo es que España es un país de chapuceros por naturaleza…, no nos fijamos cuando la emprendemos, somos demasiado impetuosos…
No obstante, seamos optimistas, al final hay muchos que sí que hacen muy bien su trabajo. Te pongo un ejemplo que me hizo gracia, pero tiene su enjundia ver como defendieron a muerte una imagen dañada… Respeto a la reputación, es lo que vale una marca:
Hay empresas que miran mucho por esa imagen conseguida…, y sin embargo, otras muchas no se preocupan por la satisfacción del cliente…, parece que no les preocupa que tenemos que volver a comprarles y tal…
La excepción es el sector público. Sigue abundando la ineficacia, el vuelva Ud mañana… Si se podría hacer tantas cosas pequeñas:

Grandes "recortes" y muchísimos pequeños despilfarros

Una de las falacias conceptuales más clamorosas del debate económico actual consiste en repetir hasta la saciedad que la austeridad implica necesariamente recortes en servicios públicos esenciales, olvidando que todas las playas se han ido formando grano a grano. El agujero de las cuentas públicas y el imparable crecimiento de la deuda, también: el despilfarro se acumula en organismos inútiles, inanidades funcionales y dispendios innecesarios, que repetidos y multiplicados por horas, días y españoles acaban formando una enorme e incontrolable bola.
Siempre que tengo ocasión recomiendo una joya del sentido común empresarial, el "Manual Contra el Despilfarro" que Rafael del Pino, fundador de Ferrovial, publicó en julio de 1962 y en el que enseñaba a sus directivos como luchar contra “ese dragón de siete cabezas que se infiltra por todas partes (…), ese devorador de las empresas”. Devorador de empresas y de estados, añadiría yo.
Hay una idea fundamental que subyace en ese magnífico documento, y Del Pino la expresa muy bien: “no hay despilfarro pequeño, pues una misma forma se repite muchas veces y tiende siempre a aumentar, por lo que pronto adquiere caracteres de importancia”.
Tal razonamiento es válido para todos los órdenes de la vida económica, pública o privada. Coincido con el autor en que la lucha contra el despilfarro no se compone sólo de recetas adhoc, sino que se trata más de un "estado de ánimo", esto es, de una disposición ética hacia la sensatez y la austeridad, entendida esta (DRAE) como cualidad de austero: "sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes". Algo que casa muy mal con la naturaleza artificiosa del discurso político dominante, proclive al exceso y a solucionar los problemas tirando de chequera ciudadana.
Alguna de las recomendaciones del manual son perfectamente aplicables a la gestión de los recursos públicos. Hagamos un breve repaso a las mismas:
1) Cuando cualquiera de las administraciones decida prestar un servicio público, sus responsables deberían tener en cuenta:
Que no se esté prestando ya por otra administración. - Que el servicio corresponde exactamente a la necesidad que pretende cubrirse y no a intereses propios o ajenos.
Que la relación calidad/precio del servicio a prestar sea la adecuada, y que además se garantice su financiación en el tiempo.
Que la entidad que vaya a prestar el servicio esté correctamente dimensionada en infraestructura, medios materiales y personal. Un exceso de tamaño consume recursos financieros innecesarios que podrían emplearse en otros menesteres.
2) Los bienes públicos, obtenidos a través de impuestos, constituyen un verdadero tesoro para nuestra sociedad. Como escribe del Pino: "esto ya es una definición completa, y todo un programa". Los cargos políticos y los funcionarios deberían tenerlo en cuenta a la hora de manejarlos, y obrar como un cajero cuidadoso con aquellos caudales que no son suyos. Pero también los ciudadanos deben utilizar los bienes y servicios públicos de forma cívica y responsable. Es una cuestión de derechos, pero también de deberes.
3) Los servicios inútiles, accesorios o duplicados deben eliminarse de inmediato. Cuestan dinero, tiempo y esfuerzo, y no rinden utilidad alguna al ciudadano.
4) Cuando una administración contrata, debe elegir siempre el medio más económico. "Y como tal no se entienda siempre el más barato, sino aquel que resulta más adecuado a las circunstancias del caso".
5) Además de utilidad, la productividad de los medios públicos y de los funcionarios resulta asimismo un factor clave. Si tenemos recursos materiales y humanos ociosos estaremos despilfarrando salarios, intereses del capital público invertido y amortizaciones fijas. Cuanto mayor sea la productividad de dichos recursos menor será el coste de los servicios prestados. Esto es válido para todo tipo de prestación: educación, sanidad, defensa, seguridad, etc. Por ello, los responsables públicos deben velar por tener sus administraciones "bien engrasadas", vigilar constantemente su rendimiento y estudiar sus ineficiencias.
La realidad es que durante décadas nos hemos contentado con un manejo rutinario y burocrático de nuestros recursos, que ha coartado cualquier posibilidad de mejora. Si todas las administraciones públicas trabajaran intensamente en los cinco aspectos que acabamos de enunciar, otro gallo económico nos cantaría ahora.
Citando de nuevo a Don Rafael, disponer de una organización modélica es la mejor arma contra el despilfarro:
"Con un personal celoso y competente, la negligencia es rara y ocasional y por ello no ha de generar mucho despilfarro. Pero si la organización es deficiente; aún no habiendo negligencia se producirá despilfarro, que las más de las veces pasará inadvertido. Una buena organización es la mejor arma para el despilfarro, pues no dejará rincones oscuros donde pueda aquel disimularse. Inversamente, una buena organización hace casi imposible la existencia de negligencias, ya que éstas son pronto puestas de manifiesto y a la luz del día".
Y yo me pregunto (y seguro que ustedes también): ¿a qué siglo estamos esperando?
Siento la hora, pero pillé la gripe y ando con 39 de fiebre. La mejor mortificación, cada vez que toso lo ofrezco por alguien. Y no paro de toser… Abrazos,
PD1: E insistiendo en esas cosas pequeñas y en hacerlas bien, en España somos especialistas en las cosas grandes y las grandes subvencionadas ruinosas… El maldito AVE y el cambio de política de precios en 2014 para que los trenes no fueran vacios y tuvieran sentido los miles de millones que hemos tirado a la basura en el AVE y que ahora debemos…:

Las rebajas de Renfe desploman un 18% los ingresos por pasajero del AVE y ahondan su ruina

El notable incremento del número de pasajeros de AVE y larga distancia registrado en los dos últimos años no se ve correspondido en los ingresos, que han aumentado pero en una proporción cuatro veces inferior. Mientras, los gastos no dejan de crecer.
La política comercial implantada por el Ministerio de Fomento para revitalizar las cifras de la alta velocidad, basadas en puntuales y llamativas bajadas de precios, ha tenido un indudable impacto en cuanto al incremento del número de usuarios del AVE. Sin embargo, su correspondencia en la parte económica aun deberá esperar. En los dos últimos años, Renfe ha aumentado un 32,5% el número de billetes de alta velocidad y larga distancia vendidos, para alcanzar la nada despreciable cifra de 29,6 millones en 2014. Sin embargo, estas magnitudes se han traducido en un incremento de los ingresos por este concepto del 8,6% en este periodo, con el consiguiente resentimiento de las variables que miden la rentabilidad del negocio.
En concreto, en estos dos últimos años de intensa actividad de oferta comercial por parte de Renfe en relación con la alta velocidad y larga distancia, los ingresos por pasajero se han venido abajo algo más de un 18%, desde los 50,26 euros del año 2012 a los apenas 41,21 euros del ejercicio que acaba de terminar.
Mientras, los que sí se han incrementado y de forma más que notable han sido los cánones que Renfe abona a Adif por el empleo de la infraestructuras. En los últimos años, las cifras de han pasado del entorno de los 290 millones de euros a superar los 450 millones de euros.
El número de pasajeros y los gastos crecen rápido pero los ingresos no lo hacen, precisamente, a alta velocidad sino a un ritmo cuatro veces inferior. Los 29,6 millones de billetes vendidos en 2014 superan las expectativas más optimistas, que apuntaban a superar los 28 millones de pasajeros.
Pero aún supone que, como media, los españoles no llegan a utilizar ni una vez el AVE cada año (y lo emplean dos veces en un periodo de tres años), mientras que franceses, alemanes y británicos lo emplean dos y tres veces cada ejercicio.
El difícil sentido de la red
Es decir, que pese a obtener unas cifras comerciales aparentemente para sacar pecho, la red de alta velocidad sigue sin encontrar los pies y la cabeza que el presidente de Adif, Gonzalo Ferre, le buscaba en vano hace unos meses.
Aunque, lejos de buscar un punto de equilibrio, los números no van a ir precisamente a menos. La alta velocidad ferroviaria ha sido, sin duda, la joya de la corona del Gobierno de Mariano Rajoy en materia de infraestructuras. Durante los tres primeros años de legislatura, esto se ha manifestado en forma de licitaciones, con más de 7.000 millones de euros destinados a completar la red de AVE. Y en 2015 llegará el momento de cortar la cinta, con la previsión de la entrada en servicio de 1.000 nuevos kilómetros.
Más kilómetros igual a más costes de mantenimiento igual a más gastos para la compañía encargada de operar el servicio de alta velocidad. En 2015, Renfe pasará a tener competencia en el corredor de Levante. Pensando en esta circunstancia, la compañía pública se ha movido en estos meses con atractivas ofertas de precios y servicios (como el vagón silencioso) y a fe que ha logrado tener éxito a la hora de atraer nuevos clientes.
En los últimos dos años, Renfe ha vendido 7,2 millones más de billetes de alta velocidad y larga distancia. Un logro sin precedentes. El problema radica en que el objetivo de hacer rentable la alta velocidad se aleja si los ingresos no muestran una capacidad de incremento similar a la de los gastos. Los trenes se llenan mucho más que hace dos años pero cada pasajero paga de media un 18% menos. No cuadran las cifras para pagar los 2.200 kilómetros de vías de alta velocidad ahora en servicio y 1.000 más que vienen de camino. Los pies y la cabeza de la red siguen demasiado alejados unos de la otra.
PD2: ¡Qué poco creemos en nosotros mismos! La maldita moda nos embauca cada dos por tres. Siempre lo ha hecho. Siempre tenemos que ir vestidos como se estila, tenemos que comportarnos como lo hace la masa, tenemos que aceptar lo que marcan las tendencias, sean buenas o malas. ¡Qué poca personalidad tenemos! Incluso los que llevan la contraria en la sociedad, tienen demasiada personalidad, se pasan, y tampoco es atractivo….
Hay que ir a contracorriente, que la moda no nos elimine, que seamos como somos, que nos gustemos como somos y no como vamos vestidos, o nos comportamos (postureo total)… Nos tendríamos que dar más besos por la mañana en el espejo y dejar de aparentar lo que no somos… O mirarnos en el espejo y preguntarnos si nos conocemos.