Para salir de la crisis hay que ahorrar e invertir. La salida de la crisis que estamos haciendo es cíclica, y no es estructural, por lo que no se está saliendo bien. Si lo volvemos a basar todo en el consumo a crédito, vamos listos…
El ahorro
“The tax on capital gains directly affects investment decisions, the mobility and flow of risk capital… the ease or difficulty experienced by new ventures in obtaining capital, and thereby the strength and potential for growth in the economy.” – John F. Kennedy
Factor clave de desarrollo de un país: el ahorro. Sin él los recursos para financiar la economía quedan limitados y condicionados. Sin él no podemos ni consumir ni invertir. Así que permitan que centre mi debate (al cual están invitados a participar) sobre el estado de la nación en el ahorro.
Previo a empezar, veamos dónde estamos, cómo ahorramos y aportemos conclusiones para mejorar. Comencemos.
El punto de partida resulta obvio: la renta disponible. Tan condicionada durante la crisis habida cuenta del desempleo y de la enrome presión fiscal, entre otros, ha experimentado el primer cambio en positivo desde 2011. Así, según el estudio de Inverco, Informe Anual Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones – 2014, las familias españolas, experimentaron un ligero repunte de su renta disponible del 0’1% en el tercer trimestre de 2014 tal y como podemos ver en el siguiente gráfico:
Durante estos años las familias han dedicado un enorme y necesario (y forzado en algunos casos) esfuerzo a rebajar su nivel de endeudamiento. Así, hemos pasado del 133% en 2007 al 110% de nuestra renta disponible en 2014:
No obstante, el endeudamiento, y más en concreto, aquel que tiene su origen en el inmobiliario, continua condicionando hoy nuestra riqueza financiera:
De este modo, resulta lógico que gran parte de nuestro ahorro esté aún concentrado en activos no financieros (los inmuebles):
Tan odiosas las comparaciones como impresionantes si observamos las cifras (proporción inversa) de Estados Unidos.
¿Y los activos financieros? ¿Cómo están invertidos? ¿Contribuyen a sumar riqueza? Pues… a duras penas. A pesar del impresionante crecimiento de los fondos de inversión y las sociedades de inversión apuntado en mi anterior post, la mayoría de nuestro ahorro está en liquidez (cuentas corrientes, cuentas de ahorro o depósitos) como bien pueden observar en el siguiente gráfico:
Las razones por las cuales esto es así, las podemos encontrar en la encuesta Investor Pulse elaborada porBlackrock, entidad financiera líder en gestión de activos. Al respecto del mayor porcentaje del ahorro en liquidez, los inversores españoles señalaban como principales motivos los que siguen:
49% afirma que “soy prudente con mi dinero”
48% apunta que “tener efectivo me da seguridad”
30% dice que “quiere ser flexible y tener varias opciones”
15% reconoce que “temo invertir en los mercados financieros”
Otro dato revelador, y me atrevo a señalar lo anterior como una de sus causas, es que muchas personas no están preparadas financieramente para los momentos importantes en la vida.
y concluyentes las respuestas referentes a qué se diría si pudiese hablar con su “yo” más joven:
Así que tomemos las riendas. Planifiquemos. Dirijamos nuestro ahorro a la inversión y potenciemos nuestros recursos propios a fin de rebajar nuestra dependencia del endeudamiento y poder alcanzar cuantos eventos vitales nos planteemos e incluso los que no (como es la jubilación. Factor clave en nuestra vida).
Por último, permitan que finalice haciendo uso de una de las conclusiones de la citada encuesta y que hace referencia al asesoramiento financiero:
Abrazos,
PD1: El ahorro de los hogares en España
Se trata de una variable derivada de las decisiones de consumo y de la renta disponible en cada momento. El consumo es relativamente rígido, en parte porque hay algunas partidas más o menos comprometidas y no fáciles de cambiar (los intereses de la hipoteca o la factura de la electricidad), porque hay umbrales mínimos de consumo por debajo de los cuales no se puede situar la familia, o porque hay hábitos de consumo relativamente estables, al menos en el corto plazo. El ahorro, a su vez, se plantea por un motivo de precaución, para cubrir gastos futuros (pensiones, estudios de los hijos) o para la devolución de deudas.
La historia del ahorro en España, en los años de la pre-crisis y la crisis, es fácil de contar (ver gráfico, tomado del Banco de España). La renta disponible aumentó regularmente hasta 2008, el consumo creció más aprisa que la renta y el ahorro se redujo; concretamente, el ahorro “libre” no dedicado al servicio de la deuda, fue negativo desde 2006 hasta principios de 2009; la contrapartida de esto fue el aumento del endeudamiento familiar, que venía ya de antiguo. La crisis de 2008 se manifestó en una caída de la renta laboral, pero la renta disponible se mantuvo, gracias a los impulsos fiscales. El ahorro creció considerablemente en 2009, por la incertidumbre, y el consumo se desplomó.
En los dos años siguientes, el consumo se recuperó y el ahorro se fue reduciendo; desde 2012, el ahorro no dedicado al servicio de la deuda volvió a fluctuar entre ligeramente positivo y ligeramente negativo.
Detrás de esto está la recuperación de la confianza de los hogares, relacionada, principalmente, con la recuperación de la inversión de las empresas, el crecimiento del empleo y las mejores perspectivas económicas, pero también con el retorno del crédito, después de unos años de sequía por la crisis bancaria (manifestado principalmente en la compra de bienes duraderos); el aumento de la renta disponible real (por el crecimiento del empleo y por la caída de los precios); el deseo de las familias de resarcirse de los malos años pasados y, probablemente en 2015, también la reducción de las retenciones del impuesto sobre la renta.
La conclusión de todo ello es que el ahorro familiar está ahora en mínimos, y no es probable que vaya a experimentar aumentos importantes, a no ser que cambien los incentivos (fiscales, principalmente); lo que sí cambiará, y está cambiando, es la colocación de ese ahorro, que abandona poco a poco los depósitos bancarios y se coloca en activos más rentables, como los fondos de inversión, los seguros y los fondos de pensiones.
Las familias han hecho un esfuerzo por reducir su deuda, en parte pagando sus créditos, en parte declarándose insolvente (y, a menudo, perdiendo su casa). La deuda de las familias, que en 2010 se aproximaba al 85% del PIB, cayó en 2014 al 70%, pero queda aún lejos del 55% del año 2000. El desapalancamiento es, pues, lento, y continuará.
La caída de los tipos de interés
Por qué los tipos de interés reales han seguido una tendencia decreciente desde hace décadas. Pero antes ruego al lector que me perdone si, para los no iniciados, hago algunas aclaraciones teóricas.
El tipo de interés nominal es la suma de dos componentes: un tipo de interés real y la tasa de inflación esperada.
Tipo de interés nominal = Tipo de interés real + Tasa de inflación esperada
Esta distinción es importante porque no tiene mucho sentido alegrarse de que un activo, pongamos deuda pública española a un año, rinda el 2% nominal, si la inflación esperada en este periodo es del 3%, porque por cada 100 euros actuales tendré 102 dentro de un año, pero su poder adquisitivo será solo de 99 euros: el tipo real será el -1%.
A su vez, el tipo de interés real incluye dos componentes. Uno es el tipo real puro; el otro es un conjunto de primas, principalmente la de riesgo y la de liquidez. La prima de riesgo es ahora bien conocida, e incluye la probabilidad de que, llegado el momento, el deudor (el Tesoro español, en el ejemplo que he puesto más arriba) no pueda pagar; cuanto más incierta sea mi probabilidad de recuperar el dinero, más alta será la prima de riesgo que reclamaré, y más alto el tipo de interés de ese activo. La prima de liquidez tiene en cuenta el transcurso del tiempo: prestar a más largo plazo suele llevar consigo una prima más elevada, aunque solo sea por la imposibilidad de recuperar mi dinero durante un plazo más largo; claro que puedo vender la deuda en el mercado secundario, pero quizás lo haga a un precio que suponga una pérdida para mí.Hay otras primas (la familia es muy amplia), como la de volatilidad de la inflación, la de riesgo-país, la de tipo de cambio, la de riesgo político, etc., pero para nuestros efectos ya tenemos suficiente:
Tipo de interés real = Tipo de interés real puro + Prima de riesgo + Prima de liquidez + Otras primas
Decía antes que el tipo de interés real de un activo seguro, es decir, sin prima de riesgo (algo muy parecido al tipo de interés real puro a que me refería antes) ha ido bajando en la economía mundial, desde niveles de 6-8% alrededor de 1980 hasta el 2-3% en el 2000, el 1-2% antes de la crisis y prácticamente el 0% en estos momentos. ¿Se puede hablar de un tipo de interés “mundial”? Sí, porque en la mayoría de países los movimientos de capitales son libres, de modo que el dinero se mueve de un lugar a otro; cuando en un país la demanda de fondos es más alta, tiene que pagar tipos de interés más altos, lo que atrae capitales de otros países, igualando, más o menos, los tipos de interés reales sin riesgo. Esto no se ve fácilmente en las estadísticas de que disponemos, porque en estas se incluyen las distintas tasas de inflación esperadas y las primas de riesgo de los distintos países. Pero lo que hay detrás es lo que acabo de explicar: para un deudor sin riesgo, como pueden ser los gobiernos de Estados Unidos, Alemania, Suiza, etc., endeudarse está siendo cada vez más barato.
¿Por qué se produce esa reducción de los tipos de interés? Como siempre, los economistas acudimos a la oferta y a la demanda.
La primera explicación es un aumento de la oferta de fondos para prestar, es decir, un aumento del ahorro mundial. Esto no está muy claro, a nivel mundial; parece más bien que la proporción de ahorro sobre el PIB mundial se ha mantenido más o menos estable, alrededor del 20%; creciente en los países emergentes y productores de petróleo, decreciente en los desarrollados (entre otras razones, por la caída relativa de la población en estos últimos). Si los ahorradores tienen más fondos para prestar comprarán activos, por ejemplo deuda pública sin riesgo, lo que elevará el precio de esa deuda y, consiguientemente reducirá su rentabilidad. Y esto último es lo que recogería la caída de los tipos de interés reales sin riesgo.
La segunda razón sería la reducción de la demanda de fondos, es decir, de la inversión. De nuevo hay notables diferencias entre países, pues algunos como China han llevado a cabo ingentes inversiones (ahora, menos que antes), mientras que otros, los desarrollados principalmente, han reducido ese volumen. El resultado probable es una reducción de la proporción de inversión sobre el PIB, quizás por la reducción del rendimiento esperado de la inversión (en Europa, por ejemplo, parece haber menos proyectos rentables que antes, y parecen haber aumentado los costes de invertir, debidos a las regulaciones financieras, medioambientales, etc.).
Las dos razones anteriores explicarían, de alguna manera, la caída de muchos tipos de interés reales (recuerde el lector: una vez suprimido el efecto de la inflación esperada), por exceso de oferta de fondos (ahorro) y menor demanda de fondos (inversión). Pero hay aún otra razón, que afecta directamente a los activos sin riesgo.
PD2: Parte de la cultura actual tiende a borrar el sentido del pecado… Perder la conciencia de pecado comporta una cierta superficialidad en la forma de comprender el amor de Dios, se pierde la imagen de Dios. ¿Qué es Dios? Nadie se lo pregunta, nadie piensa en Él…Para muchos, es ya inimaginable que un acto humano pueda ofender a Dios; apenas se le ocurre a nadie buscar las causas de los males del mundo y de nuestra existencia en el pecado. Resultan iluminadoras unas palabras de Benedicto XVI: «Si nos preguntamos: ¿Por qué la Cruz?, la respuesta es: Porque existe el pecado»… Y ante el pecado, la única solución: el arrepentimiento, confesión y expiación, la vuelta a encontrar la alegría de la Gracia…