05 marzo 2015

soberanía nacional

Se pierde, vivimos en una unión de países, y parece que muchas veces se olvida…

NI NOQUEADOS NI HUMILLADOS

Las negociaciones entre el nuevo Gobierno Griego de Syriza y el resto de los gobiernos europeos de la eurozona van a ser una larga y desigual pelea, de muchos, muchísimos, asaltos, entre un Goliat acreedor y un David deudor que apenas representa un 2% del PIB de la UE, con una recesión que ha significado la perdida del 25% de su riqueza, un Estado que requiere fondos europeos para pagar a sus funcionarios, con una deuda pública del 176% del PIB…
En este primer asalto el objetivo de los sectores más reaccionarios del gobierno alemán, encabezados por su Ministro de Finanzas Schäuble, era dejar fuera de juego al nuevo Gobierno Griego haciéndole responsable del fracaso de unas negociaciones que podrían haber llegado a obligar a Grecia a salir del Euro, cuestión esta en la que coincidían con los sectores más extremos de Sryza que son, precisamente, los que han criticado el acuerdo. Hay que recordar que en plena vorágine negociadora cuatro de los cinco miembros del Consejo asesor de Economía del gobierno Alemán (Lars Feld, Christoph Schmidt, Isabel Schnabel y Volker Wieland) hicieron pública su posición que se puede resumir en que la salida de Grecia del euro reforzaría al euro sistema, a la vez que manifestaban que la política de austeridad y consolidación fiscal no había fracasado. Opinión muy extendida en los medios conservadores alemanes y en la población alemana bombardeada por la propaganda.
Fue el propio Mario Draghi el que tuvo que hacer ver al resto de ministros de Economía del Eurogrupo que no indicar a los inversores la posibilidad real de que se llegara a un acuerdo iba a acelerar la fuga de capitales de Grecia, que en dos semanas había alcanzado ya los 20.000 M €, lo que podría malograr la permanencia de Grecia en el euro.
Pero más allá de seguir en pie, de no haber caído en la lona al primer asalto, -cuestión, por otra parte, nada despreciable- la pregunta que hay que hacerse es si el Gobierno Griego ha logrado algo. Veamos:
En primer lugar ha logrado recuperar el control sobre la elaboración del presupuesto griego. Algo básico para un gobierno que pueda calificarse como tal. Hasta ahora el anterior Gobierno Griego de Nueva Democracia y PASOK tan solo venía aplicando las órdenes que el Eurogrupo le dictaba en relación con las decisiones de gastos e ingresos públicos. Por su parte, la Troika enviaba regularmente una lista de comprobación de que todo lo que había impuesto se estaba cumpliendo. A partir de ahora será el Gobierno Griego el que proponga cómo alcanzar las obligaciones y sus compromisos presupuestarios. Por consiguiente, la composición de las finanzas públicas griegas, la estructura de los ingresos y el destino de los gastos, pasarán a ser responsabilidad del gobierno y no un dictado de la Troika. Es decir, Grecia recupera margen en las decisiones de cómo conformar su presupuesto público.
De acuerdo con las declaraciones públicas del nuevo Gobierno, cabrá esperar que primará el impulso de aquella inversión pública con mayor capacidad de impulsar la actividad económica y, con la reconstrucción del maltrecho Estado del Bienestar (3 millones de griegos han sido expulsados del sistema público de salud), acabar con aquellos gastos corrientes improductivos cuyo único cometido era sostener las estructuras clientelares de Nueva Democracia y del PASOK. Y desde el punto de vista de los ingresos, la lucha contra el fraude fiscal permitirá iniciar la recuperación de los ingresos públicos como fase previa a una profunda reforma fiscal progresiva menos sustentada en impuestos indirectos que agravan la caída de la demanda (fue el ministro de Economía del anterior Gobierno Griego, el mismo que firmó con la Troika el primer Memorándum por el cual se solicitaba el rescate financiero, el que guardó en su cajón la lista Falciani con los nombre de los griegos más ricos).
En segundo lugar y en este sentido, dentro de los limitados márgenes que tiene el nuevo Gobierno Griego, son positivas las manifestaciones hechas por el Eurogrupo  de que "tendrá en cuenta las actuales circunstancias económicas para fijar el objetivo del superávit fiscal primario contenidas en el actúal programa". El Gobierno Griego quiere situarlo por debajo del 2%. Éste superávit se situaba en un 3% y, para el próximo año 2016, en un 4,5%. La obtención de un mayor margen fiscal, si bien aún muy reducido, podría permitir incrementar la capacidad de Grecia para dedicar una mayor parte de su gasto público a las necesidades de los griegos y al crecimiento económico en lugar de al pago de la deuda.
Grecia necesita políticas encaminadas a lograr un crecimiento económico sólido que permita la creación de empleo y la obtención de recursos que haga posible la sostenibilidad de sus finanzas públicas. Se trata –en este caso sí- de reformas estructurales para cambiar el status quo que lastra al Estado y a la Administración griega. El nuevo gobierno, alejado de los intereses de las élites empresariales que han perpetuado la falta de competitividad y modernización de la estructura económica griega, tiene mayor credibilidad para afrontar la raíz de estos problemas. Sí, mayor credibilidad. Mayor credibilidad que el gobierno anterior, sin duda, apoyado hasta el último minuto ¡incluso durante la última campaña electoral! Por Merkel, Rajoy y el resto de las fuerzas predominantes en el Eurogrupo.
Y en tercer lugar, Grecia también necesita medidas inmediatas de carácter humanitario: éste es el sentido de la restitución del salario mínimo a los niveles anteriores a las imposiciones de la Troika (el Gobierno Griego tiene intención de seguir adelante con la restitución progresiva del salario mínimo que, como muy bien explicó Varoufakis a sus colegas del Eurogrupo, no tiene influencia directa alguna en el incremento del gasto público); del restablecimiento del equilibrio en la relación de fuerzas de las instituciones del mercado de trabajo; de la recuperación de servicios básicos como la salud y la educación… medidas todas ellas que impulsarán, además, la creación de empleo.
Y cómo propone Syriza, Grecia debe dotarse de un sistema más sólido y progresivo de impuestos, que se apoye menos en la imposición indirecta y que sea capaz de gravar la renta y la riqueza. El nuevo gobierno también deberá luchar, sancionar y erradicar la corrupción y crear órganos independientes que fiscalicen las cuentas públicas y aumenten la credibilidad de los compromisos en materia fiscal. Los acreedores griegos deben reconocer la voluntad de cambio del Gobierno de Tsipras, si no quieren terminar de perder, ellos sí,  toda la credibilidad que aún les queda, porque todo apunta a que la postura de Alemania y de sus socios ideológicos (no les llamemos cómplices, acólitos ni secuaces… aunque lo merezcan) no está guiada por conceptos económicos sino por la ideología que sustenta las políticas de austeridad fracasadas.
El Gobierno Griego no ha ganado este primer asalto, pero tampoco lo han hecho los sectores más dogmáticos de las políticas de austeridad a ultranza que reclamaban una acción ejemplarizante que pusiera al Gobierno Griego al borde del precipicio para humillarlo y noquearlo. Ni está noqueado ni ha quedado humillado. Algún economista dice –irónicamente- que Tsipras ha logrado poner de acuerdo a todos los miembros del Eurogrupo. Tal vez sea cierto… para el descrédito de esos miembros. Pero lo que no ofrece dudas es que la dignidad del Gobierno Griego y la solvencia técnica de sus negociadores sí ha logrado la admiración y el apoyo de cientos de economistas y de millones de ciudadanos europeos en todos los estados miembros, Alemania incluida.
Que Alemania, al frente del Eurogrupo, podía aplastar a los griegos… eso ya lo sabíamos ¡Menudo descubrimiento! Pero resisten. Son un ejemplo para Europa. Están librando una batalla por todos.
 Hay que recordar que, a pesar de los aspavientos mediáticos del Ministro de Finanzas alemán, ya se han producido dos reestructuraciones de la deuda griega que fueron avalados por el gobierno alemán (en 2012 se produjo una quita a los acreedores privados, principalmente bancos, del 78,5% del valor, y posteriormente se ha producido un alargamiento de plazos y reducción de intereses tras el rescate financiado por la Comisión Europea, el FMI y el BCE). El que después de ambas reestructuraciones la deuda pública griega haya aumentado un 70% hasta alcanzar de nuevo el 176% del PIB griego, es una clara evidencia del fracaso de las políticas de austeridad fiscal y devaluación salarial que tenían como objetivo su reducción.
El combate será largo y el Gobierno Griego, durante los próximos cuatro meses, plazo que han conseguido Tsipras y Varourifakis para poder presentar un plan a partir del cual poder afrontar con mayor solvencia el problema de la deuda pública griega y mejorar, al mismo tiempo, las condiciones de vida de sus ciudadanos, tendrá que saber generar alianzas tanto entre los gobiernos progresistas de la UE, hoy todavía inmersos en las políticas de apaciguamiento de Alemania que tan bien conocemos en España, así como entre los nuevos gobiernos que puedan salir de las urnas y que tengan como objetivo la recuperación de la Europa que, hasta esta crisis, era la propuesta para los europeos y para el mundo.
Abrazos,
PD1: Ayer hubo un fuerte rumor de que iba a haber un GREXIT… Luego reinó la calma…

Cualquier situación es susceptible de empeorar

Cualquier gobernante que diga que Grecia puede volver al nivel de bienestar social previo a la crisis falta a la verdad y al sentido común

El ser humano se habitúa rápidamente a las mejoras del nivel de vida. Acomodarse a una situación de mayor bienestar es sencillo e incluso natural. Una vez acostumbrado a un determinado nivel de vida o de "Estado del bienestar", cualquier retroceso sobre el mismo va inevitablemente asociado a un rechazo y a una resistencia incluso psicológica a descender en el nivel de vida o de prestaciones.
Es innegable que, tras más de un lustro de crisis, son numerosas las personas que se encuentran en un estado de necesidad, y no sólo en Grecia (basta con conocer la abnegada labor desarrollada por Cáritas en España para ser consciente de ello). Sin embargo, pretender volver a la situación de gasto público de 2006 o 2007 como si la crisis no hubiera existido, no es realista, y menos en Grecia.
El PIB griego ha caído un 25% desde el nivel máximo alcanzado en 2008. Dicha caída no afecta a toda la población por igual, y va inevitablemente asociada al sufrimiento de personas concretas que han quedado en una situación dramática.
Conviene recordar la evolución del PIB griego en los últimos 20 años.
Desde 1995 hasta 2008 el tamaño de la economía helena se multiplicó por 2,3 veces. Su retroceso en los últimos seis años la devuelve al tamaño que tenía en 2003.
El crecimiento del PIB tuvo su espejo en el aumento del PIB per cápita (PIB entre la población del país), doblándose desde 1995 hasta 2008, pasando de 10.000 euros a 20.000 per cápita. Lamentablemente, el crecimiento de la deuda pública per cápita en el mismo periodo fue en paralelo, casi en las mismas cifras. Ahora, tras caer el PIB per cápita un 25% vuelve a situarse en el nivel que estaba en el año 2003, pero con una deuda per cápita un 80% más elevada. Este nivel de deuda lastra el potencial del crecimiento futuro.
Los distintos Gobiernos griegos no aprovecharon los momentos de bonanza económica para reducir el volumen de deuda pública. Al contrario, lo aumentaron según crecía el PIB heleno.
Visto en perspectiva, parece evidente que una parte significativa del crecimiento griego en la década precedente al estallido de la crisis financiera global en 2008 fue un crecimiento basado en unas circunstancias excepcionales difícilmente repetibles: entrada en el euro, caída de los tipos de interés, elevado flujo de inversión extranjera ante la (teórica) desaparición del tipo de cambio al formar parte del euro, periodo de fácil endeudamiento y cuantiosas ayudas de los fondos de convergencia europeos (fondos estructurales y fondos de cohesión).
Cualquier gobernante, sea del partido que sea, que prometa a los griegos volver al nivel de vida y de "Estado del bienestar" de 2008 en un breve periodo de tiempo falta a la verdad y al sentido común.
Tal y como reza una de las leyes de Murphy, "cualquier situación, por negativa que sea, es susceptible de empeorar". Los griegos deberían ser conscientes de ello. Por una vez, la Eurozona parece dispuesta a no transigir con un Estado miembro que no muestre voluntad de cumplir los acuerdos. El examen a Grecia será permanente. Por un lado, el BCE deberá confirmar la financiación extraordinaria a los bancos helenos cada quince días. Sin esta financiación las entidades quebrarían y los depósitos de los helenos, hasta la fecha indemnes, se perderían. Por otro lado, la troika (o como se la quiera llamar) supervisará el cumplimiento de las reformas comprometidas, condicionando cualquier desembolso al cumplimiento de los compromisos.
La alternativa para el Gobierno griego es salir del euro, impagar la deuda pública, hacer quebrar a cualquier empresa financiada en euros con acreedores extranjeros y condenar a la población helena a un descenso de su nivel de vida y del "Estado del bienestar" mucho más profundo que el sufrido hasta la fecha.
Grecia ha sufrido con la crisis, pero sin un acuerdo estable con la troika y sus socios europeos la situación empeoraría considerablemente para su economía su población.

PD2: A Greek deal cannot fix the flaws in the euro

There has rarely been a period when it is more urgent for Europeans to work together
Watching the Greek crisis unfold, I found myself torn between two equal and opposite thoughts. First, the euro cannot survive. Second, everything must be done to save the euro.
The agreement reached between Greece and its eurozone creditors is therefore a good thing because it has put off the immediate threat of a political and economic crisis. But experience suggests that a debt deal with Greece may be only marginally more durable than a ceasefire in Ukraine. In both cases, there are underlying tensions and problems that cannot be solved by a cleverly drafted document.
Ever since a single European currency was first mooted, I have believed that it would eventually collapse. That belief is based on three simple propositions. First, a currency union cannot ultimately survive unless it is backed by a political union. Second, there will be no political union in Europe because there is no common political identity to underpin it. And so, third — the euro will collapse.
Plenty of people have attempted to convince me, over the years, that each of these three propositions is simple-minded and wrong. But events keep driving me back to the idea that the euro lacks the political and economic underpinning that it needs to survive.
The Greek crisis is a case in point. The most passionate pro-Europeans are right that the only long-term alleviation of the problems of the weaker economies in the eurozone would be to set up a genuine transfer union, in which tax revenues automatically flow from rich areas, such as Germany, to poor areas, such as Greece. But that is never going to happen because the Germans and Greeks do not trust and like each other enough to merge their fates in a real political union.
Northern Europeans will grudgingly extend conditional loans to the south. But they will not consent to the kind of automatic fiscal transfers that happen in a nation state because they suspect, correctly, that the political cultures of countries such as Greece and Italy are profoundly different from those of Sweden or Germany.
The predictable problems with the currency union also extend to economics. Eurosceptics always foresaw that countries such as Italy would struggle to cope in a euro-area, where they could neither devalue their currency nor use inflation to reduce the burden of debt. So it has proved — and, as a result, nations such as Greece, Italy and Portugal risk being slowly crushed under the burden of unemployment and debt.
But there is one aspect of the euro crisis where my starting certainties have given way to doubts. My initial belief was that since the euro was a bad idea, its collapse could only be a good thing. Now I am not so sure.
The economics of collapse of the single currency look increasingly alarming. If Greece had made a so-called "dirty exit" from the euro, at the very least it would have provoked a financial crisis in Greece itself.
The wider euro area would also have been vulnerable. The Germans and others have said repeatedly that the euro is now strong enough to withstand a Grexit. But if Greece fell out of the single currency zone, speculators would surely start eyeing up the next vulnerable straggler in the euro herd. And, as doubts grew about the fate of Portugal or Italy, the complacency of financial markets could swiftly turn to panic.
A disorderly break-up of the euro would also raise profound political questions, including the survival of the EU itself. If Greece or other highly indebted countries were to leave the euro, they would surely have to repudiate their debts; otherwise those obligations would become even more crippling as they attempted to pay them back in a new and rapidly plunging currency. Yet it is hard to see how northern European countries could continue to work placidly in a law-governed EU, alongside other states that had just defaulted on their debts to them.
Europe can ill-afford the political disarray that would be caused by the collapse of the euro. In fact, there has rarely been a period when it is more urgent for Europeans to work together. The war in Ukraine means that European countries once again face a genuine security threat from Russia.
It is true that it is Nato's job to provide the direct, security response. But the EU is critical to organising and maintaining a united European response to Russian aggression, through sanctions. That is why Moscow is so intent on disrupting EU unity.
The challenge of Russia is not the only problem that makes EU solidarity particularly important at the moment. There are going to be many more refugees heading towards Europe from north Africa and the Middle East in the near future and the EU badly needs to organise a collective response.
Above all, at a time when political extremists of the right and left are gaining ground in Europe, the EU serves as an important enforcer of basic, liberal values. At times, the political correctness of Brussels can be grating and smug. But it is infinitely preferable to the political incorrectness of racists and nationalists, such as the National Front in France or the Sweden Democrats.
So the news that Greece and the eurozone have come to a grudging agreement is a relief. But while the euro has been reprieved for a while, I still fear that it cannot ultimately be fixed
PD3: Ser un buen cristiano, ser una buena persona, la santidad, no consiste en no pecar nunca, sino en el deseo de recomenzar y de pedir perdón. Cada día es un nuevo día, donde se puede empezar a amar. Y estos días que estamos son los mejores para pedir perdón, para hacer una buena confesión. Recuerda: Es Dios el que nos perdona, no el cura…