El baby boom fue más tardío en España. Somos los que tenemos ahora entre 35 y 60 años, aunque los que más peso tienen son los que tienen entre 40 y 50 años:
Y en unos años se van a empezar a jubilar… Ya entiendes el problema!!!
Además, se ve con nitidez la subida de la esperanza de vida… ¡Cuántos mayores! Que, por supuesto, siguen cobrando su pensión…
¡Qué pocos niños nacen! Casi la mitad que en el año 1978… Son caros, te lo digo yo que tengo 9 hijos, no hay ayudas, y la gente se lo quiere pasar bien… Caray, tenemos un problema irresoluble. Bueno, los políticos ya han identificado parte de la solución, que vengan más inmigrantes a trabajar, a pagar las pensiones… Es de coña!!! Parques vacios, escuelas sin niños, sobrecapacidad total dados los pocos niños que hay… Por eso cuando ahora nace un niño es una alegría inmensa…
Abrazos,
PD1: ¿Dónde encontramos el rostro de Cristo? En los otros, en el prójimo más cercano. Es muy fácil compadecerse de los niños hambrientos de Etiopía cuando los vemos por la TV, o de los inmigrantes que llegan cada día a nuestras playas. Pero, ¿y los de casa? ¿y nuestros compañeros de trabajo? ¿y aquella parienta lejana que está sola y que podríamos ir a hacerle un rato de compañía? Los otros, ¿cómo los tratamos? ¿cómo los amamos? ¿qué actos de servicio concretos tenemos con ellos cada día?
Es muy fácil amar a quien nos ama. Pero el Señor nos invita a ir más allá, porque “si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?” (Mt 5,46). ¡Amar a nuestros enemigos! Amar aquellas personas que sabemos, con certeza, que nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni aquel favor. Sencillamente porque nos ignoran. El cristiano, todo cristiano, no puede amar de manera “interesada”; no ha de dar un trozo de pan, una limosna al del semáforo. Se ha de dar él mismo. El Señor, muriéndose en la Cruz, perdona a quienes le crucifican. Ni un reproche, ni una queja, ni un mal gesto...
Amar sin esperar nada a cambio. A la hora de amar tenemos que enterrar las calculadoras. La perfección es amar sin medida. La perfección la tenemos en nuestras manos en medio del mundo, en medio de nuestras ocupaciones diarias. Haciendo lo que toca en cada momento, no lo que nos viene de gusto.