¿Es una revolución? No sé, pero
me temo que va a durar…
Christophe Guilluy on the cultural divide
driving the yellow vests.
The gilets jaunes (yellow vest) movement has rattled
the French establishment. For several months, crowds ranging from tens of
thousands to hundreds of thousands have been taking to the streets every
weekend across the whole of France. They have had enormous success,
extracting major concessions from the government. They continue to march.
Back in 2014, geographer Christopher
Guilluy’s study of la
France périphérique (peripheral France) caused a media
sensation. It drew attention to the economic, cultural and political exclusion
of the working classes, most of whom now live outside the major cities. It
highlighted the conditions that would later give rise to the yellow-vest
phenomenon. Guilluy has developed on these themes in his recent books, No
Society and The
Twilight of the Elite: Prosperity, the Periphery and the Future of France. spiked caught
up with Guilluy to get his view on the causes and consequences of the yellow-vest
movement.
spiked: What exactly do you mean by ‘peripheral France’?
Christophe Guilluy: ‘Peripheral France’ is about the
geographic distribution of the working classes across France. Fifteen years
ago, I noticed that the majority of working-class people actually live very far
away from the major globalised cities – far from Paris, Lyon and Toulouse, and
also very far from London and New York.
Technically, our globalised economic model
performs well. It produces a lot of wealth. But it doesn’t need the majority of
the population to function. It has no real need for the manual workers,
labourers and even small-business owners outside of the big cities. Paris
creates enough wealth for the whole of France, and London does the same in
Britain. But you cannot build a society around this. The gilets jaunes is a
revolt of the working classes who live in these places.
They tend to be people in work, but who
don’t earn very much, between 1000€ and 2000€ per month. Some of them are very
poor if they are unemployed. Others were once middle-class. What they all have
in common is that they live in areas where there is hardly any work left. They
know that even if they have a job today, they could lose it tomorrow and they
won’t find anything else.
spiked: What is the role of culture in the yellow-vest
movement?
Guilluy: Not only does peripheral France fare badly in
the modern economy, it is also culturally misunderstood by the elite. The
yellow-vest movement is a truly 21st-century movement in that it is cultural as
well as political. Cultural validation is extremely important in our era.
One illustration of this cultural divide
is that most modern, progressive social movements and protests are quickly
endorsed by celebrities, actors, the media and the intellectuals. But none of
them approve of the gilets
jaunes. Their emergence has caused a kind of psychological shock to
the cultural establishment. It is exactly the same shock that the British
elites experienced with the Brexit vote and that they are still experiencing
now, three years later.
The Brexit vote had a lot to do with
culture, too, I think. It was more than just the question of leaving the EU.
Many voters wanted to remind the political class that they exist. That’s what
French people are using the gilets
jaunes for – to say we
exist. We are seeing the same phenomenon in populist revolts across
the world.
spiked: How have the working-classes come to be
excluded?
Guilluy: All the growth and dynamism is in the major
cities, but people cannot just move there. The cities are inaccessible,
particularly thanks to mounting housing costs. The big cities today are like
medieval citadels. It is like we are going back to the city-states of the
Middle Ages. Funnily enough, Paris is going to start charging people for entry,
just like the excise duties you used to have to pay to enter a town in the
Middle Ages.
Y las consecuencias económicas
no se hacen esperar. Las perspectivas de Francia a la baja:
Este año vamos a ir recogiendo
parámetros de menor crecimiento de manera sistemática, me temo…
Esto dijo el inefable y siempre
erróneo FMI:
Y estas fueron las previsiones
de los mercados de Societe Generale de hace unos días:
Lo mejor, como puedes ver, es
Asia y los emergentes… Lo compro!!!
PD2: Siempre se dice que no se
puede hablar de política, de dinero (herencias) ni de religión en las familias,
para evitar malos rollitos… Discrepo. En esta vida lo mejor es hablarlo todo, hasta
la saciedad, que la gente sepa lo que hay, les guste o no… Y hablarlo no es
gritarlo!!! Y fuera de casa, lo mismo:
BY ANTONIO ARGANDOÑA
A menudo oímos esta expresión en las organizaciones: “es mejor no
hablar de esto”. Pasa en las familias, empresas, clubes, grupos de amigos…
Según de lo que se trate, puede ser una práctica prudente. A menudo es una forma de
“silencio ético”, de efectos negativos. En las empresas, por
ejemplo, es frecuente cuando la cultura dominante es la de maximizar el valor
para el accionista, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. O cuando se aplica
el código a rajatabla: el que la hace, la paga, y el que discrepa,
que se marche.
¿Por qué se produce ese silencio
moral? Peter Verhezen lo explica en un artículo en
el Journal of Business Ethics de 2010 (aquí, en inglés). Hay causas culturales:
por ejemplo, el paradigma de la maximización del beneficio, mencionado
antes, porque no deja espacio para cualquier cuestión moral, que no sea actuar
siempre para maximizar el rendimiento económico. O la cultura de lealtad a los
jefes: el que se mueve, no sale en la foto.
Hay razones organizativas.
Es frecuente que en una empresa se bloquee el disenso: no está permitido
discrepar, “no eres uno de los nuestros” si no estás de acuerdo -algo que se
practica, a menudo, con los recién incorporados, para que aprendan a decir “sí,
jefe” desde el primer día. O que la responsabilidad y la rendición de cuentas
funcionan de arriba abajo, sin apartarse la línea
jerárquica, que no deja margen para pensar de otra manera. O porque hay barreras para la
comunicación horizontal: con los del departamento de al lado,
ni se habla. O porque se bloquea al aprendizaje en la
organización: somos los mejores; qué suerte has tenido al caer aquí, chaval;
todos te apoyaremos… En los procesos de socialización, es
frecuente esa manera de “meter” en el equipo a las personas, para evitar que
piensen por su cuenta.
Y hay también, claro, razones personales.
Cuando uno no se encuentra seguro, cuando tiene mucho que
perder si no es admitido en el grupo, cuando uno no tiene
una formación suficiente sobre temas morales… mejor es no decir nada, no
levantar la voz…
Y así llegamos a la cultura del
silencio: ante un abuso, nadie dice nada; ante una política que, al menos, es
discutible, nadie pide aclaraciones; si uno tiene sus propios ideales morales,
no los presenta; uno no da feed back de sus propias decisiones… Y lo malo de la
cultura del silencio es que uno se hace cómplice de las acciones que otros
llevan a cabo.