22 abril 2020

muchos dilemas


Seguimos tratando de ver cómo será la vida cuando salgamos. Ya sabemos que los bares y restaurantes seguirán cerrados, serán los últimos en abrir. Que empezarán las tiendas pequeñas, haciendo cola en la puerta como ahora los supermercados. Los colegios serán los primeros en abrir…, Alemania y Francia lo han propuesto ya. La desescalada ya ha empezado en varios países, mientras que en España, el Gobierno sigue acojonado, y mantiene el confinamiento tan intenso como en ningún sitio.
España, que pierde miles de millones en ingresos y tiene gastos millonarios cada semana a causa del confinamiento, prefiere retrasar el final de este a pagar dos duros por las mascarillas, esto no es cuestión de ideología, es cuestión de ser un descerebrado…
Es un error de cálculo garrafal. No se hicieron test al principio, no había. Y ahora que hay, se hacen y sale el fuerte crecimiento diario por culpa de los asintomáticos, que los hay en todos los países. El número de casos va a seguir creciendo todos los días conforme sigamos haciendo tests para tener no sé qué información global del país. Y no es que estemos peor que antes, es que cuantos más tests se hagan más número de contagiados saldrán…, lo que no significa que vayamos a peor.
Hace unos días te dije que los datos a mirar era el de muertos, y estaba equivocado. Hasta que no se limpien las UCIs, seguirá habiendo un elevado número de fallecidos diarios, lo que no quiere decir que estemos peor tampoco. Se están muriendo todavía esas pobres 400/500 personas diarias, ya que los enfermos que quedaban en las UCIs eran los que no habían respondido al tratamiento, no consiguen mejorar…, terminando en caso de muerte. DEP.
El dato bueno no es de contagiados que va a seguir creciendo (desde los actuales contagiados, unas 200.000 personas, podríamos llegar a los estimados hace semanas de 700.000). Con nuevos tests se irá demostrando esta proyección… Los muertos se mantiene en unas cifras catastróficas. Son muchos enfermos que siguen el tratamiento pero no lo superan, que llevan muchos días de UCI y no evolucionan bien. Irán bajando conforme se vacíen las UCIs, que ya lo están haciendo. Madrid ha pasado de tener 1528 personas en la UCI hace dos semanas a tener 1076 personas ayer, y bajando... Una hija mía que trabaja en el Puerta de Hierro me lo confirma: ya no hay problema de sitio, ni de respiradores, las urgencias se han vaciado, hasta las residencias de ancianos se han controlado… Se ha cerrado casi todo el hospital del IFEMA…, pero seguimos esperando, no se sabe qué, a que España vuelva a trabajar… Mientras, conseguirán que sea la ruina de todos…
El dato: https://www.rtve.es/noticias/20200421/uci-coronavirus/2010958.shtml (no se especifica si hay salidas, o si se han muerto) Y los que están dentro tardan 15 días en salir curados, o en fallecer, DEP.

Lo que habría que seguir y vigilar para tener el control de la enfermedad es el número de personas que entran nuevas a la UCI cada día. Nadie se fija en estos datos. Y se demostraría si vamos bien, si estamos parando el contagio o si seguimos fatal como muestran erróneamente los datos de nuevas entradas y muertos…, donde se agarra ese “comité de expertos” que maneja el Gobierno.
Me alucina la facilidad de las cosas en otros sitios y las dificultades en España, ¡qué ineficacia!. Ya sabemos que no vamos a volver como estábamos antes en un plis. Durante un año, hasta que no llegue la vacuna, vamos a tener que mantener una distancia de metro y medio entre las personas. Esto es impepinable. Nadie quiere tragarse la respiración y toses del de al lado.
Para mantener este distanciamiento, los colegios tienen un severo problema. Suelen estar atiborrados de niños que se sientan pegados en las clases y comparten comedores pequeños. La solución es obvia, que las clases sean más grandes, que haya turnos de recreo y de comedores. Muchos colegios no pueden por falta de sitio físico. Para que se reduzcan las clases a menos niños por aula para que se sienten separados, haría falta el doble de profesores para poder atender al mismo número de alumnos. Y el espacio físico para tener el doble de clases, eso sí que es un problema…, que no se pude dejar para la víspera.
Aunque Alemania y Francia abran los colegios en dos semanas, aquí lo dejaremos para septiembre, somos más cautelosos, es el mensaje diario del “estado protector” que vende que todo lo hace bien, que nos tratan de inculcar todos los días… ¡Venga a vender la idea de sus aciertos!
Es a esto a lo que me refiero como que seguimos improvisando. ¿Se le habrá ocurrido a alguien preparar la vuelta al cole para septiembre, o dejamos la estrategia para decidirlo la víspera de empezar las clases?
Y los bares, ¡ay, que los abran de una vez, que nos mantendremos muy separaditos! Y los que quieran hacer “footing que se jodan, que se van a contagiar… ¡qué memo es el Gobierno! Y el espectáculo de las salidas/paseos de los niños de ayer: no comento nada, es lo que hay!!! ¿qué irán decidiendo sobre el resto de las cosas importantes? Pavor…

El dilema vital de Occidente

Pero mientras China coge aire y engrasa de nuevo sus mecanismos geoestratégicos, Occidente trata de no perder el resuello ante la extensión de la epidemia, extensión que salvo notables excepciones previsoras, ha ido pillando a los sucesivos gobiernos afectados con el paso cambiado, a pesar de que disponían de una valiosísima máquina del tiempo en Asia e Italia. No ha existido tampoco una respuesta coordinada y efectiva a nivel global o regional: la ONU, el G20 y los necesarios liderazgos globales para immpulsar una acción multilateral han brillado por su ausencia y resultado casi inoperantes. Por su parte, la Unión Europea, con una Comisión recién nombrada, el Eurogrupo y el Consejo divididos ante las posibles resupuestas socieconómicas, y los Estados Miembros haciendo la guerra sanitaria por su cuenta, está finalmente reaccionando, incluso de manera más enérgica de lo que muchos creen, pero con una exasperante lentitud y una falta de comunicación estratégica que puede exacerbar el euroescepticismo, latente o creciente, de algunos gobiernos y no pocos ciudadanos europeos.
El dilema clave ahora, tal y como reflejaba un magnífico análisis de McKinsey, es sincronizar la curva sanitaria con la económica"El imperativo de nuestro tiempo", como refleja el gráfico anterior. El problema actual de numerosos países es no haber sido capaces de lograr tal sincronización. Tanto las reacciones tardías como la carencia de medios de prevención, detección y trazabilidad han determinado la necesidad absoluta de aplanar la curva de contagios para no colapsar las urgencias hospitalarias frente a cualquier otra consideración. Esta prioridad acuciante se ha traducido en confinamientos masivos y rigurosos que suponen una paralización de la actividad económica sin parangón en las últimas décadas. Todo ello se ha visto agravado por la descoordinación internacional, de tal manera que nos encontramos una economía global en la que sus actores se desconectan y salen de fase de manera sucesiva, realimentando los efectos perniciosos interiores y exteriores de la crisis, en un verdadero shock de oferta y demanda cuyo resultado final no somos capaces todavía de atisbar.

La forma de la curva económica

En estas circunstancias, el debate actual de los analistas se halla en torno a la dimensión y duración de la crisis que el COVID-19 trae consigo. En estas últimas semanas, son muchos los estudios que ofrecen estimaciones sobre caídas de PIB, desplomes del comercio global, cifras de parón turístico, en un abanico predictor sin precedentes que va desde una gran y rapidísima caída seguida de otra recuperación acelerada (la famosa "V") en el supuesto de una contención rápida del virus, pasando por un retorno algo más tardío ("U"), hasta un escenario sombrío donde una parte del planeta se queda estancada durante mucho tiempo (una "L" o peor), al ser incapaz de recobrar un nivel de actividad similar al de precrisis. Como muestra, estos dos escenarios del mismo estudio de McKinsey citado anteriormente:
Lo cierto es que aventurar, en estos momentos de completa incertidumbre, una predicción sensata que se extienda más allás de unas pocas semanas, se me antoja casi un ejercicio de adivinación. Como apunta Ceprede en su últina Nota de coyuntura, el aumento del indicador de incertidumbre en marzo respecto al mes anterior es el mayor en la serie histórica.
Las encuestas de opinión, especialmente del comercio minorista y del consumidor, registran descensos en la confianza que no se veían desde 2008. Lo mismo ocurre con la incertidumbre financiera, también en máximos históricos (2007-2020). Dicha incertidumbre general se mantendrá muy alta durante los próximos meses, y puede que su pico no se haya alcanzado todavía. Este contexto acentúa si cabe todavía más los efectos negativos de la pandemia.
En definitiva, en todas las previsiones que he podido analizar pesa mucho menos lo que sabemos que lo que desconocemos. Sabemos que las consecuencias económicas negativas serán de enorme envergadura, porque lo estamos observando a tiempo real y de forma acelerada. Sabemos también que la dimensión de ese daño dependerá de lo que tardemos en contener el virus. Pero no sabemos cuánto vamos a tardar en hacerlo, porque, entre otras cosas, aún nos queda mucho por aprenderEl virus, por ahora, manda sobre la economía, y parece que nos va a dejar un mundo muy distinto al que hasta ahora conocíamos.

Algunas tendencias

Aunque no podamos hacer números consistentes sobre el futuro sin resultar imprudentes, sí que es posible esbozar las tendencias que van apuntándose y pueden determinar la configuración del mundo poscoronavirus.
+En todas las curvas evolutivas que hemos visto, Asia en general y China en particular salen reforzadas, tanto en el tablero geoeconómico global como también en el sociopolítico. En el aspecto económico, como hemos mencionado anteriormente, el aparente control sobre la pandemia otorga a China una ventaja competitiva de primer orden, pese a que los problemas a resolver siguen siendo muy importantes: reactivar la demanada interna y el tejido empresarial dañados, reconstruir sus vitales cadenas internacionales de suministro en un entorno de depresión y desconfianza crecientes, y atender a las necesidades de una población cada vez más exigente, entre otros retos. De cualquier modo, China parte de una posición ventajosa. En tal contexto, su competencia con Estados Unidos en todos los frentes (económico, tecnológico y político) marcará la dinámica geopolítica global durante los próximos años. Otros actores del tablero mundial, como la Unión Europea, estarán a remolque de esta pugna, enfrascados en superar sus propias crisis existenciales.
+En el aspecto ideológicoson cada vez más los ciudadanos occidentales fascinados por el autoritarismo, la omnipresencia estatal y la comodidad personal que otorga un control tecnológico absoluto de sus vidas. Si no hay nada de ocultar, ¿para qué ocultárselo al estado, que puede hacerse cargo de nuestras preocupaciones y hasta predecir nuestros problemas y resolverlos antes de que aparezcan? La tentación autoritaria en las sociedades occidentales poscoronavirus no debe despreciarse, porque tendrá un efecto muy importante en la orientación de las soluciones futuras de política económica y social.
+El punto anterior nos lleva al problema institucional: cuando termine la pandemia, la percepeción general en numerosas sociedades será la de que las instituciones nacionales e internacionales no han estado a la altura y han fallado, en algunos casos estrepitosamente. Dará igual que dicha percepción sea o no objetivamente cierta; el descontento social puede conducir a una inestabilidad institucional que complique gravemente la recuperación económica. La presión sobre los sistemas sanitarios y de protección social será brutal, en un entorno de ingresos públicos muy mermados por la crisis. Será necesaria también una gobernanza mucho más ágil, inclusiva y eficiente para superar los obstáculos sin precedentes que nos aguardan. Sin confianza pública no veremos crecimientos sustanciales. Calidad institucional y progreso económico van unidos de la mano.
+Esa misma desconfianza se extenderá a las relaciones entre estados, una tendencia que ya se venía observando en las últimas dos décadas. Del mundo bipolar y predecible que estrenamos a partir de la Segunda Guerra Mundial, hemos pasado a uno multipolar, hiperconectado e incierto donde cada vez resulta más complicado mantener posiciones multilaterales y donde las organizaciones internacionales no proporcionan ya la necesaria protección ante el quebrantamiento intencionado de las reglas del juego. El COVID-19 acentuará la cada vez más creciente primacía de los intereses geopolíticos y la competencia hostil frente a la cooperación, augurando tensiones, conflictos y menores crecimientos económicos. Tales tensiones reforzarán los movimientos nacionalistas y los populistas. Como expresa Kissinger en un reciente y magnífico artículo en el Wall Street Journal:
La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas.
+Finalmente, el virus nos está planteando y nos planteará maneras completamente nuevas de vivir, de relacionarnos, de hacer negocios, de incluir la tecnología en nuestras vidas. Viajaremos, aprenderemos, nos cuidaremos de otra forma. No sabemos muy bien qué empresas, qué trabajos, qué hábitos desaparecerán o se transformarán, qué nuevos paradigmas llegarán para quedarse. Nos preguntamos quiénes serán los grandes perdedores y los ganadores de esta revolución trágica e inesperada, introducida de manera salvaje por un microorganismo inmmisericorde cuya única vocación es la de multiplicarse y depredar.
Abrazos,
PD1: Hay que dar gracias a Dios cada día, por todo lo que nos da. Muchas veces no nos percatamos. Por la mañana nos da un día más para vivir en este mundo maravilloso que nos concedió. Nos da un invento formidable que es el café, nos da la sonrisa de los que viven con nosotros. Nos da el Sol, la luz, las plantas, los animales y seres vivos. Nos da comida tan necesaria y de la que tanto nos excedemos estos días. Nos da los amigos, la familia, los vecinos, nos enseña otras personas a nuestro paso (cuando vamos a comprar el pan como me suele tocar). Nos da gente que trabaja por nosotros, al magnífico alcalde de Madrid por ejemplo. Nos da un sistema sanitario de narices, con gente motivada y volcada en su trabajo. Nos da otras muchas cosas que nunca percibimos aunque las usamos, muchos medios que han inventado otras personas porque Dios quiso…
Y casi nunca nos acordamos de darle todos los días gracias a Dios. Pues eso, nos debemos parar un rato al día y abrir los ojos, que lo que nos pasa nos es por nuestra culpa, es gracias a Dios. Que nunca vemos lo bueno y nos fijamos siempre en lo malo que pasa. Que no hacemos más que quejarnos y quejarnos en vez de asombrarnos con todo lo que nos ha dado el Señor… Hoy me paro y le doy MUCHAS GRACIAS!!!