14 noviembre 2014

14 noviembre 2014 o se cambia el modelo, o no salimos de ésta

¿Podemos seguir gastando más de lo que ingresamos? Pues claro que no, pero lo seguimos haciendo…

Un Modelo Finiquitado

Desde su llegada al poder a finales del 2011, el gobierno ha reducido el déficit de las Administraciones Públicas de forma sistemática. A pesar de algunos aumentos impositivos (sobre todo durante la segunda parte del 2012) el modelo para atajar la sangría de nuestras cuentas públicas ha sido claro: disminuir el gasto. Este modelo ha tenido, además un ejecutor: las Comunidades Autónomas.
Sin tener en cuenta las ayudas al sector bancario, como se puede ver en el siguiente gráfico el gasto público trimestral de las Administraciones Públicas, comparado con el mismo trimestre del año anterior, ha decrecido de forma casi continuada desde la llegada del PP al poder. Dos excepciones mencionables. El último trimestre del 2013 — por la supresión de la paga extraordinaria el año anterior — y el segundo trimestre de este año. Mientras que la primera excepción no es más que un reflejo de una gran caída del gasto en 2012, la segunda es más preocupante. Refleja el agotamiento de un modelo. De un modelo, que sin entrar a valorarlo, ha sido exitoso en la contención y reducción del gasto, pero un modelo agotado al fin y al cabo. El colapso del modelo también se puede observar en el patrón seguido por los datos de crecimiento del gasto. Mientras que el 2012 el gasto caía a tasas cercanas al -4 %, en el 2013 estas apenas llegaba al -2 % y este año hemos visto el gasto crecer sustancialmente por primera vez durante el segundo trimestre. Alguien podría argumentar, no sin razón, que la forma correcta de analizar los datos es excluyendo, también, los intereses. Estos, al igual que las ayudas al sector bancario, se encuentran fuera del alcance directo de las decisiones del gobierno. Pues bien, el análisis sin intereses arroja las mismas conclusiones. Si bien el gasto disminuye de forma más acentuada (caídas cercanas al -5 % en 2012), el patrón descrito se mantiene con un repunte del gasto en el segundo trimestre de este año. En el conjunto el gasto sin intereses desde la llegada al poder se ha reducido en 31.500 millones. Y si tenemos en cuenta los intereses el gasto se ha reducido en 23.600 millones.
Así, esta vía de seguir reduciendo el gasto ha tocado a su fin. ¿Por qué? Como ya hemos mencionado con anterioridad, gran parte de los recortes se han hecho a través de las Comunidades Autónomas. Estas son responsables de la gestión de la sanidad y la educación y no parecen dispuestas a implementar más recortes en estas áreas porque eso comprometería el estado del bienestar tal y como está reflejado en nuestra legislación. El argumento es claro: sin cambios legislativos que reduzcan las prestaciones sociales es imposible reducir el gasto de forma adicional sin incluir la ley.
Por estas razones, si el gobierno quiere cumplir con sus compromisos con Bruselas, debe cambiar el modelo de reducción del déficit. El gobierno se encuentra en una encrucijada y tres son los caminos frente a los que se enfrenta. Puede saltarse los compromisos con nuestros socios comunitarios, puede aumentar los ingresos, o puede desmantelar algunos de nuestros programas del estado del bienestar para seguir reduciendo el gasto.
Con cierta seguridad, podemos decir que la decisión sobre el camino a tomar podrá posponerse al 2015. El año 2014 es un año de transición en el que el trabajo realizado hasta ahora y la revisión al alza del PIB darán oxigeno al gobierno. Sin necesidad de subir los ingresos ni reformar el estado del bienestar, el déficit para el año 2014 acabará cerca del objetivo comprometido con Bruselas. El año 2015 será diferente.
Sin capacidad para reducir los gastos nuevamente bajo la legislación actual, será necesario tomar una de las tres rutas. O defraudar a Bruselas y, por tanto, a los mercados, o incluir las promesas electorales y subir la recaudación impositiva (que no es lo mismo que subir los impuestos), o desmantelar el estado del bienestar.
Esperemos que la sensatez impere y se tome el camino más racional y cuerdo. España tiene una de las presiones fiscales más bajas de la Europa, recaudamos 8 puntos de PIB menos que la media europea. Subirla parece natural y recomendable ya que las otras dos opciones, tanto defraudar a los mercados como desmantelar el estado del bienestar, podrían traer consigo consecuencias inimaginables.
Pero nos resistimos a cambiar de modelo. No hay ideas para salir de la crisis de forma diferente…, ni ganas de hacer muchos cambios. Abrazos,
PD1: Esta es una alternativa, pero no sé si no hay pasta para hacerla:
No debe darse por supuesto que las extraordinarias condiciones de financiación actuales van a durar toda la vida. Hay que saber aprovecharlas para no caer en un estancamiento que puede durar años
La eurozona está cerca de la recesión. El diagnóstico difundido por el Fondo Monetario Internacional (FMI) la pasada semana eleva las probabilidades de que el valor de la producción de bienes y servicios del área monetaria aborde una nueva fase con tasas negativas de crecimiento, la tercera desde 2008. Los indicadores posteriores al cierre de ese informe confirman la virtualidad de ese horizonte, cuyos rasgos son cada día más próximos al que Japón sufrió durante más de una década. Con la significativa diferencia de tasas de desempleo muy superiores en la eurozona. Para el alejamiento de ese escenario de estancamiento secularya no serán suficientes las decisiones excepcionales preparadas por el Banco Central Europeo (BCE). Es necesario que las políticas fiscales adopten una orientación más expansiva de la demanda, preferiblemente mediante la intensificación de la inversión pública.
1. El diagnóstico. Las advertencias del FMI no son nuevas ni exclusivas. En informes anteriores de esa institución y en los análisis de otras, el BCE entre ellas, se ha venido advirtiendo de los frágiles fundamentos en los que descansaba la tibia recuperación económica de la eurozona. De la erosión en el crecimiento potencial consecuente con la severidad de la crisis y la aplicación de políticas económicas inadecuadas dan cuenta las dificultades para reducir de forma significativa el desempleo y la deuda de las familias y empresas. Y la priorización por estas de la reducción de sus deudas seguirá limitando la necesaria expansión de la demanda, revelando una amplia capacidad productiva sin utilizar. Las expectativas de ascenso en la inflación, hacia esa referencia en el entorno del 2% definida por el BCE, apenas han mejorado por una depreciación del euro limitada. La deflación acentúa las dificultades de familias y empresas para asimilar esas deudas, para que su peso sobre la renta descienda.
Ya no son solo las economías periféricas las afectadas. A la revisión a la baja de las previsiones de crecimiento del FMI para la eurozona le han seguido indicadores más recientes que han pronunciado la debilidad en las principales economías de la eurozona. En el segundo trimestre de este año las tres mayores —Alemania, Francia e Italia— quedaron estancadas o directamente en recesión. La locomotora germana contrajo su crecimiento trimestral antes de que otros indicadores confirmaran la persistencia de la debilidad. Es el caso de la caída en la actividad industrial o el descenso de las exportaciones en agosto, el mayor desde 2009.
Las decisiones de gasto e inversión de familias y empresas, así como las de inversión crediticia de los bancos, siguen inhibidas por un manifiesto debilitamiento de la confianza, al tiempo que la mayoría de las Administraciones Públicas contienen las suyas. La severidad diferencial con que en la mayoría de las economías de la eurozona se ha llevado a cabo el ajuste fiscal no ha conseguido precisamente reducir la deuda pública. Pero sí ha contribuido a pronunciar la caída de la demanda agregada, el reducido crecimiento y la inquietante baja inflación. Esa austeridad fiscal indiscriminada es la responsable de la descapitalización de no pocas economías, reduciendo la inversión pública en la totalidad de las dotaciones de capital, físico, humano y tecnológico, sin las que no es posible volver a crecer de forma sostenida.
2. Las terapias. El retorno a una senda que recupere en un plazo razonable los ritmos de crecimiento previos a la crisis, suficientes para reducir el endeudamiento y el desempleo, requiere decisiones que estimulen de forma significativa la demanda agregada.
Las adoptadas hasta ahora no han sido consecuentes con el diagnóstico comentado. Por eso, el propio presidente del BCE, al tiempo de prometer que seguirá siendo activo con sus políticas monetarias excepcionales, ha sugerido hace semanas que los Gobiernos deberían flexibilizar sus políticas fiscales. El BCE debe mantener el empeño en cumplir con sus principales obligaciones, alejar el riesgo de deflación, conseguir que el crédito fluya con normalidad en todas las economías del área y que desaparezca la fragmentación financiera que sigue penalizando a las empresas de menor dimensión de la periferia europea. Pero esa institución es consciente de que incluso la aplicación de las decisiones más agresivas, como la compra de deuda pública en el mercado secundario, no serán suficientes.
Por eso es necesario que, sin menoscabo de las reformas que hagan falta en la oferta, todos los Gobiernos de la eurozona asuman la necesidad de cambiar sus orientaciones en política fiscal con el fin de estimular la demanda. Pueden hacerlo en las siguientes direcciones (y preferiblemente en las tres, simultáneamente):
a) La primera decisión necesaria para esa mayor acomodación a un entorno recesivo es flexibilizar las exigencias del Pacto de Estabilidad para aquellos países que incumplen el objetivo de déficit público, inicialmente concebido para condiciones normales, y que mantienen su producción muy por debajo de la potencial. Han de distribuirse en el tiempo de forma más racional los necesarios objetivos de saneamiento de las finanzas públicas. Pero también hay que dejar fuera del cómputo del déficit presupuestario la inversión pública: recuperando esa regla de oro, en otro tiempo asumida como racional, y hoy más necesaria que nunca.
b) Se deben adoptar estímulos fiscales en aquellas economías que disponen de margen de maniobra para hacerlo. Alemania es el caso más claro. Podrían hacerlo mediante reducción de impuestos o aumentando la inversión pública. La evidencia señala que el impacto más inmediato e importante sobre la demanda agregada es el aumento de la inversión pública. La conveniencia es mayor si tenemos en cuenta las necesidades específicas de fortalecimiento de las infraestructuras en economías como la propia alemana.
c) Adopción de programas de inversión por las instituciones europeas, el Banco Europeo de Inversiones de forma destacada. Esta institución, lejos de intensificar sus inversiones las redujo entre 2010 y 2012, cuando más necesario era compensar la desaceleración de la mayoría de las economías europeas, generada por las políticas de austeridad fiscal. En lugar de reducir su inversión como parece planear en este año y el próximo, debería intensificarla de forma significativa. Ello requiere, efectivamente, aumentar las aportaciones a su capital por los países miembros por encima de los 10.000 millones de euros acordados en 2012. Tengamos en cuenta que la capacidad inversora de que dispone esta institución es de varias veces su capital, en la medida en que puede acceder al endeudamiento en los mercados de capitales.
Las razones que amparan el aumento de la inversión pública en proyectos bien seleccionados atendiendo a su influencia sobre la productividad de la economía han sido suficientemente ilustradas en análisis empíricos con rigor suficiente. El del propio FMI, al que ha dedicado un capítulo de su último informe, es el más reciente, pero numerosos académicos, desde Larry Summers a Jordi Galí, han reforzado esas conclusiones. Como lo han hecho los ortodoxos institutos económicos alemanes la semana pasada, al tiempo que reducían las previsiones de crecimiento en este y el próximo año para su economía.
La expansión de la demanda a corto plazo y el aumento del crecimiento potencial a medio plazo, asociados a ese aumento de la deuda pública, contribuirían a generar ingresos suficientes con los que pagar el aumento de la deuda pública, e incluso reducirla. Recordemos que la deuda pública agregada de la eurozona, en términos de su PIB, sigue siendo hoy inferior a la de EE UU o Reino Unido.
La viabilidad de esas decisiones de inversión pública cuenta con la excepcional complicidad de unas condiciones de financiación históricamente favorables, que hay que aprovechar. No puede darse por descontado que la abundancia de liquidez, la excepcional disposición del BCE y los históricamente bajos tipos de interés de la deuda pública a largo plazo vayan a durar toda la vida. Aprovecharlas ahora de forma eficiente contribuiría a que el estancamiento no fuera el escenario dominante durante años. No solo frenaría el deterioro de las condiciones de vida actuales, sino que mejoraría las futuras. Y esta es hoy la condición más importante para que la propia existencia de la unión monetaria quede garantizada.
Se sigue pensando en el AVE, y su terminación, como mejor forma con el poco dinero que hay. ¿No hay alternativas de hacer otras inversiones públicas?

Endeudarse, ¿para qué?

Los grandes conceptos macroeconómicos, pese a ser utilizados de forma constante por responsables políticos y medios de comunicación, quedan muy alejados del entendimiento de la mayoría de población. Intentar simplificar la explicación de su significado ayudaría a conocer las perniciosas consecuencias de determinadas políticas económicas.
Así, el déficit público refleja el importe de gasto de las Administraciones Públicas por encima de sus ingresos. No se suele expresar como una cifra absoluta en euros (72.577 millones de euros en 2013) fácilmente entendible, sino como un porcentaje sobre el producto interior bruto (6,8% en 2013). Aunque el ratio déficit sobre el PIB sirva para hacer comparaciones internacionales, se entendería mucho mejor si el déficit se expresase también como el exceso de los gastos sobre los ingresos (18,1% en 2013). Daría una imagen más real de la gravedad del desajuste de las cuentas públicas. Aunque las dos cifras sean correctas, no es lo mismo decir que el déficit público español ha sido en 2013 del 6,8% del PIB que decir que los gastos han sido un 18% superiores a la cifra de ingresos públicos.
Fuente: Eurostat, Renta 4 Banco
Las Administraciones Públicas, al gastar más de lo que ingresan, se ven obligadas a endeudarse con terceros para hacer frente a la diferencia entre gastos e ingresos. En el caso español, el exceso de los gastos sobre los ingresos públicos en los cinco últimos años ha sido de algo más de 500.000.000.000 euros (quinientos mil millones de euros). En los próximos años, deberemos hacer frente al pago de los intereses de este incremento de deuda y a su permanente refinanciación según lleguen los vencimientos de la deuda.
Sorprende que las discusiones entre las autoridades europeas y cada uno de los países del euro con déficit excesivo, ahora focalizadas en Italia y Francia, se centren exclusivamente en el porcentaje del déficit público sobre el PIB admisible cada año, en lugar de analizar los diversos conceptos del gasto público que dan lugar a dichos déficits. En el caso español, parece que nadie se pregunta a qué se ha dedicado el medio millón de euros de déficit público en España en los últimos cinco años.
No es lo mismo acumular déficits públicos y emitir deuda para llevar a cabo programas “sensatos” de inversión o facilitar la creación y desarrollo de empresas que acabaran generando empleo y crecimiento que destinarlos a satisfacer gasto corriente. En el primer caso, el retorno de las inversiones realizadas permitirá, a medio plazo, devolver la deuda emitida y ayudará al crecimiento futuro y a la creación de empleo. Por el contrario, si los déficits se han destinado en su mayor parte a satisfacer gasto corriente, que no generará crecimiento futuro, sólo se agrava y pospone el problema del desajuste de las cuentas públicas sin darle solución.
Ninguna empresa consigue financiación de forma recurrente e incremental para afrontar sus gastos corrientes. Los estados pueden hacerlo durante un cierto periodo de tiempo, pero no de forma permanente. La actual situación de abundante liquidez, tipos en mínimos, incentivación a la banca a comprar deuda pública al no consumirle capital, e incluso la posible adquisición de bonos soberanos por parte del Banco Central Europeo (BCE) oculta las dañinas consecuencias de los déficits públicos dedicados esencialmente a mantener gasto corriente.
Una vez más, la dosis de anestesia de las medidas del BCE oculta la gravedad del problema del permanente desajuste de las cuentas públicas para financiar gasto corriente. A pesar de vender como un éxito la reducción del déficit público sobre el PIB, no parece que el exceso de los gastos sobre los ingresos públicos se esté dedicando a inversión pública o a facilitar la creación y el desarrollo de empresas, que serán las que finalmente creen empleo y ayuden al crecimiento, sino a mantener un gasto corriente difícilmente sostenible en el tiempo.
A pesar de todo, mientras el BCE siga con su política actual no parece que nadie vaya a preocuparse. Ahí tienen a la prima de riesgo, en mínimos.
PD2: Y nuestro problema adicional son las Comunidades Autónomas… Demasiada gente opinando demasiadas cosas…

El déficit o cómo asfixiar a las CCAA

En el año 2010, España inició el proceso de consolidación fiscal más importante de su historia. Desde entonces el gasto público se ha reducido en poco más del 2,2 puntos de PIB, hasta situarse en el 44,3 % del mismo en 2013. Sin embargo, hay que tener en cuenta que durante este mismo periodo el gasto en intereses se ha disparado y que, de no haber sido así, la caída del gasto publico habría sido aún mayor; de 4 puntos de PIB. No obstante, la bajada del gasto no se ha repartido por igual en todas las administraciones. Sólo las Comunidades Autónomas (CCAA) y los ayuntamientos han sido capaces de reducir sus gastos (-14% y -21%, respectivamente). Por el contrario, tanto la Administración Central, principalmente por el aumento del gasto en intereses, como la Seguridad Social, por el aumento del gasto en pensiones, han visto incrementados sus gastos en un 3,4% y un 2,6%, respectivamente.
Por el lado de los ingresos se observa el mismo comportamiento. Mientras que la Administración Central ha aumentado sus ingresos en 10.155 millones, tanto los ayuntamientos como las CC.AA. los han reducido en -3.382 y -1.600 millones, respectivamente. La estrategia de consolidación diseñada por el ejecutivo parece clara: limitar los ingresos y el déficit a las CC.AA., de forma que los gobiernos autonómicos se vean obligadas a reducir el gasto irremediablemente.
Por el momento, parece que esta estrategia ha funcionado ya que las CC.AA. tienen poca capacidad normativa sobre sus ingresos. Por si esto no fuera suficiente, las CCAA son las encargadas de gestionar gastos tan sensibles como la sanidad y la educación. Así, no es de extrañar que entre los años 2010 y 2012, el gasto en educación se ha reducido en un -11% y el gasto en Sanidad se ha reducido en casi un -9%. Estas caídas serán aun mayores cuando conozcamos los últimos datos.
En el año 2013, gracias a la nueva medida del PIB, el conjunto de las Administraciones Públicas ha conseguido cumplir con el objetivo de déficit por primera vez desde que iniciamos el proceso de consolidación fiscal. Hemos cerrado el año 2013 con un déficit del -6,3%, dos décimas por debajo del objetivo. No obstante, el déficit de las CCAA en 2013 fue del -1,5% del PIB rebasando el objetivo fijado por Bruselas en dos décimas. A pesar del nuevo incumplimiento, el ajuste del déficit de las CC.AA. desde el año 2010 ha sido sustancial: 2,2 puntos de PIB. Tal y como hemos visto anteriormente, para lograr tal reducción, ante la escasa competencia normativa para aumentar sus ingresos, las CCAA no han tenido otra opción que reducir sus gastos en educación y sanidad.
¿Cómo pintan las cosas para este año? Como se puede ver en la siguiente Tabla, en el mes de Julio, el déficit de las CCAA se ha situado en -0,98% del PIB, es decir, en el nivel que nos habíamos comprometido para todo el año y dos décimas peor que en el mismo periodo del año anterior. Esto es debido a una caída del -1,8 % en los ingresos no financieros (principalmente por las caída de las Entregas a Cuenta y Liquidaciones) y a un aumento de los gastos del 1,5% (principalmente por el aumento del Gasto Corriente en Bienes y Servicios y el Gasto en Intereses). Según nuestras estimaciones, el déficit de las CCAA se situará en el entorno del -1,8%, o sea, muy lejos del objetivo. Parece que la estrategia está llegando a su final, ya que las CCAA parecen no tener capacidad adicional para reducir sus gastos. Además, lejos de solucionarse, los problemas de ingresos para las CCAA continuarán en 2015.
Pero, ¿de dónde vienen los ingresos de las CCAA? Tal como explicamos en este post, las CCAA tienen dos fuentes de ingresos. Sin tener en cuenta a las Comunidades Forales, el 80% de los ingresos provienen del mecanismo de Entregas a Cuenta y Liquidaciones y el 20% restante lo llamaremos resto de ingresos. El resto de ingresos está formado por los impuestos cedidos (ITP y AJD, Impuesto de Sucesiones y Donaciones, Otros Impuestos Directos e Indirectos) y por venta de sus propios activos. Las Entregas a Cuenta tienen a su vez dos fuentes: Impuestos compartidos (50% IVA, 50% IRPF, el 58% Impuestos Especiales) y los Fondos (Garantía, Suficiencia Global y Convergencia Autonómica). A los dos años se produce la liquidación de dichas entregas, las CCAA reciben más dinero si la recaudación real fue mejor que la presupuestada o menos si es al contrario. Como la mayor parte de los ingresos de las CCAA provienen de impuestos compartidos y fondos gestionados por la administración central, la única vía para aumentarlos es a través del resto de ingresos. El aumento de la recaudación a través de estos ingresos es bastante complicado por englobar a impuestos asociados con el sector inmobiliario o de carácter no recurrente, como los obtenidos con la venta de inmuebles. Aquí encontramos parte de la explicación del mal dato de déficit y es que las CCAA no son capaces de alcanzar el nivel de ingresos presupuestado inicialmente. Apenas si han conseguido alcanzar el nivel del año pasado cuando estimaban recaudar por esta vía un 20% más.
La historia se repite año tras año. Según los recién presentados Presupuestos Generales del Estado, los ingresos tributarios del Estado van a aumentar con respecto a la liquidación prevista en 2014 en unos 9.000 millones, pero para las CCAA lo harán en algo menos de 1.000 millones. Es decir, los aumentos recaudatorios siguen sin llegar a las comunidades. El Gobierno es consciente de la incapacidad de las CCAA para obtener suficientes ingresos para financiar sus gastos, pero retrasa la reforma del Sistema de Financiación Autonómica. La razón nos parece clara. Moncloa sabe que si reforma la financiación de las CCAA necesitará aumentar los ingresos de las AAPP; es decir, subir la presión fiscal, y hacerlo en un año electoral tiene unos costes políticos que no está dispuesto a asumir.
Pero la crisis fiscal en España en general, y la de las CCAA en particular, no se solucionará hasta que se lleve a cabo una profunda reforma fiscal que mejore la recaudación sin dañar el crecimiento. Esta reforma no solo debe abordar el mejor diseño de los impuestos conocidos (principalmente el IRPF, Sociedades o IVA), sino también una reforma del ineficiente y opaco Sistema de Financiación Autonómica que ahoga a las CCAA y en última instancia corre el riesgo de desmantelar la sanidad y la educación pública.
PD3: Ahora que se coloca Endesa, te copio esto por si tienes tentaciones de acudir a la oferta
Vaya por delante que a los precios actuales no invertiría ni un euro en Endesa, ni vía mercado ni OPV pues parece evidente lo que está haciendo Enel, exprimir hasta la última gota de jugo de la gran eléctrica española en aras de su propio beneficio.
Solo hay que ver a grandes rasgos lo ocurrido en los últimos meses...
primero Enel se ha apropiado de los activos latinoamericanos de Endesa, pagando el precio que le ha venido en gana, ese dinero lo ha repartido vía dividendos recuperando un 92 % (pues tiene ahora mismo ese porcentaje de acciones de Endesa), para luego endeudar sin razón alguna a la eléctrica española para repartir un nuevo dividendo y con lo que queda, su negocio en España y una compañía  mucho más endeudada, busca hacer caja de nuevo sacando al mercado un 30  % vía OPV.
El precio máximo al que se podrá comprar Endesa son 15,35 euros, si ese fuera el precio de colocación se estaría vendiendo la eléctrica a unos precios estratosféricos (tanto por PER como por EBITDA), más teniendo en cuenta que tras la OPV Enel seguirá teniendo el control absoluto de Endesa (un 70 % de sus acciones) y visto lo visto ya sabemos que Enel solo mira por su propio interés. Además ahora Endesa solo es el negocio de España, estancado y con riesgos regulatorios.
Dado el escaso Free Float de Endesa del 8 %, la evolución en bolsa con una subida del 100 % en poco más de un año destila un gran tufo a manipulación bursátil, vamos, que la cotización parece más que inflada. Cuando haya un 30 % cotizando en bolsa no me extrañaría que en uno o dos años viéramos a Endesa cotizando a múltiplos mucho más en linea con lo que es su sector.
Por supuesto puedo equivocarme, pero creo que a estos precio Endesa no tiene potencial en bolsa, de hecho su gráfico comienza a dejar señales contundentemente bajistas, el potencial de caída por técnico es amplio, aunque desde luego tras la OPV la evolución en bolsa puede ser muy diferente pues el nº de acciones en circulación se habrá multiplicado por 4.
Cada uno debe tomar sus decisiones de inversión, pero creo que acudir a la OPV de Endesa es asumir un riesgo innecesario.
PD4: Este video me recuerda lo que estamos haciendo en la economía: surfear las olas de la deuda que nos sepultan… ¿Nos caeremos? ¿Nos tragará la siguiente ola? ¿Sobreviviremos? Impresionante: http://vimeo.com/108799588
PD5: Somos católicos los españoles, pero estamos fríos, no practicamos…
Hay que tener paciencia con la gente, no hay que atosigar… Ya volverán a encontrar su fe, que la tienen olvidada.