23 noviembre 2016

reformar las pensiones

Si no se reforman, es un imposible que pueda haber para todos. La evolución de los últimos años es sintomática de que andamos con un problema morrocotudo que no le meten mano:
Representan ya el 38.5% de todo el Presupuesto General del Estado, sumando la friolera de un montante anual de 135.448 millones de euros… Y lo peor no es la cifra absoluta que es terrorífica, sino la evolución de los últimos años: imparable. ¿No la había frenado el PP hace unos años, al desvincularla del IPC? No parece…, no.
El BBVA propone lo siguiente:

¿Cómo mejorar el sistema de pensiones?

SEGURIDAD SOCIAL: España debe converger al modelo sueco, con siete cambios que han de producirse de forma gradual.
BBVA Research 
El agotamiento del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, previsiblemente en 2017, ha vuelto a plantear la necesidad de adoptar nuevas medidas para reducir el déficit existente, fortalecer su sostenibilidad y asegurar la suficiencia de las pensiones futuras, un pilar fundamental del Estado de Bienestar que hay que preservar y cuidar para poder garantizar este compromiso social con las futuras generaciones. 
El sistema de pensiones refleja por un lado las tendencias demográficas y el progresivo envejecimiento de la población como consecuencia de la mayor esperanza de vida a partir de los 65 años, que aumenta a razón de 16 meses por década. Por otro, las fortalezas y debilidades relativas de la economía española de las que es un buen termómetro, en particular de su mercado de trabajo y de productividad. Para tener una idea de su sensibilidad al mercado de trabajo, un aumento del empleo que disminuyese la tasa de paro en diez puntos manteniendo la productividad del trabajo constante permitiría reducir el déficit del sistema contributivo en unos 13.000 millones, hasta casi el 0,4% del PIB. 
Más ingresos 
Por lo tanto, uno de los retos es aumentar los ingresos del sistema mediante el mayor crecimiento, con medidas que ayuden a crear más y mejor empleo, más productivo y estable. Pero siendo totalmente necesario, ese crecimiento no será posiblemente suficiente para equilibrar el sistema y para afrontar el envejecimiento previsto sin cambios adicionales. Con las proyecciones actuales, salvo que el crecimiento de los cotizantes fuera el mismo que el del número de pensiones, hasta alcanzar la cifra poco probable de 27 millones de afiliados en 2050, no será posible mantener el sistema sin cambios, tal y como lo conocemos ahora. La ventaja de hacerlo cuanto antes es que los cambios serán paulatinos y menos traumáticos que si se retrasan y posponen para el futuro. 
Los cambios necesarios deben producirse de forma simultánea y gradual. Pero sobre todo deben ser consistentes entre sí y responder a una estrategia integral. No caben parches ni atajos que tarde o temprano terminen por defraudar las expectativas de la sociedad. 
Primero. En primer lugar, hay que dejar que las últimas reformas efectuadas tengan plenos efectos para garantizar la sostenibilidad del sistema, sin revertirlas. El Factor de Sostenibilidad garantiza la equidad entre generaciones y el Índice de Revalorización (IRP), la sostenibilidad de las pensiones y el equilibrio estructural entre ingresos y gastos, con la suficiente flexibilidad para integrar el resto medidas que se discuten a continuación. 
Segundo. Ese equilibrio financiero requiere que para financiar pensiones mínimas más elevadas, que crezcan como lo hace el salario medio o por encima del IRP si se considera oportuno, se aporten permanentemente los recursos necesarios, de la manera menos distorsionadora posible para el crecimiento y el empleo. 
Tercero. Ese aumento de la pensión mínima deberá ser compatible con una reducción gradual en las próximas décadas de la tasa de beneficio que representa la pensión media sobre salario medio, acercándola a los niveles de los países europeos más avanzados (actualmente en el 42,2% frente al 65,4% de España). Ambos podrán ganar capacidad adquisitiva, pero los salarios deberán crecer más que la pensión media para asegurar la sostenibilidad. 
Cuarto. Es necesario mejorar el funcionamiento del sistema eliminando aquellas reducciones de las cuotas que puedan ser sustituidas por alternativas más eficientes para crear más y mejor empleo (por ejemplo, cambios en la regulación laboral que incentiven la contratación indefinida), impulsando la convergencia de los regímenes especiales al régimen general, sustituyendo parcialmente cotizaciones sociales por impuestos indirectos, luchando contra el fraude en las cotizaciones y haciendo compatibles pensión y trabajo. Sacar del sistema algún régimen, como las pensiones de viudedad, no resuelve el problema, solo lo mueve de sitio y desvirtúa el sistema. Es mejor hacer explícito su coste y rediseñar las condiciones de acceso futuro a esta prestación, teniendo en cuenta los cambios sociales. Por su parte, destopar la base de cotización sin aumentar proporcionalmente la pensión máxima haría que el sistema fuese menos contributivo, generaría problemas de credibilidad y reputación, y encarecería el factor trabajo, con efectos negativos sobre el empleo. 
Quinto. Los aumentos de la presión fiscal para aportar recursos permanentes al sistema deben minimizar su impacto sobre el empleo y los salarios, sobre la contributividad del sistema y sobre la carga impositiva de las futuras generaciones. Cualquier aumento de la presión fiscal debe venir acompañado de mayor eficiencia del sector público. Con frecuencia se afirma que España tiene una presión fiscal menor que otros países europeos sin tener en cuenta que su nivel de eficiencia del sector público también lo es. Antes de aumentar la presión fiscal es necesario mejorar la eficiencia y calidad de la gestión pública, lo que aplica también a las pensiones, para que la sociedad acepte pagar más impuestos, minimizando sus efectos distorsionadores sobre la actividad y el empleo. 
Sexto. Es fundamental converger cuanto antes a un sistema de cuentas nocionales o individuales de reparto, y que la pensión inicial (por encima de la pensión mínima) se calcule en función de las contribuciones realizadas a lo largo de la toda la carrera laboral. Ésta es sin duda una de las mejoras más importantes del sistema. No hay razón alguna para demorar su implementación, ya que la transición no tiene por qué suponer coste alguno para las finanzas públicas. Suponiendo, por ejemplo, que se consiguiera implantar un sistema de cuentas nocionales en 2020, las pensiones de los trabajadores que se jubilasen los primeros años vendrían determinadas en su mayor parte por el sistema vigente aunque, a efectos de hacer explícita la solidaridad intergeneracional, en todos los casos debería informarse ya de las pensiones teóricas que corresponderían con las cuentas nocionales. 
Solo al finalizar el periodo de transición (que en Suecia duró 15 años) se jubilarían los trabajadores con pensiones calculadas íntegramente con el nuevo sistema, que seguirían financiándose mediante cotizaciones y/o otros impuestos corrientes. Además de fortalecer la sostenibilidad, la transparencia de las cuentas nocionales hace también explícito a nivel individual y social la necesidad del ajuste gradual que asegure el equilibrio entre ingresos y gastos. 
Séptimo y último. Es conveniente crear cuentas individuales de capitalización de adhesión automática, como en otros países europeos, con aportaciones tanto del trabajador como de las empresas en las que trabaje a lo largo de su carrera laboral, independientemente de que su gestión sea pública o privada. 
La economía española necesita seguir introduciendo mejoras en su sistema de pensiones para afrontar el envejecimiento, asegurar la equidad entre generaciones y entre trabajadores de una misma generación y garantizar pensiones suficientes, eliminando cualquier riesgo de exclusión social. Cuanto más se avance en reformas que aumenten el empleo, su calidad y productividad, y que mejoren la eficiencia del sistema más fácil será compaginar sostenibilidad con mayor capacidad adquisitiva de las pensiones. Modernizar el Estado del bienestar y, en especial, el sistema de pensiones no solo es posible sino que es una necesidad, para que el crecimiento también sea equitativo. Ese futuro sistema de pensiones al que España debe converger no es nuevo y ya existe en el presente en países como Suecia.
¿Es esto posible? ¿Se podrían reformar las pensiones con la dispersión parlamentaria? Ay, qué dolor!! Abrazos,
PD1: Si no hacen nada, estaremos abocados a cobrar mucho menos:

Los menores de 30 años cobrarán la mitad de pensión que sus padres

La pensión media por jubilación sería equivalente a 575 euros mensuales.
Los menores de 30 años -también denominados "millenials"- cobrarán una pensión media por jubilación equivalente a 575 euros mensuales, muy por debajo de los 1.029 euros que cobraron los jubilados en 2015, según un estudio realizado por la consultora Cognodata.
El estudio, difundido hoy, estima que con las mismas cotizaciones y el sistema actual de financiación de las pensiones, el poder adquisitivo de los jubilados se reducirá a la mitad dentro de 30 años debido al envejecimiento de la población, ya que el número de pensionistas pasará de los 6 millones actuales a casi 12 millones.
De acuerdo con estos datos, los trabajadores de entre 30 y 34 años, cuya edad de jubilación tendrá lugar entre los años 2048 y 2052, contarán con una pensión media que oscila entre los 600 y los 650 euros, mientras que los que ahora tengan de 35 a 39 años cobrarán entre 675 y 725 euros.
El colectivo de 40 a 44 años, por su parte, cobrará una pensión por jubilación de entre 725 y 775 euros, y los que actualmente tengan entre 45 y 49 años, que se jubilarán entre 2033 y 2037, cobrarán entre 825 y 875 euros.
PD2: Es un problema de empleo precario y temporal. Si no hay ingresos el sistema petará:
Demasiado precario para los más jóvenes:
PD3: Nuestras postrimerías: muerte, juicio, infierno o cielo. El fin de un viaje condiciona su realización. Si quieres ir al infierno, te podrás comportar de una manera determinada de acuerdo con el término de tu viaje. Si escoges el cielo, habrás de ser coherente con la Gloria que quieres conquistar. Siempre, libremente. Al infierno no va nadie por la fuerza; ni al cielo, tampoco. Dios es justo y da a cada uno lo que se ha ganado, ni más ni menos. No castiga ni premia arbitrariamente, movido por simpatías o antipatías. Respeta nuestra libertad. Sin embargo, hay que tener presente que al salir de este mundo la libertad ya no podrá escoger. El árbol permanecerá tendido por el lado en que haya caído…