09 marzo 2018

las empresas zombies son muy dañinas para el sistema

Y sin embargo los políticos se empeñan en mantenerlas, y los banqueros ni te cuento, con tal de no enseñar más mora hacen lo que sea… Hay muchas empresas zombies en España y alguna es muy grande y tiene muchos trabajadores.

ZOMBIS PERJUDICIALES

El cierre de una empresa es una mala noticia que lleva aparejado, entre otros efectos nocivos, la pérdida de puestos de trabajo. Sin embargo, el mantenimiento de empresas zombis tiene efectos perversos sobre el empleo, la economía y la sociedad en su conjunto: dificulta la aparición de nuevas empresas, provoca una deficiente asignación de recursos limitando los destinados a empresas más sanas y a nuevas empresas y supone un lastre para el desarrollo tecnológico y para la mejora del empleo.
Las empresas zombis son aquellas compañías fuertemente endeudadas, de baja productividad, que son incapaces de devolver el principal de sus deudas. Estos zombis empresariales se mantienen vivos gracias a las permanentes refinanciaciones bancarias de sus deudas. Si la empresa cerrara o se reestructura, las entidades financieras acreedoras no recuperarían la totalidad de sus créditos, produciéndose una pérdida que tendrían que incluir en su cuenta de resultados. En numerosos casos, la imposibilidad de devolver el importe total de la deuda bancaria es manifiesta. Mediante la refinanciación los bancos consiguen posponer en el tiempo la materialización de la pérdida. Muchas de estas empresas zombis podrían ser viables con un nivel muy inferior de deuda.
Cuanto más saneado está un sector bancario, más facilidad para absorber las pérdidas procedentes de créditos concedidos a empresas zombis. Según mejora la economía, aumenta el beneficio de los bancos y mayor es la capacidad de absorción de pérdidas procedentes de este tipo de créditos. Con datos de la OCDE, en el caso de España el porcentaje de stock de capital en empresas zombis pasó del 9% al 16% entre 2007 y 2013. Datos inferiores a los existentes en Grecia o Italia, 28% y 19% en 2013, respectivamente.
Las sucesivas modificaciones de la normativa bancaria han endurecido la obligación de las entidades financieras de dotar, al menos parcialmente, los importes de las refinanciaciones. Aun así, siguen existiendo empresas zombis, no solo en Europa, incluyendo España, sino en economías tan relevantes como la japonesa y china.
Cuanto más capital hay enterrado en empresas zombis, menos capital disponible para ser destinado a inversiones de empresas más saneadas generadoras de empleo. La OCDE ratifica en un informe algo obvio: las empresas saneadas tienen mayor dificultad de acceder al crédito en aquellos sectores donde existe más capital "enterrado" en compañías zombis. Esta ha sido una de las quejas más repetidas por las empresas saneadas durante la crisis. Era más fácil conseguir renovar un crédito para una empresa en dificultades que para una empresa saneada con un proyecto de crecimiento.
Una de las quejas de la nueva administración estadounidense contra China es el mantenimiento de industrias enteras, nada productivas, de forma artificial mediante refinanciaciones permanentes y crecientes. La existencia de estas empresas coarta la competencia y dificulta las inversiones de empresas occidentales de los mismos sectores por la sobrecapacidad existente y los bajos precios generados por dicha sobrecapacidad. El efecto negativo sobre el empleo en las empresas competidoras occidentales es evidente.
Algo que parece fácil de entender si la empresa zombi es China, debería ser igual de evidente si la empresa es local. Lo ideal sería reconvertir las empresas zombis, reduciendo su deuda, en empresas plenamente viables y rentables a largo plazo.
Una de las conclusiones de la OCDE en su informe es la conveniencia de fomentar las vías alternativas de financiación empresarial distinta de la bancaria. En este terreno queda mucho por hacer, empezando por copiar exitosas medidas aprobadas por socios europeos encaminadas a mitigar la dependencia de la financiación bancaria. Sobre esto escribiremos otro día.
Abrazos,
PD1: ¿Hay que salvar alguna empresa? O están todas saneadas…

Salvar al soldado Ryan

Hay miedo a la crisis que está por venir. Una crisis relacionada con la disrupción tecnológica y la incapacidad de los gigantes patrios de subirse al tren digital

Hace una década que fue la crisis financiera. Nos familiarizamos entonces con términos de los que apenas habíamos oído hablar y los introdujimos en nuestras conversaciones igual que el fútbol en el café de los lunes. Empezamos a hablar con naturalidad de la prima de riesgo, la solvencia y la banca sistémica, esto es, de aquellas entidades demasiado grandes como para dejarlas caer. 'Too big to fail', decían. Ahí estaba Bankia.
Los tiempos duros pasaron y aparcamos los tecnicismos. Pero solo temporalmente. Más pronto que tarde, habrá que desempolvarlos de nuevo.
Esa es al menos la sensación que ha ido permeando los centros de poder, bien económicos, bien políticos, en los interludios que ha permitido el monotema catalán. Hay miedo a la crisis que está por venir. Una crisis relacionada con la disrupción tecnológica y la incapacidad de los gigantes patrios de subirse al tren digital. No tanto de los grandes bancos, que esos ya han cruzado su Rubicón, sino de las grandes compañías. Son las empresas sistémicas.
Sistémico es lo perteneciente o relativo a la totalidad de un sistema, según la Real Academia de la Lengua. Una empresa adquiere tal calificación cuando su actividad afecta a las arterias del país. Son compañías que impactan globalmente, de tal modo que cualquier modificación sustancial en su estructura causa beneficios o daños reales al conjunto del sistema.
Hay miedo a los tiempos que están por venir. No tanto en los grandes bancos como en las grandes compañías. Hablamos de empresas sistémicas
No nos referimos a las ‘telefónicas’ o a los ‘inditex’ sino a esas otras grandes compañías de corte familiar que ni son financieras, ni cotizan en bolsa ni están bajo la lupa de la CNMV, pero que han ido adquiriendo una dimensión sobresaliente y que ahora, en la era de Amazon, requieren de otro salto cualitativo. Una evolución que está directamente relacionada con la profesionalización, la digitalización y la transparencia, y que debería regirse bajo criterios de máxima prudencia y visión de largo plazo.
En este particular 'ranking', la empresa más sistémica (y simbólica) no podía ser otra que El Corte Inglés. Con más de un centenar de centros comerciales y cerca de 100.000 empleados, ejerce una influencia decisiva en la configuración del mercado ‘retail’ en España. Toda decisión de compra de productos cada vez más diversificados, desde viviendas a automóviles Tesla, pasan por los estantes del grupo fundado por Ramón Areces.
Es el tótem del imaginario empresarial español. Pero la tecnología se impone y el tótem se resiente. Sufre como el resto de firmas del sector de grandes almacenes ante la amenaza de los tentáculos de Jeff Bezos y Cía. Hasta tal punto es así que marcas emblemáticas como Lafayette en París o Harrods en Londres se han quedado en meras atracciones turísticas. El consumidor franquea las puertas de estos grandes almacenes como el que visita un museo de arte románico. Es decir, para contemplar obras del pasado.
El Corte Inglés se siente afortunado porque resiste la embestida de los nuevos tiempos. Primero fueron los resultados, que han mejorado notablemente después de que Dimas Gimeno llegara a la presidencia; luego vino el nombramiento de dos consejeros delegados, Jesús Nuño de la Rosa y Víctor del Pozo, en aras de la profesionalización; tercero, el visto bueno de la banca a una nueva refinanciación, que asciende a cerca de 4.000 millones de euros, y en cuarto y último lugar, los planes por salir a bolsa.
Todo ello, sin embargo, se ve empañado por el enfrentamiento entre los herederos de Isidoro Álvarez por el control de El Corte Inglés, lo que podría desembocar en una crisis corporativa. Marta y Cristina Álvarez Guil recibieron en herencia una participación mayoritaria en la sociedad patrimonial (Cartera de Valores IASA) que controla el 22% de El Corte Inglés. Por otro lado, Dimas Gimeno, sobrino de Isidoro, se quedó con una participación minoritaria en esa sociedad patrimonial, pero fue designado presidente de la cadena de grandes almacenes por deseo del patriarca. Familias enfrentadas que dirimen sus diferencias en los tribunales.
El Gobierno de Rajoy ha empezado a interesarse por las cuestiones intestinas de El Corte Inglés de la misma forma que lo está haciendo con Abertis
El tema ocupa y preocupa al Gobierno. Las empresas sistémicas en general y El Corte Inglés en particular. De un tiempo a esta parte, el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha empezado a interesarse por las cuestiones intestinas de El Corte Inglés de la misma forma que lo pueda estar haciendo en el juego de opas y contraopas en torno a Abertis. También la Corona, en concreto el rey Juan Carlos, cuya amistad con el jeque catarí Hamad bin Jassim bin Jaber al Thani, a la sazón accionista de la cadena de grandes almacenes, es pública y notoria. ¿La consigna? Salvar al soldado Ryan y 100.000 puestos de trabajo.
Son los retos a los que se enfrentan empresas sistémicas como El Corte Inglés, como Mercadona, paradigma de capilaridad, con casi 1.700 puntos de venta en toda España y un poder inmenso a la hora de determinar qué es lo que se vende y lo que se compra en alimentación, o como el grupo de transporte por carretera ALSA, que conecta más de las tres cuartas partes del territorio a través de su red y es pieza clave en la cohesión y estructuración social. El éxito o fracaso de estas compañías lo es también de España.
Nos encaminamos hacia un escenario inédito en el que, como señalaba el secretario general de la UGT, Pepe Álvarez, en la reciente visita a la redacción de El Confidencial, los modelos de empresas y los marcos de las relaciones laborales cambian drásticamente por mor de la revolución digital y el comercio electrónico. La catarsis es tal, vaticinaba Pepe Álvarez, que nos obligará a replantearnos el futuro de las ciudades y nuestro modelo de sociedad.
Reclamaba Miriam González en este mismo diario una transformación radical de España, un cambio que “nos provoca vértigo” porque pone en peligro el frágil equilibrio que hemos mantenido desde la Transición, pero que resulta crucial para la supervivencia y el progreso del país. Aunque González se refería al sistema político, sus conclusiones son extrapolables a la economía y, más allá, a las estrellas empresariales que tienen que alumbrar el futuro.
Estos, y no otros, son los grandes debates que deberían centrar nuestra atención si no queremos que las grandes compañías sufran una réplica del terremoto sistémico que ya vivió la banca. Demasiados puestos de trabajo en el alero, demasiadas compañías en riesgo… 'Too big to fail'.
PD2: ''No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor", Santa Teresa de Jesús. Te pongo tres sencillos ejemplos que están al alcance de cualquiera de nosotros:
1.- no hacer ruido con los zapatos al andar. Aunque no te lo creas, molesta, sobre todo cuando estás haciendo oración en una iglesia y entra uno taconeando…
2.- no cerrar la puerta lanzándola. No cuesta nada abrir el pomo con cuidado y dejar que se cierre el pestillo en su sitio, sin hacer ruido, que quizás hay alguien estudiando o concentrado en su lectura, o lo que sea que está haciendo ese alguien…
3.- no interrumpir a otro en el trabajo preguntándole cualquier chuminada. Esperar a ver que no hace nada, esperar a ver que levanta la vista o acaba de hablar por teléfono, o lo que sea que hace ese buen hombre entre dos cosas…
Parecen cosas sin importancia, pero la vida es la suma de muchas cosas insignificantes, muchas cosas que nadie repara en ellas…, pequeños detalles de amor que es la suma de todo lo que hacemos durante el día. Esas sonrisas que vamos regalando a diestro y siniestro, aún sin conocerles. ¿Qué pensaran de nosotros? Que somos unos locos de amor, que somos algo distintos del resto.