Seguimos esperando ser
gobernados, pero no parece que haya prisas… ¡Demencial! Y la que no espera es
la economía, que sigue con sus problemas:
¿Cuál es la situación cíclica de la economía española?
Que la economía española crezca de forma equilibrada en los
próximos trimestres va a depender de su capacidad de crear empleo sin presiones
sobre la inflación o los costes laborales unitarios
Desde hace ya varios trimestres se ha abierto un interesante
debate sobre la situación cíclica de la economía española, su crecimiento
potencial y su brecha de producción respecto a una situación cíclica neutral.
Como bien señalaba recientemente el profesor Antonio Pulido, este debate refleja el
existente más allá de nuestras fronteras, por ejemplo en el Institute of
International Finance (IIF), y que genera mucho interés en las redes
sociales.
Seguramente a la mayor parte de la opinión pública le baste con
ver que sus ingresos crecen y que el paro disminuye, por lo que este debate le
puede parecer superfluo. Pero en absoluto lo es. Es más importante de lo que
parece a simple vista. La cuestión que en realidad subyace es si el crecimiento
actual es sostenible y durante cuánto tiempo se mantendrá sin generar
desequilibrios que tengan que corregirse en el futuro. Por eso, expertos,
analistas, instituciones y autoridades económicas (por ejemplo, en la Actualización del Programa de Estabilidad)
prestan tanta atención a evaluar en qué momento del ciclo económico se
encuentran las economías.
La situación
cíclica o brecha de producción es la distancia del PIB
respecto a una senda de crecimiento equilibrado, y está estrechamente
relacionada con la del desempleo a su tasa de equilibrio, que cambia entre
países y en el tiempo. Es, por lo tanto, un concepto distinto al de máxima producción
potencial con plena utilización de los recursos productivos y mínimo desempleo.
Cuando la actividad está por encima de su senda de crecimiento equilibrado, la
brecha de producción es positiva, el desempleo cíclico negativo y la economía
crece de manera no sostenible a largo plazo, acumulando desequilibrios
(endeudamiento, pérdida de competitividad, inflación, etc.), que tarde o
temprano se corrigen. Por el contrario, cuando se encuentra por debajo de esa
senda de crecimiento equilibrado, la brecha de producción es negativa, el
desempleo cíclico es positivo y la economía puede crecer sin incurrir en
desequilibrios relevantes.
Las
reformas y las mejoras productivas en las empresas han permitido reducir el
desempleo estructural durante la recuperación y crecer durante más tiempo sin
generar tensiones
El problema es que ni la tasa de desempleo de equilibrio ni la
senda de crecimiento equilibrado del PIB son variables observables. Se estiman
con cierta incertidumbre y es aquí donde surge el debate y la discrepancia. Con
una tasa de desempleo desestacionalizada del 14,1% en el primer trimestre de
2019, la calidad del crecimiento de la economía española y las implicaciones de
política económica serían muy distintas si el desempleo de equilibrio fuese del
16% o del 12%. Si el desempleo cíclico fuese positivo, habría argumentos para
llevar a cabo políticas de demanda expansivas bien diseñadas, selectivas y
transitorias. Si el desempleo coincide con su tasa de equilibrio, lo apropiado
para crecer es llevar a cabo reformas estructurales que aumenten el crecimiento
potencial y reduzcan el desempleo estructural.
Algunos analistas afirman que la estimación del componente cíclico
del PIB o del desempleo es poco útil dada la incertidumbre existente en sus
resultados, que pueden ser muy sensibles al método utilizado y a la
disponibilidad de nuevas observaciones. Otros como Adam Tooze han ido más lejos al
afirmar que es una herramienta al servicio de determinadas posiciones de
política económica. Aunque hay argumentos para ser críticos, la solución pasa
por mejorar las estimaciones. No todas son iguales y algunas son mejores que
otras. Que exista incertidumbre en la estimación de la tasa de desempleo de
equilibrio no puede servir para abandonar este concepto y justificar cualquier
tipo de política económica en función de intereses particulares.
Desde mucho antes de que empezara la crisis, pero sobre todo
cuando en 2007 defendí ante la Comisión en Bruselas que la economía española
mostraba señales muy claras de recalentamiento frente a la brecha de producción
negativa estimada por entonces, mi experiencia es que los métodos de
estimación han ido mejorando considerablemente. Los estudios de Alberola, Estrada y Santabárbara (2014) o de Cuerpo, Cuevasy Quilis (2018), por citar solo dos, son buenos ejemplos
para la economía española. Se ha ampliado el conjunto de variables que ayudan a
estimar el desempleo estructural, de la inflación de precios (NAIRU)
o de salarios (NAWRU) a otras variables, incluidas las financieras.
Y sus resultados no se aplican por autómatas sin sentido común. En la Unión
Europea las estimaciones de la brecha
de producción son un elemento más, pero no el único en
las recomendaciones de política económica. La
prueba es que desde 2011 la Comisión Europea utiliza una amplia batería de 14
indicadores económicos (complementados por otros 25 auxiliares) para detectar
señales de alerta sobre la existencia de desequilibrios macroeconómicos.
¿Que nos dicen las estimaciones disponibles para España? La situación
cíclica prevista para la economía española en 2019 es prácticamente neutral
según las estimaciones de la brecha de producción de la OCDE (-0,2%)
o de la AIReF (-0,1%), ligeramente
expansiva para el FMI (0,7%) y aún más en el caso
de la Comisión(1,6%). Estas dos últimas
estimaciones están en línea con las del Banco de España, que estima que la
brecha de producción pasó a ser ligeramente positiva a finales de 2018.
Tasa de desempleo y estimación
de su componente estructural
Los indicadores de desequilibrio que utiliza la Comisión
pueden servir para discriminar entre estas estimaciones. La última vez que
España tuvo una tasa de desempleo del 14,1% durante una expansión fue
precisamente hace veinte años, en el primer trimestre de 1999. Hay que tener en
cuenta que esta tasa de desempleo del 14,1% se encuentra por debajo de la media
observada desde principios de 1980 (16,7%). Pero que las tasas de desempleo de
estos dos periodos sean iguales no implica que la situación cíclica de
principios de 2019 sea la misma que la de 1999. Ni que la brecha de producción
sea positiva solo porque sea inferior a la media de los últimos 40 años o
negativa porque sea superior a la de otros países. En el primer trimestre de
1999 el saldo de la balanza por cuenta corriente era negativo y el déficit
representaba un 3,3% del PIB (frente al pequeño superávit, aunque menguante, de
los últimos cuatro trimestres), los costes laborales unitarios crecían un 2,1%
(ahora menos de la mitad y por debajo del resto de la eurozona), el flujo de
crédito al sector privado crecía al 15% (+0,7% en 2018), la deuda del sector
privado aumentaba más de 9 puntos porcentuales respecto al PIB (ahora disminuye
más de 5 puntos gracias a las empresas), los precios de la vivienda crecían por
encima del 9% (ahora lo hacen al 4,4%), la tasa de inflación duplicaba la de la
eurozona (mientras que ahora se encuentra una décima por debajo) y la tasa de
temporalidad era del 32,9% (26,6% actualmente). Aunque la evidencia apunta a
que con la misma tasa de desempleo en 2019 se acumulan menos desequilibrios que
en 1999, también se empiezan a ver algunas señales preocupantes, para seguir
evaluando durante los próximos trimestres. La tasa de vacantes es ahora más
alta que en 1999 (0,6% por 0,4%), lo que muestra que hay más desajustes en el
mercado de trabajo entre oferta y demanda. La productividad por hora trabajada
lleva cuatro trimestres de caída. Los hogares están aumentado ya su
endeudamiento desde 2017, con una tasa de ahorro en mínimos. Y los factores de
oferta, que han apoyado la recuperación económica desde 2014, han ido perdiendo
peso hasta el punto de tener una contribución virtualmente neutra a finales de
2018, como mostraba recientemente un estudio de BBVA Research.
La
productividad por hora trabajada lleva cuatro trimestres de caída. Los hogares
están aumentado su endeudamiento desde 2017 con una tasa de ahorro en mínimos
Esta comparación sugiere al menos tres conclusiones. La primera es que,
con la misma tasa de paro, en 2019 se acumulan menos desequilibrios que en 1999
y que la brecha de producción es neutral o ligeramente negativa. Que la
economía crezca en los próximos trimestres sobre su senda de crecimiento
equilibrado dependerá de su capacidad de crear empleo sin presiones sobre la
inflación o los costes laborales unitarios, sin un deterioro de la balanza por
cuenta corriente, sin aumentar el endeudamiento y sin generar otros
desequilibrios. La segunda es
que las reformas y las mejoras productivas en las empresas han permitido
reducir el desempleo estructural en esta recuperación y crecer durante más
tiempo sin generar tensiones. En la medida que esta situación se agota, es
indispensable impulsar nuevas reformas que aumenten el potencial de
crecimiento, y reduzcan una tasa de paro estructural inaceptablemente alta y
una anomalía internacional que, como mínimo, duplica la de otras economías
avanzadas y da lugar a una elevada desigualdad. Crecer solo sobre la base de
estímulos de demanda no será sostenible a medio y largo plazo. Y tercera, con una
situación cíclica cercana a la neutralidad, el déficit público estructural se
sitúa con bastante probabilidad en una horquilla entre el 2,5% del PIB con el
que cerró el año pasado y el 2% previsto para finales de 2019. Reanudar el ajuste fiscal a medio plazo es
otra de las tareas pendientes de la economía española.
Abrazos,
PD1: Si no se aumenta nuestra
fe, se pierde… La maldita rutina de la vida. Te lo he contado miles de veces.
Para ir de un sitio a otro, cambia las costumbres, no repitas lo mismo que
hiciste ayer. En la cháchara con los hijos y la mujer, lo mismo, sal de la
rutina… Con el trato con Dios, igual. En la oración, sal de la rutina de pedir
siempre lo mismo, de contarle siempre lo mismo, amplía los horizontes…, pídele
cosas nuevas.