Desde el FT dudan que la mejoría de los ratios de confianza signifiquen mucho en la salida de la crisis. Nos va a llevar mucho tiempo volver a la situación previa… Hay que saber prepararse para que no equivocarnos más veces, como nos hemos equivocado en el pasado…
Confidence is a poor measure of economic health
An improvement in mood in the eurozone is far from being a signal a robust recovery
They used to say this about the Germans: Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt – heavenly joy, and then deadly sorrow. If you look at the latest business confidence indices, it seems the eurozone has done this in reverse. No longer in depression, it has entered a stage of euphoric stupor.
Some of the most recent data suggest the eurozone economy will soon be overheating. The Markit eurozone purchasing managers' index reached a 35-month high this month. The Ifo business climate index for Germany has climbed halfway to its previous cyclical peak, a level it could reach this year on current trends. Nonetheless, if you think these indicators signal a robust and broad-based economic recovery, you could not be more wrong.
Look at what these indicators have shown in the past, and a pattern emerges. They look like sinus-shape curves with a few rough edges. What went up came down and is now going up again. There are no permanent shifts. All you can see are fairly regular cycles – some bigger, some smaller. The eurozone crisis was merely a downward blip, albeit a slightly larger one than usual. Now the needle is moving in the other direction.
What, then, do these survey data tell us? They are not entirely meaningless. They give a useful indication of the eurozone economy's position in the business cycle. They tell us the eurozone – or Germany in the case of the Ifo index – is in a moderately advanced stage of a cyclical recovery. But we knew that.
Combine these surveys with other cyclical data, such as industrial production and retail sales, and it seems that the recovery is proceeding exactly as various official bodies said it would. Of course, it is better to hit forecasts than underperform them. But, then again, the forecasts themselves are thoroughly pessimistic.
Technically, the confidence indices are "flow" measures. Today's reading gives an indication of what is happening now; it is insensitive to whatever happened before. They tell you how quickly matters are improving. Unlike "stock" measures, they take no account of how dismal the situation was. Flows determine how investors feel. Stocks determine how people feel.
Stock measures do not always correspond to how people feel at any moment, though. And these data are currently telling a very different story: eurozone unemployment is at 11.9 per cent, compared with 6.7 per cent in the US. Gross domestic product is almost 9 per cent below the level it would have reached if the 1999-2007 trend had continued undisturbed. Gross fixed capital formation is 25 per cent below what could have been expected, and industrial production is 16 per cent below the trend, based on my calculations from Eurostat data. Even if the mood has returned to normal, the economy certainly has not.
Most of the time, stock measures do not matter much. Economic activity tends to proceed along a stable trend line. If a recession throws you below the trend, the recovery takes you back up again. It is a self-equilibrating system.
But there are times, like ours today, when the economy is inherently unstable, when it does not return to equilibrium – the steady state around which it should normally fluctuate. This is when forecasting gets difficult and unpleasant.
What we have been through in the eurozone has not been an ordinary recession. Several countries have suffered solvency crises, some in the private sector, some in the public, some in both. The banking system is still under water in large parts. The labour markets are broken in the periphery economies. If you ignore stocks and focus only on flows, you end up deluding yourself and others.
The current market euphoria is a triumph of flows over stocks. If Greek GDP, after having slumped by 25 per cent, were to grow by 2 per cent a year from now on, European officials and bond salesmen would no doubt celebrate this feat as a vindication of the austerity policies. But on the ground it would feel like a permanent depression.
So how should one determine whether an economy is recovering? My favourite measure for the eurozone would be the employment rate as a percentage of the working-age population. Long depressions tend to push discouraged workers out of the labour force for good. This measure would take account of this effect. According to 2013 data from the OECD, that ratio was 61.4 per cent for Greece in 2007 and 51.3 per cent at the end of 2012 – and probably lower today. For Spain the numbers are 66.6 per cent and 56.2 per cent.
How long will it take for Greece or Spain to reach pre-crisis levels of employment? Ten years would be an optimistic guess. It may take a generation. Only then can we credibly speak of an economic recovery.
But by then the various purchasing managers' indices will have gone up and down several times.
Abrazos,
PD1: El Gobierno de España quiere impulsar diez medidas para recuperar la industria y cambiar el modelo productivo:
El Gobierno proyecta un plan hasta 2016, con los empresarios y sindicatos, para elevar el peso del sector en la economía en 1,4 puntos, hasta el 17,4% del PIB, y crear 370.000 puestos de trabajo. La crisis ya ha destruido 800.000 empleos en la industria y ha dejado ociosa el 30% de su capacidad.
El decálogo para revitalizar el tejido productivo español
1. Más presencia en el extranjero. España podría aumentar en 10.000 millones de euros anuales sus exportaciones industriales fuera de la UE si refuerza sus relaciones comerciales con los siguientes países: EEUU, Canadá, Japón, Corea, Australia, China, Rusia, India, Indonesia, Arabia Saudí y Sudáfrica. Es una propuesta del Boston Consulting Group y el Gobierno.
2. Multilocalización de empresas. Según el informe del BCG y el Ministerio de Industria, hasta el 10% de las pymes españolas y el 60% de las grandes empresas podrían disponer de filiales y plantas en el extranjero si las multinacionales españolas potenciaran su capacidad de 'arrastre' para compañías más pequeñas que quieran salir al exterior y no dispongan de medios.
3. Defender el interés nacional. La consultora estadounidense recomienda potenciar la llamada «diplomacia económica» para defender los intereses españoles en los foros internacionales. En concreto, propone imitar las estrategias de países como Alemania o Francia, aumentar la influencia de 'lobbies' españoles en la UE y reducir la burocracia.
4. Estimular la demanda interna. La demanda interna de bienes industriales españoles, según el BCG, podría crecer en 13.500 millones de euros anuales si se reforzaran los programas de estímulo para sectores estratégicos y de fomento de productos 'Made in Spain'. Una de las medidas que el BCG cree adecuadas es el Plan Pive para renovación de vehículos.
5. Reducción de los costes. La puesta en marcha de programas de optimización de costes logísticos, laborales y energéticos podría reportar a la industria española un ahorro de 1.000 millones de euros al año. El informe del BCG propone, entre otras medidas, desarrollar fuentes de energía autóctona como el gas de esquisto y homogeneizar las normativas de transportes.
6. Mejorar el marco regulatorio. España ocupa el puesto 44 en la clasificación de 180 países que elabora el Banco Mundial sobre la facilidad para abrir negocio, un escalón por debajo de los países del entorno. Entre las medidas propuestas para incentivar las inversiones extranjeras destaca la garantía de la unidad de mercado y la simplificación de la regulación.
7. Potenciar la I+D+i. Pese a los esfuerzos del país por incrementar el gasto en I+D+i durante la última década, en 2010 el gasto conjunto del sector público y privado fue del 1,4% del PIB, por debajo del 2% de la media de la UE y lejos de países punteros como Alemania (2,8%) o Japón (3,4%). El BCG propone hacer un seguimiento más exhaustivo de las ayudas.
8. Profesionalizar las pymes. Más del 60% de los empleados españoles trabajan en empresas con una plantilla inferior a las 50 personas y un 40% lo hace en compañías con menos de diez trabajadores. Algunos retos que deben encarar estas empresas son la poca especialización de los empleados y la limitada exposición a los mercados internacionales.
9. Educación empresarial. Una de las ideas que el Gobierno introdujo en la reciente Ley de Emprendedores es la introducción de nociones empresariales y fomento del emprendimiento en los planes educativos, para así facilitar la inserción de los alumnos en el mercado laboral. El sector privado afirma que la educación actual no contribuye a esa integración.
10. Más financiación no convencional. Dada la abrupta caída de créditos bancarios durante la crisis, una de las alternativas para que las empresas consigan financiación es la emisión de deuda corporativa. El recién creado Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF) puede ser un instrumento apto para estimular la compraventa de bonos y pagarés empresariales.
PD2: Hemos perdido mucha industria en esta crisis y debemos hacer algo más que esperar:
Cambios en la composición de la producción española en la crisis
La dramática evolución de la economía española desde el inicio de la crisis, en especial por el aumento de personas en desempleo, impulsa el intento de identificar por lo menos a grandes rasgos los cambios sufridos por el tejido productivo, con el propósito de ayudar a buscar soluciones que faciliten una mejora de la situación. La entrada anterior en el blog concentraba su atención en la amplia diferencia entre la destrucción de empleo y la caída de la producción desde 2008 y señalaba la influencia de un efecto sustitución entre sectores provocado por la pérdida del excesivo peso de la construcción.
Después de su publicación se me han ocurrido nuevas ideas de estudio para conocer más la actual situación. Creo que para hacerse una idea de cómo funcionan las cosas ahora merece la pena conocer la evolución de los grandes agregados (consumo e inversión), al igual que del saldo con el exterior tomando un periodo más amplio que la simple coyuntura. También puede ayudar saber cómo han evolucionado las diferentes ramas de actividad ante la crisis porque esa estructura condiciona la posibilidad de generar nuevos puestos de trabajo. Además, considero de especial importancia la magnitud de las cosas en el análisis económico, algo que se ha comprobado en la actual crisis que no se puede entender sin entender la dimensión de la deuda acumulada. Con este propósito mientras preparaba la próxima clase que trata precisamente de la oferta productiva española, me ha parecido interesante observar la evolución de la composición del producto nacional (renta) en la etapa 2008-2013 desde los grandes componentes de oferta y demanda (previsión para 2013 a partir de información conocida a fecha de hoy).
Una primera cuestión que salta a la vista es la abultada diferencia de comportamiento de la construcción al analizarse desde la demanda (inversión) al casi duplicar su caída respecto a la perspectiva de oferta, es decir, cuando se mide su incidencia en la producción nacional (-116.146 millones de euros frente a -61.326). Se me ocurren dos explicaciones: las importaciones asociadas a las obras de construcción y los elevados precios finales de venta de las viviendas en el componente residencial. Esta gran diferencia, de paso puede ayudar a explicar la disminución de la remuneración de los asalariados durante la etapa expansiva al haber correspondido una parte de la renta a operaciones inmobiliarias que no tenían nada que ver con la producción física del bien vivienda (donde trabaja la gente).
De todos modos con independencia de las causas, conviene destacar que el derrumbe de la inversión en construcción explica las tres cuartas partes de la caída de la demanda interna española en la etapa 2008-2013 (73% del total de -158.990 millones de euros), con un muy inferior protagonismo del resto de las inversiones que caen poco más de una décima parte que las dirigidas a la construcción ya sea civil o residencial (-15.218 millones de euros).
Similar evolución se observa en el consumo nacional que aunque tiene un descenso más acentuado (-22.753 millones de euros) es cinco veces menor a la caída de la inversión en construcción. El ochenta por ciento de la disminución del consumo se concentra en el componente privado (-18.209 millones de euros), mientras que el público se ha reducido significativamente menos en el conjunto del periodo (-4.053 millones de euros) aunque este resultado sea consecuencia de un ir y venir bastante más acusado que el observado en el componente privado. Me explico, entre 2008 y 2010 el consumo público aumentó significativamente (+12.508 millones de euros), en 2011 más o menos se mantuvo, para después caer en picado en los dos años siguientes dentro de la intensificación del proceso de disminución del déficit público.
En definitiva tomando en cuenta el valor absoluto de los distintos componentes de la demanda nacional, el derrumbe de las inversiones en construcción consecuencia del pinchazo de la burbuja de precios en la vivienda residencial, la desaparición del abundante y fácil recurso al crédito y la paralización de la obra civil para reducir el también abultado déficit público que llegó al -11,2% del PIB en 2009, es la causa principal del hundimiento de la demanda interna. Hay que calificar casi de milagro la evolución del consumo en esta etapa cuando se han destruido 3,6 millones de ocupaciones aunque la explicación se puede encontrar en la caída de la tasa de ahorro de las familias en 3,4 puntos del PIB (del 8,8% al 5,4% del PIB), es decir, una pérdida de más de una tercera parte del ahorro anual que tenían antes de comenzar la crisis.
La pérdida final de producción (y de renta) de la economía española (-62.829 millones de euros) se ha limitado a menos de la mitad de lo que indica la demanda interna gracias al magnífico comportamiento del sector exterior (la mejora asciende a 90.358 millones de euros), más por el aumento de las exportaciones (+62.531 millones de euros) que por la disminución de importaciones (-28.007 millones de euros), es decir, a pesar de quien se empeña en ignorar este dato, la mejora en la capacidad de vender nuestros productos al exterior explica el 69% del cambio en el saldo con el exterior que había alcanzado un insostenible signo negativo en 2008 (-5,8% del PIB).
De hecho, el desequilibrio con el exterior era la principal vía de agua de la economía española que mantenía una tasa artificial de crecimiento anual gracias a la acumulación de deuda con terceros que, por otra parte, nos financiaban generosamente en un ejercicio poco prudente de gestión de su riesgo. La crisis financiera aceleró el proceso de cambio al cerrar las vías de financiación y obligar a España a encontrar una posición más equilibrada que se concreta gracias al ingente esfuerzo realizado, más por unos que por otros, en un superávit en la balanza de bienes y servicios del 3% del PIB en 2013.
La observación de la evolución de la oferta productiva española durante la crisis, es decir desde donde se produce, también nos enseña cosas interesantes. La caída en la producción en la etapa 2008-2013 (-62.829 millones de euros) es consecuencia de la mala evolución de algunos sectores pero también de la mejora en otros. El peor comportamiento, muy lejos del resto, corresponde a la producción del sector constructor (-61.326 millones de euros) aunque recuerdo que no es la mitad de malo que la inversión en construcción, seguida de las actividades financieras (-15.878 millones de euros) en lógica con la sobrecapacidad acumulada en la burbuja (construcción de casas, obra civil no siempre justificada por la necesidad o la oportunidad y muchos préstamos bancarios). Pero también ha respondido mal ante la crisis el valor nominal de la industria manufacturera (-14.019 millones de euros). Aunque resulte raro, es compatible un menor valor de la producción con un incremento de sus exportaciones en el caso de haber utilizado una bajada del precio de los productos para mejorar la cuota de mercado en el exterior (acentuada por la apreciación del tipo de cambio de euro) que cubra la disminución interna de ventas y, de esta forma mantener o incluso aumentar el número de unidades producidas. No se puede comprobar pero cabe pensar que de no haber reaccionado de esa forma, la pérdida en el valor de la producción de la industria manufacturera hubiera sido mayor y también la destrucción de empleo (análisis contrafactual). A la vez, también es posible pensar que los precios utilizados en el mercado nacional en la época de vino y rosas eran excesivamente altos sin señalar donde estaba la causa (salarios/beneficios).
Volviendo a las magnitudes, la mala evolución en el valor de estas tres ramas de actividad supera el descenso del valor total de la producción (-91.223 millones de euros). No ha sido así porque ha crecido el valor de la producción del comercio, hostelería y transporte (+10.356 millones de euros), los bienes y servicios producidos por las administraciones públicas (+4.487 millones de euros) y las actividades artísticas, recreativas y de entretenimiento (+3.800 millones de euros).
Hay otras dos ramas de actividad que han aumentado su valor nominal pero que por diferentes razones necesitan un análisis específico. La producción de energía eléctrica y distribución de gas ha mejorado su valor nominal en esta etapa (+6.954 millones) pero es conocido que la mayor parte se debe a un fuerte incremento en su precio e, injustificado siguiendo las leyes del mercado, a la vista de la reducción de la oferta durante con la crisis. El valor nominal de las actividades inmobiliarias también ha crecido bastante (+9.269 millones de euros) pero en este caso se trata de una renta imputada a la vivienda en propiedad que mayoritariamente tenemos los españoles, es decir que aunque cumpla su función estadística, en la práctica es una producción ficticia.
No es demasiado arriesgado realizar un cálculo sin estos dos últimos epígrafes que ampliaría en un 2% el descenso de la producción nacional medido en términos nominales (del -5,7% al -7,7%). La influencia de estas dos ramas de actividad sobre el empleo es diminuta porque el primero es muy intensivo en capital, es decir, tiene pocos empleados y, por tanto, una productividad por empleo disparada, y el segundo, como es obvio, no emplea a nadie.
La estructura del tejido productivo español se ha deshecho del excesivo peso del sector constructor y mantiene la pérdida de peso de la industria manufacturera aunque en un porcentaje inferior (- 0,6% en 2008-2013) que el soportado desde 1985 (ha bajado del 25,7% al 13,2% del PIB). A cambio engorda la rama de comercio, hostelería y transporte (gana 2,6%), el sector de administraciones públicas (+1,6%), actividades artísticas y recreativas (+0,6%) y actividades profesionales (+0,4%). Por supuesto gana posiciones las actividades inmobiliarias (+1,6%) si bien buena parte de los cambios están influenciados por el efecto composición que genera el severo descenso de la construcción.
A pesar de las mejoras conseguidas para competir con terceros y el avance en productividad por hora trabajada –en su mayor parte consecuencia de la destrucción de ocupación-, el panorama no es muy favorable para hacer frente al principal objetivo de la sociedad española: crear empleo. En esta situación conviven dos tipos de propuestas, la que aboga por una expansión de la demanda y quienes consideran necesario profundizar en las políticas de oferta –léase menores salarios aunque estas políticas dan mucho más de sí-. Las primeras se enfrentan a serias restricciones que van desde la poca aceptación de su propuesta de los países con fundamentos macro más sanos, a la necesidad de sanear las cuentas públicas pasando por la posibilidad de volver a incurrir en déficits en la balanza de pagos que nadie financia. Las segundas pueden no funcionar cuando no se alcanza el necesario encadenamiento de decisiones (↓rentas;↓precios, ∆inversión, ∆empleo) además de tener el peligro de generar una redistribución de renta en contra de los más débiles. Ambas propuestas están penalizadas por el exceso de deuda (privada y pública) y el insuficiente ahorro nacional. Con estos condicionantes, se trata de encontrar la mejor alternativa dentro de los estrechos márgenes. Me da por pensar que un mayor consenso en la sociedad ayudaría bastante en el intento.
PD3: Somos muy distintos a los EEUU en materia energética:
+ Componentes del precio de la gasolina en Estados Unidos:
Coste del carburante: 79% del precio.
Impuestos: 12%
Distribución y marketing: 9%
+ Componentes del precio de la gasolina en España:
Coste del carburante: 38,5%
Impuestos: 50%
Distribución y marketing: 11,5%
PD4: ¿Cómo será la recuperación?
En los últimos meses la clase política y los medios de comunicación están empezando a hablar de la aparición de signos de recuperación en la economía española, que aparentemente podrían indicar que por fin estamos empezando a salir de la crisis.
Sin embargo, más allá de la utilización partidista de estos indicios por unos y por otros desde el punto de vista político (para el Gobierno esto se está produciendo gracias exclusivamente a su política, y es el inicio de un futuro de bonanza y prosperidad; para las diversas Fuerzas de Izquierda supone la constatación de que el Ejecutivo se ha vendido a los Mercados, la Banca, Bruselas y los Lobbies, etc.), los ciudadanos cuestionan hasta qué punto esta recuperación es real, y si será lo suficientemente vigorosa para que regresen los niveles de prosperidad y empleo que disfrutábamos hasta hace unos años.
En este sentido, los españoles se plantean en concreto una serie de preguntas específicas cuando se les habla de recuperación económica, a saber:
- ¿Es verdad que está llegando la recuperación económica?
- ¿Se va a reducir por fin el paro? ¿Van a subir los salarios a partir de ahora?
- ¿Se van a terminar los recortes sociales?
Vamos a intentar dar una respuesta a estas cuestiones para así tratar entender la situación en la que nos encontramos, de qué tipo de crisis estamos saliendo, y qué podemos esperar del futuro.
¿Es verdad que está llegando la recuperación económica?
Cuando se habla de economía, los neófitos (y también los políticos, sobre todo los de "brocha gorda") tendemos a confundir las consecuencias con los fines.
Conceptualmente, se entiende por ECONOMÍA "el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos" (Así la definen Samuelson y Nordhaus en su libro "Economía"), o "la ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos" (Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua), de donde se infiere que la clave del asunto, la finalidad de la economía, reside en conceptos tales como cómo la administración de recursos escasos, la producción de riqueza, y la satisfacción eficiente de las necesidades humanas.
Por el contrario, para muchos la ECONOMÍA debería ser el instrumento para resolver los problemas de índole material de la sociedad, de la colectividad y de cada uno de los individuos, y debería garantizar riqueza y prosperidad para todos de manera justa e igualitaria. Sin embargo, con este enfoque se está confundiendo Política con Economía y, además, se está asumiendo como un bien absoluto lo que en realidad es una determinada política, una opción ideológica concreta (respetable, por supuesto, pero no necesariamente la mayoritaria desde un punto de vista social, ni tampoco la más eficiente desde un punto de vista económico) basada en el igualitarismo a la hora de establecer cómo administrar los recursos, producir riqueza y satisfacer las necesidades de la gente.
Llegados a este punto, una vez aclarado el panorama desde un punto de vista conceptual, ya sí que podemos plantearos si se está iniciando o no la recuperación económica. Y en este sentido, las señales que se perciben en los últimos parecen alentadoras:
- El PIB ha vuelto a tasas de crecimiento positivas
- La balanza exterior ha mejorado
- El déficit público ha dejado de crecer
- Se empieza a crear empleo y crecen las afiliaciones a la Seguridad Social
- La prima de riesgo se ha reducido hasta niveles razonables
- La recaudación fiscal empieza a recuperarse
En consecuencia, la respuesta a nuestra pregunta debería ser positiva, pues efectivamente la economía española parecer estar recuperándose, y en adelante será capaz de administrar mejor los recursos escasos, producir riqueza y satisfacer de manera más eficiente las necesidades del país.
Sin embargo, ¿cómo encaja esto con la percepción tan extendida de la economía como instrumento? Mas aun, ¿se corresponde esta realidad con lo que los populistas de toda índole trtan de vender a los ciudadanos? Desafortunadamente aquí parece que la mejoría no ha llegado, y probablemente en el medio plazo nunca llegará del todo.
Pero, ¿Por qué?
¿Se va a reducir por fin el paro? ¿Van a subir los salarios a partir de ahora?
Cuando uno se pregunta si la incipiente recuperación económica va a servir para que por fin descienda el paro en España (25,7% de la población activa a abril de 2014 según el INEM) los expertos de uno u otro signo suelen encontrar difícil ponerse de acuerdo, aunque al final la respuesta tiende a ser positiva, si bien de forma tibia y dubitativa: digamos que algo así como un "sí, pero":
- Sí, pero poco a poco
- Sí, pero de forma selectiva
- Sí, pero excluyendo a los más vulnerables
De hecho, la discusión suele derivar en intentar establecer el crecimiento mínimo del PIB que necesita la economía española para crear empleo neto de manera vigorosa, y qué pasará mientras ese nivel no se alcance: ¿Al menos 3% como en crisis anteriores? ¿Bastaría con un crecimiento alrededor del 1,5% debido a la mayor flexibilidad de la contratación como consecuencia de la última reforma laboral? ¿De momento solo se creará empleo precario? Nadie lo sabe realmente…
Sin embargo, estas disquisiciones enmascaran las profundas transformaciones que se han producido durante los últimos años en nuestro mercado laboral, en realidad en todo nuestro sistema productivo, que nos llevan a pensar (al menos a algunos de nosotros) que la respuesta correcta probablemente sea que el paro sí que se reducirá en un futuro próximo, incluso con tasas de crecimiento modestas, pero solo en ciertos sectores de actividad y determinadas capas de la población, mientras que en otros colectivos y actividades el desempleo se mantendrá estable e incluso tenderá a crecer.
Porque si hay una consecuencia de los siete años que llevamos en crisis de la que no se suele hablar en exceso esa es la fractura que se ha producido en el aparato productivo y, por extensión, en la economía y la sociedad españolas, que ha terminado generando una realidad dual, en la que medio país se asemeja cada vez más a las sociedades europeas avanzadas, mientras que el otro medio se ha quedado estancado, asimilado a las sociedades de los países en desarrollo.
Cuando arranca el siglo XXI España parecía haber completado su transformación en una economía esencialmente de servicios, tenía un mercado interno robusto con altas tasas de consumo, el sector de la construcción estaba en expansión permanente, la industria turística había alcanzado un alto grado de consolidación que a su vez retroalimentaba al consumo y la construcción, y el país disfrutaba de un flujo constante de dinero barato procedente del exterior con el que financiar nuestra actividad económica.
En paralelo, hacia el año 2007 España parecía haberse convertido en una sociedad homogénea, en la que el crecimiento y la consolidación de la clase media habían reducido significativamente la brecha entre ricos y pobres en términos de ingresos. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en otros países, en nuestro caso este fenómeno no fue consecuencia de la potenciación de la movilidad social (por mejoras en la educación y progresos en el campo laboral, por ejemplo), sino que se debió a una universalización de los servicios públicos y una generalización de la capacidad de compra mediante la implantación de mecanismos públicos de redistribución de renta (esto es, impuestos altos que servían para financiar a un sector público cada vez más activo en la generación empleo y a un estado del bienestar en expansión).
Por tanto, como quiera que estos procesos de transformación social no se vieron acompañados de mejoras en la educación, la productividad o el ahorro interno (más bien la evolución fue en sentido contrario...), el resultado fue que a mediados de la pasada década la sociedad española, aparentemente la más homogénea e igualitaria de nuestra historia, estaba en realidad partida en dos desde un punto de vista sociológico:
+ De un lado lo que podríamos denominar la "población de reducida cualificación", dedicada a actividades de baja productividad y poco valor añadido (servicios básicos, construcción, industria ligera, etc.), sin capacidad de ahorro, con un alto nivel de endeudamiento por un consumo incontrolado, con un bajo nivel formativo, y con rentas sobrevaloradas en relación a su capacidad de generación de riqueza.
+ Por otro lado el segmento al que llamaremos "población de media y alta cualificación" que sí ha alcanzado capacidades formativas y profesionales altas, empleado en actividades productivas de media y alta cualificación (servicios financieros, actividades con un componente tecnológico, sector socio-sanitario, etc.), con salarios competitivos, dotado de una razonable capacidad de ahorro, y no excesivamente endeudado.
Y en un contexto como éste, en 2007 llegó la Crisis económica, y con ella todo un rosario de problemas, que en el caso de España resultaron especialmente dramáticos por la realidad dual preexistente tanto en lo económico como en lo social:
+ Un estrangulamiento del crédito a nivel mundial, que en nuestro caso devino en catástrofe por la absoluta dependencia de España de los capitales exteriores debido a nuestra incapacidad endémica para generar ahorro con el que financiar nuestro crecimiento.
+ Una globalización acelerada a nivel mundial de la actividad económica ligada a la industria ligera, la agricultura y los servicios, que hizo patente la falta de competitividad de la población y los sectores económicos de baja cualificación y poco valor añadido, y su debilidad ante la competencia de productos y trabajadores de terceros países.
+ Como consecuencia de lo anterior, un desplome del empleo, sobre todo del empleo de baja cualificación, que a su vez llevó aparejado un hundimiento del consumo interno.
+ Todo ello agudizado por la confluencia de altas tasas de inmigración en los años anteriores y la incorporación al mercado laboral de las últimas generaciones del baby boom español, lo cual impulsó un crecimiento del número de demandantes de empleo que, al no ver satisfechas sus expectativas, reforzó el exceso de oferta de mano de obra y, por el juego del mercado, deprimió aún más las condiciones laborales y salariales.
Y llegados a este punto parece ya posible dar una respuesta a la pregunta de partida: ¿Se se va a reducir el paro en España ahora que parece que llega la recuperación? ¿Van a subir los salarios a partir de ahora? Al respecto, la respuesta es doble:
1)- Si queremos reducir de manera estable y consistente el desempleo, debemos necesariamente aprovechar la recuperación para, manteniendo (incluso reforzando…) la política de austeridad, liberar recursos que permitan mejorar drásticamente la cualificación de los trabajadores, reducir la presión fiscal, fomentar el ahorro interno y desarrollar de una vez un nuevo modelo productivo centrado en bienes y servicios de alto valor añadido e intensivos en capital, de manera tal que se rompa con la dualidad social y económica española.
2)- Si, por el contrario, no somos capaces de corregir los desequilibrios de fondo de nuestra economía, nos encontraremos con que la recuperación operará en la sociedad dual preexistente, por lo que
+ Por una parte sí se observará una mejora de la situación económica y una reducción del desempleo, en paralelo con un progresivo alineamiento de sus dinámicas sociales y productivas con las del centro y el norte de Europa, del que, sin embargo, se beneficiará fundamentalmente la "población de media y alta cualificación"
+ Sin embargo, en el segmento de "población de baja cualificación" lo razonable es pensar que el paro se convierta en algo estructural y se mantenga en niveles altos, y esto será así mientras no se corrijan las circunstancias que ya se daban en España a mediados de la pasada década y que la Crisis del 2007 no hizo más que potenciar de manera dramática.
¿Se van a terminar los recortes sociales?
Según los datos estadísticos oficiales, España cerró el ejercicio 2013 con un déficit del 6,62% sobre Producto Interior Bruto, lo cual ha sido en términos generales valorado muy positivamente, y ha llevado al Gobierno a felicitarse por el esfuerzo de austeridad realizado. Sin embargo, si tenemos en cuenta que los ingresos fiscales rondan el 35% del PIB, entonces la situación no es tan halagüeña como parece:
- PIB 2013 = 1.022.988 millones de euros
- Ingresos fiscales 2013 = 372.000 millones de euros
- Déficit 2013 = 67.700 millones de euros => 19% de los Ingresos fiscales
Es decir, que por cada 100 euros que el Estado Español ingresó en 2013 se gastó 118, por lo que tuvo que tirar de la tarjeta de crédito virtual (o sea, emitir deuda...) para pagar 1 de cada 6 euros gastados.
Y ante esta situación es claro que la necesidad de esforzarnos para equilibrar las cuentas públicas sigue vigente, y no tiene ningún sentido transmitir a la población el mensaje de que lo peor de la crisis y la necesidad perentoria de austeridad han terminado, porque es una argumentación populista e irresponsable. Por el contrario, tenemos que decidir entre bajar alrededor de un 20% el gasto público o, alternativamente, subir los impuestos en una proporción semejante. Y esto tenemos que hacerlo tan pronto como sea posible y de forma permanente.
En este sentido el problema es que, según el consenso de los economistas, la carga fiscal per cápita en España ya ha alcanzado niveles cuasi-confiscatorios y, en lo que se refiere al Gasto Público en España, cuando uno analiza, por ejemplo, los Presupuestos Generales de Estado para el año 2014 se encuentra con que las partidas más relevantes que consumen más de la mitad del presupuesto, son:
- Pensiones, 35,9%
- Subsidio por desempleo, 8,4%
- Intereses de la Deuda, 10,3%
En consecuencia, salvo que optemos por un crecimiento de los impuestos aun mayor que el ya experimentado en los últimos años, que muy probablemente nos conduciría al estrangulamiento de la incipiente recuperación y a la "cronificación" de la crisis, la respuesta es que sí, que en los próximos años tendremos que profundizar en el recorte del gasto público, que habrá de llevar singularmente a la reducción del gasto social, porque no hay otra alternativa seria para equilibrar el gasto, y porque no hacerlo haría que la deuda siguiera creciendo hasta niveles insostenibles (lo cual a su vez nos llevaría al colapso o, peor aún, a dejar a nuestros hijos en herencia una deuda que nunca podrían pagar) y, además, porque no reducir el gasto público y, en consecuencia, no liberar recursos, haría imposible mejorar la cualificación de los trabajadores, fomentar el ahorro interno y desarrollar de una vez un nuevo modelo productivo centrado en bienes y servicios de alto valor añadido e intensivos en capital, para, como ya hemos expuesto, ser capaces de intentar acabar de una vez con la perversa dualidad social y económica de España.
PD5: Having children: They are more important than anything else you do in life, your career, your business, your friends…