China no solo ha recuperado la normalidad, sino que sale
beneficiada tras la pandemia
Es uno de los pocos países que han recuperado
la actividad plena y que registran crecimiento económico. El consumo se
recupera y las exportaciones superan las cifras de 2019
Un mismo discurso se repite en casi todos los sectores de la
economía china. “La fábrica ya está a pleno
rendimiento. La
producción incluso ha aumentado con respecto al año
pasado”, afirma uno de los responsables de Comunicación de la marca de
automóviles china Geely durante una visita a su planta de Guiyang. “Los dos
primeros meses tras el cierre de Wuhan [el 23 de enero] fueron duros porque
tuvimos que parar, pero el
consumo se ha recuperado y, con él, la normalidad”,
coincide Liu Tao, secretario de la presidenta de Laoganma, uno de los
principales productores de salsas de China. “Todos
nuestros proyectos se han retomado ya y estamos haciendo de nuevo horas extra”,
añade Chen Longfei, arquitecto empleado en un estudio de Shanghái. “En Jingdezhen
nunca llegamos a sufrir la epidemia porque el confinamiento funcionó y solo
hemos tenido seis casos. En el aspecto económico, los pedidos cayeron en febrero
y marzo, pero luego se han recuperado y ahora lo único que
falla es el mercado internacional, que estamos tratando de compensar con el
doméstico y el comercio electrónico”, apostilla Xiong Qianjun, presidente de la
empresa de porcelana que lleva su nombre.
Todos
ellos se limitan a corroborar lo que se aprecia a simple vista en las calles
del gigante asiático. La
vieja normalidad se abre camino a través de las mascarillas,
que ya solo son obligatorias en el transporte público y en lugares cerrados con
grandes aglomeraciones, y de puntuales controles de temperatura en los que ya
ni siquiera se mira el resultado que arroja el termómetro de infrarrojos.
La
aplicación de rastreo sanitario implementada de forma obligatoria tras la
explosión del coronavirus sigue siendo necesaria para moverse por China, pero
el código QR verde es la norma y el ambiente festivo se extiende rápidamente
por el país: los bares y las discotecas vuelven
a rebosar de clientela, las plazas y los parques han recuperado
los bailes multitudinarios que protagonizan los ciudadanos de edad más
avanzada, y los conciertos más juveniles se celebran cada vez con un público
más numeroso.
Las exportaciones chinas supusieron el 20% del total global entre
abril y junio, siete puntos más que en el mismo periodo de 2019
Comparado con lo que sucede en
España, también sorprende la forma en la que el gigante asiático
ha reabierto las aulas para
dar la bienvenida al nuevo curso escolar: las estrictas medidas que se
impusieron a finales de mayo, entre las que se incluían mamparas individuales y
protocolos de desinfección constante, han sido sustituidas por una relajación
que se refleja bien en el uso
de mascarillas optativo.
Es
fácil entender por qué sucede todo esto: China no ha registrado ningún nuevo
caso de covid-19 local
desde el pasado 16 de agosto. Todos los contagios que se han detectado desde
entonces han sido importados
del extranjero y han quedado inmediatamente controlados
gracias a la estricta
cuarentena obligatoria de 14 días que se impone a todo el
que llega al país.
Esta aparente erradicación del virus,
una estrategia que contrasta con la de contención y convivencia con el
SARS-CoV-2 que se prodiga en Occidente, arroja también datos esperanzadores en
el ámbito económico. De hecho, junto con la de Vietnam, la de China es la única economía que ya crece.
Aunque el coronavirus le arrebató un 6,8% del PIB en el primer trimestre, en el
segundo logró materializar la ansiada
recuperación en V con
un crecimiento del 3,2% impulsado sobre todo por el sector industrial, que se
expandió un 4,8%. No obstante, el conjunto de la primera mitad de 2020 fue
negativo: el PIB alcanzó los 45,6 billones de yuanes (5,77 billones de euros),
lo cual supuso una contracción del 1,6% con respecto al mismo periodo de 2019.
Apretando el acelerador
Nadie
duda de que China apretará el acelerador en lo que resta de año. El Fondo Monetario Internacional vaticina
un crecimiento del 1,2% para el conjunto de 2020, Moody’s lo eleva hasta el 1,9%, y esas
previsiones podrían revisarse al alza en los próximos meses. Es algo que avanza
el sector servicios, el más golpeado por la crisis sanitaria. El consumo
interno es la fuente del 57,8% de la riqueza del país y parece que ha iniciado
ya una tímida recuperación. Las ventas al por menor continuaron cayendo en
junio y julio, pero a velocidad cada vez menor —1,8% y 1,1% respectivamente—, y
se espera que pronto entren en terreno positivo. “La situación sanitaria está
controlada y todo apunta a que el
consumo interno continuará creciendo”, apuntó el funcionario
del Buró Nacional de Estadísticas Zhao Qinghe. La estrategia parece clara:
China confía en su propia fortaleza, y no en la economía global, para salir
adelante tras el coronavirus.
Una fábrica de pilas en Dongguan,
provincia de Guangdong, en China. (Reuters)
Lo que
preocupa es la creciente
desigualdad social. Mientras el conglomerado de marcas de lujo LVMH firmó
un crecimiento del 65% en el segundo trimestre, algo que Savills ratifica con
estadísticas muy positivas en los centros comerciales de alto standing, la
población más desfavorecida continúa sufriendo. De hecho, el primer ministro,
Li Keqiang, dejó en evidencia esas enormes disparidades cuando recordó, durante
la tradicional rueda de prensa tras la reunión parlamentaria anual, que 600
millones de chinos todavía cobran menos de 1.000 yuanes (125 euros) al mes.
Puede
que esa cifra infravalore el tamaño de la economía sumergida del país, pero
sigue siendo relevante para entender la composición socioeconómica de un país
en el que no todo lo que brilla es
oro y es un dato que pone en peligro las previsiones
realizadas este mes por el Centro para la Investigación sobre el Desarrollo. El
organismo del Consejo de Estado vaticina una renta per cápita media de 14.000
dólares para 2024 y la coronación de China como primera potencia mundial un año
después.
Se amplía la brecha
No
obstante, las caídas en la capacidad adquisitiva de la población urbana —9,5%
en el primer trimestre y 6,2% en el segundo— se ceban con la clase
trabajadora, sobre todo la que no ha podido teletrabajar.
Mientras tanto, una encuesta realizada entre familias de clase alta con
ingresos de más de 300.000 yuanes (37.500 euros) al año reflejó un incremento
en la capacidad adquisitiva durante el segundo trimestre.
Este
fenómeno no es para nada exclusivo de China, pero la polarización no gusta
a un Gobierno que se sigue reuniendo bajo la hoz y el martillo. Buena
muestra de ello es el intento de censurar las referencias a las desigualdades
que sufre China en la edición en mandarín del último libro del economista
francés Thomas Piketty, ‘Capital e ideología’, a pesar de que el propio
presidente chino, Xi Jinping, mostró
su admiración por la obra.
En agosto, las empresas comenzaron a contratar gente a un ritmo
similar al de antes de la epidemia
En
cualquier caso, estos problemas que la mayoría considera manejables para el
gobierno chino no impiden que el optimismo se haya extendido. En agosto, las
empresas chinas comenzaron a contratar gente a un ritmo similar al de antes de
la epidemia, y el Índice de Gestores de Compras del sector no manufacturero,
que se utiliza como termómetro
del sentimiento empresarial en el sector servicios, volvió a
situarse por encima de los 50 puntos, lo cual avanza un crecimiento del volumen
negocio.
El turismo es buen ejemplo de cómo se está
recuperando el consumo, aunque sus esperanzadores datos tienen una importante
componente de artificialidad: el hecho de que las fronteras estén cerradas casi
por completo y que China obligue a confinarse a la llegada ha logrado que todos
los viajeros que tenían previsto visitar el extranjero opten ahora por destinos
domésticos. Y en ningún lugar se nota más esta tendencia
que en la isla de Hainan,
el paraíso tropical y del ‘tax free’ que en agosto vio cómo la llegada de
turistas se incrementaba un 60%. “Los chinos están optando por destinos de
proximidad y viajes más cortos, pero con un gasto por persona y día mayor. Los
servicios de calidad están ganando adeptos”, comentan desde la principal
agencia de viajes ‘online’, CTRIP.
Pero el
Gobierno se muestra cauto: “La economía china ha logrado sobreponerse
gradualmente del daño causado por la pandemia en el primer semestre. Pero el
crecimiento aún sufre fuertes presiones externas a la baja porque el
coronavirus continúa teniendo un gran impacto en la economía global. La mayor
parte de las variables continúan en territorio negativo, así que todavía queda un largo camino
hasta que podamos recuperar lo que nos quitó la pandemia,
aunque hemos demostrado que su impacto es controlable”, advirtió el portavoz
del Buró Nacional de Estadísticas, Liu Aihua, durante la presentación de los
datos del segundo trimestre.
Fábrica del mundo
En
cualquier caso, a nivel mundial, es evidente que China está saliendo reforzada
de la coyuntura actual. Al fin y al cabo, el país de Mao es la fábrica del
mundo y el mundo la necesita ahora más que nunca. Se demuestra con una
estadística contundente: según IHS Markit, las exportaciones chinas supusieron el 20% del total
global entre abril y junio, siete puntos porcentuales más
que en el mismo periodo de 2019. Y la tendencia al alza continúa: con el mundo
aún al ralentí, las exportaciones del país se dispararon en agosto nada menos
que el 9,5%.
Desafortunadamente
para Donald Trump, la guerra
arancelaria que declaró hace ya más de dos años no ha
servido para reducir el desequilibrio comercial que lastra las relaciones entre
China y Estados Unidos. Al contrario, esa variable continúa creciendo a una
velocidad inusitada: en el último año, el superávit
comercial del gigante asiático con la superpotencia americana
ha aumentado nada menos que un 27%, a pesar de que esa brecha se ha reducido en
términos globales. Sin duda, Pekín no ha cumplido con los compromisos que
adquirió al firmar la fase 1 del acuerdo comercial, en el que aceptó importar
productos estadounidenses por un valor 200.000 millones de dólares superior al
de sus compras en 2017. Es más, incluso ha adquirido menos productos
agroalimentarios y energéticos que aquel año.
"A China la acusan de jugar sucio, porque las potencias
tradicionales que han establecido las normas lo han hecho para salir
ganando"
Por si
fuese poco, en el horizonte ha aparecido recientemente un nuevo elemento con
potencial para inflamar aún más el conflicto entre las dos principales
economías del planeta: la
divisa china —el
yuan— se
mantiene en niveles sorprendentemente bajos, algo que hace
temer a los economistas que Pekín esté manipulando su valor para incentivar las
ventas en el extranjero. Aunque el Banco Popular de China (central) rechaza las
acusaciones de intervención, sí que reconoce su labor en el mantenimiento de
una tasa de cambio estable, lo cual impide la rápida revalorización de la
divisa en un entorno propicio para ello. A pesar de que en los últimos días ha
recuperado parte del terreno perdido ante el dólar, frente al euro aún se
encuentra en mínimos no vistos en seis años.
"A
China siempre la acusan de jugar sucio, porque las potencias tradicionales que
han establecido las normas a nivel global lo han hecho para salir ganando.
Cuando no lo consiguen, como ha hecho Donald Trump, cambian las reglas del
juego y hacen lo que siempre dijeron que no harían, como
arremeter contra el libre mercado. Quizá la diferencia ahora sea que China
comienza a dictar esas reglas para proteger sus intereses”, sentencia Xiong
mientras se sirve una taza de té verde. En su fábrica, nadie lleva mascarilla.
“¿Coronavirus? ¿Qué coronavirus?”, bromea.
Los datos de todos los países
en esta crisis son desastrosos, mientras que China arranca:
Por poner solo un ejemplo de
los datos de julio: Venta de camiones en China:
Estamos en el sitio correcto.
Abrazos,
PD1: A hacer oración cada
día se aprende. Uno se pone todos los días y parece que no sale nada. Con el
paso del tiempo se va mejorando y empieza a salir. Es un dialogo con Dios, 15
minutos o media hora, que charlamos con el Señor y nos dice cosas, nos da recomendaciones.
Luego le llega a uno etapas de aburrimiento, de ver que no sale nada. Hay que
seguir en el empeño, no claudicar. Como todo en la vida es un proceso que
necesita de aprendizaje y de perseverancia. Y ¿de qué hablamos? De nuestras
cosas: familia, amigos, preocupaciones, alegrías, dudas, miedos…, y de Él, le
damos gracias, le alabamos, le pedimos perdón por las cosas malas que vemos… No
es una terapia contra el stress, no es un vaciamiento como el yoga, es un acto
de amor y agradecimiento.