16 abril 2013

5 abril 2013 Y si quebrase la banca...

Se va a acabar liando la tostada y nos vamos a ver metidos en una espiral de pedir un rescate para España (eso que no se atrevió a solicitar Rajoy el otoño pasado) y comprobar si nos lo dan o no, con su consecuente quita de la abultada carga de la deuda pública que nunca podremos pagar, dejando tiesos a los bancos y a los guiris, sus mayores tenedores, provocando una necesaria recapitalización de las pérdidas de los bancos españoles, que se comerán todos sus recursos propios y parte de los ajenos…, lo que implicará su bancarrota y nacionalización (no se puede por estar el Estado quebrado) o quiebra misma…, que tendrá unas brutales implicaciones en el ahorro de los españoles (fundamentalmente en los depósitos bancarios, fondos garantizados, acciones…) que se agrandará aún más el agujero de estos ahorros al ver como se solicita una salida del euro para poder sobrevivir, devaluando salvajemente al salirnos y generando una nueva erosión de los ahorros de los españoles… Vamos lo que te he contado miles de veces. Hoy nos lo cuenta otro:

¿Qué sucede cuando quiebra un banco?

La gran queja de esta crisis, si atendemos a los comentarios de mi artículo anterior, es que no hemos dejado caer a los bancos. Los banqueros, esa gente loca e irresponsable que nos regaron la economía con créditos que nunca íbamos a poder pagar (y que pedimos, supongo, porque nos obligaban. Ya se sabe.) ganó montones de dinero durante la burbuja sólo para ser rescatados sin que nadie les tocara el pelo durante la recesión. Todo hubiera ido mucho mejor y España sería un país mucho más justo si hubiéramos dejado que quebraran y nos hubiéramos librado de esos cretinos.

La verdad, la idea es atractiva. Algunos bancos y cajas de ahorros se hincharon a dar créditos absurdos la pasada década, hinchando la burbuja inmobiliaria hasta cotas insostenibles. Hacer que paguen penitencia entregando las armas y pidiendo perdón a las víctimas no deja de tener sentido;  se lo han ganado a pulso.

El problema (porque siempre hay un problema) es que los bancos y cajas de ahorros no son empresas normales. Un banco no es una fábrica que tiene maquinaria, o un almacén lleno de dinero vigilado por guardias. La descripción más sencilla, si tenemos que dar una, es un sistema de fontanería que mueve liquidez de un sitio a otro en una economía.

En una economía siempre hay gente que tiene dinero pero no sabe dónde gastarlo, y gente que quiere gastar pero no tiene dinero a mano para hacerlo. Imaginemos, por ejemplo, que me quiero comprar una casa (sí, me gusta el riesgo), pero no tengo suficiente dinero ahorrado para pagar al contado. En un mundo sin bancos siempre puedo ir casa por casa a todos mis vecinos y pedirles un préstamo pequeñito a todos los que tengan ahorros. Cuando tengo suficientes prestamistas, me voy a la inmobiliaria. No hace falta decirlo, esto es una pérdida de tiempo considerable, y costará horrores convencer a los vecinos que todo irá bien en mi trabajo durante los próximos treinta años para que me dejen el dinero.

Los bancos es cómo en economías avanzadas ponemos en contacto a aquellos con exceso de ahorro con los que buscan capital. En el ejemplo anterior es el banco el que pide dinero prestado a los ahorradores del barrio (recordatorio: una cuenta bancaria es un préstamo a un banco), ahorrándome el trabajo de buscar capital en solitario. Cuando me conceden un préstamo, obviamente, me van a cobrar un interés ligeramente superior que si hubiera acumulado el dinero yo solito por las molestias, y es de ahí donde sacan los beneficios. Los bancos, además, saben que los ahorradores nunca piden todo el dinero de golpe, así que pueden hacer un truco muy especial: prestar más dinero de lo que ellos han pedido prestado, esto es, apalancarse. En una economía normal, esto no es un problema, ya que es relativamente fácil predecir el flujo de dinero o pedir créditos a corto plazo para cubrir imprevistos.

Ahora compliquemos un poco más el asunto, con bancos un poco más complicados y millones de inversores comprando casas y pidiendo préstamos. En los días de gloria de la España burbujil, todo el mundo andaba como un loco pidiendo créditos. El BCE, en su infinita sabiduría, nos dejó la economía con tipos de interés negativos durante casi una década (¡dinero gratis!) así que tonto el último en eso de endeudarse hasta las trancas. Aquí participamos (casi) todos: gente comprando casas, empresas construyendo viviendas, autonomías montando ciudades de la cultura y la Fórmula 1 y el gobierno central llenándome el país de trenes. Los bancos españoles, al principio, hacían lo que siempre habían hecho, pedir dinero a sus clientes de toda la vida y dar crédito. Con la orgía consumista que llevábamos todos dentro, sin embargo, hubo un momento en que ese dinero no bastaba, así que tuvieron que recurrir al exterior. En Alemania había muchos ahorradores sin ganas de gastar dinero, y bancos alemanes buscando a gente que quisiera gastarlo. Los bancos y cajas (especialmente las cajas) españolas tenían mucha gente pidiendo dinero y poca gente ahorrando, así que no tardaron en encontrarse. El resultado es que nos endeudamos no sólo con nosotros mismos, sino también con el exterior.

La burbuja estalla, tenemos millones de gente que pierden su trabajo y todos esos créditos que tan alegremente habíamos repartido dejan de funcionar. Esto quiere decir que el banco, que había pedido dinero prestado para poder conceder créditos, ahora resulta que no tiene dinero para devolver lo que debe. Cuando la abuelita va a sacar dinero del cajero para hacer la compra, ese dinero no está ahí porque el sobrino molón que vive en Murcia ha dejado de pagar las letras de su BMW. El banco siempre puede pedir un crédito a alguien para que los depositantes reciban su dinero cuando lo piden, ciertamente, sea de otros bancos o del banco central. El problema es que el resto de entidades no son del todo estúpidas, y llegará un momento en que cerrarán el grifo. El hipotético banco que no puede recuperar lo prestado tampoco puede pagar sus deudas, y la abuelita pierde todo su dinero.

La cosa, sin embargo, no queda aquí. Para empezar, tenemos un fondo de garantía de depósitos, un seguro público que evita que los pequeños ahorradores pierdan hasta la camisa cuando su banco se la pega sin que ellos hayan hecho nada. Esto protegerá a la abuelita (bieeeen) pero dependiendo del tamaño del banco, puede salirnos caro. Cuando la entidad implosionante es especialmente enorme, de hecho, puede llegar a costar una cantidad descomunal de dinero, hasta el punto que puede salir más barato para un gobierno rescatar a un banco evitando que vaya a la bancarrota que cubriendo los destrozos tras su hundimiento.

El otro problema, aún más grave, es que un banco en problemas acostumbra a deber cantidades asombrosas de dinero a otros bancos. Las entidades financieras se pasan la vida prestándose dinero unas a otras constantemente, sea en el mercado interbancario a corto plazo, sea con cosas más sofisticadas cuando se dedican a invertir en otros activos (desde acciones a CDOs, CDS y deuda pública griega). Si de repente una entidad se desvanece en el aire de forma imprevista, el sistema financiero puede encontrarse con un vacío preocupante y nadie que sepa quien va a pagarlo. Un proceso de bancarrota, en teoría, sirve para decidir quién cobra qué y cuánto, pero en el caso de un mega-banco con montones de operaciones a corto y apuestas financieras complicadas esto no acostumbra a bastar, especialmente si estaba muy apalancado. Una bancarrota de una entidad sistémica (esto es, enorme y con dinero repartido en todas partes- too big too fail) puede empujar otros bancos a situaciones contables más que precarias. Si la primera quiebra es lo suficiente chapucera para generar dudas sobre el resto, el resultado puede ser que un montón de bancos que antes estaban sanos ahora tengan problemas para tener acceso a financiación a corto y no puedan afrontar pagos. Añade dos pizcas de pánico y confusión, y tenemos el desbarajuste que vimos con Lehman Brothers el 2008.

Traduzcamos esto al caso español, y supongamos una bancarrota incontrolada de CatalunyaCaixa o Bankia. Primero, el estado español se va a comer una buena galleta; las cajas, con sus miles de pequeñas oficinas de barrio, tienen el dinero de muchísimos ahorradores. Segundo, cualquier banco que haya pasado remotamente cerca de estas dos entidades va a ser sospechoso; por muchos créditos que pidieran al exterior, no hace falta ser un genio para saber que otras entidades españolas tendrán un agujero en sus balances. Sabiendo lo mal que va el país, ni Dios va a prestar dinero a bancos españoles a esas alturas, estén sanos o no; con el endeudamiento exterior que tenemos, veríamos bancos solventes quedándose sin liquidez y muriendo tontamente. Por supuesto, el impacto no se limitaría a nuestro sistema financiero; esos alegres prestamistas bávaros estarán en un buen lío. Si alguno se ha pasado de frenada, tendremos otras quiebras allá arriba, aún menos acceso a crédito en España, y un agujero todavía mayor.

Esta historia debería llevarnos a dos conclusiones. Primero, nunca debemos dejar caer un banco sistémico. Nunca. Si una entidad grande y muy apalancada se la pega, el pollo que va armar en su caída va a ir mucho más allá de cargarse sus propios accionistas. Las quiebras bancarias generan enormes daños colaterales, y deben evitarse a toda costa. Es por eso que cuando Bankia se fue al garete la nacionalizamos, simplemente. No hacerlo hubiera sido mucho peor.

Segundo, debemos evitar que un banco sistémico pueda quebrar. Esto se hace o bien prohibiendo la existencia de estas entidades (limitando el tamaño de los bancos con leyes draconianas), o bien regulando a los que existan con un celo y fanatismo salvaje para que nunca, nunca, nunca hagan nada remotamente arriesgado que pueda costar un duro al contribuyente. Si estás planteándote si tienes que rescatar o no un banco, ya has fracasado. Nunca deberías haber llegado a ese punto. El estado regula el sistema financiero con fuerza precisamente por su enorme capacidad de destrucción cuando las cosas van mal. 

Queda discutir tres cosas. Primero, cuando hay rescate, cómo lo hacemos para que sea lo más eficaz y lo menos injusto posible. Ramón tiene un buen artículo sobre el tema, pero ya aviso que no es un tema fácil. Segundo, cómo regular a los bancos. De nuevo, Ramón tiene mucho sobre el tema; leedlo. Tercero, qué hicimos mal en España para que esto sucediese. Eso lo dejo para otro día, pero la historia de nuestro fracaso no está en los bancos. Nuestra tragedia son las cajas de ahorros (públicas, insisto), por un lado, y nuestro desastroso mercado laboral. Supongo que os sonará.

Abrazos,

PD1: España está llena de prestamistas: Por un lado, los bancos, que tienen que refinanciar sus préstamos ya que como ven que no cobran, prefieren optar por poner carencias en los créditos para mantener vivo el préstamo y aparentar que no pasa nada. Y por otro lado, los inversores, que les prestan el dinero al banco en depósitos bancarios, encantados de la vida de ver como cobraban buenos emolumentos por el préstamo que le daban al banco, encantados de saber que el banco siempre le devolvía su dinero prestado. Pero no lo olvides, un depósito bancario es un préstamo que le hace un inversor al banco para que este se lo devuelva posteriormente y entre tanto lo use para sus inversiones… Qué miedo. Entre prestamistas queda la cosa… Al final, el que tiene el riesgo es el tío que le suelta la pasta al banco en forma de depósito para que este lo coloque en créditos a promotores, en hipotecas y si no puede pagar, pues compensa unos con otros y a correr que son dos días… No te fíes de los bancos, te la han jugado una vez ya y te la van a volver a jugar, con el beneplácito de los políticos que harán las medidas suficientes para que, por el bien de la comunidad, no se rompa este sistema truculento que tenemos. Se tiene que romper esta forma de entender el sistema. Todos los prestatarios (inversores por sus depósitos bancarios, bancos por sus créditos incobrables) van a saldar el sistema quebrado… Y no, los alemanes no van a pagar nada…

PD2: La Unión Europea es insalvable. Somos demasiado distintos entre nosotros e incluso somos muy distintos dentro de cada país:

Las razones por las que la convergencia en Europa es imposible

M&G Investments: Sólo reconociendo que el objetivo es inalcanzable se pueden encontrar soluciones

Según explica M&G Investments, después de 23 años de integración la situación económica en Alemania sigue siendo muy desigual, con tasas de paro, nivel educacional y desarrollo de infraestructuras que varían en función del länder. A nivel europeo ocurrir

¿Es comparable lo que sucede en Europa en cuanto a la unión fiscal con lo que se vive dentro de la propia Alemania? Según explica Markus Peters, gestor de renta fija para M&G Investments, en Alemania las quejas de los länder más ricos por aportar más que los que se encuentran en una situación más desfavorable es constante desde la unificación del hace más de 23 años. Estos länder no entienden por qué deben trasferir sus ingresos fiscales a otros que quizás estén manejando sus cuentas de una manera irresponsable. “Si esto pasa en Alemania, existen dudas de hacia dónde se está dirigiendo el proyecto monetario de la eurozona”, afirma.

Según explica el experto, si se preguntara sobre cómo se pueden resolver los problemas estructurales en la eurozona, la respuesta más frecuente sería a través de una unión fiscal en la que se produjese una transferencia de los estados del norte de Europa a los periféricos. Pero… ¿sería esto posible? “La respuesta la hemos encontrado esta semana: y no me refiero a lo sucedido en Chipre”, afirma. Peters hace referencia al recurso presentado esta semana por los estados de Baviera y Hesse ante el Tribunal Constitucional alemán sobre el sistema de compensación financiera que rige entre los estados federados, cuyo objetivo es buscar la convergencia entre los estados.

Baviera, Baden-Württemberg y Hesse son actualmente los únicos contribuyentes netos, mientras que Berlín es el mayor receptor neto de estas transferencias fiscales. Baviera y Hesse sostienen que el mecanismo actual no crea incentivos para que los beneficiarios netos mejoren su situación financiera. Se dice que las sanciones por mala administración fiscal están desaparecidas, mientras que se disuade a los contribuyentes netos a consolidar sus finanzas si tienen que redistribuir su riqueza. “Básicamente, un estado alemán rico está argumentando por qué debería transferir sus ingresos fiscales a un pobre (y posiblemente irresponsable) de Alemania”, asevera el gestor.

En este sentido, si ya se percibe una significativa oposición a la creación de un mecanismo de redistribución de la riqueza dentro de un país, ¿cómo es posible imaginar a Alemania, los Países Bajos o Finlandia ponerse de acuerdo sobre las principales transferencias fiscales para el sur de Europa?, se pregunta Peters. En este contexto, merece la pena señalar que el Tribunal Constitucional alemán ya dijo el año pasado que cualquier proceso de integración europea, por ejemplo, una unión fiscal, requeriría un referéndum. “En última instancia, los contribuyentes alemanes podrían llegar a decidir si quieren que sus impuestos sean transferidos a otras partes de Europa”.

Por otro lado, queda la cuestión del potencial efecto a largo plazo de la unión fiscal. “En Alemania, las transferencias fiscales desde el sur hacia el norte y el este sin duda han ayudado a los länders a converger en términos de poder adquisitivo y nivel de vida desde la unificación en 1990. Sin embargo, después de 23 años la situación económica sigue siendo muy desigual. Por ejemplo, la tasa de paro en Alemania varía significativamente entre los estados federales. Mientras que el desempleo en Mecklemburgo-Pomerania Occidental se sitúa en torno al 14%, en Baviera y Baden-Württemberg es del 4%”.

A esto hay que añadir, según el experto, que los lazos históricos de las empresas, la ubicación geográfica y los fundamentos como la disparidad de las infraestructuras o las diferencias cualitativas entre las instituciones educativas y de investigación son otros factores que pueden impedir que alguna vez lleguen completamente a converger. “En la eurozona, para mi este es el quid de la cuestión”, asegura el experto de M&G Investments. “Sólo si aceptamos el hecho de que la plena convergencia y homogeneidad en Europa no es alcanzable –incluso con unión fiscal- podremos ser lo suficientemente pragmáticos como para hacer frente a los problemas de la región”.

Para Peters, se podría llegar a la conclusión de que podríamos ser capaces de mejorar la prosperidad económica y hacer desaparecer la tensión social en la periferia, pero nunca que las economías del sur de Europa se vuelvan tan prósperas y competitivas como las del norte. “Tomemos como ejemplo Estados Unidos. Nadie espera que le nivel de vida, de ingresos medios y de competitividad sea igual o homogénea en todo el país. A pesar de su larga tradición de unión monetaria y fiscal, la situación económica y las oportunidades todavía varían enormemente si usted vive en Nueva York, Detroit, Michigan o Las Vegas”, afirma el experto.

Según explica el gestor, un ciudadano americano puede desplazarse razonablemente desde Detroit a Kentucky si quisiese: se habla el mismo idioma y gran parte de las tradiciones se mantienen. No será capaz de decir lo mismo de un movimiento de Atenas a Munich. Se ha tomado como un hecho en Estados Unidos que un cierto grado de desigualdad y heterogeneidad es la calve de una economía de libre mercado. Esta es una de las razones por las que el modelo de Estados Unidos ha tenido éxito. “Esto sería una idea incómoda e impopular en Europa, donde se cuestionan las ambiciones del proyecto de convergencia de la región, por lo que es legítimo preguntarse hacia dónde se dirige el proyecto del euro”.

PD3: Según el Estudio de la Fundación BBVA, el 71% de los suecos lee un periódico cada día (papel o web, no deportivos). En España, el 31%. Estar informado es crucial, saber qué nos pasa, leer de las tendencias, saber lo que pasa por ahí… Seríamos unos perfectos ineptos si no nos enteráramos. A mis hijos les obligo a que se lean el periódico en papel…, es cultura, es saber lo que le pasa a nuestra querida España… Aunque se tengan que tapar la nariz por los memos de los periodistas, cómplices de los políticos.

PD4: Hungary announcing they are going to print HUF… Todos los países en crisis imprimen. Credibilidad de la divisa cero. ¿Cómo saldremos de ésta, imprimiendo como locos? Pues con mucha inflación…

PD5: Chipre, con un tipo del 10%, ingresa el triple que España por Impuesto de Sociedades. Qué cosas. En España la agencia tributaria deja marchar de rositas a Google, Apple y demás corporaciones americanas grandes, deja que todos los oficios manuales cobren en B (esta Semana Santa cenamos dos veces fuera en Galicia y no nos dieron ticket en ninguno de los dos sitios, nos largaron un papelito escrito con la cuenta y tan frescos…) Mientras haya calado este mensaje, apaga y vámonos. Darle la vuelta a esta tortilla es un imposible. No se recauda ya que se ve mucha corrupción y poco esfuerzo en las administraciones… Sólo vemos como nos crujen con tasas y mientras nacionalizan las pérdidas de la banca y autopistas (constructoras) para que las paguemos entre todos. Que les den por…, por culo.

PD6: El déficit público en 2012 contando ayudas financieras es del 10,6% del PIB según la última entrega del ministerio… 2012 fue otro año perdido y que ha servido para que se deteriore más la salud financiera española, para que acumulemos más deuda pública… Cada año perdido es un año menos que nos queda para sacar a este país adelante… Gracias señores políticos, os estáis luciendo…

Ingresos y gastos tributarios. Podemos esperar más años, pero como no hagamos el ajuste de uina puñetera vez, quebramos el país. Lo estamos quebrando poco a poco, cada vez que hay una subasta “exitosa” del Tesoro. Sí, venderemos bonos, pero mientras no gastemos menos no hay solución. Recaudar, no vamos a recaudar más, pero tijera al gasto, es más que necesaria, es imprescindible: REVENUE=ingresos tributarios (impuestos) EXPENDITURE=gastos públicos. Hasta que no ajustemos estas dos líneas completamente disparadas, no dejaremos de morir un poco cada día, con el permiso de Rajoy que nos deja palmarla lentamente… Coraje, actúa macho!

PD7: Mensaje que está calando entre la opinión pública: Rajoy es aún más mentiroso que Zapatero. Ha pasado de ser un político con una imagen de marca espectacular, de honradez, a no aparecer por los medios, ser poco trasparente, y no decir la verdad… Y todo esto en momentos de que debíamos estar como los de Fuenteovejuna… No lo entiendo!!!

PD8: Imaginación no nos falta. Mira lo que triunfa en Galicia: hamburguesa hecha con un donuts… ¿Te animas a probarlo? Pintón… ¿Habrá que echarle Ketchup también? No, mejor con chocolate líquido y nata…

PD9 Los 12 errores más comunes de los padres

Cómo educar bien a los hijos es una preocupación frecuente entre los padres. Saber qué hacer en cada situación y cómo afrontar cada conflicto no es fácil ni hay recetas mágicas. Sí puede resultar más sencillo saber qué no hacer, cuáles son los errores básicos que evitar

Uno de los errores más comunes es proteger en exceso a los hijos

La educación de los hijos provoca muchas inseguridades y no pocas angustias a muchos padres. ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Debería haberle castigado? ¿Me habré pasado de duro? ¿Seré demasiado blando? ¿Cómo logro que me obedezca? Psicólogos y pedagogos explican que quizá restaría presión a los progenitores modificar sus expectativas: en lugar de aspirar a hacerlo todo bien, plantearse no hacerlo mal y, sobre todo, evitar los errores más dañinos a la hora de educar. Con la ayuda de Javier Urra –pedagogo, doctor en Psicología y Enfermería, y durante años Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid–, de Victòria Gómez –orientadora familiar y vocal del Col·legi de Pedagogs de Catalunya–, y de Julio Fernández Díez –psicólogo escolar, catedrático de orientación educativa y autor de Errores en la educación de los hijos (Pirámide)– hemos identificado los 12 errores que se consideran más comunes y perjudiciales a la hora de educar a los hijos. Son estos:

1. Disparidad entre los padres La falta de unidad de criterio entre las figuras de autoridad es uno de los grandes lastres para educar. De entrada, porque si el niño recibe mensajes contradictorios, si sus progenitores se desautorizan entre ellos, no sabe a quién hacer caso y se siente perdido, sin referencias claras. Y porque a medida que crecen aprenden a utilizar esas discrepancias o diferencias de criterio para hacer lo que quieren. “Siempre es mejor equivocarse juntos que acertar por separado”, resume Victòria Gómez, para quien frases tan populares como “pregúntaselo a tu padre” o “lo que diga tu madre” son un error. “Cuando piden algo y no se tiene un criterio claro o único, lo mejor es decirles ‘ya lo hablaremos y te daremos la respuesta’, para que vean que la familia es un bloque”, apunta.

2. Sobreproteger Aseguran los educadores que éste es uno de los errores más frecuentes en la sociedad actual. Los padres asumen muchas tareas de los hijos, estudian con ellos, les disculpan ante el profesor, intervienen antes de verles sufrir las consecuencias de una mala decisión, les dicen constantemente lo que han de hacer, organizan toda la vida familiar a su alrededor, les evitan disgustos… “Esta sobreprotección resulta muy perniciosa porque hace ciudadanosdependientes y a veces muy tiránicos, porque crecen pensando que el mundo gira a su alrededor, que son los reyes de la casa, no uno más de la familia”, advierte Javier Urra. La sobreprotección provoca personas inseguras, incapaces de tomar decisiones y de enfrentar las dificultades y contratiempos diarios, que no saben asumir las consecuencias de sus actos y con problemas de autoestima. Julio Fernández asegura que la sobreprotección es un error clásico a la hora de educar porque estamos preparados genéticamente para proteger la prole, como hacen otros animales con sus crías. “La infancia en la especie humana es muy larga, y para criar a un niño durante tantos años en medio de la sabana había que sobreproteger mucho; pero esa sobreprotección comenzó a resultar excesiva cuando la vida cotidiana se hizo menos peligrosa, y de ello dan cuenta historias como la de la Bella Durmiente o la del Príncipe Siddharta; lo que ha cambiado es que esa obsesión de los padres por salvaguardar a su hijo de todo mal que se atribuía y criticaba a príncipes y personajes de alta alcurnia hoy se ha generalizado a toda la población, y de ahí el actual síndrome del emperador”, explica.

3. Transmitir desprecio Frases como “ya sabía que lo ibas a romper”, “eres idiota”, “pareces tonto”, “no vales para nada”, “siempre me defraudas” o “no sé para que te he tenido” resultan muy dañinas para los hijos. Gómez enfatiza que no hay que faltar al respeto a los hijos ni ponerse a su altura cuando se enfadan: “Los padres no deben perder los papeles, han de controlar su actitud por mucho que el hijo les provoque; hay que estar por encima de ellos y no comportarse como un crío o como un adolescente, y perdonar con facilidad, no entrar en guerras del tipo ‘como él no me habla yo tampoco’”.

4. Falta de continuidad Los expertos advierten que un fallo habitual de los padres es dejarse llevar por su estado de ánimo a la hora de educar, de modo que permiten o no determinadas conductas en función de que estén más o menos cansados, contentos o enfadados. “Hay que tener conciencia de que estamos educando siempre, no en momentos concretos”, señala Gómez. Julio Fernández subraya que, ante los hijos, los padres son la autoridad, de forma que no deberían comportarse de forma arbitraria sino ecuánime y racional.

5. Castigar mal Poner sanciones desproporcionadas o sin lógica, imponer castigos imposibles, hacer promesas inalcanzables o que no se cumplen son errores muy habituales y muy nocivos a la hora de educar. Si los castigos no se aplican por imposibles o por dejadez, los padres pierden autoridad y transmiten la idea de que sus normas pueden quebrantarse fácilmente. “Es mejor ser moderado en el castigo y llevarlo a la práctica, y en lugar de castigar al adolescente sin salir todo un mes o exigirle que estudie cinco horas diarias, limitarle a una hora la conexión a las redes sociales o a la videoconsola”, ejemplifica Fernández.

6. Prometer y no cumplir Los educadores también alertan contra las promesas o premios inalcanzables, que además de decepcionar acaban desincentivando. “A veces prometemos comprarles el móvil o la bici si sacan buenas notas, y esa es una condición muy ambigua, de modo que quizá el chaval se esfuerza pero al final le decimos que no, que los notables no cuentan, que se esperaban de él sobresalientes, o que aunque sus notas son buenas no tendrá el premio porque se ha portado mal con su hermano, y el niño se frustra y deja de trabajar”, explica Julio Fernández. Y añade que en muchos casos se amplía aún más el error cuando luego, en un momento de arrepentimiento, esos mismos padres (o los abuelos), le acaban comprando el móvil o la bici sin haber conseguido el reto propuesto.

7. Comparar entre hermanos Todos los padres saben que cada hijo es diferente. Sin embargo, a la hora de educarlos no siempre los tratan de forma diferente. Lo habitual es lo contrario, que se esfuercen en tratarlos por igual y que, a menudo, los comparen. Pero, advierten los expertos, cada hijo requiere una educación distinta, un trato individualizado y que le dediquen un tiempo a solas, entre otras razones para poder conocerle y saber cómo hay que tratarle. “Las comparaciones continuadas entre hermanos suscitan celos, envidias y dañan”, alerta Javier Urra.

8. No poner límites Los expertos explican que muchas veces los padres no tienen un proyecto claro de cómo van a educar a sus hijos, cuáles son las normas mínimas que van a exigir, y van improvisando, de modo que no siempre son coherentes en sus criterios. “Mientras son pequeños trampeamos los problemas que van planteando, y en la adolescencia se pierde el control, se les quiere poner normas, y entonces ya es tarde”, comenta Victòria Gómez. Julio Fernández subraya que muchos padres priorizan la paz familiar por encima de todo y eluden su obligación de poner límites porque eso lleva en ocasiones al conflicto.

9. Ser amigos de los hijos Los psicólogos advierten que los padres son la figura de autoridad para el hijo y es un error tratar de ser amigos suyos en lugar de ejercer de padres. También desestiman los estilos educativos muy permisivos o aquellos que lo negocian todo. “El estilo democrático está bien para algunas cosas, como para decidir dónde se va de vacaciones, pero se ha magnificado y hay cosas que no se negocian, como el horario de estudio, el ir con cinturón en el coche o comportarse bien el supermercado, ahí ha de ser el padre el que ejerza la autoridad”, reflexiona Fernández. En su opinión, este tipo de errores se han extendido de la mano de lo que denomina “leyendas urbanas sobre educación”, informaciones del ámbito de la psicología que en un momento dado tuvieron vigencia y luego se demostró que no son ciertas pero continúan en la imaginación colectiva, como que no hay que castigar para no traumatizar, que hay que potenciar al máximo la autoestima o que Einstein era mal alumno a pesar de su inteligencia, ejemplifica.

10. Malos ejemplos “Los padres no pueden pedir al hijo que se controle o que no pegue si lo que le transmiten es que de vez en cuando a ellos ‘se les cruzan los cables’, insultan al del coche de al lado, o están siempre criticando; tampoco pueden exigirle que termine lo que empieza o que cumpla las normas si ellos no lo hacen”, dicen los expertos. La incongruencia entre lo que se dice y se hace “resulta muy negativa, quita fuerza moral y deslegitima”, apunta Urra.

11. Negatividad El que fuera Defensor del Menor de Madrid cree que es un grave error no transmitir a los hijos ilusiones, dilemas vitales y amplitud de miras. Advierte que cuando los padres son muy depresivos o negativos y los hijos crecen oyendo todo el día críticas sobre los demás y escuchando que no hay que fiarse de nadie, que los otros son dañinos, “eso repercute en su carácter, que acaba siendo despótico, lastimero, paranoico u ofensivo”.

12. Hacerlos mayores antes de tiempo Un error muy actual de los padres es acortar la infancia de sus hijos, hacerles mayores antes de tiempo. “Se detecta en la forma de vestirlos, en dejarles ponerse un piercing o adoptar comportamientos de adulto desde muy pequeños, en encontrar divertido y alentar que tengan novias o novios, en permitir que con 14 años tengan horarios de fiesta intempestivos…”, indica Fernández. Y subraya que el contrasentido es que a ese mismo chaval al que se deja salir de noche, se le prepara el desayuno y se le tramita la matrícula del instituto. “Por un lado les hacemos muy mayores, y por otro no les dejamos crecer, no les damos responsabilidades propias de su edad”, concluye.