Se los van a tirar los de
Bruselas…, espero.
No es oro lo que aquí reluce:
España, en trayectoria de colisión con Bruselas
Casi nadie en los grandes partidos parece
comprender la situación que se avecina para 2019
“O Bruselas tumba estos Presupuestos o estos presupuestos tumban
España”. Esta fue la frase de Pablo Casado hace
unos días, una frase que solo contiene una verdad, y es que existe una alta
probabilidad de que a partir del verano de 2019 veamos cómo la economía
española, tras algo más de cinco años de respiro, besa otra vez la lona. Y
poco, realmente poco, van a tener que ver en todo eso los Presupuestos elaborados por el
tándem PSOE-UP, unos Presupuestos con medidas interesantes y en
la buena dirección, pero que servirán de excusa para que sus oponentes políticos
les ataquen sin piedad cuando las cosas empiecen a torcerse.
Ni
siquiera en una coyuntura económica favorable parece muy razonable que los
ingresos aumenten en 27.000 millones de euros, como ya analicé en este artículo, pero es que ese optimismo
sobre la situación económica ya se encuentra sobrepasado por lo que está
pasando ahora mismo, por lo que la
situación será aún peor de lo que comenté. Esto lo vemos
en los dos principales indicadores adelantados de nuestra economía, que
precisamente fueron los que anticiparon, cuando ningún analista se lo olía, el
gran batacazo de 2008-2009: el PMI
de servicios y el índice de confianza del consumidor(ICC). Esto lo
vemos en los dos siguientes gráficos, con el PMI en su peor nivel desde el
otoño de 2013, cuando aún teníamos cifras negativas en prácticamente todos los
indicadores de producción y demanda, y el ICC en su peor nivel desde 2014,
cuando venía remontando más de año y medio.
El dato
del PMI es especialmente muy preocupante, ya que su correlación con el PIB es
altísima e implica que podemos esperar cerrar el año 2018 con un crecimiento
económico en el entorno del 1%, algo que tiene todos los visos de reducirse
para 2019.
Por
mucho que cacareen los políticos del PP y Ciudadanos, la responsabilidad del
Gobierno de Sánchez es casi nula, al igual que casi nula fue la
responsabilidad del primer Gobierno de Rajoy en el hundimiento que sufrimos
desde que ganó las elecciones hasta finales de 2013, y nula también en la
recuperación que dura ya casi cinco años. Como he explicado en multitud de ocasiones,
la economía española es extraordinariamente dependiente de factores
externos, especialmente de los flujos financieros
internacionales (somos un activo de riesgo y por tanto el dinero entra y sale
con mucha violencia), incluyendo en esto la política monetaria del BCE, de los precios
del petróleo, del comercio internacional y especialmente europeo, del turismo y
del tipo de cambio del euro.
Todo se
le puso de espaldas a Mariano en 2012 y 2013, y a partir de entonces las cosas
cambiaron bruscamente y los vientos de cola llevaron en volandas a la economía
española, mientras Mariano se colgaba medallas como si él tuviera algo que ver
en todo ese asunto. Su único mérito fue realmente darle la razón a Bruselas en
todo lo que le decían.
La economía española es extraordinariamente dependiente de
factores externos, especialmente de los flujos financieros internacionales
Esos
vientos de cola en 2018 han empezado a desvanecerse a toda velocidad, aunque
por fortuna no por completo, y es por eso por lo que todavía la economía
española está creciendo
con debilidad.
En
primer lugar, tenemos la evolución de los flujos financieros, que podemos ver
en los datos de la cuenta
financiera de la balanza de pagos. A pesar de que el BCE está
dejando de regar con su maná las economía de la eurozona, por
fortuna la balanza financiera, por la enorme fortaleza de la inversión directa
exterior neta en la primera mitad del año (casi 20.000 millones más que en el
primer semestre de 2017), y a pesar de la debilidad de la inversión de cartera
(bonos públicos y privados, sobre todo), ha contribuido todavía más a la buena
marcha de la economía, con unas ocho décimas adicionales de PIBen términos anualizados.
El tipo de cambio del dólar,
cuya fuerte bajada en 2014 favoreció mucho las exportaciones, tuvo un impacto
más o menos neutro en 2015 y 2017, pasando a tener un impacto algo negativo en
2017 y primera parte de 2018 y ligeramente positivo en estos momentos.
Lo que
sí ha evolucionado rápidamente hacia posiciones muy negativas es el turismo. Si el año
pasado los ingresos por turismo crecieron un 12,4%, con una contribución positiva
al PIB de unas nueve décimas, en estos momentos (últimos cinco meses) está
creciendo solo al 1,3%, lo que significa que su contribución al crecimiento del
PIB está siendo de solo una décima en términos anualizados.
El petróleo también
está subiendo sus precios fuertemente. De un precio medio de 54 dólares en 2017
hemos pasado a los 80 dólares actuales, lo que supone que en estos momentos
está contribuyendo de una forma negativa al PIB en unas nueve décimas en
términos anualizados.
Por
último, el comercio exterior está
en términos generales mucho más débil en toda Europa este año que el pasado. Si
en los siete primeros meses de 2017 las exportaciones crecían en España al 9%,
en 2018 lo han hecho solo al 3%, por lo que de mantenerse la tendencia, veremos
cómo esto resta alrededor de 1,3 puntos de crecimiento a la economía.
Es
decir, que de los cinco grandes factores externos que impulsaban nuestra
economía, solo uno de ellos (la inversión exterior) ha mejorado, otro permanece
neutral (tipo de cambio) y tres han empeorado. El balance es que el impacto
negativo sobre el crecimiento es de algo más de dos puntos porcentuales, lo que
aproximadamente corresponde a la estimación hecha por el PMI de servicios, que
ha pasado de reflejar un crecimiento de más de un 3% a uno de aproximadamente
un 1%.
De los cinco factores externos que impulsaban nuestra economía
solo uno (la inversión exterior) ha mejorado y otro permanece neutral (tipo de
cambio)
¿Y qué podemos esperar durante los
próximos meses? Pues la respuesta es simple: nada bueno. La desconfianza
internacional está aumentandorápidamente en términos generales,
y el dinero está empezando a huir del riesgo, como demuestran las tormentas
cambiarias o, más recientemente, la fuga de dinero desde los bonos americanos
de alta rentabilidad. Las posibilidades de que esto empeore aún más son altísimas,
ya que la senda de subida de tipos en EEUU parece imparable, impulsada no por
la Reserva Federal,
como creen muchos, sino por la propia fortaleza de su economía, la escasez de
mano de obra y por tanto las tendencias inflacionistas. Si finalmente esto
desemboca en una crisis financiera el año próximo es algo que aún no sabemos,
aunque es inevitable que tarde o temprano lo haga.
La
tendencia alcista del petróleo es igualmente imparable. La subinversión crónica
continúa y solo muchos meses de crecientes precios harán que la situación se
corrija. El camino a recorrer es aún larguísimo, probablemente de unos tres
años hasta que volvamos a tener sobrecapacidad y por lo tanto retomemos la
senda bajista en los precios.
Existen
más dudas sobre la evolución del comercio exterior y del turismo, pero si
continúa el debilitamiento de la economía europea, todavía poco palpable, es
probable que agrave su mala trayectoria.
Solo
parece que pueda haber buenas
perspectivas sobre el tipo de cambio del dólar, que de empeorar
la situación global es bastante probable que se fortalezca, especialmente si,
como comentaré para cerrar el artículo, las cosas se ponen especialmente mal en
la eurozona. Esto, por una parte, nos perjudicará por la factura del petróleo,
pero se verá ampliamente compensado por la mejora de la balanza comercial que
aparejará.
El debilitamiento de nuestra economía ocasionará que los
Presupuestos queden en papel mojado
Es
decir, que el debilitamiento de nuestra economía ocasionará que los
Presupuestos queden en papel mojado, con ingresos menores y gastos mayores
debido a los estabilizadores automáticos. Y la desviación no será pequeña.
Sin
embargo, nuestra
principal amenaza es la situación de la eurozona. El
enfrentamiento entre Roma y Bruselas amenaza de una forma clarísima con
convertirse en una auténtica guerra durante el año que viene. Una prima de
riesgo en 300 puntos básicos no augura nada bueno, máxime teniendo un Gobierno
cuyo capital político depende de no doblegarse ante Bruselas.
La
repetición de la situación griega en Italia pero a escala 10 veces mayor está
probablemente a la vuelta de la esquina. Esto coincidirá con un deterioro del déficit
público español, lo que hará, si se produce la expulsión de los
mercados de la deuda italiana, que el contagio sobre España sea inevitable,
agravando mucho más nuestra situación. Si bien lo razonable es suponer que el
Gobierno italiano acabe cediendo y el BCE salve otra vez los muebles, el daño
para entonces estará ya hecho, y el cumplimiento de los Presupuestos será
imposible, por lo que Bruselas obligará a un draconiano plan de ajuste. Todos
estos acontecimientos no son, obviamente, inevitables, pero tal y como se
presentan las cosas, son muy probables. ¿Ha previsto el Gobierno español esta
contingencia? Estoy seguro de que no.
Mientras,
mi recomendación es, en primer lugar, no creerse nada de la tormenta de
propaganda política que sufriremos, echando la culpa de todo al Gobierno
español, un títere en todo este teatro global. Y, en segundo lugar, no
endeudarse a nivel personal si se puede evitar, porque las incertidumbres que
se ciernen sobre 2019 y 2020 son brutales.
Abrazos,
PD1: ¿Qué se gana con la
oración?